22 noviembre, 2024

La olvidada (y breve) unión de España y Inglaterra que aspiró a crear el imperio más poderoso de la historia | LA VOZ NEWS

Montaje de Felipe II y María de Tudor, en una pintura de Hans Eworth realizada en 1558 , sobre un mapamundi antiguo
Montaje de Felipe II y María de Tudor, en una pintura de Hans Eworth realizada en 1558 , sobre un mapamundi antiguo

España e Inglaterra han mantenido siempre una relación de rivalidad en la que se entremezclan sentimientos de temor, desprecio y admiración mutuos. La lista de pugnas y rupturas es interminable. Desde los abordajes de los corsarios a los barcos españoles en el siglo XVI hasta la actuales divergencias por la soberanía de Gibraltar, pasando por la Armada Invencible, el apoyo español a la independencia de Estados Unidos, la tradicional alianza de los ingleses con Portugal contra los intereses de Madrid o la Batalla de Trafalgar, por citar algunos.

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Sin embargo, hubo un momento en que todas esas diferencias no fueron tan evidentes, aunque fuera por un corto periodo de tiempo. Nos referimos a los cuatro años en que Felipe II fue también Rey de Inglaterra, bajo el nombre de Felipe I, como consecuencia de su matrimonio con María I Tudor entre 1554 y 1558.

El matrimonio, sin embargo, no tuvo hijos. De haberlos tenido, la historia de Europa y España habría sido muy diferente. Todo comenzó cuando el príncipe Felipe enviudó de su primera mujer, María Manuela de Portugal, en 1545. Ocho años después, su padre, el emperador Carlos V, todavía Rey de España, eligió a María Tudor como nueva esposa para aprovechar que esta acababa de ser coronada. El objetivo último era que la descendencia de ambos uniese en una sola corona a Flandes, Borgoña, España e Inglaterra, formando una defensa infranqueable de sus posesiones continentales contra la ambición de los franceses.

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Los enemigos de Felipe II

Felipe concebió el enlace como una mera obligación política impuesta por su padre. Su única misión parecía ser engendrar a un heredero que se convirtiera en el futuro aliado de España y el Imperio. Los opositores contra los que tuvo que pelear, sin embargo, fueron muchos. En primer lugar, Francia, que observaba con pánico un matrimonio que podía conceder a España un gran poder y un vasto territorio. En segundo, los nobles, que se habían enriquecido con los bienes eclesiales expropiados en tiempos de Enrique VIII de Inglaterra, padre de María, y temían que tuvieran que devolverlos. Y, en tercero, los protestantes, pues la unión ponía en grave peligro a su Iglesia.

Estos dos últimos enemigos habían surgido como consecuencia del cisma provocado con la Iglesia católica por Enrique VIII. El monarca inglés vio claro que no podría tener un he­redero varón mientras siguiera casado con Catalina de Aragón. Solo habían tenido a María de Tudor, pero la idea de que una mujer reinase era algo inconcebi­ble en Inglaterra. Buscó por todos los medios la anulación de su matrimonio para poder casarse con Ana Bolena y tener un hijo. Ape­ló al Papa Clemente VII, pero este no accedió. El secretario de Estado, Thomas Cromwell, le planteó entonces la posibilidad de sepa­rarse de Roma y crear un departamento espiritual dentro de su Estado, bajo la batuta del Rey como único representante de Dios en su rei­no. Enrique aceptó y nació el protestantismo.

Como María de Tudor se opuso siempre a este cisma por el daño que le había provocado a su madre, y por su profunda fe católica, dio rápidamente el sí a Felipe II cuando recibió la propuesta de matrimonio. El monarca español representaba para ella un perfecto apoyo en su causa de restaurar el catolicismo y frenar las aspiraciones protestantes. Estas estaban representadas por su hermanastra Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena. A su favor solo contaba con algunos nobles católicos, pero estos ya habían sido duramente reprimidos e, incluso, condenados a muerte en la Torre de Londres por su padre. La boda, por lo tanto, se celebró con urgencia en Winchester, en enero de 1554, en medio de este clima de tensión.

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La persecución

Para desgracia de Felipe II, se estableció que el español solo ostentaría el título de Rey de Inglaterra mientras María viviese. Además, solo ella dispondría de las rentas públicas y él solo podría usarlas con el permiso de esta. El monarca aprovechó el amor que su esposa le profesaba para mover hilos en la corte con el objetivo de que le nombraran su sucesor en el caso de que no tuvieran hijos. El Parlamento invocó los acuerdos prematrimoniales y lo impidió en el último momento.

Once meses después de la boda, Inglaterra volvía oficialmente a la obediencia de Roma. Para tranquilizar a la nobleza protestante se dictó que las antiguas tierras eclesiales que Enrique VIII les había cedido no tuvieran que restituirse. Solo se devolverían aquellas que habían ido a parar a manos del Rey de Inglaterra. Pero para María de Tudo aquello no era suficiente, ella quería venganza después de que su madre hubiera sido repudiada y ella misma hubiera sido desheredada. Así que hizo prisionera a su hermana Isabel en la Torre de Londres y empezó a perseguir a los protestantes, a muchos de los cuales condenó a muerte sin ningún miramiento.

Pasó el tiempo y el objetivo del matrimonio no se cumplía. María estaba tan obsesionada que, incluso, llegó a creerse que estaba embarazada. Dijo que su hijo nacería en abril de 1555 y puso a su hermanastra a hacer la ropa de su futuro bebé como una especie de tortura psicológica. Cuando llegó la fecha, se produjo la desilusión. La salud de la Reina empeoró y Felipe se sintió engañado, pero todavía necesitaba a su esposa desde el punto de vista político. Cuando marchó a Flandes para asistir a la abdicación de Carlos V, le respondió a todas las cartas de amor que esta le envió, aunque fuera cortésmente, para hacerla creer que era la mujer de su vida. Y a su regreso siguió manteniendo relaciones sexuales con ella aunque no tuviera ninguna esperanza de procrear.

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El sueño se desvanece

Tras la guerra que se desencadenó con Francia, Felipe II volvió a marcharse. Esta vez se fue a Flandes. María de Tudor se quedó destrozada y siguió escribiéndole cartas rogándole que regresara pronto. No se imaginaba ni por lo más remoto que ya nunca volverían a verse y que el sueño de aquella unión indefinida entre los dos reinos se perdía para siempre. Ella lo intentó y le escribió para comunicarle que estaba embarazada, pero él ya no la creía y envió al duque de Feria para confirmarlo. Este le dijo que la Reina simplemente esta enferma y que parecía no tener cura. Solo el láudano le aliviaba ya los fuertes y se pasaba el día rezando y llorando.

Ni siquiera fue a estar junto a ella en su agonía. Felipe II había perdido todo el interés, incluso, por la corona inglesa. Era consciente de que el Parlamento jamás cambiaría las leyes de sucesión y dio el trono por perdido. El 17 de noviembre de 1558, María de Tudor moría sola, sin despedirse de su esposo, creyendo que este aún la amaba. Felipe II dejaba de ser monarca de Inglaterra de manera automática. El monarca hispano hizo un último intento y sondeó la posibilidad de casarse con su cuñada Isabel, pero esta le rechazó por el apoyo que había recibido de los protestantes a lo largo de su vida.

El sueño de un imperio mucho mayor se desvanecía para siempre…,

Origen: La olvidada (y breve) unión de España y Inglaterra que aspiró a crear el imperio más poderoso de la historia | LA VOZ NEWS

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