22 octubre, 2024

La pareja de nonagenarios que se reencontró 72 años después de sobrevivir a Auschwitz

Liberación del campo de concentración por parte de los soviéticos ABC
Liberación del campo de concentración por parte de los soviéticos ABC

Fue en 2016, 72 años después de que se hubieran visto por última vez. El día en el que triunfó el amor, o lo que quedaba de él, David Wisnia sumaba 89 primaveras, y Helen Spitze, ocho más. Habían mantenido una intensa relación en Auschwitz allá por 1943, y habían jurado encontrarse en Varsovia cuando terminara la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el destino les mantuvo alejados mucho, muchísimo tiempo. Apenas estuvieron reunidos unas horas, pero aquel momento les valió para cumplir una promesa que les escamaba. No acabaron juntos; cada uno contaba ya con su familia. Pero sí lo estuvieron, a partir de entonces, en espíritu. «¿Qué mejor telón de fondo, totalmente real, para mi nueva obra?». El historiador Mario Escobar responde a ABC desde el otro lado de la línea telefónica. Admite estar exultante por la presentación de su nueva novela histórica, ‘Canción de amor de Auschwitz’ (Ediciones B), y no es para menos. «En muchos sentidos se salvaron la vida», afirma el autor a ABC. Hoy, el escritor nos desvela el porqué.

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–La historia tras la novela sorprende…

Sorprende que en un sitio como Auschwitz, la mayor y más concienzuda máquina de asesinar que ha habido en la historia, surgiera el amor. Parece algo casi imposible; es como que una flor crezca en medio del asfalto. Pero así fue. Allí se conocieron la eslovena Helen Spitze, a la que llamaban cariñosamente Zippi, y el polaco David Wisnia. En muchos sentidos uno salvó la vida al otro. Ella había llegado con la primera remesa de mujeres, pero estaba en una posición más fácil: trabajaba en la secretaría junto a una amiga y se podía mover con cierta libertad por la zona. Además, tenía acceso a las listas de reos y podía manejarlas; cosa que, de hecho, hizo para intentar salvar a gente. Él, a cambio, era un adolescente que se había dado cuenta de que Polonia era como una gigantesca cárcel y que, aunque intentó huir del país, acabó en el campo de concentración.

–¿Cómo se conocieron?

David mintió sobre su edad. Estaba casi en la adolescencia, pero afirmó que era mayor, y eso le permitió trabajar en el campo. La primera tarea que le asignaron fue muy dura y le desgastó mucho: recoger cadáveres de la gente que moría día a día. Al final, aquella presión le hizo estallar y acabó en uno de los bloques destinados a prisioneros dentro de Auschwitz; era como una pequeña cárcel dentro de la cárcel. Las celdas eran tan diminutas que no podían ni sentarse en el suelo, casi tenían que estar de pie. En mitad de esa pesadilla empezó a cantar; siempre se le había dado bien. Helen oyó su voz y se enamoró; y eso que no le había visto físicamente. A partir de ahí surgió el amor. Ambos se propusieron volver a verse tras escapar, y lo cumplieron, aunque casi 70 años después. Fue entonces cuando se reencontraron.

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–Se llevaban bastantes años de diferencia: 17 él y 25 ella…

Ella era un poco mayor, sí. Tenía un novio en su país, pero desconocía si estaba vivo o muerto. Al final es entendible que se enamoraran: sentía una soledad inmensa a pesar de que contaba con algunas amigas. Además era músico y estaba en la orquesta del campamento de mujeres. Tenían la música en común.

–¿Por qué esperar tanto para verse?

En realidad habían quedado en verse en Varsovia si lograban sobrevivir. Pero él no acudió porque acabó en Estados Unidos. Fue rescatado por soldados estadounidenses y terminó como traductor allí porque se le daban muy bien los idiomas. Y ella, a pesar de que le esperó, no le encontró y se casó con otro preso de Auschwitz, uno que se encargaba de la seguridad. Es curioso, porque se trasladaron también a América. Acabaron viviendo muy cerca uno de otro sin saberlo.

–¿Cómo se propició el encuentro?

Gracias a sus nietos. Los de David, al conocer la historia, decidieron buscar a Zippi. Y acabaron por conseguirlo gracias, entre otras cosas, a que Helen había estado muy activa y había participado con la ONU en varias misiones y proyectos para evitar que se repitiera algo como Auschwitz. Cuando dieron con ella se había quedado viuda y vivía sola en un apartamento de Manhattan a cargo de cuidadores profesionales. No tenía familia.

El autor, junto a los dos libros de la saga

–¿Y cómo fue ese momento?

La primera pregunta que le hizo Helen fue el porqué no acudió a su cita en Polonia. Es algo estremecedor. Ahí arranco la novela. Las novelas son preguntas que nos hacemos o que hacemos a los personajes. Y la respuesta es la historia de todos nosotros, de la búsqueda que el ser humano hace del amor, de alguien que le complete, que le haga no sentirse solo en el mundo. Lo cierto es que encontrar esa respuesta en Auschwitz no es solo un milagro, es una especie de rebeldía ante el mal. Al fin y al cabo era un lugar destinado a la muerte, a la destrucción… nada que ver con el amor.

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–¿Cómo fue su vida tras el encuentro?

Fue algo fugaz. Mantuvieron la relación, pero ella falleció poco después, y él no duró mucho más. Estaban al final de sus vidas. Pero quiero recalcar que aquello fue un milagro porque un 99% de las personas que pasaron por Auschwitz murieron por las cámaras de gas, los trabajos forzados, la mala alimentación, los maltratos… Ellos fallecieron lejos de aquel campo, pero también lejos de sus propios países.

–¿Cómo era su día a día en el campo?

Terrible. Nunca sabían qué podía sucederles. El miedo no provenía tan solo de los nazis, sino de los mismos judíos convertidos en ‘kapos’. La incertidumbre y el estrés eran constantes; debían estar con mil ojos.

–Zippi fue una de las primeras mujeres en llegar al campo, y se sabe que la vida de estas prisioneras no fue fácil…

Su vida en el campo fue muy dura en principio. Este grupo de mujeres se encargó de construir la parte de Birkenau. Para ello debían hacer grandes esfuerzos físicos, levantar piedras… Y Zippi, que era una chica burguesa que no había hecho trabajo físico nunca, casi murió en el proceso. A cambio, lograron crear una comunidad, como le sucedió a los españoles, y ascender hasta puestos más cómodos, entre muchas comillas. A Zippi, su trabajo le permitía recorrer la zona, vestirse de civil, viajar al pueblo para conseguir materiales.

–¿Nunca intentó huir?

¿Para qué? Habrían conseguido atraparla. Estaba en un país extraño y hablaba un idioma diferente. Además, muy pocas personas lograron escapar de allí. Reúno algunos casos en la novela.

–¿Y David, era su día a día peligroso?

David estuvo muchas veces a punto de morir. Se salvó de las cámaras de gas en varias ocasiones porque estaba en la enfermería, hospitalizado. Aunque lo que le salvó de verdad fue su voz. El ‘kapo’ que hacía las veces de carcelero era un enamorado de la música y le protegió y le dio un complemento de comida a cambio de cantar todas las noches para animar al barracón. Luego trabajó en la sauna, que era donde los reos que iban a las cámaras dejaban sus prendas antes de morir.

David, en una fotografía cedida por Mario Escobar a ABC

–¿Dónde están los límites de la novela histórica? Hace poco se generó cierta controversia sobre el tema.

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Es un debate eterno. Yo, como historiador, intento y busco documentarme lo máximo posible. He podido visitar Auschwitz, he estado en Auschwitz I, Birkenau… También he entrevistado a varios supervivientes en un encuentro que hubo en España, y otros en Perú y Lima. Para mí, el tema es una obsesión, pero no escribí sobre él hasta que pude conocer de primera mano lo que supuso el exterminio de los gitanos. El problema es que, igual que hay gente que trata el tema con respeto, otros lo hacen de manera frívola o comercial. Mi conclusión es que la novela histórica debe ayudarnos a aprender las lecciones de la historia.

–Arturo Pérez-Reverte afirmó en su momento que habíamos exprimido demasiado el tema de Auschwitz…

Sí, dijo que habíamos contado las historias de demasiados personajes. El barbero, la enfermera… Es cierto que ha habido una avalancha editorial en este sentido, pero pocos libros dan una visión española de Auschwitz. Iturbe fue uno; también Monforte. Soy partidario de que es necesario. No debemos olvidarnos de que aquí hubo también campos de concentración tras la Guerra Civil, cosa que trato en mis novelas ‘Recuérdame’ y ‘La librera de Madrid’.

–¿Una última reflexión?

A veces pensamos que lo contrario del amor es el odio, pero es la indiferencia. La indiferencia hacia el mal ha producido más muertes que el odio, porque la mayoría de las personas no albergan odio, sino miedo. Miedo al extraño, al diferente, al que no conoce… Este libro quiera acabar con la indiferencia que ataca a nuestra cultura. Lo más fácil es pensar que todo lo malo que vemos fuera no llegará hasta nosotros nunca, pero puede tocarnos, no lo duden.

Origen: La pareja de nonagenarios que se reencontró 72 años después de sobrevivir a Auschwitz

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