La otra cara de Aníbal: desmontando el mito de su crueldad en el sitio de Sagunto
La otra cara de Aníbal: desmontando el mito de su crueldad en el sitio de Sagunto

Por Xavier Cadalso
Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché la historia de Aníbal. Era apenas un niño, sentado frente a un libro de historia lleno de ilustraciones de elefantes, lanzas y murallas en llamas. En aquellas páginas, el general cartaginés aparecía como un guerrero implacable, un estratega brillante pero despiadado, capaz de arrasar ciudades enteras sin piedad. Entre esas leyendas, el sitio de Sagunto ocupaba un lugar especial: la ciudad hispana, decían, resistió heroicamente hasta caer bajo la crueldad de Aníbal, que no dejó piedra sobre piedra ni vida por salvar.
Durante años acepté esa versión sin cuestionarla. Sin embargo, hace poco, al revisar documentos y crónicas antiguas, me encontré con un relato muy diferente. Lo que siempre nos habían contado podría no ser más que un mito construido, una versión adaptada para justificar acciones políticas y militares en tiempos de la Segunda Guerra Púnica. Así comenzó mi viaje para descubrir la otra cara de Aníbal: un viaje que me llevó desde bibliotecas polvorientas hasta testimonios de arqueólogos modernos que han revisado las pruebas.
Un mito que nació de la guerra
La historia oficial —esa que aprendimos en la escuela— presenta a Aníbal como un conquistador implacable. El sitio de Sagunto, ocurrido en el 219 a.C., se retrata como un ejemplo de su crueldad. Pero ¿qué tan cierta es esa imagen?
La versión tradicional proviene, en gran medida, de fuentes romanas como Tito Livio y Polibio. Estos cronistas escribieron décadas después de los hechos y, como era de esperar, lo hicieron desde la perspectiva de Roma. Y Roma, por aquel entonces, necesitaba un villano.
La Segunda Guerra Púnica no fue solo un conflicto militar, sino también una batalla propagandística. Al presentar a Aníbal como un bárbaro sin escrúpulos, Roma justificaba ante sus ciudadanos y aliados la necesidad de una guerra total contra Cartago. La crueldad atribuida al cartaginés no era solo un detalle histórico: era una herramienta política.
Sagunto: una ciudad en el tablero geopolítico
Sagunto, situada estratégicamente al norte de Valencia actual, no era una ciudad cualquiera. Aunque estaba fuera de la zona de influencia directa de Roma según los acuerdos previos con Cartago, mantenía alianzas que, de facto, la acercaban a los intereses romanos.
Aníbal, recién nombrado comandante en la península ibérica, veía a Sagunto como un punto clave para consolidar el poder cartaginés en Hispania. Según los relatos romanos, la ciudad pidió ayuda a Roma, pero la respuesta fue más diplomática que militar. Roma envió embajadas, no ejércitos.
Este detalle es importante: si Roma realmente hubiera visto a Sagunto como una pieza vital, ¿por qué no intervino directamente? La respuesta puede estar en la conveniencia de dejar que la ciudad cayera, para después usar su destrucción como casus belli contra Cartago.
¿Crueldad o estrategia?
Las fuentes que hablan del supuesto salvajismo de Aníbal describen ejecuciones masivas, incendios indiscriminados y saqueos brutales. Sin embargo, la arqueología cuenta otra historia.
Excavaciones en el área de Sagunto no han encontrado evidencias claras de destrucción total en el periodo exacto del sitio. Sí hubo daños, sí hubo asedio, pero no necesariamente un exterminio. Algunos especialistas sugieren que Aníbal, en lugar de aniquilar la ciudad, permitió que parte de la población sobreviviera, integrándola bajo dominio cartaginés.
Esta versión es coherente con su estilo militar: Aníbal no solía destruir sin razón. Prefería conservar recursos humanos y logísticos para fortalecer sus campañas. Un general que cruzó los Alpes con elefantes no podía darse el lujo de desperdiciar aliados potenciales.
Roma y el arte de moldear la historia
Si algo sabía Roma era cómo escribir para ganar la memoria de la posteridad. Convertir a Aníbal en un monstruo sediento de sangre servía para cohesionar a su población y para advertir a otras ciudades del “peligro cartaginés”.
El mismo Tito Livio describe episodios que, leídos hoy, parecen más teatrales que históricos: madres lanzándose desde murallas, hombres luchando hasta la última gota de sangre, niños pereciendo entre las llamas… narraciones más cercanas a la épica que a la crónica objetiva.
Y no es que todo fuera mentira, sino que se exageraba lo que convenía. La propaganda romana no nació en la Edad Moderna: ya en el siglo III a.C., el control del relato era un arma tan poderosa como cualquier legión.
El legado del “villano”
El mito de la crueldad de Aníbal sobrevivió siglos. En libros de texto, obras de teatro y hasta películas, la imagen del general cartaginés como un enemigo despiadado sigue viva. Sin embargo, la historiografía actual empieza a reconocerlo como un líder complejo, capaz de combinar audacia militar con inteligencia diplomática.
El sitio de Sagunto, visto con ojos modernos, podría interpretarse como una jugada estratégica en un contexto de tensiones inevitables. No fue un ataque gratuito, sino una acción calculada dentro de un tablero mucho más grande: el de la hegemonía en el Mediterráneo occidental.
Por qué importa reescribir esta historia
Podría parecer un simple detalle académico, pero desmontar este mito tiene implicaciones más profundas. Reconocer que la “crueldad de Aníbal” pudo ser una construcción propagandística nos recuerda que la historia no es solo una colección de hechos, sino también de interpretaciones interesadas.
Además, nos invita a cuestionar las versiones oficiales de cualquier conflicto, pasado o presente. Tal vez dentro de mil años, nuestros descendientes descubran que las “verdades” que hoy damos por sentadas fueron, en realidad, relatos moldeados para servir a intereses concretos.
Conclusión: entre la leyenda y la realidad
Hoy, al caminar por las ruinas de Sagunto, resulta difícil imaginar los gritos, el humo y el miedo de aquel 219 a.C. Más difícil aún es separar lo que realmente sucedió de lo que Roma quiso que creyéramos.
Aníbal sigue siendo, para muchos, el enemigo eterno de Roma. Pero quizá también fue un hombre que entendía el valor de la diplomacia, un estratega que sabía que a veces la victoria no se gana con la espada, sino con la habilidad de negociar.
Si algo me dejó esta investigación es la certeza de que la historia, como toda gran narración, siempre tiene dos caras. Y, como en cualquier buena historia, conocer la otra versión puede cambiarlo todo.