22 noviembre, 2024

En la bolsa de Stalingrado, el grupo más numeroso de soldados cercados, después de los alemanes, estaba compuesto por rusos y ucranianos. ¿Quiénes eran y cómo habían llegado allí los que genéricamente se conocen como ‘hiwis’ o «los rusos de Hitler»?

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Jinetes cosacos, encuadrados en las unidades auxiliares de la ‘Wehrmacht’ – abc

Los «rusos» de Hitler

La colectivización agraria, las espantosas condiciones laborales y sociales impuestas por la acelerada industrialización de los años treinta en la Unión Soviética y las feroces purgas que habían diezmado tanto al Partido Comunista como al Ejército Rojo fueron generando una mezcla de temor y odio ante la figura de Stalin entre una parte creciente de los ciudadanos de la URSS. Además, casi la mitad de la población de la teórica federación estaba compuesta por nacionalidades no rusas, que en muchos casos ansiaban liberarse del yugo de Moscú. De ello se aprovecharon, casi desde el principio de la campaña, algunos comandantes de unidades militares alemanas que empezaron a reclutar personal autóctono y prisioneros de guerra. En las divisiones de infantería, que eran hipomóviles, había centenares de puestos que podían ser ocupados por personal ruso o de cualquier otra nacionalidad soviética: cuidadores de los caballos, carreros, cocineros, zapateros y sastres, camilleros, etc. Se inició así el reclutamiento de los que serían denominados oficialmente como hilfiswillige (auxiliares voluntarios) o, abreviadamente, hiwis. Antes de que pasaran muchos meses, cada división alemana contaba con centenares o, incluso, con miles de hiwis en sus filas.

Milicias locales. En la retaguardia, para contrarrestar el incipiente movimiento de partisanos fieles a Stalin, se crearon igualmente pequeñas milicias locales y se instituyeron decenas de batallones de policía, formados por miembros de nacionalidades no rusas (desde los estonios a los tártaros de Crimea pasando por los ucranianos). En 1942, para mantener el orden y luchar contra los partisanos comunistas, los alemanes empleaban en el comisariado de Ostland (Países Bálticos y otros territorios limítrofes) unos 4.000 policías alemanes y 56.000 voluntarios locales encuadrados en batallones de seguridad. En el territorio del comisariado Ukraine, los 14.000 policías alemanes desplegados eran complementados por 71.000 voluntarios locales.

Otra cosa, sin embargo, era organizar unidades de voluntarios de la URSS para luchar contra el Ejército Rojo. Ocultándolo a Hitler y a las autoridades de Berlín, los grupos de ejércitos alemanes en el frente de Rusia, empezaron a hacerlo ya en agosto de 1941, creando diversas unidades con entidad de batallón. No obstante, en diciembre de ese año, finalmente se logró convencer a Hitler para crear las que iban a ser llamadas Ostlegionen (legiones orientales). Puesto que Alemania no pensaba anexionar ni el Cáucaso ni el Asia Central, no había en principio razón para no fomentar el nacionalismo de las poblaciones de esas áreas. Se pensó, por tanto, en reclutar unidades que se integrarían en el ejército alemán, con prisioneros y desertores del Ejército Rojo que pertenecieran a las naciones caucasianas y centroasiáticas. Así surgieron las legiones de Azerbaiyán, de los musulmanes del Cáucaso, del Turquestán, de los tártaros del Volga-Ural y las de Armenia y Georgia. Pero el proceso de puesta en pie de estas unidades fue muy lento y llevado a cabo con gran desconfianza.

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‘Ostbataillonen’. Muchos de los que se alistaron lo hicieron para huir de las espantosas condiciones imperantes en esos campos, otros por puro oportunismo y muchos por auténtico odio al estalinismo. Las legiones orientales fueron capaces de organizar, en 1942 y la primera parte de 1943, unidades de combate y formaciones auxiliares (de construcciones, de transporte, etc.) con unos efectivos de 175.000 hombres. Pero en febrero de 1942 Hitler vetó de nuevo el reclutamiento de esos voluntarios, aunque muchos comandantes desobedecieron la orden, de tal forma que siguieron formándose unidades de rusos y ucranianos, a las que para ocultarlas a la vista de Hitler se las bautizó como Ostbataillonen (Batallones del Este).

De haber actuado los alemanes como liberadores, habrían conseguido éxitos decisivos. De hecho, durante los primeros meses de la guerra, los desertores del Ejército Rojo hacia sus filas se contaron por cientos de miles. Pero, para Hitler, los germanos debían constituir una casta dominante que sometería a las masas eslavas. Por eso la idea de formar tropas voluntarias con rusos, ucranianos o miembros de otras minorías nacionales de la URSS era tan contraria a los propósitos nazis como a todas sus teorías raciales.

Origen: Los «rusos» de Hitler

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