22 noviembre, 2024

Los restos del sueño de Carlos III en Galapagar: el canal gigantesco que iba a unir Madrid con el Atlántico

Retrato de Carlos III realizado en 1765 por Anton Raphael Mengs, sobre una imagen del presa de Gasco - Vídeo: Así era el recorrido del gigantesco canal que pretendía unir Madrid con el océano atlántico
Retrato de Carlos III realizado en 1765 por Anton Raphael Mengs, sobre una imagen del presa de Gasco – Vídeo: Así era el recorrido del gigantesco canal que pretendía unir Madrid con el océano atlántico

Algunos lo consideraron un proyecto visionario y otros, una locura. Más de 770 kilómetros de cauce por el que los barcos atravesarían la península, del que todavía existen hoy, escondidos en el bosque, los restos de la gigantesca presa de Gasco, que «iba a ser la más alta de Europa en su tiempo»

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«Si en algún momento llega a realizarse el canal de Guadarrama, fijará una de las épocas más memorables de la felicidad de la nación», podía leerse en 1818, en una amplio reportaje publicado por el «Semanario de Obras Inéditas». Habían pasado ya veinte años de aquella gigantesca tormenta que echó por tierra, nunca mejor dicho, el sueño de Carlos III y Fernando VI de modernizar la comunicaciones en España, de situarla a la altura de otras potencias europeas, y la prensa aún lamentaba que no se hubiera llevado a cabo con éxito uno de los proyectos más visionarios –o lunáticos, dependiendo de quien lo mire– de la historia de España.

Hablamos de un canal navegable con más de 771 kilómetros de recorrido que iba a unir Madrid con el océano Atlántico en la segunda mitad del siglo XVIII, mucho antes de que el ferrocarril llegara a la península ibérica.

En principio parecía una idea descabellada, pero el proyecto no solo existió sobre el papel, sino que empezó a construirse hasta su repentino abandono en medio de las obras. Todavía hoy se puede caminar por los primeros 27 kilómetros de su cauce y observar los restos de la inacabada, y en parte derruida, presa de El Gasco, esa mole de piedra cuyo objetivo era detener el curso natural del Guadarrama para aportar al río Manzanares el agua que necesitaba para ser navegable desde el puente de Toledo.

Se encuentra prácticamente escondida en medio del bosque, en el vértice que une los municipios madrileños de Las Rozas, Torrelodones y Galapagar. Un proyecto ambicioso que nació durante el reinado de Fernando VI y continuó, cuando este murió sin descendencia en 1759, con su hermano Carlos III. «La presa, en su tiempo, iba a ser la más alta de Europa, con 93 metros de altitud», subrayaba hace una semana en la web de «Idealista» Isabel Ramírez, presidenta de la Sociedad Caminera del Real Manzanares, una asociación que lleva desde 2012 peleando con las administraciones para que protejan el conjunto.

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Una España atrasada

Cuando se puso en marcha este proyecto a mediados del siglo XVIII, en pleno Siglo de las Luces, España era todavía un país ligeramente atrasado con respecto a sus vecinos europeos. Entre los proyectos que Fernando VI puso sobre la mesa para impulsarla, se encontraba el de la mejora de la red de transportes nacional, especialmente, el del transporte fluvial en el interior del país. Esto se basaba en la creencia de que las vías terrestres eran muy lentas, podían transportar menor cantidad de mercancías y eran más peligrosas por los continuos asaltos de los bandoleros.

Presa de El Gasco – GUILLERMO NAVARRO

En este sentido, la obra principal fue el canal de Castilla, para cuyo diseño el Rey de España pidió ayuda a un joven ingeniero militar experimentado en hidráulica procedente de Francia. Su nombre era Carlos Lemaur, que adquirió un gran prestigio en nuestro país con este y otros trabajos realizados durante los siguientes años, como el paso de Despeñaperros. Por ese motivo fue llamado por Francisco de Cabarrús, director del Banco de San Carlos y también hombre de canales, para trabajar en la ambiciosa idea de prolongar el canal del Guadalquivir hasta Madrid, la mencionada locura de 771 kilómetros.

El banco financió las obras y Lemaur se puso manos a la obra topografiando terrenos y dibujando metros y metros de planos hasta localizar el mejor punto de partida, el mejor emplazamiento para comenzar los trabajos: el río de Guadarrama. El sitio elegido fue el estrecho de El Gasco, un tramo del río entre los pueblos de Galapagar y Torrelodones. Sin embargo, durante la madrugada del 25 de noviembre de 1785, tan solo dos días antes de la fecha de entrega, el ingeniero galo apareció muerto en extrañas circunstancias en el número 12 de la calle de Silva (Madrid).

¿Suicidio?

Aunque nunca fue confirmado, todo parece indicar que Lemaur se suicidó. Una teoría respaldada por el hecho de que no fue enterrado con los honores militares que le habrían correspondido. Aún así, sus cuatro hijos (Carlos, Manuel, Félix y Francisco) sacaron adelante la idea y construyeron el muro de la presa de El Gasco, uno de los más recios de la época, de 54 metros de altura, 31 de ancho y 160 de largo. Un espectacular trabajo realizado con muros transversales de mampostería, asentados con mortero y rellenados con piedra y materiales sueltos.

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«Desde el comienzo de las obras hubo muchos problemas políticos, de financiación, con la mano de obra, fallos de cálculo y constructivos […]. La visión global del proyecto fue obra del padre, pero fueron los hijos de Lemaur quienes, al parecer, cometieron errores en la construcción de la presa», subraya Ramírez. Algo que quedó de manifiesto cuando, tras diez años de trabajos, una fuerte tormenta caída durante la noche del 14 de mayo de 1799 provocaba el derrumbe de parte del paramento de la presa. Se ponía así punto y final al gigantesco proyecto con el que Carlos III quería haber escrito su página de oro en la historia de la arquitectura española.

Durante los años siguientes, y hasta bien entrado el siglo XIX, muchos periódicos y revistas especializadas se lamentaron en su páginas de que el proyecto no acabara bien. Desde el «Memorial milenario» a «El Censor», pasando por «La Floresta Andaluza» o «La Ilustración». «De haber sido terminada, la presa habría supuesto un hito en la construcción en su época. Se trataba de la primera del mundo diseñada con perfil triangular, con 93 metros de altura y 251 metros de longitud», explicaba a ABC, en junio del año pasado, la directora general de Patrimonio, Paloma Sobrini, en una información realizada por Adrián Delgado sobre la protección que realizó la Comunidad de Madrid tras ser incoados los restos de la presa, junto con el primer tramo de dicho canal, como Bien de Interés Cultural (BIC). «Nos ha dejado un ejemplo de paisaje extraordinario que debía ser protegido», añadía también el consejero de Cultura, Turismo y Deportes en funciones, Jaime de Los Santos.

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El itinerario del canal

Hasta el momento de la tormenta, los maestros de obras y, sobre todo, los presos, habían construido la práctica totalidad de la presa y 27 kilómetros de canal que llegaba hasta las inmediaciones de Las Rozas. El Gasco iba a ser el primer vaso, el lugar donde se almacenaría el agua del río Guadarrama para alimentar, primero, al río Manzanares y, después, al Jarama. Luego el canal seguiría por Aranjuez, Tembleque y Corral de Almaguer, hasta beber de las aguas de los ríos manchegos Cigüela, Záncara y Guadiana. En Almuradiel el canal pasaría por el estrecho de Despeñaperros y se uniría al canal del Guadalquivir a través de Cordoba y Sevilla, para dar salida a los barcos al océano Atlántico.

Tras el mencionado derrumbe de El Gasco, todavía visible en la actualidad y visitado por decenas de excursionistas cada fin de semana, el río Guadarrama fue objeto de atención en varios estudios para traer su agua hasta la capital, pero el escaso caudal que llevaba en verano le apartó de los objetivos. A finales del siglo XIX, el canal vuelve a aparecer en papeles oficiales y proyectos técnicos para llevar dicho agua para el consumo y riego de Madrid y los pueblos adyacentes. En 1892, por ejemplo, se presentó una memoria con intenciones de regar las huertas de Las Rozas, Aravaca, Húmera, Carabanchel y la misma capital. El trabajo iba a aprovechar el mismo canal de Guadarrama y se proponía la construcción de un pantano cerca de Collado Villalba. Esa fue la última vez que se habló del famoso canal con fines hidráulicos.

Aunque Patrimonio reconocía el año pasado que su declaración BIC será un «proceso que se dilate bastante en el tiempo», debido a que se tienen que estudiar todas las alegaciones presentadas por las propiedades privadas que atraviesa el trazado del canal, los tres municipios a los que afecta (Galapagar, Torrelodones y Las Rozas) se han implicado mucho. «Era una deuda histórica que teníamos con esta joya del patrimonio madrileño», concluyó.

Origen: Los restos del sueño de Carlos III en Galapagar: el canal gigantesco que iba a unir Madrid con el Atlántico

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