La verdad sobre los leones devorahombres de Tsavo
Investigadores descubren las causas que llevaron a los dos legendarios depredadores a matar a varias decenas de obreros que construían el ferrocarril en Kenia
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Los trabajadores dedicados a la construcción de la línea ferroviaria en Tsavo, Kenia, hace más de un siglo, vivían aterrorizados hasta el punto de que se negaban a ponerse manos a la obra. Dos leones que merodeaban el campamento encontraron entre los obreros del Imperio Británico y los lugareños de la etnia Taita un bocado aparentemente irresistible del que dieron buena cuenta durante nueve meses. Bautizados como los «devoradores de hombres», se les llegó a atribuir la muerte de 135 personas, aunque la compañía de ferrocarril solo reconoció 28 y estudios posteriores han ajustado las víctimas a 35. Lo cierto es que estos animales fueron considerados la encarnación de los espíritus del mal hasta que el militar británico John H. Patterson, contratado para abatirlos, logró su propósito. Ahí nació la leyenda, reflejada en tres películas de Hollywood, una de ellas muy famosa, «Los demonios de la noche», protagonizada por Michael Douglas.
Pero los motivos que llevaron a estos leones, ambos machos, a una depredación humana tan insistente ha sido siempre un misterio. ¿Fue el hambre, la falta de presas habituales provocada quizás por la sequía? Una nueva investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Vanderbilt en Nashville (EE.UU.) revela que, en realidad, a estos «demonios» no les empujó la desesperación sino algo tan prosaico como una enfermedad dental.
Los investigadores realizaron un análisis del desgaste microscópico en los dientes de los legendarios depredadores, que en la actualidad se muestran disecados en el Museo Field de Historia Natural de Chicago. «Nuestros resultados sugieren que los humanos no eran el último recurso de los leones, sino la solución más fácil a un problema», explica Larisa DeSantis, profesora de Vanderbilt, en la revista Scientific Reports.
«Es difícil de comprender las motivaciones de unos animales que vivieron hace más de cien años, pero los especímenes científicos nos permiten hacer precisamente eso», apunta Bruce Patterson, del Museo Field. «Como el museo conserva restos de estos leones, podemos estudiarlos utilizando técnicas que habrían sido inimaginables hace cien años», añade.
La dieta antes de morir
Con el fin de arrojar luz sobre las motivaciones de los leones, el equipo empleó una técnica de análisis microdental en los dientes de tres leones devoradores de hombres de la colección del museo: los dos leones de Tsavo y uno de Mfuwe, Zambia, que mató al menos a seis personas en 1991. El análisis pudo proporcionar información valiosa acerca de la naturaleza de la dieta de los animales en los días y semanas antes de su muerte.
DeSantis y Patterson querían comprobar si la escasez de presas pudo haber impulsado a los leones a atacar a los hombres. En ese momento, la región de Tsavo estaba en medio de una sequía de dos años y una epidemia de peste bovina que habían devastado la fauna local. Si los leones estaban desesperados por la comida y se alimentaban de carroña, debían mostrar un microdesgaste dental similar al de las hienas, que habitualmente mastican y digieren los huesos de sus presas.
«A pesar de los informes de la época que se referían al sonido del león crujiendo los huesos de sus víctimas en los alrededores del campamento, los dientes del león de Tsavo no muestran patrones de desgaste en consonancia con la alimentación de huesos», subraya DeSantis. «De hecho, los patrones de desgaste en los dientes son sorprendentemente similares a los de los leones de zoológico que normalmente se aprovisionan de alimentos blandos como carne de res y de caballo».
Infección en un colmillo
El estudio propone que una enfermedad dental y una lesión transformaron a los leones de Tsavo en devoradores de hombres habituales. El león que comió más carne humana, 24 personas según lo establecido por un estudio previo mediante el análisis químico de los huesos y la piel, tenía una enfermedad dental severa. Tenía un absceso en la raíz de uno de sus colmillos, una infección dolorosa que habría hecho imposible la caza normal.
«Normalmente, los leones utilizan sus mandíbulas para atrapar presas como cebras y búfalos y asfixiarlos», explica Patterson. «Para este león hubiera sido un reto someter y matar grandes presas que luchan; los seres humanos son mucho más fáciles de atrapar».
El compañero del león enfermo, por el contrario, tenía lesiones menos pronunciadas en sus dientes y la mandíbula, lesiones que son bastante comunes en los leones que no son devoradores de hombres. De acuerdo con el mismo análisis químico, consumía muchas más cebras y búfalos, y mucha menos gente -once, en total-, que su compañero de caza.
El hecho de que el león de Mfuwe también tuviera graves daños estructurales en su mandíbula proporcionó un apoyo adicional para la teoría de que los problemas dentales provocaron los ataques a seres humanos, al igual que una serie de informes de incidentes de tigres y leopardos devorahombres en la India colonial que citan enfermedades similares.
Carne humana, plato habitual
«Nuestros datos sugieren que estos leones devoradores de hombres no consumían por completo los cadáveres de sus presas humanas o animales», dice DeSantis. «En cambio, las personas parecen haber complementado su dieta ya diversa. Los seres humanos han sido un plato habitual en el menú no sólo de los leones, sino también de leopardos y otros grandes gatos. Hoy en día, los leones rara vez cazan personas, pero como las poblaciones humanas continúan creciendo y el número de especies de presa declina, el comer carne humana puede llegar a ser una opción cada vez más viable para muchos leones».
Los leones de Tsavo, que no tienen melena, cazaban en pareja, algo curioso para ser ejemplares con gustos gastronómicos tan distintos. Se escondían entre los matorrales para después abalanzarse sobre sus víctimas como fantasmas salidos de las sombras. Al teniente coronel e ingeniero Patterson le costó lo suyo hasta que logró matarlos a tiros. Quizás fue su orgullo de cazador lo que hizo que elevara la cifra de víctimas humanas a más del centenar, o quizás lo creía realmente. El primer ejemplar murió el 9 de noviembre de 1898 y el segundo le acompañó veinte días después. De inmediato, los ataques cesaron al tiempo que nacía una leyenda de película sobre la que la ciencia ha conseguido arrojar luz.