Los dibujos de Ribera, en el Prado: cuando Sade cogió el lápiz
El museo celebra la publicación del catálogo razonado de los dibujos de este artista (crueles, feroces), a cargo de Gabriele Finaldi, con una exposición
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Fue el gran dibujante español antes de Goya. Un maestro del dibujo, en todos los sentidos de la palabra, tanto por la altísima calidad de su trabajo como por la pasión por enseñar a sus dicípulos el estudio anatómico del cuerpo humano, que cultivó hasta la extenuación. Español de nacimiento (Játiva, Valencia, 1591), José de Ribera se formó en Italia, adonde llegó con solo 15 años: primero Roma y luego Nápoles, donde permaneció hasta su muerte en 1652. Nunca regresaría a España. José se convirtió en Giuseppe, apodado el Españoleto. Este artista, uno de los pilares del Prado, ha sido una obsesión para Gabriele Finaldi, director de la National Gallery de Londres –ambos comparten ADN napolitano–, que anda a vueltas con Ribera desde su tesis doctoral. Ha estado más de 20 años enfrascado en un vasto y ambicioso proyecto: el catálogo razonado de sus dibujos, que al fin ve la luz, coeditado por la Fundación Focus y el Meadows Museum de Dallas, en español e inglés.
Para celebrar esta destacada publicación el Museo del Prado ha organizado una exposición en torno a los dibujos de Ribera: se exhibe medio centenar de los 155 que han sido catalogados por Finaldi –con la ayuda de Elena Cenalmor y Edward Payne–, acompañados por diez pinturas, ocho aguafuertes y una pequeña escultura en cera de su suegro, Giovan Bernardino Azzolino. En primavera la muestra viajará al Meadows Museum de Dallas, coorganizador de la exposición.
Caravaggista dibujante (una paradoja, pues Caravaggio trabajaba del natural), Ribera dio una gran relevancia al dibujo en su carrera. Lo concebía como un laboratorio de experimentación para la invención de sus composiciones. El suyo es un dibujo muy pictórico. A la altísima calidad de sus dibujos se suma la variedad de técnicas (pluma, tinta, lápiz negro, sanguina, pincel, aguada roja…, las dominaba todas) y la diversidad de temas: religiosos, mitológicos (Apolo y Marsias, Laocoonte, Baco)… Sus dibujos, advierte Finaldi, destacan por su gran originalidad, excepcional habilidad, maestría técnica, delicadeza y detallismo, su capacidad para expresar sentimientos… Dicen que cada noche pensaba un dibujo que desarrollaba en el estudio por la mañana.
Hombre atado a un árbol
De su etapa romana (1606-1616) solo se ha hallado un dibujo, «Cabeza de guerrero», del Prado. Igualmente, solo hay un único desnudo femenino: «Ninfa dormida con cupidos y un sátiro», del Fitzwilliam Museum de Cambridge. Ambos están en la exposición. Esbozó más de 25 cabezas, pero el tema central de su producción dibujística es elhombre atado a un árbol, que le permitía indagar en el estudio anatómico. Se valió para ello de santos y mártires, especialmente sus dos fetiches: San Sebastián (murió asaeteado con flechas) y San Bartolomé (fue desollado vivo). Cruel, sádico y morboso, Ribera plasmó en sus dibujos torturas y ajusticiamientos públicos por parte de la Inquisición. Como «Hombre atado a un poste». Finaldi ve en ellos una especie de reportaje visual y objetivo de lo que el artista presenció:«Con su firma a gran tamaño Ribera decía: “Yo estuve allí, fui testigo, lo vi”», comenta Finaldi. Como Goya en sus «Fusilamientos del 3 de mayo». También le fascinaban la fealdad, las deformidades (bocios, verrugas), lo grotesco y escatológico (gente defecando).
Entre las obras que cuelgan en el Prado, algunas de sus obras maestras: «Aquiles entre las hijas de Licomedes», del Teylers Museum de Haarlem –para algunos, el más hermoso de sus dibujos–; «Eremita atado a un árbol ¿San Alberto?», del British Museum de Londres –su dibujo más célebre, firmado y fechado por el artista en 1626–;«Sansón y Dalila», del Museo de Bellas Artes de Córdoba, y«David y Goliat», de una colección privada de Nueva York. Ambos extraordinarios dibujos contienen una inscripción autógrafa en la que Ribera afirmaba que eran de su mano. Por su nivel de acabado, muy pictórico, se cree que Ribera presentó estos dos últimos a Felipe IV como esbozos de sendas pinturas que fueron destruidas en el incendio del Alcázar de Madrid en 1734.
A los 155 dibujos autógrafos catalogados por Finaldi (9 son del Prado), habría que sumar cinco atribuidos a Ribera, pero se duda si son autógrafos. Además, se han retirado 30 atribuciones de los más prestigiosos museos del mundo: British de Londres, Getty de Los Ángeles, Ermitage de San Petersburgo, Louvre de París, Capodimonte de Nápoles, Metropolitan de Nueva York… La más damnificada ha sido la Galería de los Uffizi de Florencia, con 8 dibujos desatribuidos. También se han rechadado obras de las Universidades de Cambridge, Oxford y Princeton.
Ribera fue precursor de los «Caprichos» de Goya en sus dibujos fantásticos (caricaturas plagadas de sátira y humor). Como esas figurillas que trepan por un capitán de la Comedia del Arte en un dibujo del Prado. La misteriosa escena nos remite a Jonathan Swift y sus «Viajes de Gulliver», pero también al «Gargantúa y Pantagruel», de Rabelais. Finaldi cree que podría tratarse de una sátira de Corte.
Pero hay más dibujos misteriosos en la exposición. Como «Cabeza de hombre con un pasamontañas que le tapa los ojos», atribuido en 2011 (se hallaba erróneamente entre la producción de los Carracci en el Staatliche Museum de Berlín). «Es un alarde de confianza y seguridad –dice Finaldi–, hecho todo con pincel y sin una corrección, posiblemente en público». Igualmente enigmático, «Un murciélago y dos orejas», del Metropolitan, una especie de jeroglífico riberiano sobre la fama y la calumnia. El animal, que aparecía en el escudo de armas de Valencia, sujeta entre sus garras una banda con el lema «Fulget semper virtus» (la virtud refulge siempre).
Violencia extrema
No faltan escenas callejeras del Nápoles del XVII: vendedores ambulantes, mendigos, luchadores… («Acróbatas en la cuerda floja», de la Academia de Bellas Artes), pero también rurales (escena de caza). Solo se conservan 15 dibujos preparatorios para sus lienzos. En la exposición cuelga un diminuto dibujo para «Apolo y Marsias», del Museo de Capodimonte, de una violencia extrema. El dios desuella al sátiro y mete sus manos entre la carne. El sátiro, con la boca abierta, grita de dolor. Los personajes que contemplan la escena se tapan los oídos. Ribera hizo aguafuertes de estudios de bocas y orejas destinados a un manual anatómico para aprender a dibujar. Se muestran en el Prado, al igual que «Pequeña cabeza de alma condenada», hecha en cera por el suegro de Ribera. Esas bocas abiertas recuerdan a los Papas de Francis Bacon.
La muestra se cierra con su último dibujoconservado:una «Adoración de los pastores» (h. 1650), del Staatliche Museum de Berlín. Lleno de tachaduras y rectificaciones, resulta emocionante ver la mano temblorosa y el trazo trémulo de un Ribera que, ya viejo y enfermo, se aferra con su último aliento al dibujo, la gran pasión de su vida.
Origen: Los dibujos de Ribera, en el Prado: cuando Sade cogió el lápiz