29 marzo, 2024

Maria Mandel, la «bestia» antijudía de Auschwitz

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No todos los verdugos de Adolf Hitler y la dictadura nazi fueron hombres. Entre ellos destaca Maria Mandel, una mujer brutal y sádica que acabó con la vida de más de 500.000 personas entre mujeres y niños, lo que la convertiría en una fanática asesina que no tenía nada que envidiar a sus homólogos masculinos.

el 10 de enero de 1912 es una fecha marcada en rojo en el calendario. Ese día nació Maria Mandel, tristemente conocida por ser la SS-Lagerführerin (líder de campo) en el terrorífico campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Allí, ninguna prisionera se atrevía a mirarla directamente a los ojos, ni dejaba de hacer su trabajo por estar cansada y, ni mucho menos, se atrevían a contradecir sus órdenes. Hacerlo significaba la muerte.

UNA MARGINADA LABORAL CONVERTIDA EN CARCELERA

La que sería conocida como «la bestia de Auschwitz«, Maria Mandel, nació en Münzkirchen, un pequeño pueblo austríaco, en el seno de una familia modesta. De pequeña, Maria fue una niña que lo tenía todo, y que al terminar los estudios en su ciudad se trasladó a estudiar a una Bürgerschule, un tipo de centro donde preparaban a los alumnos para desempeñar labores comerciales y artesanales. Allí, Maria gozó de una gran popularidad gracias a su indudable belleza.

Al terminar los estudios, la búsqueda de trabajo resultó infructuosa, por lo que Maria tuvo que volver a su casa donde trabajó con su padre durante un tiempo. Pero la relación con su madre poco a poco se fue deteriorando hasta el punto de hacerse insostenible y Maria volvió a marcharse. Pero la joven no consiguió ningún trabajo estable, incluso perdió la plaza que había obtenido en correos por no ser lo «suficientemente nacionalsocialista» (una carencia que más tarde compensaría con creces).

Maria no consiguió ningún trabajo estable, incluso perdió la plaza que había obtenido en correos por no ser lo «suficientemente nacionalsocialista».

Tras su enésimo fracaso laboral, Maria acabó encontrando trabajo gracias a un familiar que la ayudó a ingresar, en octubre de 1938, en el centro de internamiento de Lichtenburg como aufseherin (guardiana). Cuando Lichtenburg se quedó pequeño para acoger al gran número de prisioneros que llegaban, se construyó el campo de Ravensbrück en 1939, el cual estaba reservado sólo para mujeres.

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En Ravensbrück –en alemán «el puente de los cuervos»– fue donde Maria Mandel empezó a labrarse su siniestra fama en vista de su trato a las internas. A pesar de que era la encargada de formar a otras compañeras en tareas administrativas, Ravensbrück representó el primer paso en el camino que tomó esta mujer para perpetrar las más macabras vejaciones, torturas y crímenes que se pueda imaginar.

En el campo, Maria Mendel se encargaba de pasar revista a las reclusas. Las que no superaban estas agotadores sesiones eran trasladadas al búnker de castigo, donde eran humilladas hasta la extenuación mediante todo tipo de flagelaciones en tandas de 25, 50, 75 y 100 golpes cada una, hasta que caían exhaustas. Durante el castigo, eran obligadas a contar en voz alta, aunque ninguna lograba llegar hasta diez. La culminación a estos actos de sadismo terminaba cuando Maria se paraba frente a las reclusas esperando que alguna se atreviera a mirarla. Según recuerda una superviviente del campo: «Era capaz de pasar horas en esa posición, la que rompía ese rito… desaparecía. Jamás volvíamos a saber de ella. De la cámara de gas pasaba al horno crematorio».

Las reclusas eran humilladas hasta la extenuación mediante todo tipo de flagelaciones en tandas de 25, 50, 75 y 100 golpes cada una, hasta que caían exhaustas. Durante el castigo eran obligadas a contar en voz alta, aunque ninguna lograba llegar hasta diez.

UNA SUPERVIVIENTE DE EXCEPCIÓN

Una testigo de excepción fue la militante de las Joventuts Socialistes Unificades de Catalunya (Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña) Neus Català (recientemente fallecida), que tras ser detenida por la Gestapo en Francia fue trasladada al campo de Ravensbrück. Como única superviviente del campo Neus recuerda: «Muchos días nos quedamos allí hasta las nueve de la mañana desde las cuatro de la madrugada. Sin haber bebido más que un agua que no era ni tan siquiera caliente. Un agua a la que llamaban café, una cosa amarga que debía de ser ortigas secas, yo que sé. Y nada más, con eso en el cuerpo, vestida de aquella manera que no te abrigaba nada, sube hacia allí para estar tantas horas así. Cada día caían mujeres, cada día caían mujeres muertas. Cada día. Un día llegamos a estar a 30 grados bajo cero». Català recuerda Ravensbrück como un lugar de muerte y depravación: «Aquellas mujeres eran calaveras que nos miraban. Sólo veías luz, ojos y calaveras. Y aquellas mujeres que nos miraban yo decía, pero ¿eso qué es? Hay muertos que nos están mirando. Tan tétrico… No hay nombre, el sufrimiento moral, aquel abandono… Salías del mundo. Decíamos, que salíamos del mundo, que allá ya no era el mundo». A pesar de las múltiples torturas a que fue sometida, Neus Català tuvo mucha suerte. Se libró de la cámaras de gas.

Una testigo de excepción fue la militante de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, Neus Català (recientemente fallecida), que tras ser detenida en Francia fue trasladada al campo de Ravensbrück.

Tras impresionar a sus jefes con sus brutales métodos, Maria fue ascendida a guardiana femenina de las SS con rango de exterminio en Auschwitz. Allí fue donde verdaderamente hizo honor a su apodo, dando rienda suelta a su crueldad. Maria Mandel controlaba todos los campos femeninos y gozaba de poder absoluto sobre la vida de miles y miles de prisioneras. Desde seleccionar a las reclusas que iban a ser ejecutadas en las cámaras de gas hasta decidir quienes se libraban de la muerte. En muchos casos, estas mujeres se convertían en algo parecido a animales de compañía o, como las llamaba, «mascotas judías». A la SS-Lagerführerin le gustaba vestir con guantes de un blanco impoluto para ver cómo se teñían de rojo con la sangre de las mujeres flageladas por su látigo, el cual no hacía distinciones entre jóvenes o ancianas.

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LA CAPTURA DE LA «BESTIA»

Curiosamente, una de las preocupaciones de «la bestia de Auschwitz» era la salubridad del campo, ya que tras cada ejecución, los «pijamas a rayas» de las presas no eran incinerados junto con los cadáveres, sino que eran aprovechados por otras reclusas que acababan intoxicadas por los vapores del gas que desprendía la ropa. Así pues su obsesión era supervisar que se desinfectara para evitar los contagios.

Los «pijamas a rayas» de las presas no eran incinerados junto con los cadáveres, sino que eran aprovechados por otras reclusas que acababan intoxicadas por los vapores del gas que desprendía la ropa.

Tras su traslado al subcampo de Mühldorf, en Dachau, en 1944, donde siguió perpetrando torturas y llevando a cabo sus «selecciones» para la cámara de gas, Maria Mandel tuvo que huir ante la inminente llegada de los aliados. Su plan era regresar a su casa, pero tras diez días de huida fue capturada por el ejército norteamericano el 10 de agosto de 1945 e interrogada. Tras estar detenida durante aproximadamente un año, fue trasladada a Polonia donde sería juzgada por crímenes contra la humanidad.

UN «ARREPENTIMENTO » QUE LLEGÓ TARDE

Durante el juicio se escucharon la voces hasta entonces oprimidas de las reclusas que habían sido rescatadas de los campos de extermino en los que Maria Mandel había llevado a cabo sus criminales abusos. Sin aceptar los cargos que se le imputaban, y ni mucho menos asumir la culpa, Mandel declaró: «Yo no tenía ni látigo ni perro. Cumpliendo con mi servicio en Auschwitz me vi obstaculizada por la terrible severidad de Rudolf Höss, dependía totalmente del comandante y yo no podía impartir ninguna pena».

Tras su condena, Mandel tuvo la oportunidad de arrepentirse de sus crímenes con una reclusa llamada Stanisława Rachwałowa.

El 22 de diciembre de 1947, el tribunal dictó sentencia y «la bestia de Auschwitz» fue condenada a morir en la horca por asesinar a medio millón de personas, incluidos niños. Tras su condena, Mandel tuvo la oportunidad de arrepentirse de sus crímenes con una reclusa llamada Stanisława Rachwałowa –una antigua prisionera de Auschwitz que se hallaba encarcelada en la misma prisión acusada de comunista– a la que pidió perdón. Maria Mandel fue ahorcada el 24 de enero de 1946 al grito de «¡Viva Polonia!».

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Origen: Maria Mandel, la «bestia» antijudía de Auschwitz

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