“Nos quedan 66 horas de vida y estamos a 500 metros de profundidad”: el asombroso rescate del Pisces III
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Entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre de 1973, los tripulantes británicos, Roger Chapman y Roger Mallinson, permanecieron atrapados a 500 metros de profundidad en el pequeño submarino Pisces III durante tres días. A falta de 12 minutos para quedarse sin oxígeno, la escotilla del submarino se abrió.
Entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre de 1973, los tripulantes británicos, Roger Chapman y Roger Mallinson, permanecieron atrapados a 500 metros de profundidad en el pequeño submarino Pisces III durante tres días. A falta de 12 minutos para quedarse sin oxígeno, la escotilla del submarino se abrió.
Ocurrió hace más de 40 años, pero sigue siendo un relato histórico, el rescate submarino más profundo registrado y una odisea de lo más peliculera. Así se desarrollaron las agónicas 76 horas para rescatarlos:
El día D
Chapman era el piloto oficial y Mallinson era su segundo. El 29 de agosto se disponían a realizar una inmersión de rutina en el Pisces III, un submarino comercial canadiense cuya tarea consistía en enterrar un cable telefónico transatlántico en el lecho marino, a 240 kilómetros al suroeste de Cork (Irlanda). Según explicó Chapman años después:
Nos tomó alrededor de 40 minutos hundirnos unos 500 metros. Hacíamos turnos de ocho horas, recorriendo la superficie del fondo marino a unos 8 kilómetros por hora, instalando bombas y chorros que licuaban el barro, colocaban cables y vigilando que todo estuviera correcto.
Sin embargo, Mallinson explicó a los medios que la mala visibilidad hizo el trabajo agotador. Para él era como conducir por la autopista con niebla espesa y tratar de seguir una línea blanca. El día del descenso estuvo 26 horas sin dormir. Una inmersión anterior había dañado algunos mandos, así que trabajó durante el día reparándolo. El hombre conocía el Pisces III a la perfección.
500 metros en 30 segundos
El accidente tuvo lugar poco después, cuando el Pisces III estaba en la superficie. Los pilotos esperaban que el cable de remolque se uniera para levantarlos y arrastrarlos de vuelta a la nave madre. Había un montón de pequeños golpes y grilletes, algo normal durante la última fase de la operación. De repente, algo golpea por detrás del submarino y comienza a hundirse. Los tripulantes se quedan colgando boca abajo y luego consiguen levantarse.
La esfera de popa, donde estaba toda la maquinaria, se había inundado. Al instante, el pequeño submarino era una tonelada más pesado. A medida que se hundían la preocupación de Mallinson y Chapman consistía en averiguar si estaban cerca de la plataforma continental. De ser así e impactar, quedarían aplastados.
Mientras el submarino descendía y se sacudía, los hombres trataron de aminorar el peso expulsando partes de la nave. Primero decidieron cerrar los sistemas eléctricos y apagarlo todo. Se quedaron a oscuras. Más tarde dejaron caer un peso de plomo de 180 kilos para hacer la nave más ligera a medida que descendían.
Tardaron unos 30 segundos en descender hasta una profundidad de 500 metros. Mallison y Chapman lo sabían porque habían observado con agonía el medidor de profundidad. Ambos se habían acurrucado con cojines para tratar de prevenir posibles lesiones tras el impacto. También se colocaron un paño en la boca para no morderse la lengua.
Cuando el submarino golpeó el fondo, los hombres tuvieron un primer pensamiento de alivio. Estaban vivos y no estaban heridos, aunque apenas tenían unos kits de supervivencia. La nave había impactado a unos 65 km/h, pero milagrosamente ellos estaban bien.
Una vez parados, trataron de ponerse en contacto con la superficie. Enviaron un mensaje explicando que estaban bien, con la moral alta y organizándose para ver qué podían hacer, pero también recordando que estaban en una situación límite, “dijimos que nos quedaban 66 horas de vida a unos 500 metros de profundidad”, dijo Mallinson.
Los primeros indicios indicaban que los suministros de oxígeno durarían hasta la madrugada del sábado. El submarino llevaba 72 horas de oxígeno en caso de un accidente, aunque ya habían utilizado ocho horas en la inmersión. Esto significaba que tenían esas 66 horas que indicaban.
Lo primero que hicieron fue tratar de asegurarse de que nada goteara. Sabían por experiencia que si el oxígeno duraba era porque hacían muy poco. No debían hablar entre ellos, y a ser posible, moverse lo mínimo. Según explicaba Mallison:
Estábamos en un cubículo que no llegaba a los dos metros de diámetro. No teníamos espacio, por lo que apenas hablábamos. Nos agarramos la mano el uno del otro y la apretábamos para demostrar que estábamos bien. Hacía mucho frío, estábamos húmedos.
El rescate
Mientras, en la superficie el plan de rescate estaba en marcha. Se contactó al barco de apoyo Vickers Venturer, al HMS Hecate de la Royal Nav y al avión RAF Nimrod para volar por encima de la zona. Además, el CURV III de Estados Unidos (diseñado para retirar bombas submarinas) también se unía a las labores de búsqueda.
El 30 de agosto, Chapman y Mallinson veían cómo los suministros comenzaban a disminuir de manera peligrosa. Los únicos alimentos que les quedaban eran un sándwich de queso y una lata de limonada, pero decidieron aguantar sin comer ni beber. Según Chapman:
Permitimos que el CO2 se acumulara un poco para conservar el oxígeno. Teníamos cronómetros para cada 40 minutos permitir que el CO2 aumentara y provocase una cierta narcolepsia. Se nos hizo un poco letárgico y somnoliento.
Poco después llegaba una noticia esperanzadora, aunque equivocada. Según Mallinson:
Creíamos que nos había llegado un mensaje de la reina Isabel, nos envió sus mejores deseos para el rescate. Sin embargo, se trataba del Queen Elizabeth II, que había cambiado su rumbo para estar con nosotros en respuesta al mayday.
El 31 de agosto fue un desastre de las labores de rescate. Los Pisces II y V que se habían acercado no funcionaron. El Pisces II logró llegar al fondo marino pero no pudo encontrar al Pisces III y regresó a la superficie. El Pisces V lo encontró e intentó conectar un gancho rápido, pero el intento fracasó debido a la flotabilidad de la cuerda.
Más tarde llegó el CURV III, la máquina de guerra estadounidense tuvo un fallo eléctrico y no pudo iniciar las labores. Al llegar la noche, las esperanzas de rescatarlos con vida se estaban desvaneciendo.
El 1 de septiembre el Pisces II se lanzó de nuevo con un cabezal especialmente diseñado y un cable de polipropileno. A su vez, el CURV III consigue lanzar otro cable e iniciar el izado. Según los presentes, en al menos dos ocasiones hubo que parar porque los cables estaban enredados.
Cuando quedaban unos 30 metros, los buzos se lanzaron al mar y se situaron sobre los lados del submarino para mantenerlo firme. Finalmente y tras 76 horas, el Pisces III estaba en la superficie. Según Chapman:
Aparentemente pensaron que habíamos muerto en el impacto. Cuando abrieron la escotilla y el aire fresco y la luz del sol se precipitó sobre nosottos, nos dejó ciegos, pero estábamos eufóricos. También éramos un poco patéticos. Fue bastante difícil salir del submarino, tan apretados estábamos que no podíamos movernos.
Aquella odisea se sigue contando como una de las más fascinantes de la historia marina. De hecho, es un récord en cuanto a la profundidad de un rescate de este tipo. Los hombres habían estado en el interior del Pisces IIIdurante 84 horas y 30 minutos. Cuando ya se habían liberado y sin miedo alguno, miraron el oxígeno que les quedaba. Estuvieron a 12 minutos de morir irremediablemente. [Wikipedia, BBC, DailyMail]