29 marzo, 2024

Las 8 señales de Moctezuma que presagiaron el horror y la sangre de la conquista – Historia – culturacolectiva.com

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A veces, es más importante la forma que el fondo de un mensaje. Los relatos que construyen la memoria histórica de cualquier pueblo aluden constantemente a hechos fantasiosos cuya similitud con la realidad está fuera de toda discusión. Nadie podría creer ciegamente en situaciones ilusorias y seres fantásticos cuyas acciones dieron origen al mundo tal y como es.

No hace falta un escrutinio riguroso para determinar si se trata de ficción o de un hecho real, pero el valor de estos relatos no radica en virtud de su apego a la objetividad histórica, sino en algo apenas más importante: cada una de estas representaciones es reflejo de un contexto determinado, testimonio invaluable del sentir de un grupo social que construyó una historia a través de la tradición oral para dar sentido y coherencia a su existencia, sus alegrías, sus más grandes temores o al relato del día a día.

Para fines prácticos, cada leyenda tiene el mismo peso que la narración de los hechos reales para comprender el pulso de una civilización, sobre todo cuando se trata de una declaración premonitoria de un pueblo que avisa que el fin del mundo, tal y como se conocía entonces, se miraba en el horizonte.

Según la tradición nahua, al menos una década antes de la llegada de los conquistadores a la América continental, un conjunto de 8 presagios se hicieron presentes en México-Tenochtitlán. Recopilados a través de la preservación de códices mexicas y las crónicas de entonces, conforman una historia que da cuenta de lo crudo que resultó para los pueblos originarios el proceso de dominio, subyugación y exterminio que significó la conquista. ¿Cuáles fueron las señales que alertaron a los pueblos del Valle de México antes de 1521? Aquí los ocho relatos:

1. Una enorme espiga de fuego iluminó el cielo durante la noche

«Antes de que llegaran los españoles, unos diez años antes, un primer presagio apareció en el cielo. (Era) como una espiga de fuego, como una llama, como una claridad. Parecía esparcirse, como si el cielo se enhebrara. La base era ancha y terminaba en punta. Estaba en medio del cielo; había llegado. Se veía que allá hacia el Este se venía elevando. Así salió en medio de la noche».

Para un sinfín de civilizaciones de la antigüedad, la bóveda celeste fungió como el primer calendario de la humanidad. Al mismo tiempo que el tránsito de estrellas y planetas era un indicativo de la época del año, cosechas, migraciones y hasta la naturaleza femenina, el avistamiento repentino de un astro era concebido como un mal presagio, muestra inequívoca de tiempos de guerra y decadencia, hambruna, enfermedad o el fin de un imperio. Los cometas eran portadores de malas noticias y en la cosmovisión de los pueblos nahuas, esta creencia no era la excepción.

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2. Un incendio incontrolable destruyó el templo de Huitzilopochtli

«Un segundo portento se produjo aquí en México: solo se incendió, ardió, nadie le prendió fuego, solo, por sí solo, se quemó el templo del diablo Huitzilopochtli que se llamaba Iteyoc, en el lugar llamado Tlaca teccan.  (…) luego hay mucha gritería, dicen: Mexicas, acudan rápido, hay que apagarlo (traigan) ollas de agua. Pero cuando echaban agua, cuando lo querían apagar, se activaba más todavía. Ya no se apagó. Todo se quemó».

Se trata de una representación simbólica que expresa el significado de la conquista para los pueblos prehispánicos. El hecho de que el templo de la principal deidad mexica ardiera en llamas sin ninguna explicación resalta aún más con la imposibilidad de apagar el fuego: un designio trágico ante el que nada se puede hacer. Esta interpretación es reforzada a partir del significado de las llamas para la iconografía náhuatl, asociadas a la destrucción y conquista de un pueblo sobre otro.


3. Un rayo impactó en el templo de Xiuhtecuhtli en silencio y cuando apenas llovía

«El tercer presagio: un templo fue golpeado por un rayo, fulminado. Sólo era de paja. El lugar era Tzonmolco, el templo de Xiuhtecuhtli. No llovía mucho, sólo lloviznaba. Esto era considerado como portento. Según se dice, sólo fue golpeado por el rayo, ni se oyó el trueno».

A diferencia de la mitología cristiana, la lluvia y el trueno suelen ser un símbolo de fertilidad, relacionado con Tláloc, el dios de la lluvia. El agua era un elemento abundante en la zona lacustre del Valle de México, sobre la que fluía la vida en Tenochtitlán y otros centros urbanos nahuas, razón suficiente para creer que tal acción no significaba un mal presagio y su interpretación estuvo influenciada por la mitología cristiana, que identifica la lluvia y tempestad como un castigo divino.


4. Un gran fuego cayó durante el día y sembró miedo

«Cuarto portento: todavía había Sol cuando cayó un cometa. Se dividió en tres partes. Allá empezó donde el Sol se mete; y allá se dirigió hacia el lugar donde sale, era como si una flor de fuego se fuera deshojando. Su cola se extendía lejos; lejos llegaba su cola. Y cuando fue visto, hubo mucho griterío, como si el ruido de unos cascabeles se propagara».

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Se trata de una señal relacionada con una visión de Nezahuilpilli, tlatoani de Texcoco y sucesor de Nezahualcóyotl, quien fue consultado por Moctezuma para confirmar el presagio. El señor de Texcoco respondió sobre la catástrofe inminente según el Códice Durán:

» Y has de saber que todo pronóstico viene sobre nuestros reinos, sobre los cuales ha de haber cosas espantosas y de admiración grande; habrá en todas nuestras tierras y señoríos grandes calamidades y desventuras; no quedará cosa con cosa; habrá muertes innumerables; perderse han en todo nuestros señoríos, y esto será por permisión del señor de las alturas, del día y de la noche y del aire; de lo cual has de ser testigo y lo has de ver y en tu tiempo ha de suceder».


5. Una gran inundación azotó Tenochtitlán

«Quinto portento: hizo espuma el agua. No fue el viento que provocó la espuma. Era como si hirviera el agua, como si rompiera al hervir. Alcanzó un nivel muy alto cuando subió; llegó a la base de las casas, e inundó, desmoronó las casas. Éste es el gran lago que está aquí con nosotros en México».

Según Patrick Johansson K, este presagio pudo estar relacionado con la profecía de Tzuzumatzin, rey de Coyoacán en 1489, reinterpretada treinta años más tarde en el contexto de conquista e invasión de los pueblos originarios de América.


6. Lamentos de una mujer que llora

«Sexto portento: muchas veces se oía a una mujer que iba llorando, iba gritando. Andaba diciendo: “hijos míos ya nos vamos”. A veces decía: Hijos míos ¿a dónde los llevaré?».

El sexto presagio es detallado por fray Bernardino de Sahagún, quien personifica a la diosa Cihuacóatl como la mujer que llora en un contexto catastófrico donde las familias sufren la separación a causa de guerras e invasión. Una vez que Moctezuma se enteró de esta historia, ordenó que «si topasen a aquella mujer que dicen que anda de noche llorando y gimiendo, que le pregunten qué es lo que llora y gime”. Se trata del origen de una leyenda que tomó fuerza durante el periodo colonial y hoy forma parte de la tradición oral mexicana.


7. La visión a través de los ojos de la garza

«Séptimo portento: una vez (cuando) cazaban o pescaban unos pescadores, atraparon un ave color ceniza, como una garza. Luego fueron a mostrarla a Motecuhzoma, en el Tlillan Calmecac (…) Sobre su cabeza había como un espejo, redondo, circular, y estaba como agujerado. En él se veía el cielo (…) y Motecuhzoma se sorprendió cuando vio las estrellas y las Pléyades. Cuando observó por segunda vez arriba del ave, vio unas personas que venían en grupo erguidas, que venían conquistando, que venían ataviados como guerreros, los cargaban unos venados. Y luego llamó a los astrólogos, a los sabios. Les dijo: ¿No saben qué vi, que eran como personas que venían erguidos en grupo? Y cuando le iban a contestar lo que veían desapareció. Ya no dijeron nada».

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Una visión clara que articula tres elementos trascendentales sobre la visión nahua de la conquista: el supuesto espejo en la pupila del animal es una referencia a el tlachialoni (el mirador), un instrumento que en la mitología mexica poseía el dios del fuego, Xiuhtechutli. Los astros a los que se refiere, hoy conocidos como Pléyades, hacen referencia a la importancia que el cúmulo estelar tenía sobre los ciclos del fuego nuevo en la cosmogonía nahua. Por último, la visión de los hombres que avanzan erguidos haciendo la guerra sobre venados es una alusión a los conquistadores y los caballos, entonces desconocidos para los nativos americanos.


8. Hombres extraños de dos cabezas

«Octavo portento: muchas veces aparecían hombres, hombres con cuerpos espinosos, con dos cabezas y sólo un tronco. Los llevaba allá, al Tlillan Calmecac. Allá los mostraba a Motecuhzoma. Cuando los había visto, luego desaparecían».

El último presagio no sólo hace una nueva alusión a los conquistadores montados sobre un caballo, también representa el choque cultural entre ambos mundos, producto bicéfalo de una visión desgarradora sobre los últimos años del pueblo mexica y la pérdida de sus costumbres y adopción de las extranjeras.


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Referencias:

Johansson K., Patrick, «Presagios del fin de un mundo en textos proféticos nahuas«, en Estudios de cultura náhuatl Nº 45, UNAM, Enero-Junio, 2013.

León-Portilla, Miguel, «Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista», UNAM, 1959.

Autor: alejandro lopez

Origen: Las 8 señales de Moctezuma que presagiaron el horror y la sangre de la conquista – Historia – culturacolectiva.com

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