La verdad sobre la defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo, el héroe manco, cojo y tuerto enfrentado a su jefe
Eslava y Lezo tenían ambos el grado de teniente general, siendo el segundo de mayor antigüedad y el comandante directo de los buques de la Armada, lo que no quitaba que el virrey fuera la máxima autoridad en la plaza
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El 14 de marzo de 1741 comenzó la fase decisiva de los intentos ingleses por hacerse con Cartagena de Indias, un puesto español clave para el comercio con América. El relato más mitificado sobre la Defensa presenta a Blas de Lezo, un marino vasco cojo, manco y tuerto, salvando el puerto americano de una invasión inglesa de dimensiones dantescas y, a la vez, defendiendo su honor y su integridad del malvado virrey de Nueva Granada.
Sebastián de Eslava, cuya versión de los hechos fue la que Felipe V aceptó, se ha convertido en el villano del cuento debido a su papel en la caída en desgracia de Lezo, que fue suspendido de todo mando y se le instó a volver a España «para dar razón de su conducta». Una visión simplificada de los hechos que, sin quitar méritos al marino, no corresponde con la realidad.
Blas de Lezo murió el 7 de septiembre de 1741, meses después del asedio pero antes de saber su suspensión, debido a las heridas que sufrió durante la batalla. Un cañonazo impactó en la mesa donde estaba reunido el consejo de guerra, de modo que varias astillas se clavaron en el marino. Ese día, en el navío Galicia también estaba presente el virrey Eslava, y también él resultó herido.
Eslava y Lezo tenían ambos el grado de teniente general, siendo el segundo de mayor antigüedad y el comandante directo de los buques de la Armada, lo que no quitaba que el virrey fuera la máxima autoridad en la plaza. Sin gobernador militar en la ciudad, Eslava decidió, y eso le honra, tomar en persona el mando de la defensa al saber que los británicos se dirigían al puerto caribeño, por lo que Blas de Lezo quedó como su subordinado. La mala relación entre ambos privó al Imperio español de una asociación que, bien calibrada, hubiera sido todavía más desastrosa para los intereses británicos.
El responsable último de la defensa de Cartagena de Indias era un navarro con una larga tradición castrense, un hombre que inició su carrera con catorce años en la Guerra de Sucesión y que en pocos años acumuló un gran cantidad de títulos y reconocimientos por su «capacidad y buen criterio». Sebastián Eslava era un voraz lector de obras clásicas y conocedor de las grandes campañas de la Antigüedad, que trató de aplicar a su tiempo. Las operaciones de desembarco y de asedio se convirtieron en su especialidad a lo largo de los años.
Al igual que Blas de Lezo, Eslava era un hombre de hierro, enemigo de los halagos y sin pelos en la lengua. Cuando el choque con Inglaterra iba subiendo la temperatura, Felipe V destinó al navarro, como quien arroja una bomba explosiva, a uno de los puntos fundamentales de la América española. Por Real Cédula de 20 de agosto de 1739, el Rey restauró el Virreinato de Nueva Granada y lo puso a cargo del «teniente general don Sebastián de Eslava, caballero de la Orden de Santiago».
En Madrid se sabía de los problemas de gobernar los vastos territorios del norte de Sudamérica desde Lima, por lo que en 1740 se restableció este virreinato que abarcaba Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, después de que años antes hubiera sido suspendido debido a las estrecheces económicas.
Sebastián de Eslava recibió el cargo a propuesta del ministro de Marina e Indias José de la Quintana por «su buen juicio, experimentada capacidad y conducta desinteresada, de edad competente para visitar aquellas provincias, de genio providencial para dar reglas y expedientes y nuevos establecimientos». Hoy en día, Eslava, que acabaría siendo ministro de Guerra en el siguiente reinado, está considerado uno de los virreyes que iniciaron las reformas borbónicas en América, un ilustrado con conocimiento de ciencias naturales y con la inteligencia de saber que los asedios se ganan por los ingenios militares y no la fuerza bruta.
Dos personalidades fuertes
Como explica Jesús Dolado y Eduardo Robles en su libro ‘Sebastián Eslava: Un héroe robado a España’ (Galland Editorial Books), tres años antes del nombramiento de Eslava, Blas de Lezo ya había sido destinado a defender las costas de Cartagena de Indias. En cuestión dos meses el vasco repelió dos ataques británicos a esta plaza y comenzó a mejorar las fortalezas, lo cual no evitó que, en 1740, Eslava encontrara Cartagena de Indias «sin ningún estado de defensa y sin tropa ni para cubrir los puestos de centinela».
En enero de ese año, Sebastián de Eslava partió de España junto a 1.308 hombres pertenecientes a los segundos batallones de los regimientos de España, Granada y Aragón. El navarro y el vasco honraron pronto las viejas riñas entre la Armada y el Ejército español a la hora de establecer una nueva defensa contra el almirante Edward Vernon , que planeó atacar con todas sus fuerzas Cartagena de Indias. Así lo cuenta Allan J. Kuethe y Juan Marchena en la obra «Soldados del Rey. El ejército borbónico en la América colonial en vísperas de la Independencia» :
«Los problemas no tardaron en surgir, aún antes de que llegaran Vernon y su armada. Don Blas de Lezo, hombre avezado en la mar y acostumbrado a dirigir sus navíos desde una autoridad indiscutible, se vio obligado a poner pie a tierra, y enviar buena parte de sus hombres y los cañones de sus barcos a cubrir puestos en la muralla, porque no había con qué hacerlo. Lezo rivalizó enseguida con Eslava, con el gobernador, con los jefes de los batallones de infantería y, dada su altanería, con todo cartagenero que se pusiera a tiro, a quienes siempre miró por encima del hombro».
Eslava era de carácter áspero, mientras que Blas de Lezo, un brillante estratega que ya había tenido problemas con otros mandos
Eslava era de carácter áspero, mientras que Blas de Lezo, un brillante estratega que ya había tenido problemas con otros mandos, llevaba muy mal ponerse a las órdenes de «caballeros terrestres». Su diario muestra la mala opinión que tenía de todos los actores implicados en la defensa de Cartagena de Indias, a pesar de que entre ellos había militares de acreditado prestigio como el propio Eslava o el coronel de Ingenieros Carlos Souvillard Desnaux, responsable del entramado defensivo.
«Algunos estudios mantienen a modo de dogma todo lo dicho por Lezo en su diario y lo expresado por los otros protagonistas es tildado de opinión viciada, despreciada o simplemente obviada. Lo cierto es que la lectura de estos diarios no deja duda de la alta autoestima en la que Lezo se tenía a sí mismo», señalan Jesús Dolado y Eduardo Robles.
Cuando en marzo de 1741 se materializó el tercer intento británico de tomar Cartagena de Indias, la relación entre Eslava y Blas de Lezo, ambos igual de temerarios, vivía en una tensión puntiaguda y las discrepancias sobre la estrategia a seguir eran constantes. No ayudaba a tranquilizarlos la enorme superioridad numérica de los ingleses.
Frente a una flota inglesa de 186 barcos , con 23.600 hombres entre soldados y marineros, los defensores españoles solo contaban con seis navíos y 1.905 hombres de los batallones traídos por Eslava, el batallón fijo de Cartagena de Indias y otras fuerzas, entre las cuales estaban los infantes de marina al mando de Blas de Lezo. 600 indios flecheros fueron movilizados del interior de la provincia para combatir a la escuadra de Vernon.
Un diario con gran fuerza
Buena parte de las decisiones que llevaron a la victoria sobre los ingleses que se le achacan a Blas de Lezo en verdad las tomó Eslava, a veces en contra del criterio del vasco, que durante todo el asedio demostró tener graves dificultades para jugar en equipo. El 25 de marzo, Lezo y Desclaux discutieron sobre la estrategia a seguir. El jefe de los ingenieros propuso una defensa móvil por las fortalezas exteriores (San Luis de Bocachica, Santa Cruz, Manzanillo, Pastelillo, San Felipe y, en último término, El Arrabal), mientras que Lezo apostaba por una defensa estática y por hundir los pocos barcos españoles a la entrada de la bahía para dificultar la navegación de los barcos británicos .
Eslava finalmente ordenó que los barcos no se hundieran, pues se trataba de una operación muy compleja y estéril si no se hacía en el lugar exacto, decisión que el vasco no acató. En un informe que Eslava envió por Vía Reservada el 1 de junio de 1741 a José Quintana, expuso lo poco útil que fue la estrategia del vasco de hundir los navíos:
«Todo el interés de Lezo estaba en hundir sus navíos para que no cayeran en poder del enemigo y resultase él responsable, y pretender tapar con los cascos hundidos los canales por donde Vernon tendría que meter sus barcos; pero esto lo hizo con tanta cobardía que hundieron todos los barcos mal, no solo los suyos, sino que hizo hundir además nueve barcos mercantes que había en el puerto, y semejante ruina no sirvió para nada, porque los que debían desfondarlos los abandonaron antes de tiempo y así los buques no se hundieron donde debían sino donde el viento los llevó, de manera que ninguno estorbó para la entrada de Vernon, quien llegó con sus barcos hasta la misma bahía de las Ánimas, el puerto de la ciudad».
El paso de las semanas derivó en un choque directo entre los mandos españoles. Si bien Eslava exigió con palabras gruesas en su informe a la Corte que cesara al marino por insubordinación hasta que explicara su comportamiento, Blas de Lezo no se quedaba corto en el fragmento de su diario que hizo llegar a Madrid al presentar al virrey como un cobarde y un incompetente:
«A Eslava no le obedecía nadie, que nunca se arrimó al fuego, y que solo la tropa de marina salvó el honor porque la infantería tuvo un comportamiento pésimo».
La realidad es que el navarro fue herido en combate y que consta su presencia en la primera línea de batalla en momentos críticos. Tampoco es posible que los infantes de Marina, minoritarios dentro de una fuerza española repleta de ingenieros y soldados de infantería, pudiera jugar un papel tan protagonista en lo que fue un combate eminentemente terrestre. Eslava planeó una defensa en tierra, conocedor de que bastaba con ganar tiempo y dejar que fueran las enfermedades tropicales quienes hicieran el trabajo sucio. Algunos autores hablan de 18.000 bajas entre muertos y heridos en las filas británicas, en su mayoría a causa de enfermedades.
La propia Armada reconoció tres siglos después que el diario de Blas de Lezo no resulta una fuente muy fiable y que el combate fue más de carácter terrestre que naval. En la famosa exposición que en 2013 dedicó el Museo Naval de Madrid a ‘Blas de Lezo, el valor de Mediohombre’ se podía leer:
«La victoria sobre los ingleses fue posible gracias a un pequeño contingente de fuerzas comandadas por un grupo de hombres del que Eslava fue la máxima autoridad y, por lo tanto, debe ser considerado como principal responsable del éxito de la contienda».
Aún después de fallecido Lezo, Eslava repelió un cuarto ataque británico (el segundo para él) contra Cartagena de Indias. En 1742, con una flota de 56 navíos a su mando, Vernon sufrió un nuevo descalabro en Santiago de Cuba y Portobelo, tras los cuales se dirigió en abril a la ciudad hoy colombiana. Ante el diseño defensivo ordenado por Eslava, el almirante británico decidió levantar anclas rumbo a Gran Bretaña.