Las coordenadas 39º26´08´´N77º25´38´´O nos llevan al mayor centro de experimentación con humanos de la historia
Hasta donde se sabe actualmente y de manera oficial, existe un punto en el planeta donde se llevó a cabo el mayor centro de experimentos con armas biológicas en seres humanos. No fueron los nazis de Hitler. Y tampoco se trataba de rehenes de un ejército. Fueron miles de voluntarios que formaron parte durante casi 20 años de 153 experimentos de alto secreto. Y sí. Fue en Estados Unidos.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
De los relatos posteriores de quienes estuvieron y pasaron por esas instalaciones se han escrito libros y cientos de artículos. Hoy podemos trazar una radiografía perfecta de los hechos, en la actualidad un horror sólo plantearlo, en su momento, una iniciativa del ejército de Estados Unidos por promover voluntarios durante la Guerra Fría que contribuyeran a la nación.
Hablamos de Fort Detrick y la denominada como Operación Whitecoat, todo un programa de investigación “médica” que se extendió desde 1954 hasta 1973. Si bien la mayor parte de los experimentos tuvo lugar allí, lo cierto es que los voluntarios comenzaron una primera fase en un enclave del desierto de Utah.
Whitecoat: primera fase
El procedimiento era el mismo cada noche. Poco antes de la puesta de sol, los hombres eran recogidos en un punto por un camión y conducidos a un lugar remoto del desierto. Allí se lavaban bajo unas duchas al aire libre que había acondicionado el ejército, se ponían ropa limpia y se les daba una manta a cada uno para que se resguardaran en caso de que tuvieran frío. Luego cada uno tomaba sus posiciones designadas y se sentaban en unos asientos que se asemejaban a taburetes dispuestos sobre la arena en una larga extensión.
Ese era el momento en el que una plataforma recluía a los grupos, de alrededor de 30 personas cada vez, quedando un escenario parecido a una jaula gigante donde se procedería al experimento. Al escuchar una primera sirena todos debían mirar hacia el mismo punto y respirar de manera constante. El hombre detrás de este experimento era el Coronel William Tigertt, médico del Ejército de Estados Unidos, quién había advertido a los participantes que cuando se activaban las bombas de sustancias debían respirar normalmente, sólo eso, respirar.
Por lo general la sirena sonaba una segunda vez, y esto significaba que ese grupo de 30 personas volvería a dormir tranquilo. La segunda sirena advertía que el experimento debía pararse debido a que la dirección del viento no iba a permitir continuar con la prueba. Así, los hombres se cambiaban de nuevo con su ropa original y eran llevados de vuelta a los cuarteles.
Cuando las condiciones eran favorables y el viento era “perfecto”, la cosa cambiaba. Entonces y tras la primera sirena, se activaban las bombas que comenzarían a rociar con litros de agentes bacteriológicos sobre el aire de la noche. Por ejemplo liberando el patógeno que produce la fiebre Q, cuyos síntomas tras un período de incubación pasan por fiebre alta, náuseas, vómito o diarrea. Hoy en la mayoría de los casos la enfermedad seguiría su curso normal sin efectos nocivos duraderos. En aquel momento uno de cada 30 que contraía la fiebre acababa tremendamente debilitado.
El experimento finalizaba cuando los voluntarios avistaban a los hombres con ropa de protección acercarse. Ese era el momento en el que volvían a las duchas para luego situarse sobre una lámpara ultravioleta que destruiría cualquier residuo de microbio. Al acabar volvían a ducharse, las ropas utilizadas por los voluntarios se quemaban, y los miembros de ese grupo eran trasladados a Fort Detrick. Comenzaba la segunda fase y hacía su aparición la denominada Bola Ocho.
Whitecoat: segunda fase
Las instalaciones de Fort Derrick se encuentran en Frederick, Maryland. Un campus enorme que a lo largo de la historia ha pasado por varias fases y ampliaciones. Oficialmente y desde 1954 unas instalaciones para la investigación biológica y desarrollo de armas en tiempos de paz poco después de que acabara la Segunda Guerra Mundial. Extraoficialmente, el primer (y único hasta la fecha) centro de experimentación con armas biológicas en seres humanos al aire libre. Añadiendo también el más grande en cuanto a número de participantes.
Estos experimentos no llegaron jamás a probar la idoneidad de ciertos patógenos para el uso de armas, principalmente porque a los científicos que trabajan les resultaba difícil extrapolar lo ocurrido con los animales al hombre. Así fue como el ejército llegó a la conclusión de que las pruebas sólo podrían ser un éxito en seres humanos. Así nació Whitecoat.
En cuanto a como pasaron esa barrera ética de pasar a experimentar con humanos, lo cierto es que en el campo de la ciencia y durante muchas décadas atrás ya se habían utilizado como conejillos de indias a personas en experimentos médicos. De hecho los farmacéuticos probaban los fármacos son sujetos voluntarios antes de que éste se comercializara. Sin embargo en este caso nos encontramos con que las pruebas y su fin, no eran un intento de curar a personas, más bien la idea era lo contrario.
El ejército se las ingenió para darle la vuelta a la idea original. Los participantes debían dar su consentimiento respecto a las pruebas, de esta forma el equipo de Fort Detrick no tendrían ningún problema legal. Además encontraron a un grupo en particular que se adaptaba perfectamente a esta tarea, Cristianos adventistas, los cuales por motivos religiosos eran objetores de conciencia (no querían ser parte del ejército, manejar armas o entrar en conflictos bélicos). Este grupo por tanto estaba exento y encima eran extraordinariamente sanos debido a que su religión tampoco les permitía fumar o beber alcohol o café.
De esta forma el Coronel Tigertt entró en contacto con ellos y fueron persuadidos con el honorable slogan de servir a la patria. Según explicaría en el comunicado que firmó Theodore Flaiz, secretario general y portavoz de la iglesia, el 19 de noviembre de 1954:
El tipo de servicio voluntario que se ofrece a nuestros niños en este programa de investigación ofrece una excelente oportunidad para que estos jóvenes y los hombres que presten el servicio sea de gran valor, no sólo a la medicina militar, sino también a la salud pública en general.
El resultado fue que entre 1955 y 1973 más de 2.000 jóvenes se presentaron voluntarios para la denominada Operación Whitecoat. Más de 150 experimentos de alto secreto donde se incluía que los participantes se infectaran con, entre otros, ántrax, tularemia, meningitis o fiebre tifoidea.
Así que llegados a esta segunda fase y tras esa tremenda primera parte en el desierto de Utah, el gobierno de Estados estaba preparado para poner en funcionamiento la denominada Bola Ocho.
Se trataba de una esfera hueca de 13 metros de altura hecha de acero inoxidable que los científicos habían llamado así porque les recordaba a la bola de billar. Los voluntarios entraban en la instalación y debían situarse a un lado de la esfera con unas máscaras que conectaban su respiración a la esfera . En ese momento un técnico hacía uso de un dispositivo por control remoto para liberar una fina capa de bacterias o virus dentro de la esfera. Los hombres respiraban la mezcla durante alrededor de un minuto y luego pasaban inmediatamente a otra sala médica donde se les aislaba y se les mantenía en observación.
Cada habitación estaba equipada con televisión, libros y juegos. Una manera de amenizar el tiempo mientras los participantes esperaban a que llegasen los dolores, fiebres o efectos de las sustancias ingeridas.
Se calcula que alrededor de un tercio de los voluntarios acabarían afectados, oficialmente ninguna muerto. La gravedad de los síntomas dependía de si habían adquirido algún tipo de inmunidad durante la participación de los experimentos anteriores a la Bola Ocho.
Es curioso, porque aún hoy, la mayoría de los veteranos de Whitecoat que sobrevivieron en el programa están orgullosos de ello. No se sienten engañados. Con el tiempo muchos han acabado participando en debates y programas en la televisión, sobre todo a raíz de los ataques a las Torres Gemelas y el clima que se respiró sobre el bioterrorismo.
También es cierto que a todos se les informó repetidamente acerca de los riesgos potenciales y de que eran libres de abandonar el programa en cualquier momento que quisieran (oficialmente se cumplió el código Nuremberg). Incluso oficialmente también y según los informes del ejército, la operación contribuyó a la consecución de vacunas aprobadas para la fiebre amarilla y la hepatitis. Aún así, hoy resultaría difícil imaginar un programa similar bajo el marco de la legalidad. Un espacio y unas coordenadas que sirvieron durante casi dos décadas para llevar a cabo el mayor número de experimentos con seres humanos en la historia.