Los nazis que estuvieron cuatro meses cazando osos polares sin enterarse que habían perdido la guerra
Una vez falleció Hitler se cortaron las comunicaciones pero siguieron trabajando hasta que un barco noruego los rescató del Océano Glacial Ártico.
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Miles de alemanes se vieron obligados a sufrir temperaturas gélidas en la fría Rusia. Muchos soldados fallecieron, no por arma de guerra, que también, sino por las epidemias y la hipotermia que les acarreó el frío. Todavía más al norte, en Svalbard, un pequeño grupo de nazis fueron partícipes de uno de los acontecimientos más surrealistas de la caída del Tercer Reich: Alemania capituló en abril de 1945 y la unidad nazi asentada en el océano Glacial Ártico lo hizo cuatro meses más tarde.
El archipiélago, donde las temperaturas pueden descender hasta los -40 grados, era un punto geoestratégico clave para conocer la meteorología europea —una tormenta inesperada o unas lluvias podían decantar una batalla—. Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial Hitler había ordenado expandirse por el norte antes de comenzar su ofensiva hacia Francia. De esta manera, tras ocupar el archipiélago norteño, propiedad de Noruega desde 1920, el führer envió una campaña encabezada por el teniente Wilhelm Dege con el propósito de que enviaran informes periódicamente acerca de los cambios de temperatura que pudieran afectar a las tropas germanas. De la mano de este geógrafo que además conocía el idioma noruego se dio inicio a la Operación Haudegen.
Estos informes eran enviados a la cúpula nazi a través de un transmisor inalámbrico. Así, el grupo convivió aislado del resto del mundo durante un año. «Llevaban víveres para tres años y los instrumentos necesarios para llevar a cabo su labor científica, así como el armamento necesario para poder defenderse en caso de ataque aliado: seis ametralladoras, doce fusiles, diecinueve pistolas y trescientas granadas» escribe el historiador y periodista Jesús Hernández, autor de Pequeñas grandes historias de la Segunda Guerra Mundial (Planeta).
Por lo general, la estancia del grupo fue pacífica ya que ningún aliado tenía interés específico por aquellos lares. Cuando se aburrían de la monótona tarea climatológica, cazaban y pescaban para mantenerse ocupados durante el día. Es más, jamás se olvidaban de salir acompañados de unos rifles especiales para defenderse de los osos polares del área, quienes atacaron en más de una ocasión el campamento nazi.
Rescatados por noruegos
Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 cuando los soviéticos tenían prácticamente tomada la ciudad de Berlín. Una semana después, el ejército alemán se rendía y se dio inicio a la capitulación. Pero había un grupo, del que no muchos tenían conocimiento, que seguían trabajando desde su base a escasos kilómetros del Polo Norte. Desde Tromsø fueron notificados de la noticia pero nadie fue a buscarles; las transmisiones de radio cesaron y no supieron nada más del continente.
No sería hasta el mes de septiembre cuando Dege y su equipo fueron rescatados de Svalbard. Fue un barco noruego que se dedicaba a la caza de focas el que arribó al archipiélago y subió a bordo a los nazis —mientras tanto habían destruido los explosivos que almacenaban y escondidos los informes meteorológicos—. «El barco en el que viajaban llegó hasta nuestro enclave con alguna dificultad, pues no en vano había ido a parar a un territorio situado al borde de las posibilidades de la raza humana«, comentó Dege. El procedimiento para la rendición era desconocido tanto por la tripulación como por parte de la campaña alemana, quienes no eran soldados. El alemán entregó su pistola como acto de capitulación y de esta forma culminó la capitulación total de los nazis en septiembre de 1945.
En resumen, tras aquella surrealista rendición con banquete incluido, pues los alemanes compartieron las abundantes comidas que aún les quedaban con sus salvadores, regresaron a Alemania a adaptarse a una nueva vida lejos de la dictadura que Hitler había instaurado y, más importante, lejos de la guerra que tanto sufrimiento había traído a la gente.
Wilhelm Dege retornó a su vida normal como civil. Pero no quiso olvidar el tiempo pasado con su equipo de soldados y mantuvieron el contacto durante años. Se veían al menos una vez al año pese a que la Guerra Fría volvió a dificultar la comunicación entre todos.