23 noviembre, 2024

Los olvidados españoles que acabaron en el Gulag

Prisioneros del Gulag cerca del Báltico en la década de los años treinta. Laski Diffusion / Getty Images
Prisioneros del Gulag cerca del Báltico en la década de los años treinta. Laski Diffusion / Getty Images

Pilotos, marineros, desertores de la División Azul, divisionarios capturados en la Segunda Guerra Mundial… La URSS los recluiría durante años en sus terribles campos de trabajo

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Al finalizar la Guerra Civil, había en la Unión Soviética 2.982 “niños de la guerra” (evacuados durante el conflicto) y 130 educadores, a los que se unieron tiempo después 891 exiliados. Sin embargo, resulta menos conocida la presencia de 192 alumnos-piloto, que habían llegado al país de Stalin para realizar un curso de pilotaje, y un número equivalente de marineros, cuyos barcos fueron incautados por los rusos.

En fechas posteriores el balance aumentaría con 75 “desertores planificados” (alistados en la franquista División Azul con la intención de pasarse a las filas soviéticas) y 44 “berlineses” (provenientes de la capital alemana). En total había 4.506 republicanos españoles.

La situación de los grupos presentaba diferencias notorias. Los exiliados aspiraban a establecerse en el país, y los niños perdieron la capacidad de decidir cuando les concedieron la ciudadanía soviética, pero la posición de cursillistas y marineros era más compleja. En un principio se les dieron dos opciones: mantenerse en Rusia o regresar a España. También se aludió a una tercera: reemigrar a un tercer país.

La mayoría de pilotos y marineros aceptó la invitación de permanecer en Rusia, aunque un grupo significativo de marinos decidió repatriarse a través de Turquía. Ningún piloto se decantó en un principio por la repatriación: temían represalias a su retorno (como parte de un colectivo tradicionalmente de izquierdas) o bien no se atrevieron a exigir la vuelta a la España franquista en un entorno políticamente hostil.

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Prisioneros de Stalin

Los problemas afectarían sobre todo a los pilotos y marinos que no quisieron regresar a España ni permanecer en la Unión Soviética. Los dirigentes rusos exploraron la posibilidad de encontrar un país de acogida (Francia o México), pero esta salida se frustró, tanto por las reticencias de los países sondeados como por la desidia interesada de los soviéticos.

Las autoridades, con el apoyo de los responsables del Partido Comunista de España (PCE), entendían que un republicano quisiera regresar a España, pero relegar a la URSS en beneficio de México o Francia constituía una “desviación” intolerable. Como primera medida, los pilotos y marineros desafectos fueron separados del resto, y mientras los primeros pasaron por diferentes casas de reposo (Kirovabad, Planiernaya, Mónino), los últimos fueron agrupados en un hotel de Odesa.

Cartel soviético de apoyo a la Segunda República.

Cartel soviético de apoyo a la Segunda República.

Dominio público

Cuando unos y otros se percataron de que las dificultades para salir de la URSS se multiplicaban, se pusieron en contacto con varias embajadas europeas y americanas en Moscú con el fin de obtener permisos y visados. Algunos intentaron la repatriación con la ayuda de la embajada nazi en la capital rusa.

Debido al pacto germano-soviético, las relaciones entre ambos países estaban normalizadas, y la legación hitleriana en Moscú informó a Madrid de que 27 españoles estaban dispuestos para regresar. La respuesta del gobierno franquista fue tajante: “No procede la repatriación de los mismos”.

Enojados por la acción de los republicanos, los soviéticos cambiaron de actitud y en enero de 1940 lanzaron una primera advertencia. En Odesa fueron detenidos seis marineros, acusados de planear la huida; en Mónino, ocho pilotos, señalados como espías. Unos y otros recorrieron cárceles y campos de trabajo y varios murieron en una peripecia atravesada de calamidades. Fueron los 14 pioneros españoles del Gulag.

Los demás marinos y aviadores vivieron confortablemente entre abril de 1939 y junio de 1941. “Luego nos tocaría trabajar como negros en los campos de Siberia, pero hasta junio de 1941, los que nos habíamos mantenido firmes vivimos sin dar golpe a costa del Estado soviético”, declaró el cursillista Aliaga a su regreso a España.

Museo del Gulag en Moscú.

Museo del Gulag en Moscú.

Dominio público

Pero la invasión de Rusia por parte de los nazis los condenó al Gulag. A partir del 22 de junio, todo extranjero era un enemigo potencial. El 27 fueron detenidos en Odesa 45 marinos; un día después, 25 pilotos y un maestro (Juan Bote García) en Tolstopaltsevo, en las afueras de Moscú. Estuvieron 13 o 15 años, según los casos, en los campos sin juicio ni condena. Un secuestro en toda regla.

Días después del arresto, iniciaron la ruta de la deportación en trenes Stolypin en condiciones deplorables. Los marineros fueron llevados a Moscú, luego recorrieron las cárceles y campos de Gorki, Petropavlovsk, Novosibirsk, Krasnoiarsk, y más tarde fueron conducidos por el río Yeniséi a trabajar en una carretera que abrochaba las ciudades de Norilsk y Dudinka, en el Círculo Polar Ártico. Ocho marinos sucumbieron en menos de dos meses.

Los campos de trabajo funcionaban según una lógica utilitaria: los hombres eran transformados en unidades de trabajo

También los pilotos conocieron las cárceles siberianas de Novosibirsk y Krasnoiarsk, pero el frío soviético les perdonó la vida: no pudieron ser trasladados al Círculo Polar porque se heló el Yeniséi. Aun así, hasta entonces no habían tenido que trabajar. Habían llegado, como antes los marinos, al Gulag.

Los campos de trabajo funcionaban según una lógica utilitaria: los hombres eran transformados en unidades de trabajo. El Gulag procuraba mano de obra esclava y, por tanto, un aumento de la producción. Los horarios fluctuaron entre las catorce horas durante la guerra y las ocho desde finales de los cuarenta. Los domingos se descansaba: misa, teatro, bailes (en los campos mixtos) y sobre todo fútbol.

El pan era la medida del Gulag: 100 gramos para los castigados, 300 para los enfermos, 600 para quienes cumplían el cupo y 900 para los estajanovistas, que perseguían un rendimiento superior. La sopa de todos los días, un terrón de azúcar y arenques completaban la dieta alimenticia. Otros suplementos fuera de carta: raíces, pájaros y sus huevos, gusanos…

Kitchen in the Vorkuta Gulag (Vorkutlag), one of the major Soviet labor camps, Russia, Komi Republic, 1945. (Photo by Laski Diffusion/Getty Images)

Cocina en el gulag Vorkuta. (Photo by Laski Diffusion/Getty Images)

Getty

A partir de 1947 se regularizó una paga de entre 150 y 200 rublos y la recepción de paquetes de la Cruz Roja y la Iglesia evangélica alemana. Pero la muerte en el Gulag acechaba siempre. Pese a todo, gracias principalmente a su juventud, la tasa de mortalidad de los 185 españoles del Gulag (estimaciones más permisivas los sitúan cerca de 300) se mantuvo en torno al 14,6%, baja en comparación con la de los prisioneros rusos y de otras nacionalidades. Los españoles fallecidos tenían derecho a que les ataran una tablilla con su nombre a uno de los pies; luego, a la fosa común.

Kok-Usek. Este último fue el campo por excelencia de los españoles, un establecimiento represivo de nivel intermedio

En 1942, los marinos supervivientes del Círculo Polar y los alumnos-piloto de Krasnoiarsk fueron reunidos en Kazajistán, en los alrededores de Karagandá, un paisaje estepario. En territorio kazajo estuvieron seis años y conocieron los campos de Karabas (dominado por los urkas, bandidos profesionales), Spassk y sobre todo Kok-Usek. Este último fue el campo por excelencia de los españoles.

Era un establecimiento represivo de nivel intermedio, a medio camino entre los insoportables campos polares y los más benignos de la Rusia europea. Durante los cinco años en que albergó a los republicanos se produjeron noticias esperanzadoras (diez españoles fueron padres) y terribles (nueve perdieron la vida, incluida Petra Díaz, esposa de uno de los marineros).

Desde 1941 estaban llegando al Gulag otros grupos de españoles. La intervención de la División Azul en auxilio de los nazis no solo llevó a los campos a prisioneros de esa unidad, sino también a un colectivo que no participaba del entusiasmo franco-falangista: los “desertores planificados”.

Eran comunistas represaliados por el régimen tras la Guerra Civil que aprovecharon el enganche en la División Azul para proseguir el combate contra los nazis mediante la deserción al llegar a territorio soviético. Lo consiguieron 75. El premio a su fidelidad ideológica fueron los campos de trabajo hasta 1949, aunque se les trató con corrección.

Y el 15 de mayo de 1945, en la embajada española en Berlín, fueron detenidos por los rusos otros 44 republicanos. Conducidos a la Unión Soviética, hasta 1948 los mantuvieron en el Gulag. La explicación: había entre ellos un agente franquista, y se imponía desenmascararlo antes de liberar el grupo.

Duro camino a la libertad

En los ambientes del exilio en Francia y América se desconocía la presencia de republicanos en el Gulag. Pero en otoño de 1946 llegó a París, procedente de los campos, Francisque Bornet. Este ingeniero francés explicó que en Kazajistán se hallaban internados casi un centenar de republicanos españoles. La noticia causó un impacto formidable entre los expatriados, que entre 1947 y 1948 llevaron a cabo una serie de acciones a favor de la liberación de los cautivos, la “campaña de Karagandá”.

La iniciativa correspondió a la Federación Española de Deportados e Internados Políticos, que controlaban los anarquistas, y fue secundada por los socialistas y los republicanos. Pero la campaña renovó las rencillas y divisiones entre los exiliados, y los comunistas se desligaron de ella. Estos se opusieron a la medida tanto a través de su prensa afín como en la Diputación Permanente de las Cortes republicanas, donde su representante estigmatizó a los prisioneros como falangistas embozados.

El museo Perm-36 está en el único Gulag que conserva los edificios originales. Recibe unos 40.000 visitantes al año

El museo Perm-36, en Perm, es el único Gulag que conserva los edificios originales.

Propias

Tal vez como consecuencia de la “campaña de Karagandá”, los soviéticos evaluaron la posibilidad de liberar a los republicanos y permitirles la salida del país. De hecho, 88 españoles (24 pilotos, 34 marinos, el maestro Bote y 29 “berlineses”) fueron conducidos en mayo de 1948 desde Kok-Usek hasta Odesa.

Los republicanos estaban convencidos de que era el camino a la libertad. Sin embargo, en la ciudad portuaria se encontraron con una emboscada: las autoridades les concedían el derecho a vivir libremente, pero solo a cambio de que permanecieran “de manera voluntaria” en la URSS.

A comienzos de los años cincuenta, la existencia de los campos se situó en el ojo del huracán: se habían convertido en deficitarios

Los soviéticos les presentaron un documento que decía: “Por considerar a la URSS a la vanguardia de la paz y del trabajo, la primera enemiga del franquismo, reinante en España desde 1936, y por no aceptar la posición desviacionista de pilotos y marinos, pido se me conceda la libertad de incorporarme al trabajo, comprometiéndome a luchar siempre por la paz y la democracia soviética”. Del colectivo, 47 firmaron el documento y otros 41 se negaron.

El episodio fue jaleado por la prensa rusa y los medios prosoviéticos de Francia, donde se había desarrollado la campaña. Existe información contrastada para colegir que, esta vez, quienes se opusieron a su libertad no fueron los soviéticos, sino los dirigentes del PCE en Rusia: temían que, ya libres, los internados revelaran en Francia y América lo que sucedía en la URSS y que impugnaran la posición central del PCE en el exilio.

Stalin interviene por vía radiofónica el 7 de julio de 1941

Stalin en 1941

Terceros

Los que no firmaron en Odesa reiniciaron su periplo concentracionario en la Rusia europea, campos de Cherepovéts y Borovichí. En este último se afirmaron las relaciones entre antiguos republicanos y prisioneros de la División Azul, probablemente unidos por la nostalgia y el anticomunismo. Un segundo acontecimiento fue la huelga de hambre de los españoles en 1951, promovida y secundada sobre todo por los republicanos.

A comienzos de los años cincuenta, la existencia de los campos se situó en el ojo del huracán: se habían convertido en deficitarios. La muerte de Stalin en 1953 significó el principio del fin, y Lavrenti Beria, que había sido su número dos y responsable del entramado policial soviético, propuso eliminar el sistema de trabajo forzado. Fue la muerte del tirano lo que posibilitó la libertad de los españoles. Ante la ausencia de relaciones diplomáticas entre España y la URSS, los rusos decidieron que se hiciera cargo de la repatriación (aunque fue costeada por el franquismo) la Cruz Roja francesa.

El 2 de abril de 1954, a las 17.35 horas, atracó en el puerto de Barcelona el buque griego Semíramis. Era la primera repatriación. Entre los 286 españoles a bordo había 38 republicanos: 12 pilotos, 19 marinos, 3 “berlineses” y 4 “niños de la guerra”. Según fuentes periodísticas de aquella época, un millón de barceloneses y españoles venidos de toda España recibieron y aclamaron a los cautivos.

BARCELONA, LLEGADA DE LOS REPATRIADOS DE RUSIA A BORDO DEL

Llegada a España de los repatriados de Rusia a bordo del Semíramis.

Colaboradores

Los antiguos republicanos –anticomunistas y que “regresaban a la Patria de todos”– fueron utilizados por el franquismo como símbolo de reconciliación. “El Gobierno no establece diferencia alguna entre los miembros de la División Azul y los demás españoles que con ellos vuelven”, declaró el ministro del Ejército, Agustín Muñoz Grandes (primer jefe de la División, por cierto), a la revista alemana Der Spiegel.

Aquellos republicanos habían salido de España escuchando el Himno de Riego y regresaban a ella entre cánticos del Cara al sol. El resto de los supervivientes del Gulag retornaron en las repatriaciones masivas de españoles durante la segunda mitad de los años cincuenta. Unos y otros se adaptaron a la España de Franco. Tal vez su único propósito era olvidarse de casi todo y escanciar la vida después de tantos años entre alambradas.

Origen: Los olvidados españoles que acabaron en el Gulag

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