Los misterios de la única pirámide de España: abandonada, franquista, llena de cadáveres… y declarada BIC
El monumento, ideado para albergar los restos de 400 voluntarios italianos que combatieron en la campaña de Santander, ya es Bien de Interés Cultural
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El proceso se inició el 21 de febrero de 2023 y ha tocado a su fin en estos días. La conocida como Pirámide de los Italianos, o Pirámide del Puerto del Escudo, ha sido declarada Bien de Interés Cultural en categoría de Monumento; un tecnicismo que la blinda ante las posibles arremetidas propiciadas por la Memoria Democrática. No en vano, esta mole de veinte metros de altura y una gigantesca ‘M’ en la entrada vio peligrar su futuro hace un año cuando, a petición del senador de Compromís, Carles Mulet, el Gobierno la incluyó en el listado de símbolos y elementos contrarios a la mencionada ley.
Hoy respira tranquila, aunque todavía faltan muchos meses para que reluzca llena de esplendor. El monumento, o lo que queda de él, corta el horizonte de Burgos. Su ubicación exacta se escapa para la mayoría de los españoles: entre el Valle de Valdebezana y Cantabria. Pero allí permanece, desde hace más de ocho décadas. Fue alumbrada durante la Guerra Civil para servir de mausoleo a los legionarios enviados por Benito Mussolini a combatir en favor del bando sublevado. Y poco queda hoy de su majestuosidad. Hueca de vida y de muerte, pues no quedan ya restos de soldados en su seno, permanece abandonada y rodeada de misterios históricos.
Alberto de Frutos, coautor del superventas ‘30 paisajes de la Guerra Civil‘ (Larousse), ha recibido la nueva de forma positiva. «Me parece una gran noticia. La Pirámide de los Italianos tenía y tiene interés y valor histórico suficientes para acogerse a esa figura de protección, sin entrar en sus rasgos estéticos o arquitectónicos, que, en este caso, me parecen secundarios, por interesantes que sean», explica a ABC. El experto es tajante: «Demoler, borrar, olvidar son verbos que no deberían ir con ningún historiador que se precie. Hay que conservar el pasado y contextualizarlo, y eso vale para cualquier símbolo franquista, por supuesto».
Ofensiva hacia el Escudo
Pero vayamos por partes. El origen del monumento hay que buscarlo en los combates por Santander en agosto de 1937. A comienzos de mes, el bando sublevado orquestó una ofensiva a lo largo de la costa cántabra, en dirección a una Santander anémica de defensores. Según explica Michael Alpert en ‘La Guerra Civil en el aire’, entre las tropas franquistas se hallaban los italianos del Corpo di Truppe Volontaire del ‘Duce’. «Mussolini había repatriado a 5.000 soldados, dejando a los voluntarios más aptos para que lucharan codo con codo con las brigadas navarras, así como una brigada mixta, llamada Frecce Nere, formada por tropas italianas y españolas», esgrime el historiador anglosajón.
«Estos voluntarios tuvieron una participación muy destacada. Guadalajara, en marzo, les había enseñado que la guerra de España no iba a ser un paseo militar y sus mandos necesitaban probar (y probarse) que mantenían la iniciativa. Dentro de las fuerzas reunidas por el general Dávila, los italianos fueron desplegados al sur del puerto del Escudo: tres divisiones –Fiamme Nera, Littorio y XXIII de Marzo– y el Gruppo Banderas IX Maggio. Fueron los aparatos italianos, apoyados por la Legión Cóndor, los que iniciaron la operación con un bombardeo el 14 de agosto», explica De Frutos a Abc.
En sus palabras, muy pronto los fascistas se fueron apoderando de diversos pueblos en su camino hacia el puerto del Escudo, con las columnas de la división Fiamme Nera a la vanguardia. Tras tomar la cima del puerto el 15 de agosto, siguieron avanzando por los valles del Pas, Besaya, Carriedo y Cabuérniga hacia Torrelavega.
Entre las zonas en las que más sangre se vertió se encuentra el puerto del Escudo. Durante tres días con sus tres noches, cientos de soldados fallecieron en sus cercanías por la férrea defensa del teniente coronel Sanjuán; y también cayeron otros tantos aeroplanos de la fuerza aérea gubernamental. Lo que se vivió allí no fue moco de pavo, vaya. Los combates se extendieron hasta el 17 de agosto, cuando la División XXIII de Marzo, formada por italianos, forzó el paso y tomó la posición. Así lo afirma, al menos, Ramón Tamames en uno de sus muchos libros sobre el conflicto. Aquel movimiento supuso la desintegración virtual de los enemigos.
En apenas doce días, los hombres de la División Littorio y las tropas de la IV Brigada Navarra ya se habían plantado en Santander, donde hicieron muchos prisioneros.
Pirámide franquista
Según narra José Miguel Muñoz en su dossier ‘La Pirámide de los Italianos en el Puerto de El Escudo: documentación de su proceso constructivo‘, durante aquellos días los oficiales italianos organizaron «pequeños y numerosos cementerios provisionales» bajo la dirección del capellán Pietro di Varzi. Hubo enterramientos de urgencia en Corconte, el paso de El Escudo, Quintanatello, Villacarriedo, Santaelices, Soncillo, Forua, Baquio y Zumaya. Todas ellas, zonas colindantes. En palabras de este experto, fue un año después cuando el excombatiente dálmata Attilio Radic escribió una carta a Milán en la que pedía erigir un grandioso «monumento-osario para la exaltación de los caídos en España».
«La pirámide se proyectó en el valle de Valdebezana (Burgos), fronterizo con Cantabria, y se inauguró al término de la guerra para albergar los restos de cerca de cuatrocientos miembros del Corpo Truppe Volontaire. Se hizo junto al puerto del Escudo para glorificar a los caídos italianos en la campaña, en línea con otros monumentos similares que, en el norte de Italia, homenajeaban a los caídos en la Primera Guerra Mundial. No lejos de allí, por cierto, en el término burgalés de Cilleruelo de Bricia, se encuentra otro monumento muy significativo, dedicado a la columna Sagardía, que evoca la misma ofensiva y la actuación en ella de la 62.ª División del general Antonio Sagardía Ramos», desvela a ABC De Frutos.
Mucho se ha especulado sobre el año exacto en el que se levantó la pirámide. Muñoz, a golpe de documentación, esgrime que el 26 de septiembre de 1938 ya estaba aprobado el proyecto, pero que hubo un claro retraso de varios meses. El 20 de mayo de 1939, una documento oficial italiano confirmó que la compañía ‘Artieri genio’ había recibido la entrega del monumento, aunque incompleto. «Esta compañía quedó entonces encargada de continuar las obras, por lo que el capitán rogó que se le enviaran 4.890 lápidas y una estatua de mármol de la Victoria con el Escudo», añade. No tuvo suerte. Apenas llegaron 360 pequeños nichos para el columbario interior. Y la escultura no fue colocada jamás.
Ese mismo año, ABC informó de que el Conde Ciano, el ministro de Negocios Extranjeros, visitó España para inaugurar la pirámide: «Llegado al Puerto de El Escudo, donde se eleva el mausoleo a los legionarios caídos, que es de piedra y semeja una gran pirámide con una ‘M’ monumental en la entrada, el insigne visitante, después de recorrer el monumento funerario, siguió su viaje a Corconte». Por entonces todavía no había comenzado el traslado masivo de restos. Hubo que esperar dos años más para que unos 400 oficiales fueran inhumados allí. El resto, cientos, fueron enterrados en los alrededores, bajo cruces que hoy han desaparecido.
El regreso
Los enigmas rondan, desde entonces, alrededor de la ‘Pirámide de los Italianos’ Narra el mito que la colosal ‘M’ de la entrada hace referencia a Mussolini; también, que se refiere a ‘Monumentum’. Se desconoce. Lo que está claro es que, poco a poco, los restos de los soldados fueron repatriados. «Los cadáveres estuvieron ahí hasta 1975. Luego fueron repatriados a su país de origen o a la torre-osario de la iglesia de San Antonio de Padua, en Zaragoza», desvela De Frutos. Eso provocó que el gobierno del otro lado del Mediterráneo se olvidara de la construcción y esta cayera en desgracia.
«Hasta entonces, la pirámide era propiedad del Estado italiano. Durante muchos años, entre 1946 y 1975, estuvo a su cuidado un vecino de la zona, Félix López Hernando, natural de Venta Nueva pero afincado en el Escudo, a quien el consulado de Italia en Santander le contrató con un sueldo de quinientas pesetas y seguridad social para vigilar el santuario, mostrárselo a las visitas y cumplimentar al embajador de Italia, que visitaba el lugar cada dos años. Félix era un chaval cuando fue testigo del avance de las tropas franquistas y, en un bombardeo, los italianos destrozaron la casa familiar y les mataron a un cerdo. De algún modo, aquel trabajo sirvió para compensar esas pérdidas…», explica el autor español.
Controversia
Hoy, tras una larga batalla legal, el monumento ha sido declarado Bien de Interés Cultural. Aunque no lo dudamos ni un poco: la decisión traerá controversia. «La Pirámide de los Italianos es un libro abierto sobre la ayuda de Mussolini a Franco y sobre la lucha del Corpo Truppe Volontarie (una fuerza en la que no todos los combatientes eran voluntarios, ojo) en la Guerra Civil española. En este sentido, coincido con otros historiadores que han reclamado la musealización de este espacio. Es lo propio. Y, naturalmente, que esa tarea la lleven a cabo profesionales y que los políticos no metan las narices en ella», explica De Frutos.
El experto subraya que hay que ser muy cuidadoso con la aplicación de la Ley de Memoria Democrática cuando habla de retirar los «símbolos y elementos contrarios a la memoria democrática». «A estas alturas, deberíamos tener la madurez suficiente para enfrentarnos al pasado, nos guste o no, y para analizarlo tal como fue. ¿Que una minoría aprovechará esos símbolos para reforzar su credo fascista? Seguro, pero la inmensa mayoría reconoceremos los hechos, y eso, en una época en la que tantos jóvenes no tienen la más mínima noción de lo que pasó antes de ayer, es fundamental. Ojalá, pues, todas las administraciones velen por este patrimonio y los historiadores trabajen libremente para aportarnos las claves de todos y cada uno de estos elementos», sentencia.
De Frutos, en definitiva, lo tiene claro: «La batalla de Santander tuvo lugar y el mausoleo se construyó. Ahora lo que toca –lo que debería tocar– es explicarlo ‘in situ’ y mantener viva esa memoria, no para ‘celebrar el triunfo de unos asesinos’, como ha apuntado la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, sino para recordar a las víctimas».