Méndez Sancho, el héroe olvidado | Noticias de Ocio y Cultura en Heraldo.es
El estudioso calandino Joaquín Gasca ha recuperado la memoria de su paisano, guardia civil a principios del siglo XX, fusilado al final de la Guerra Civil española.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
La historia sepulta cada año a miles de personajes, y solo algunos, con el paso del tiempo, encuentran a alguien que, vencido por el entusiasmo, los rescata del olvido. Es lo que acaba de ocurrir ahora con el guardia civil calandino Juan Méndez Sancho (1896-1939), un hombre cabal, aun en la tormenta despiadada de la Guerra Civil, que acabó fusilado.
El investigador vencido por el entusiasmo que ha rescatado su historia tiene ancestros calandinos, Joaquín Gasca. Le ha seducido el personaje y su biografía, el hecho de que en la guerra fuera fiel a la República pero salvara la vida de personas del bando franquista. «Un día –recuerda ahora–, Gabriel Cardona, catedrático en la Universidad de Barcelona y cofundador de la Unión Militar Democrática, me señaló en un listado el nombre de Juan Méndez Sancho, y me dijo: “¡Mira, este es de tu pueblo, nadie se acuerda de él ni conocerá su historia!”. Y así empezó todo».
Gasca, infatigable, ha buceado en archivos y hemerotecas en busca de cualquier dato que ilumine la biografía de Méndez Sancho –del que no ha logrado aún una foto–, trabaja en un proyecto documental sobre él y, tras donar una importante colección de fotografías históricas al Centro de Arte Reina Sofía, ha conseguido que el museo cree un fondo con el nombre del guardia civil calandino. Pero, ¿quién era Juan Méndez Sancho?
Entre Huesca y Teruel
«Sabemos que nació en Calanda el 23 de noviembre de 1896, hijo de un guardia civil orensano, José Méndez León, y de la alcañizana Antonia Sancho Carbó. Tuvo dos hermanos, Ramiro y Matilde. Acabado el servicio militar en 1917, se incorporó a la Guardia Civil, como guardia de segunda, y fue destinado a la Comandancia de Huesca».
Empezó en Labuerda, y allí conoció el amor y se casó al año siguiente. Era un hombre menudo (1,67 metros de altura, 67 kilos de peso), atractivo aunque con una salud quebradiza. Se había iniciado en el arte de la barbería pero encontró en el Ejército, primero, y en la Guardia Civil, después, la respuesta a su vocación de servicio a los demás. Casado ya con Alegría, su primera mujer, pidió destino en Teruel (estuvo en Monroyo, Samper, La Fresneda, y Calanda), antes de pasar a Sevilla, regresar a Calanda y ser destinado a Boltaña y Camporrélls. En cada una de esas localidades dejó huella de su profesionalidad y espíritu de sacrificio.
El 11 de marzo de 1924 se incorporó al puesto de la Guardia Civil de Arenys de Mar, y allí, tres años más tarde, en marzo de 1927, también se distinguió por su heroicidad en la extinción de un incendio.
El 18 de julio de 1936 le sorprendió en el destacamento de la Guardia Civil en Arenys de Mar. Pese a la imagen más extendida, no toda la Guardia Civil se alineó con los levantados en armas contra la República. En la madrugada del día 19, en Barcelona, cientos de miembros de la Benemérita salieron a la calle con sus armas para frenar la rebelión. Y el esfuerzo de los generales José Aranguren Roldán y Antonio Escobar fue vital para detener a los insurrectos, como queda de manifiesto en todos los relatos periodísticos y las fotografías de la época.
«Sobre el día 20 se concentró a la Guardia Civil de Arenys en Mataró –relata Joaquín Gasca–, y, reunida toda la compañía, se trasladó hacia Barcelona, donde todavía había combates. Méndez Sancho estuvo prestando servicios de seguridad en la Consejería de Gobernación, y más tarde fue trasladado al cuartel de Travesera de Gracia, donde fue elegido por sus compañeros como delegado en el Comité de Cuerpos Armados de la Guardia Civil. Más tarde fue designado para servir en el comité de abastos de la Guardia Civil en el cuartel de Consejo de Ciento».
Lo que hace excepcional a Méndez Sancho es precisamente su actuación durante la Guerra Civil. Porque aunque España estuviera empeñada en devorarse a sí misma en una guerra fratricida, el calandino llevaba impreso en su ADN la necesidad de salvar vidas. Durante julio y agosto de 1936 se desplazó regularmente a Arenys de Mar, para ocuparse de la seguridad de varias personas ocultas en la localidad por miedo a recibir represalias de los grupos incontrolados y de las milicias.
Méndez Sancho se jugó literalmente la vida para salvar la de los demás. «Se ocupó de la seguridad personal y traslado a Barcelona de Luis Castellón Ola y de Joaquín Viver de la Cortada –relata Joaquín Gasca–. Sancho los ocultó durante un tiempo en una vivienda de reducidas dimensiones que tenía en el número 2 del pasaje Nuria de Barcelona. Llegó a tener oculto en la Consejería de Gobernación a Joaquín Viver de la Cortada y buscarle alojamiento discreto y seguro en la llamada Fonda de la Marina; de su peculio particular le dio 25 pesetas para que pudiera atender los gastos más indispensables. Otro dato de la generosidad y compromiso con los desfavorecidos es que se ocupó de ocultar a Federico Fábrega Espi, al que trasladó hasta Barcelona y lo tuvo oculto durante varios meses, vestido con un mono de faena de la Guardia Civil, en el antiguo cuartel de Casa Ramona, actualmente Caixa Forum».
Y más: «Por su prestigio logró sacar a varios guardias implicados en el golpe de Estado detenidos en el vapor ‘Uruguay’: el capitán de la Guardia Civil Manuel Franco Pineda o el corneta Anastasio Rodríguez; logró un particular carné de identidad para un sacerdote, hermano del sargento Bellet, destinado en Terrassa, al cual ayudó a trasladarse hasta Portbou. Se ocupó de la seguridad de paisanos y de miembros de la Guardia Civil«.
La pena de muerte
Viendo perdida la guerra, Méndez Sancho huyó a Francia junto a toda su compañía a principios de 1939. «Los documentos que he encontrado indican que el 23 de marzo de 1939 se presentó para volver a España, siendo identificado por la Policía Militar e ingresado en el campo de concentración de Puigcerdá. Se le trasladó el 28 de marzo a Igualada, donde fue identificado por un brigada de la Benemérita, que lo señaló como miembro de Comité de Soldados y ordenó su detención. Ingresó en la cárcel Modelo de Barcelona, donde permaneció hasta la celebración del Consejo de Guerra, que lo condenó a la pena máxima».
Méndez Sancho se equivocó al pensar que, al no haber cometido delitos, lograría salvar la vida. Fusilado el 7 de noviembre de 1939, su cuerpo fue llevado a una fosa común. Ahora Joaquín Gasca está empeñado en salvar su memoria y compromiso. «Me gustaría localizar a sus descendientes y contarles todo lo que he averiguado de él. También quiero instalar sendas estelas funerarias en el ‘fossar’ de los cementerios de Montjuich y Calanda», concluye. En 2019 va a iniciarse el rodaje de ‘Regresaré a la casa’, documental basado en la vida de Méndez Sancho.
Origen: Méndez Sancho, el héroe olvidado | Noticias de Ocio y Cultura en Heraldo.es