La Sábana Santa, ¿reliquia o fraude?
Se la ha llamado “la reliquia más importante del cristianismo”, pero su autenticidad resulta tan controvertida que incluso la Iglesia prefiere dejar la última
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Se la ha llamado “la reliquia más importante del cristianismo”, pero su autenticidad resulta tan controvertida que incluso la Iglesia prefiere dejar la última palabra al respecto en manos de la ciencia. El problema es que esta no ofrece todavía una respuesta definitiva sobre si la denominada Sábana Santa, conservada en la catedral de Turín, es o no el sudario con que se amortajó el cuerpo de Jesucristo tras la crucifixión.
No se trata de una discusión teológica o doctrinal. Tampoco de poner en tela de juicio la historicidad, indudable, del personaje. El quid de la cuestión, puramente arqueológico, pasa por determinar si la pieza que se preserva en la capital lombarda es aquel lienzo sepulcral mencionado en los Evangelios de Lucas y Juan o si, como afirman los escépticos, es una falsificación medieval.
El debate para dilucidar este misterio viene agitando a la comunidad científica desde finales del siglo XIX y a la cristiana desde el XIV, poco después de que por primera vez se exhibiera públicamente la Síndone como tal. Varios estudios han señalado que es una pieza medieval. Pero quienes defienden su autenticidad también esgrimen evidencias y argumentos de peso.
Dos de los cuatro evangelios canónicos hablan de “los lienzos” mortuorios que vio el apóstol Pedro cuando corrió al sepulcro donde un Jesús resucitado ya no estaba. Sin embargo, ninguno describe una figura humana impresa en ellos como la que presenta el presunto vestigio sacro de Turín.
Parte de quienes abogan por la autenticidad del sudario de Turín lo identifican con el esfumado lienzo de Edesa
La verónica (o imagen verdadera de Cristo) más antigua y aproximada de las que se han citado a lo largo de la historia fue la llamada tela de Edesa, que sería el eslabón perdido con el sudario actual. Mencionada desde el siglo I, habría mostrado en esa ciudad, hoy turca, la cara de Jesús como tantas otras supuestas verónicas. Pero, desplegada, también lo habría hecho de la cabeza a los pies, según las crónicas.
El tema es que la imagen de Edesa, que solía exponerse a los fieles en las misas de los viernes, desapareció en la cuarta cruzada, a principios del siglo XIII, durante el saqueo italo-francés de Constantinopla, adonde se había trasladado la pieza tres siglos antes. Desde entonces se perdió el rastro de la supuestamente única representación real e integral de Jesús.
En opinión de algunos autores, la orden del Temple pasó a custodiarla en secreto para su protección. Los templarios se habían especializado en el comercio de reliquias, entre otras actividades muy lucrativas. Tanto que el capítulo francés, el principal, terminó siendo masacrado por un Felipe IV de Francia ávido de riquezas.
Sorprendentemente, en 1355, cuatro décadas después de su desaparición, el tejido que hoy conocemos como la Sábana Santa apareció en Lirey, cerca de París. Su propietario era Geoffroy de Charny, nieto de un caballero del mismo nombre que había militado en el Temple.
Comienza la polémica
Como se desprende de estos sucesos, parte de quienes abogan por la autenticidad del sudario de Turín lo identifican con el esfumado lienzo de Edesa. El caso es que los De Charny no tardaron en prosperar gracias a la exhibición pública de la pieza en una época en que, dado el analfabetismo general, “eran más importantes las pinturas y reliquias que cien sermones”, como reconoció un papa.
Las reliquias atraían multitudes de fieles a las iglesias que contaban con ellas, y las peregrinaciones se traducían en cuantiosos ingresos en concepto de alojamiento, comida, donaciones y demás. Ahora bien, nada más surgir la presunta Síndone, cuya historia posterior está documentada sin lagunas hasta el presente, se alzó la primera voz en su contra.
El obispado de Troyes pidió a la Santa Sede que prohibiera su exposición, ya que decía haber averiguado que era una simple pintura. Pese a ello, el papa falló que se continuara con la muestra.
Años después, por problemas económicos, la familia propietaria vendió el sudario al duque de Saboya, que lo paseó por media Italia antes de construirle una capilla en Chambéry, capital del antiguo ducado.
Allí, después de que el Vaticano autorizara la veneración del objeto por el fervor popular que inspiraba, hubo un incendio. El fuego dañó el tejido al perforarlo con una gota de plata fundida del relicario en el que se guardaba. Pero la figura en sí salió intacta del siniestro.
Esto aumentó su aura milagrosa, y en adelante llevó a que fuera exhibida tan solo en ocasiones excepcionales por motivos de seguridad. Parcheada y llevada a Turín, la Sábana Santa ha permanecido desde entonces en la capital lombarda.
¿Jesucristo revelado?
Fue en esta ciudad donde, en 1898, los Saboya, monarcas de Italia desde poco antes, volvieron a conmocionar al mundo con el tesoro tan especial del que eran dueños. Humberto I autorizó al abogado y fotógrafo Secondo Pia a que plasmara el sudario con motivo de una esperada exhibición.
Aquellas sesiones revelaron una imagen estremecedora, pues los negativos mostraron que la Síndone actuaba a su vez como el negativo del hombre reproducido en el tejido. Al invertirse los colores, surgió el retrato en positivo de este modelo. Nada menos que una especie de instantánea de Jesucristo, para los creyentes en la autenticidad del lienzo.
Ese momento marcó el nacimiento de la investigación científica de la Sábana Santa. De repente se contaba con planos generales y detallados. El preciado objeto, además, podía examinarse desde cualquier lugar del planeta, ya que la prensa había difundido los clichés. Esto reabrió la polémica en torno a si la tela era la del Santo Sepulcro o una refinada falsificación medieval.
El sacerdote e historiador francés Ulysse Chevalier, considerado en vida el autor de “la obra más extraordinariamente documentada” sobre la Edad Media –por sus textos analíticos de la bibliografía de ese período–, tuvo de inmediato una opinión tajante: la reliquia de Turín era un fraude.
Pero no fue más que el comienzo de una disputa en la que defensores y detractores de la Síndone han apelado a diversas disciplinas auxiliares de la arqueología para rebatirse los unos a los otros.
Teorías que se refutan y contradicen
La tesis pictórica
Es la más antigua, del siglo XIV, y niega la autenticidad del lienzo rectangular (4,36 x 1,10 m). Postula que la figura yacente habría sido plasmada en la Edad Media con pintura, no en la Antigüedad con sangre.
Así lo confirmó en 1979 un estudio microscópico del prestigioso Instituto McCrone, que halló pigmentos de ocre rojo y bermellón en témpera al colágeno, pero no restos hemáticos. Sin embargo, al año siguiente, el doctor Allen Adler, del no menos relevante proyecto sindonológico STURP, negó estos resultados al encontrar químicamente proteínas de sangre.
Es una foto, y de Leonardo da Vinci
La teoría más curiosa afirma que la Sábana Santa es la primera foto de la historia. La habría creado Leonardo da Vinci en 1494 con una cámara oscura y una emulsión sensible a la luz (sal de mesa y nitrato de plata). El fotógrafo Stephen Berkman reprodujo con éxito esta técnica y la Universidad de Michigan demostró con antropometría que incluso podría ser un autorretrato.
Al hilo de esta tesis, el eminente forense italiano Pierluigi Baima Bollone se pregunta cómo hizo Leonardo para replicar también dos monedas de la época de Pilatos identificadas sobre los ojos del difunto en 1987 y 1996.
El veredicto del carbono 14
En 1988, tres laboratorios independientes, de Zúrich, Oxford y Tucson, concluyeron, con un 95% de certeza, que el sudario se creó entre 1262 y 1384, según indicaría el radiocarbono. Aunque hasta el Vaticano aceptó, con reservas, este dictamen, otros científicos pronto plantearon dudas razonables sobre la datación.
El físico John Jackson, excolaborador de la fuerza aérea de EE.UU., señaló que el incendio de 1532 pudo alterar la composición química del tejido. Raymond Rogers, del Laboratorio Nacional de Los Álamos, detectó en 2005 que las muestras examinadas podrían proceder de un remiendo posterior de la tela original.
Esta misma idea la postuló el pasado mes de julio otro estudio liderado por el historiador Tristan Casabianca. Y poco antes, en mayo, un equipo dirigido por Benedetto Torrisi, cuestionó los resultados de 1988 al comprobar que no se eliminó un contaminante presente por operaciones previas de limpieza.
En septiembre, dos científicos de la Universidad de Padua, Giulio Fanti y Claudio Furlan, hallaron en las muestras extraídas en 1978, durante el proyecto de investigación del citado John Jackson, restos microscópicos de electro que les llevan a pensar que el sudario estuvo en contacto con monedas bizantinas existentes hasta dos siglos antes de la fecha de creación establecida en el análisis de 1988.
Estudios forenses
Los peritajes forenses tampoco han arrojado luz sobre la autenticidad de la pieza. El expolicía Robert Cornuke y el consultor independiente Barie Goetz vieron en la Síndone evidencias de la Pasión: manchas de cortes y abrasiones en la espalda por los azotes y la cruz, salpicaduras en la cabeza por la corona de espinas y sangre seca en los brazos.
Sin embargo, todo resulta demasiado bien dispuesto, artificial, teniendo en cuenta cómo se comporta el fluido hemático cuando hay cuero cabelludo de por medio. Además, no hay que olvidar que la coagulación habría impedido que ciertas heridas dejaran huella en el lienzo.
En 2018, la teoría pictórica volvió a surgir a raíz de un estudio de Matteo Borrini y Luigi Garlachelli , de las universidades John Moores de Liverpool y de Pavía, respectivamente. Según sus pruebas forenses, las manchas en la tela no encajan con las que dejaría un cuerpo ensangrentado de las características que se atribuyen al de Jesús, y concluyeron que al menos la mitad de ellas serían producto de un artista.
Una verónica en 3D
El VP-8, un analizador militar de imágenes satelitales, indicó en 1976 que la silueta de la Sábana Santa fue estampada por una figura tridimensional, o sea, por un cuerpo, lo que invalidaría que el sudario sea una pintura. A la misma conclusión llegó, décadas más tarde, un estudio de animación empleando tecnología digital.
Una proyección en tres dimensiones realizada por otro equipo de diseñadores encontró irregularidades anatómicas en el hombre del lienzo. Los brazos y el rostro son demasiado alargados para las proporciones humanas.
Eso no ha impedido que, en marzo pasado, varios investigadores de la Universidad de Padua presentaran una imagen de Jesús en 3D, reproducida en yeso, a partir de los datos de la Síndone.
El debate, como vemos, parece lejos de concluir. A falta de evidencias científicas indiscutibles, la legitimidad o no de la pieza sigue siendo ante todo una cuestión de fe.