La vergüenza nazi: la relación secreta de Hitler con su «pequeña novia» judía de 7 años
Rosa Bernile Nienau fue, durante años, amiga del «Führer». Sin embargo, prohibieron al líder nazi que volviera a verla después de que se desvelara que tenía una cuarta parte semita
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Para Adolf Hitler los judíos formaban una raza traidora que, con sus malas artes, fue capaz de provocar la derrota de Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Según él, habían «apuñalado por la espalda» al Reich, eran los «enemigos de todos los pueblos» (como afirmó en un discurso de 1923) y tenían un carácter «perverso» que les hacía conspirar contra los germanos. «Los judíos siguen propagando su campaña de odio», señaló con desprecio en 1939. Por ello, el « Führer» cometió auténticas tropelías contra este pueblo como asesinar a más de seis millones de sus miembros y orquestar su aniquilación masiva mediante la « Solución Final».
Sin embargo, hubo una pequeña judía por la que Hitler sentía debilidad: Rosa Bernile Nienau. Una niña de apenas siete años que le arrebató el corazón en 1933. Aunque entre ellos solo había amistad, el cariño que el «Führer» tenía hacia esta chiquilla era tal que la apodó «mi pequeña novia», mantuvo correspondencia con ella durante años e, incluso, se fotografió en varias ocasiones a su lado. Así, hasta que, cuando ya era Canciller de Alemania, sus acólitos se enteraron de que tenía una cuarta parte de sangre semita y (aunque el líder nazi trató de evitarlo) terminaron separándoles.
Hasta ahora, el recuerdo de la pequeña Rosa se limitaba a unas cuantas fotografías amarillentas en las que se la podía ver disfrutando del tiempo junto a Adolf Hitler en el Berghof, la residencia más famosa del líder nazi en los Alpes Bávaros (la misma, por cierto, en la que se enteró del Desembarco de Normandía en junio de 1944). Nada fuera de lo habitual ya que, más allá de que ambos mantuvieran una relación muy cercana, el «Führer» solía pedir que le inmortalizaran en instantáneas junto a niños para mejorar su popularidad. No obstante, en los últimos días la historia de esta niña ha vuelto a ser alumbrada por el foco de la actualidad cuando se ha sabido que una de sus instantáneas será vendida en Estados Unidos.
Tal y como afirma el diario « The Times» la imagen (que será subastada el próximo 13 de noviembre por la empresa Alexander Historical Auctions, en el estado de Maryland) cuenta con el autógrafo del propio Adolf Hitler y una simple, pero emotiva, dedicatoria suya: «La querida y considerada Rosa Nienau, Munich, 16 de junio de 1933». «Es una pieza nunca antes vista públicamente», explica en encargado de vender este artículo, Bill Panagopoulos, en declaraciones recogidas por el diario « Daily Mail». En sus palabras, el líder nazi sabía que la niña era judía y, a pesar de ello, siguió manteniendo correspondencia con ella hasta el año 1938.
La instantánea, realizada por el fotógrafo personal de Adolf Hitler, Heinrich Hoffmann, fue decorada además con nueve flores y un trébol de cuatro hojas. Dos detalles que añadió Rosa y que demuestran que mantenían una estrecha relación. De hecho, ambos se tenían tanto cariño y se veían de forma tan asidua que la pequeña era conocida en la residencia alpina del líder nazi como «la hija del «Führer»». Ella, por su parte, llamaba al dictador «Tío Hitler» y se mostraba encantada de estar a su lado. Sin embargo, tuvieron que dejar de verse cuando uno de los colaboradores más cercanos del líder nazi, Martin Bormann, descubrió el origen de la niña y le prohibió que volviera a pisar el Berghof.
Curiosa coincidencia
Entender la historia de amor y cariño entre Hitler y esta judía nos obliga a retroceder en el tiempo hasta la década de los treinta. Años en los que el ya talludito Adolf ya había abandonado los suburbios de Austria y había logrado ascender hasta la cabeza del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Fue entonces cuando, según explica James Wilson en su libro « Hitler’s Alpine Headquarters», la pequeña Rosa apareció en su vida casi por casualidad. «Ella y su madre, la viuda de un médico de Múnich, visitaron el complejo de Obersalzberg [la casa de Baviera] a principios de 1932», afirma el autor.
Rosa era hija única y su padre (el médico Bernhard Nienau) había fallecido en 1926, poco antes de que ella naciera, tras combatir en la Gran Guerra. De hecho, había sido un héroe en este conflicto. «Como Hitler, el padre de Bernile había ganado la Cruz de Hierro de Primera Clase durante la Primera Guerra Mundial», añade el autor.
En 1933, la pequeña volvió a viajar con su madre (Karoline) hasta el pueblo en el que se ubicaba la residencia alpina de Hitler. Tan emocionadas estaban por conocer al «Führer» que decidieron unirse a un grupo que acudió a visitar el Berghof. El calendario marcaba entonces el 20 de abril, una fecha en la que tanto el líder nazi como Rose cumplían años. «Cuando le informaron de que tanto él como la niña celebraban su cumpleaños ese día, Hitler la invitó a la casa», añade el autor. A continuación, la chiquilla pudo disfrutar junto al dictador de un paseo por la zona y de una merienda a base de fresas y crema batida.
Aquel encuentro quedó inmortalizado para la posteridad por el fotógrafo Heinrich Hoffmann en una serie de instantáneas que, a día de hoy, se conservan para la posteridad. En la mayoría se puede ver al líder nazi cogiendo la mano de la niña con una amplia sonrisa. A partir de entonces, ambos comenzaron una relación de amistad que duró varios años y que llevó a la pequeña a mandarle un mínimo de diecisiete cartas a Hitler. Misivas, por cierto, que atesora el Bundesarchive a día de hoy y en las que se refiere al dictador como su «tío» e incide en que le ha regalado varias veces calcetines por Navidad.
Turbio secreto
Sin embargo, esta relación se truncó cuando, en 1934, Bormann descubrió que uno de los abuelos de Rosa era semita. Y es que, según las leyes raciales impuestas por el mismo «Führer», aquello la convertía en judía. Al parecer, cuando se enteró de ello, Hitler decidió mantener la relación epistolar con la pequeña. «Las investigaciones muestran que incluso desde el principio se dio cuenta de la herencia judía de la niña, pero optó por ignorarla, ya fuera por motivos personales o de propaganda», añaden los expertos de la casa de subastas estadounidense.
Bormann, por el contrario, no estaba dispuesto a permitir esa mala prensa. Por ello, prohibió a la madre y a su hija el acceso al Berghof e impidió a Hoffmann que publicara cualquier imagen en la que ambos apareciesen juntos. En principio, y según afirma el autor en la mencionada obra, no informó de ello al líder nazi. No obstante, el fotógrafo acabó revelando todo la verdad. «Hitler estaba tan furioso de que hubiera denunciado a su pequeña amiga que le dijo que “hay personas que tienen verdadero talento para arruinar mi alegría”», finaliza.
A pesar de todo, Hitler decidió mantener esta amistad un poco más e intercambió varias cartas con la pequeña hasta 1938. Sin embargo, ese año la presión de sus consejeros le hizo romper de forma definitiva el contacto. A partir de entonces la pista de Rosa se perdió hasta algunos años después. «Bernile, que aprendió la profesión de dibujante técnico, murió el 5 de octubre de 1943 a la edad de 17 años en el Hospital Schwabing de polio espinal», añaden, en este caso, los expertos encargados de vender la imagen.
Origen: La vergüenza nazi: la relación secreta de Hitler con su «pequeña novia» judía de 7 años