La Guerra Civil está llena de historias que han tenido que esperar décadas a ser contadas. Muchas de ellas permanecen aún ocultas en los lugares más insospechados, esperando a que alguien las rescate del sumidero del olvido. A veces basta con saber buscar: el origen de una buena historia puede estar en una conversación intrascendente, en una maleta o en una caja de zapatos.

Fue precisamente en una caja de zapatos donde el periodista belga Sven Tuytens, corresponsal en España de la televisión pública de su país y devoto estudioso de la participación de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, encontró una foto que despertó su curiosidad y le llevó a rescatar las vivencias de un grupo de enfermeras procedentes de Amberes (Bélgica) que en 1937 llegaron al hospital militar de Ontinyent (Valencia), uno de los centros médicos más modernos con los que contó la República durante la guerra.

Con la ayuda de Joan Josep Torró, un investigador local de Ontinyent, Tuytens empezó una aventura que ha culminado con un documental dirigido y escrito por él y que ha sido coproducido por la diputación de Valencia. Titulado Les Mamàs belgues (Las mamás belgas), el trabajo de Tuytens recupera la memoria de 21 mujeres belgas de origen judío y de ideología comunista que vinieron a la guerra de España sin tener, en muchos casos, experiencia sanitaria previa. Muchas de esas mujeres terminaron muriendo en los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

A Tuytens le llamó la atención esta historia por estar protagonizada por heroínas desconocidas: «Cuando se habla de las Brigadas Internacionales suele hablarse de la guerra y de la muerte de los hombres, pero no de las mujeres», explicó el periodista el día del estreno de la cinta.

A las mujeres que abandonaron la seguridad y la comodidad de sus hogares para ayudar a cambio de nada las llamaron en Ontinyent «Les mamàs belgues». Hubo también mujeres de otros países, a las que también llamaban así, pero Tuytens centra su historia en las 21 chicas que salieron de Amberes. Ellas apenas estuvieron dos años en el pueblo, entre mayo de 1937 y febrero de 1939, pero su recuerdo aún perdura en el municipio valenciano, donde durante décadas se guardó memoria silenciosa de su estancia allí. Su historia nunca se había contado a pesar de ser conocida en el lugar, hasta que el pasado 14 de abril se estrenó el documental de Tuytens en el Teatro Echegaray de Ontinyent. El próximo 1 de junio se estrena en Bruselas.

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La foto salida de la caja de zapatos que despertó el interés de Tuytens mostraba a un grupo de mujeres posando en la fiesta del 1 de mayo de 1937 en Barcelona. Era su primer día en España. Y era el principio de todo. «Me llamó la atención la foto porque no era la típica imagen de milicianas con el fusil al hombro. Parecía más bien la foto de un grupo de chicas de excursión turística por Barcelona, pero poco a poco me enteré de la historia de este grupo de mujeres, que es tremenda», declaró Tuytens a la cadena Ser en el estreno del documental en Ontinyent.

La imagen la tenía un historiador belga, Rudi Von Doorslaer, al que Tuytens había contactado para hablar sobre la figura de un conocido comunista y sindicalista belga que murió en España en enero de 1937 luchando con las Brigadas Internacionales. Su nombre era Piet Akkerman. Su hermano Emil, otro comunista convencido, había muerto en noviembre en la batalla de Madrid. Emil estaba casado con Vera Akkerman, una mujer tan combativa y tan comprometida como su marido y su cuñado. Doorslaer había entrevistado a las últimas «Mamàs» vivas en los años 80 y, a raíz de la foto, alentó a Tuytens a contar la historia de estas mujeres.

Judías y comunistas, algunas de esas mujeres terminaron muriendo en los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial

Fue Vera Akkerman la que reclutó al grupo de mujeres que terminaría en Ontinyent, entre ellas a sus dos hermanas, Rachel y Golda. También fue ella quien organizó el viaje. La mayoría de ellas se reunían desde antes de la guerra en España en un local marxista de Amberes, el Kultur Foreyn, con otros comunistas. Su fuerte compromiso político las llevó ya desde el año 1934 a atender a refugiados políticos que huían principalmente de la Alemania nazi. Eran activistas, se movían, estaban concienciadas. En aquellos años el enfrentamiento en el campo de batalla con el fascismo parecía inevitable, cosa que la guerra en España vino a confirmar. Y ellas querían estar en primera línea del frente. Una vez que estalló el conflicto en España, el compromiso de estas «Mamàs belgues» les impedía permanecer de brazos cruzados.

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Mujer culta, elegante, atractiva y bien relacionada, Vera se enteró de que la Internacional Socialista Obrera (IOS) y los sindicatos belgas habían impulsado la creación de un hospital militar internacional en Ontinyent, transformando el monasterio de los Franciscanos —y actual colegio de la Concepción de la localidad valenciana— en un centro médico puntero para la época, donde, por ejemplo, se usaron técnicas pioneras como estabilizar a los heridos en el mismo frente o incluso operarlos en las propias ambulancias mientras eran trasladados al hospital.

A pesar de que eran comunistas y de que el hospital lo financiaban los socialistas, Vera convenció a sus compañeras para embarcarse en la aventura española. Llegaron a Ontinyent el 2 de mayo de 1937. Había más enfermeras de otros países —hasta de diez nacionalidades distintas— y chicas del propio Ontinyent. Tuytens recoge el testimonio de una de ellas, la última enfermera que trabajó en aquel hospital que aún vive. María Rosario Llin Belda recuerda a sus 94 años que aquel grupo de mujeres la llamaban La peque y que en muchos casos no vinieron solas ya que tenían novios brigadistas luchando en el frente. Muchas de ellas los vieron morir.

En el documental, María Rosario Llin describe cómo estas mujeres extranjeras le marcaron hasta el punto de que ella mismo decidió dedicarse a la enfermería el resto de su vida. Añade que aquellas luchadoras por la libertad trajeron aire fresco al pueblo con su actitud alegre, —pese a todo— desinhibida y sin complejos. Pero sobre todo le llamó la atención la abnegación, el sacrificio, la solidaridad y el fuerte compromiso de estas «mamàs belgues» que tanto la impresionaron a ella y a todo un pueblo.

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Segunda guerra

El propio hospital militar de Ontinyent adquiere categoría de personaje en el documental de Tuytens. Fue una de las joyas de la red de hospitales con la que contó la República durante la guerra: moderno y amplio, contaba con buenos médicos, recursos y buen material. Al principio fue más que nada un hospital de retaguardia: Ontinyent era entonces un pueblo tranquilo alejado del frente de batalla. Concebido para albergar 1.000 camas, llegó a tener 800 heridos en sus dependencias en las últimas semanas del conflicto bélico. Tras la guerra volvió a ser un monasterio y un colegio. Los vencedores se llevaron todo lo que recordara que allí había habido un hospital republicano, pero en la biblioteca dejaron olvidados algunos libros que los médicos y las enfermeras habían traído. Algunos eran políticos, de clara ideología comunista, y ahí permanecieron durante casi 80 años sin que nadie se diera cuenta hasta que los descubrió el propio Tuytens. Todo un síntoma.

María Rosario Llin durante el rodaje del documental.

María Rosario Llin durante el rodaje del documental.

 «Les Mamàs belgues» y todas las personas que trabajaron en el hospital de Ontinyent prestaron uno de sus últimos servicios durante el bombardeo de Xátiva el 12 de febrero de 1939. Ese día murieron 129 personas y más de 200 resultaron heridas. El cerco se estrechaba. Las «Mamàs belgues» estuvieron hasta el final atendiendo a los heridos. A última hora escaparon hacia Argelia antes de regresar a Bélgica. Allí, un año después, con la invasión de los nazis, comenzaría lo que Tuytens define como «su segunda guerra». En realidad fue un calvario: muchas de ellas muchas terminaron sus días en campos de de exterminio como Auschwitz.

Otras, como la propia Vera Akkerman, el alma máter de les  «Mamàs Belgues», lucharon contra los nazis desde la Resistencia. Ella en concreto entró a formar parte de una red de espionajes soviética llamada la orquesta roja. Su pista se perdió para siempre en 1944 sin saber realmente que le pasó. Algunas sobrevivieron a la II Guerra Mundial, pero su ejercicio de solidaridad, sacrificio y entrega pasó al olvido. Hasta ahora.