Los mapas de seda: así se fugaron de los campos de concentración nazis. Noticias de Alma, Corazón, Vida
Brújulas en el reverso de los botones de las chaquetas y mapas reducidos, impresos en seda, salvaron las vidas de muchos prisioneros de guerra aliados
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Los mapas de seda: así se fugaron de los campos de concentración nazis. Noticias de Alma, Corazón, Vida. Brújulas en el reverso de los botones de las chaquetas y mapas reducidos, impresos en seda, salvaron las vidas de muchos prisioneros de guerra aliados
La fórmula es sencilla: un espacio cerrado a cal y canto y un prisionero dispuesto a escapar de allí. ‘Fuga de Alcatraz’, ‘Cadena perpetua’, ‘La gran evasión’, ‘El conde de Montecristo’, la serie ‘Prison Break’… la literatura, la pequeña y la gran pantalla nos han inculcado la fascinación por las fugas imposibles. Admiramos a los autores a los que se les han podido ocurrir tales desenlaces, pero lo cierto es que la realidad puede superar, incluso, las fantasías de los escritores y guionistas con más talento.
En los años 40 la peor guerra de la historia forzó a que los mayores genios tuvieran que aguzar su intelecto. Tal y como demostró el Proyecto Manhattan, la contienda no se ganó solo con soldados, sino con mentes particularmente despiertas… aunque, eso sí, dichas mentes acabaron construyendo el artilugio más destructivo que el ser humano haya conocido nunca.
La siguiente historia es una de esas curiosidades que no abundan en los libros de texto, pero que demuestran la lucidez de ciertos hombres para encontrar soluciones con las que salir de situaciones límite e ir ganando pequeñas batallas.
Clutty para los amigos
Christopher William Clayton Hutton, popularmente conocido como «Clutty’, era un oficial de inteligencia del MI9 fuera de lo común. Más que seguir una carrera bien trazada, Hutton se dejó llevar por sus inquietudes. Periodista y distribuidor cinematográfico, Hutton era además un experto en lo que se refiería a artefactos de magia y escapismo. Entre sus ocupaciones, ejerció como como piloto en la Primera Guerra Mundial. El ingenio mostrado durante su servicio hizo que sus superiores lo describieran como una persona con enormes capacidades para solventar cualquier problema técnico o burocrático que se le presentara.
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¿Sería posible a través de una simple caja de Monopoly, que los presos recibieran un kit completo de escape y supervivencia?
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Sus méritos y su perspicacia llevaron a que el servicio secreto del Reino Unido lo contratara para formar parte del ‘Departamento de Fugas’ y elaborar artilugios y kits que dieran alguna posibilidad de escape a los soldados británicos capturados en territorio enemigo. El primer problema al que se tuvo que enfrentar el oficial fue meramente logístico… ¿Cómo hacer llegar sus aparatos a los soldados?
Envíos con truco
Los diferentes tratados vigentes durante la Segunda Guerra Mundial permitían a los presos recibir paquetes de sus familias. Tales expediciones se realizaban a través de organizaciones humanitarias. Ropa, artículos de higiene e incluso juegos de mesa formaban parte de estos envíos.
Uno de los mayores problemas de ser prisionero era, precisamente, el aburrimiento. Por este motivo, los pequeños entretenimientos estaban permitidos en los campos de concentración. La razón era también práctica, ya que los vigilantes trabajaban menos si no tenían que ocuparse de unos reclusos que podían matar su tiempo concentrados en una partida de ajedrez.
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Se crearon tableros de damas, barajas de cartas y sets de ping-pong que escondían, en lugares imposibles, herramientas fundamentales para la fuga
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La idea parece descabellada. ¿Sería posible, a través de una simple caja de Monopoly, que los soldados recibieran un kit completo de escape y supervivencia saltándose además los férreos controles realizados a los paquetes por las autoridades enemigas? Según Hutton: «Estos regalos voluntarios, diseñados para el confort y el entretenimiento de los prisioneros, están llegando a los campos desde muchas fuentes. No existe ningún motivo por el que no nos podamos esconder tras estas instituciones caritativas».
Junto con su equipo, Hutton empezó a fundar diferentes organizaciones humanitarias falsas, cada una de ellas con su ideología y su eslogan. Aprovechando estas instituciones, Hutton se dirigió al popular fabricante de juegos de mesa Waddingtons para diseñar su particular método.
Se empezarón a crear así tableros de damas, juegos de la escalera, barajas de cartas y sets de ping-pong que escondían, en lugares imposibles, diferentes herramientas fundamentales para la fuga. El popular fabricante de juegos dispuso una habitación secreta en su fábrica donde un selecto grupo de empleados preparaba los juegos. El general McCarthy escribió respecto a los trabajos realizados: “Los tableros parecían iguales a que los que cualquier ciudadano normal podía comprar en unos grandes almacenes”.
De entre todos los inventos suministrados a los presos, los más destacados fueron, sin duda, los detallados mapas diseñados por el oficial del MI9.
Los mapas de la salvación
Es necesario entender aquí los problemas a los que se tenían que enfrentar tanto Hutton como los prisioneros, pues los mapas tenían que ser suficientemente pequeños como para que los oficiales del bando enemigo no los pudieran descubrir. No hay que olvidar que los documentos tenían que ser también muy resistentes para superar las duras condiciones a las que se tenían que enfrentar los soldados en sus fugas, mientras que la información que aparecía en ellos tenía que ser detallada, pues exponía un completo plan de evasión.
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La seda, resistente al agua y a las rasgaduras, permitía imprimir sobre su superficie detalladas líneas con fronteras y otra información vital
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Había que encontrar un material que pudiera cumplir con todos estos requisitos. Tras diferentes pruebas fallidas con distintos tipos de papel, los mapas se acababan destruyendo fácilmente o no se conseguía plasmar en ellos el detalle y la resolución necesarios.
Sin desistir en su empeño, Hutton encontró, finalmente, el componente que estaba buscando: la seda. Este tejido, resistente al agua y a las rasgaduras, permitía imprimir sobre su superficie detalladas líneas con fronteras, datos escritos y otra información vital.
El desarrollo de estos mapas no se quedó ahí. Hutton se adelantó a la posible carestía de seda, destinada mayormente a la fabricación de paracaídas, que el ejercito británico podía sufrir durante la guerra. Un tipo de papel elaborado a partir de la pulpa de las hojas de morera vino a solucionar este posible obstáculo. El papel era tan delgado que permitía ver a través de él, pero mostraba sobre su superficie mapas especialmente minuciosos, impresos en siete colores, que podían sumergirse en el agua, arrugarse y plegarse sin perder la valiosa información que escondían.
Minúsculos ingenios de guerra
Muchos soldados que entraban en batalla, sobre todo pilotos, comenzaron a llevar diferentes kits fabricados por Hutton. Escondidos en una pequeña cavidad de los tacones de sus botas, se guardaban los mapas de seda, así como diminutas brújulas. Un pequeño cuchillo podía ocultarse también en el dobladillo de los pantalones, mientras que un útil alambre se camuflaba entretejido con los cordones.
Entre los prisioneros de los campos existían comités de fuga, constituidos por los escasos soldados a los que Hutton había instruido previamente en caso de ser capturados, y que conocían también las técnicas para comunicarse en clave.
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Gracias a los inventos de Hutton más de 750 fugas se desarrollaron con éxito
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Los trucos de Hutton fueron evolucionando. Los mapas podían encubrirse en los discos de música que los soldados recibían desde las instituciones humanitarias. Bastaba romper los discos y dentro se podía hallar el reducido documento.
Las brújulas, fabricadas por Blunt Brothers, eran tan pequeñas que se podían disimular en el reverso del botón de una chaqueta. Cuando el enemigo comenzó a descubrir estas artimañas se empezaron a enviar hojas de afeitar donde la G de Gillette indicaba siempre el norte cuando la cuchilla era sostenida por un hilo.
A través de las organizaciones humanitarias se mandaron sábanas con patrones dibujados con tinta invisible. Tales patrones se revelaban cuando las sábanas eran mojadas con agua, permitiendo a los fugitivos unir las piezas para elaborar indumentaria civil una vez fuera de la prisión.
Los miembros de las fuerzas aéreas disponían de pequeños kits condensados en una reducida caja de cigarrillos que ocultaba un pequeño suministro de alimentos, divisas, cuchillas de afeitar y pastillas purificadoras del agua. A partir de 1941 todos los pilotos británicos disponían de una de estas cajas.
Hoy en día es difícil encontrar los artilugios creados por Hutton. Muchos de los soldados que se sirvieron de ellos para salvar sus vidas los guardan con celo, como preciados souvenirs. Se cree que gracias a ellos más de 750 fugas se desarrollaron con éxito.
Los pocos inventos de Hutton que se pueden encontrar en las tiendas de coleccionistas cuestan cifras desorbitadas. A fin de cuentas, ¿quién no querría tener un diminuto trozo de historia con un valor tan concentrado como el de un diamante?
Autor: GONZALO DE DIEGO RAMOS