28 marzo, 2024

Los diez verdugos de Lorca | Todos los Nombres

Grupo de detenidos en la Colonia y usados como enterradores

ÉSTOS FUERON LOS CAPTORES Y ASESINOS DE GARCÍA LORCA

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PUBLICO.ES | MARÍA SERRANO | 17-8-2016

En el 80 aniversario de la tragedia, que rodea la muerte de Federico García Lorca, no falta una compleja trama de quiénes fueron sus ejecutores. Miguel Caballero, autor de la investigación “las 13 últimas horas en la vida de García Lorca”, recuerda a Público que “el asesinato del poeta tuvo su origen en rencillas privadas, lejanas a posicionamientos políticos y a otras causas más impersonales y más frías, macerada en la cuba de los odios y las venganzas familiares”. Aunque el poeta tampoco pudo librarse, en medio de tales circunstancias, de su fusilamiento, por aplicación de bando de guerra, en la madrugada del 18 al 19 de agosto de 1936. La actuación de cada uno de los implicados comienza el 16 de agosto, día de la detención. Aquella Granada, sumida en el terror, llevaba tomada casi tres semanas cuando Federico es detenido en la casa de los Rosales.

Los ordenantes de la detención: Velasco Simarro y Valdés Guzmán

Nicolás Velasco Simarro estaba retirado al inicio de la sublevación. Con el alzamiento militar en Granada, es nombrado por el nuevo gobernador, Valdés Guzmán, secretario particular. Caballero apunta, en su investigación, que su mano de hierro permitió que “fuera de facto gobernador civil durante muchos días en el período que va desde el 21 de julio de 1936 a noviembre de ese mismo año, meses en que la represión, los fusilamientos y las desapariciones alcanzaron su punto álgido”. Se caracterizaba por su extrema dureza, teniendo una importante cercanía con la familia Roldan, primos rivales de los Lorca.

Simarro fue “dueño del destino del poeta en el tiempo que medió entre su detención y su traslado a Víznar” tal y como apunta el investigador, permitiendo además la participación de miembros de las Escuadras Negras falangistas en el momento de su asesinato con la participación de un personaje tan relevante como fue Trescastro.

La figura del gobernador civil Valdés Guzmán sembró de dolor y muerte la ciudad de Granada. Tal y como demuestra el registro en el cementerio municipal entre el 20 de julio del 36 y marzo del 37, ordenaría el fusilamiento casi 4.000 personas.

Históricamente se ha sostenido que fue Valdés quien dio la orden de ejecución del poeta, sobre la base de una denuncia del político Ramón Ruiz Alonso. Otras versiones, tal y como apunta Caballero, descargan a Valdés de responsabilidades. “Se puede pensar que no tuvo participación en la detención del poeta, lo que no quiere decir que no tuviera conocimiento días antes, ya que se había reunido con la familia Roldán (rivales históricos de Lorca) y había decidido molestar y amedrentar al poeta” en la Huerta de San Vicente, lo que provocó que se refugiara definitivamente en la casa de los Rosales el 9 de agosto.

Los que efectúan la detención: Ruiz Alonso, Martín Lagos y Trescastro

Ramón Ruiz Alonso pertenecía al partido de Acción Popular, liderado por el derechista Gil Robles. Caballero recuerda que “permaneció en Granada preparando lo que ya sabía que sería la sublevación militar”. En 1956 reconocería al primer investigador lorquiano, Agustín Penón, que “la orden de detención del poeta se la da Velasco Simarro en ausencia del gobernador Valdés”.

Ruiz Alonso no estaba al tanto de las viejas rencillas familiares que mantenía la familia Lorca. Uno de sus acompañantes en el momento de la detención, el falangista Trescastro, sí era consciente de toda la trama, lo que hace pensar que Ruiz Alonso fue, según señala Caballero “manipulado, aunque la detención de un personaje público como Lorca le motivara por puro afán de protagonismo”.

La documentación encontrada señala que Ruiz Alonso redactaría previamente en el Gobierno Civil una denuncia con el paradero del poeta, lo que dejó luz verde a Simarro para ordenar la detención y posterior fusilamiento de Lorca.

Alonso se personaría, a primera hora de la tarde del 16 de agosto en la calle Ángulo número 1, domicilio de los Rosales. Llevaría personalmente, en un coche Oakland al poeta desvalido a Velasco al Gobierno civil. No se conoce a día de hoy que lo llevó a tal acción en contra del poeta, aunque sus rencillas con Fernando de los Ríos pudo ser determinante por su importante unión con Lorca. El investigador Gibson, apunta que en aquella supuesta denuncia diría de Federico: «Había hecho más daño con la pluma que otros con la pistola».

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Trescastro, fue otro de los protagonistas de la histórica detención, junto al falangista Martín Lagos. Caballero apunta que “es de dominio público que se vanaglorió de haber asesinado a Lorca”.

Su entorno cercano a la familia Roldan lo hacen una figura no poco relevante en la muerte del poeta. Además era miembro de las conocidas “escuadras negras” falangistas en el momento de la ejecución. “Actúo de forma autónoma y responsable sabiendo la repercusión posterior de sus acciones”, señala Caballero. La participación de Trescastro, según los testimonios recogidos, fue más allá, participando en el fusilamiento de Lorca. Un testigo aseguró una frase que aún resuena en el terrible cerco de muerte del poeta. “Yo mismo le he metido dos tiros por el culo”.

La “vinculación” de los hermanos Rosales

La familia Rosales estaba compuesta por cuatro hermanos, José, Luis, Miguel y Gerardo Rosales. José fue el falangista más significado de todos los hermanos. El mismo Primo de Rivera le nombró jefe provincial de Falange. Caballero apunta que “no solo participó en la sublevación, sino que con anterioridad fue el enlace directo del jefe de Falange Primo de Rivera con los sublevados granadinos, principalmente con Valdés Guzmán, con el que mantenía una buena relación de amistad y camaradería”.

El hermano más cercano a Lorca fue Luis Rosales, también poeta, que ingresaría en Falange el mismo día de la sublevación. En declaraciones al periodista Molina Fajardo en 1969, éste relataría todo lo relacionado con la detención de Lorca. Caballero recoge que “en el día de su detención, 16 de agosto, él se encontraba en Motril. Esa noche fue al Gobierno Civil para interesarse por su amigo el poeta, en unión a sus hermanos José y Miguel. Mantuvieron una discusión con Velasco Simarro y realizaron una declaración sobre la permanencia del poeta en su casa”. Aquel desencuentro tuvo un alto precio para Luis, ya que estuvo a punto de costarle la vida. La investigación relata que “el propio jefe de Falange le pediría que se quitara la camisa azul, paso previo a la detención”.

Caballero afirma que “la figura de Luis Rosales ha sido tratada injustamente en relación al asesinato de Lorca, ya que puso en peligro su vida por atender a un amigo, con el traslado a su domicilio, sin ninguna dilación”.

Los que se encontraban en el Gobierno Civil: Romero Funes, José Mingorance y los Jiménez Parga

En el Gobierno Civil de Granada, mucho de los funcionarios y militares “trataron de dar legalidad a la ilegalidad de la situación” que se estaba viviendo.

La orden de traslado de García Lorca a Víznar la realiza Julio Romero Funes, considerado por muchos, autor material del asesinato de Lorca. Funes enviaría hasta este paraje al poeta para ser fusilado. Seguramente, en aquellos instantes, Federico conocía las terribles circunstancias en las que se encontraba.

El otro policía que fue destinado al Gobierno Civil fue José Mingorance. Valdés lo consideraba “un hombre de extrema derecha” en sus informes. No se conoce con exactitud su participación en la detención del poeta, lo que sí alega Caballero es que “fue un testigo excepcional de la detención del poeta y quizás el que iniciara el informe que se remitió a la Dirección General de Política Interior años después relatando todo lo sucedido”.

Los Jiménez Parga integran el último grupo que se encontraban aquella noche en el Gobierno Civil. Los hermanos Manuel, José y Antonio Jiménez Parga participarían en la “camarilla del Gobierno Civil”, integrada por “individuos responsables de las detenciones y ejecuciones de las personas que llevaban a Víznar”. En octubre de 1936, Manuel Jiménez Parga fue nombrado delegado de las JONS en la provincia de Granada. Otro de sus hermanos, Antonio redactaría con Romero Funes, las “listas de detenidos” de aquellos días.

Sin saber a ciencia cierta los últimos movimientos, previos a su traslado, Federico llegaría a la zona de fusilamiento, el barranco de Víznar la noche del 16, casi ya de madrugada. En la conocida carretera de la muerte, a pocos kilómetros de la capital granadina, continuaría la planificación para el asesinato del poeta.

http://www.publico.es/culturas/captores-asesinos-garcia-lorca.html

LOS DIEZ VERDUGOS DE LORCA

Lorca vivió sus últimos momentos entre el conocido Cortijo de la Colonia y la carretera de Víznar a Alfacar donde hay fusiladas más de 2.000 víctimas de la represión. Una decena de militares participó en su ejecución. No moriría solo. Aquella noche lo acompañaban los anarquistas Francisco Galadi y Joaquín Arcollas y el maestro Dióscoro Galindo. 

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PUBLICO.ES | MARÍA SERRANO | 18-8-2016

Madrugada del 16 al 17 de agosto. García Lorca va a ser trasladado hasta la zona del barranco de Víznar, sembrado de fosas comunes. Primera parada, Cortijo de las Colonias. Horas más tarde estaría frente al pelotón de fusilamiento. El investigador Miguel Caballero, autor de “Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca” relata que, en aquellas terribles circunstancias, “el poeta estaba rodeado de una serie de personajes que hacían difícil que pudiera escapar de su destino” y es que para entender la crueldad de aquellos momentos no hay que olvidar el papel impune de aquellos militares.

«Eran la mayoría africanistas y estaban acostumbrados a los métodos represivos que practicaron en la guerra de Marruecos. Los utilizaron en la represión de Granada, con una crueldad inusitada desde el principio”. Solo la matanza indiscriminada en la conocida carretera de la muerte dejó entre los municipios de Víznar y Alfacar más de 2.000 asesinados del régimen de Franco.

Los que lo trasladan a Víznar: Martínez Fajardo y González Villegas

Rafael Martínez Fajardo estaba destinado en 1936 a la 30ª Compañía de Asalto de Granada. Caballero afirma que “la noche del 16 de agosto, Fajardo se presentó en el cuartel de Víznar al mando de la escolta, con varios detenidos para ser ejecutados”. Entre ellos, el famoso anarquista Galadi que sería fusilado junto a Federico.

Los documentos hallados al respecto señalan que “el policía Julio Romero Funes da la orden al teniente de la Guardia de Asalto, Rafael Martínez Fajardo para que recoja en la comisaría de Vigilancia al “Galadi”, al “Cabezas” y al “Terrible”, pase por el Gobierno Civil y se lleve a Federico García Lorca, lo suba a Víznar, recoja a los que hay en la Colonia (un cortijo habilitado como prisión) para fusilar y los fusile”.

González Villegas acompañó a Fajardo en el histórico traslado de la que serían las últimas horas de Lorca. Había pertenecido a las “escuadras negras” en Granada, señaladas por Caballero como “grupos de incontrolados que cometían toda clase de tropelías a bordo de un coche al que habían colgado una bandera negra con una calavera”. Estos grupos de falangistas sembraron de terror las calles de la ciudad.

La llegada a Víznar: José María Nestares y Martínez Bueso

Nestares era el jefe del frente de Víznar en aquellos días. Su función, desde el 4 de agosto del 36, estaba centrada en “operaciones de contemplación del enemigo que intentaba avanzar por el sector camino de Granada”, lo que le llevó a graves enfrentamientos con el ejército republicano.

Su implicación en el asesinato de Lorca tuvo un alto precio en su carrera, al no permitirle llegar al rango de general, entre otras causas, “por su cercanía con Queipo de Llano”, que nunca entabló buenas relaciones con el dictador.

Nestares narraría con detalle la llegada de Lorca hasta Víznar al investigador Molina Fajardo. “Sobre las once y media o doce de la noche llegó el coche con el poeta. Al mando del grupo que lo llevaba iba el teniente Martínez Fajardo”. Al ser una zona de guerra, Nestares “tuvo que autorizar el paso para el sector de Víznar, una zona de guerra y por tanto con toque de queda”.

Nadie olvidó su implicación en aquel episodio. Ni el propio Franco que lo citó en varias ocasiones para hablar de lo ocurrido. Caballero afirma que también habló en vida del lugar de ejecución y enterramiento del poeta. Sitúa la fosa “en los antiguos campos de instrucción, una vez pasado el puentecillo que hay antes de llegar a Fuente Grande, a mano derecha de la carretera”.

Martínez Bueso era “hombre de máxima confianza de Nestares”. Caballero destaca que “el papel ejecutor de Bueso es indiscutible”. El propio testimonio de Nestares entre 1969 y 1970 destacaría que “se encargó de guiar esa noche a los guardias de asalto que llevaban al poeta García Lorca hasta la Colonia y posteriormente al lugar de enterramiento”. Su relato continúa: “A mí me molestaba atrozmente esto. Lo consideraba una canallada. Y al entregarme el duplicado de la orden, lo rasgué. Llamé a Manolo Martínez Bueso para que guiara, vigilara y presenciara la ejecución”.

Sus descendientes relataron la culpabilidad que sintió Martínez Bueso en vida por su presencia en el asesinato del poeta. Caballero cuenta que se negó incluso a “recibir la pensión de las condecoraciones por no estar de acuerdo con lo que allí vivió”.

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Los vigilantes en el Cortijo de la Colonia: Cuesta Hernández y González Aurioles

El cortijo de la Colonia había sido, durante la Segunda República, lugar de recreo yvacaciones para los niños de la comarca. Desde el inicio del golpe se había establecido como prisión habilitada y zona de refugio de las escuadras de fusilamiento.

Pedro Cuesta fue uno de los vigilantes aquella fatídica noche. Se presentó voluntario a Falange tras el alzamiento militar. “Lorca llegó a la Colonia sobre las diez y media o las once y permaneció solo en una de las habitaciones hasta la llegada de la madrugada, cuando se lo llevaron para ser ejecutado”, señala su testimonio, realizado por Molina Fajardo en los 70.

Eduardo González Aurioles conocía a Lorca de muchos atrás. Incluso la madre del poeta, Vicenta Lorca, intentó aquella noche ponerse en contacto con la madre de Eduardo para saber si podía hacer algo el, aunque ya fuera casi imposible. El testimonio de Pedro Cuesta Hernández recuerda que “Eduardo lloró aquella noche. Pasó una noche malísima, porque me contó que a él lo había salvado García Lorca de que se ahogaran (de pequeños) en una ocasión y lloró pero con mucha pena”.

Ante el pelotón de ejecución: Ajenjo Moreno, Benavides Benavides, Baro Leyva, Jiménez Cascales, Correa Carrasco, Hernández Martín, Ayllón Fernández, Rodríguez García y Hernández Jiménez.

Mariano Ajenjo fue el jefe del pelotón de fusilamiento de García Lorca. Caballero relata que está registrado documentalmente que “el 16 de agosto, fecha de ejecución del poeta, era Ajenjo el jefe de los verdugos”.

Antonio Benavides ha pasado a la historia del asesinato de Lorca por jactarse de haberle pegado dos tiros en la cabeza, cuando se encontraba frente al pelotón. Caballero apunta que este militar presumiría “públicamente de haberle dado un tiro al “cabezón” que fue como apodaron a García Lorca”. En su carrera militar no faltaron escándalos y algunos expedientes de sanción a este “terrible agente del orden”, que tildaron de “mala conducta moral, embriagado con frecuencia siendo elemento juerguista, de vida alegre y jugador”.

El “Salvaorillo”, mote por el que era conocido Salvador Baro Leyva, se sumó a la sublevación estando al mando del capitán Nestares en el frente de Víznar y Alfacar. Caballero destaca que “Baro no fue ascendido en el escalafón como los restantes miembros de la escuadra” junto a los que participó en el sonado asesinato.

Jiménez Cascales fue fichado para el piquete por “su condición de certero tirador”. Las declaraciones sacadas de la investigación de Fajardo recuerdan de este militar que “iba a perder la cabeza y se ponía nervioso por el molino de Don Valentín (zona en la que se encontraban los ejecutores y los presos enterradores)”, mientras gritada “¡esto no es para mí!”. Tras formar parque de aquella escuadra, ascendió a cabo, de la mano de Queipo de Llano.

Fernando Correa suma el quinto miembro de la escuadra, siendo uno de los “militares que vivían en la Colonia”. Los expedientes encontrados relatan que “fue un militar destacado en Víznar alternando su actividad en el frente y en el pelotón de ejecución”.

Antonio Hernández Martín formó parte de la escuadra pero pocos datos han llegado de él hasta nuestros días. Caballero afirma que “son numerosos los testimonios de su paso por la escuadra, entre ellos, el del propio Nestares y Pedro Hernández Cuesta”.

Antonio Ayllón Fernández es exculpado de su participación por Caballero en el pelotón de Lorca, ya que tal y como consta su expediente llegó al “frente de Víznar el día 26 de agosto” no estando allí el día de la ejecución del poeta.

Salvio Rodríguez García es el penúltimo componente en la investigación de Caballero. Miembro de las “escuadras negras” participó “ocasionalmente en las ejecuciones en los primeros días de sublevación”. En su cometido se encontraba el de llevar detenidos a la zona de Víznar y Alfacar para fusilarlos.

Antonio Hernández Jiménez ha sido incorporado recientemente a la lista de ejecutores, ya que por la ley de protección de datos no se podía incluir su biografía, pasados 25 años de su muerte. Caballero apunta su cercanía como “hombre de confianza de Nestares”, ascendiéndolo a cabo tras su participación en el pelotón de Lorca.

Origen: Los diez verdugos de Lorca | Todos los Nombres

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