29 marzo, 2024

Odorico de Pordenone, el Marco Polo franciscano

Salida de Odorico de Pordenone.
Salida de Odorico de Pordenone.

Unos trece años después de que el mercader Marco Polo terminara su viaje, el misionero Odorico iniciaba otro igual de espectacular

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A mediados del siglo XIII, el papa Inocencio IV envió embajadores franciscanos al Imperio mongol con la misión de fundar algunos conventos. Por entonces se fantaseaba con la conversión al cristianismo de la gran potencia asiática, un hipotético aliado en la lucha contra los musulmanes.

En ese contexto de iniciativas diplomáticas tiene lugar el viaje del franciscano Odorico de Pordenone (c. 1265-1331). Relatos con las aventuras de monjes y mercaderes vieron la luz gracias al admirable valor que tuvieron sus protagonistas para enfrentarse a lo desconocido.

Sin duda, el más célebre de la época fue el veneciano Marco Polo (1254-1324). Recorrió Asia durante veinticuatro años (de 1271 a 1295) y permaneció en China la mayor parte de ese tiempo. Aprendió la lengua mongola y se ganó la confianza del Gran Kan. Al regresar a Europa dictó al novelista Rustichello de Pisa su periplo, lo que más tarde se convertiría en el Libro de las maravillas.

Apóstol de los chinos

Aunque no se puede afirmar con rotundidad, parece que el objetivo del viaje de Odorico era puramente misionero, pero es posible que hubiese otro cometido que se desconoce. El religioso partió hacia el Lejano Oriente en 1308. Fue el principio de un larguísimo trayecto en el que demostró una tenacidad a toda prueba. Esta cualidad le hizo merecedor del sobrenombre de “Apóstol de los chinos”.

La primera etapa de su recorrido le condujo de Padua a Constantinopla; desde allí se dirigió a Trebisonda, Erzurum, Tabriz y Soltaniyeh, todas ellas ciudades donde los franciscanos tenían sedes. Continuó hasta Kashan y Yazd con la intención de volver hacia Persépolis, Shiraz y Bagdad, para llegar al golfo Pérsico.

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Retrato de Odorico de Pordeone.

Retrato de Odorico de Pordeone.

Dominio público

Su narración contiene innumerables escenas llamativas. En Trebisonda, por ejemplo, dice encontrar a un hombre al frente de cuatro mil perdices que, con toda naturalidad, le seguían volando mientras caminaba hacia el palacio del emperador para ofrecérselas.

Desde la isla de Ormuz embarcó hacia la India y llegó a Bombay, donde hacía poco el gobernador había ordenado matar a cuatro franciscanos. Fray Jourdain Cathala, un dominico catalán que fue nombrado primer obispo de India, recogió sus huesos y los enterró en Sopara, en la región de Vasai.

A su llegada, Odorico desenterró las reliquias y las llevó consigo a partir de ese momento. Visitó Malabar, Pandarani, Cranganore y Kulam. Desde allí marchó a Ceilán y después al santuario del apóstol santo Tomás en Maylapur, cerca de Madrás.

Fray Odorico observa las costumbres religiosas de los pueblos visitados, muy diferentes a las suyas. En muchos casos incluyen en sus ritos y ceremonias el sacrificio humano voluntario.

Odorico refiere prácticas de antropofagia en las que los familiares se comen los cadáveres de sus difuntos como muestra de respeto

El franciscano habla de un ídolo, mitad buey mitad humano, en cuyas procesiones los fieles se arrancan literalmente pedazos de carne del cuerpo y los lanzan como ofrenda al dios; hay quienes incluso se arrojan al suelo para que el carro del ídolo les pase por encima.

También refiere prácticas de antropofagia en las que los familiares se comen los cadáveres de sus difuntos como muestra de respeto. Y menciona el rito hindú de quemar a la viuda junto con el esposo muerto en la misma pira funeraria.

Crónica cultural

A diferencia del texto de Marco Polo, más centrado en aspectos geográficos y detalles sobre la organización social de las ciudades, la narración de Odorico, como un diario de viajes, escueto, de estilo sencillo y directo, se centra más en describir a la gente y sus costumbres y la cultura de los lugares que visita.

Comenta, por ejemplo, la tradición china de vendar los pies a las niñas. Esta práctica, tremendamente dolorosa, implica romper los dedos, al atarlos con fuerza a la planta del pie, impidiendo su crecimiento. Ser la poseedora de unos pies diminutos de “loto dorado” garantizaba un buen matrimonio.

Odorico de Pordenone predicando en China.

Odorico de Pordenone predicando en China.

Dominio público

El religioso franciscano explicó con todo detalle la práctica de usar cormoranes previamente entrenados para pescar. Siguiendo su instinto, se lanzan en picado a la captura de peces. Un collar ajustado en el cuello impide al ave tragar su trofeo, de tal modo que lo entrega al pescador. Ningún otro europeo, ni siquiera Marco Polo, había descrito esto con anterioridad.

Testimonios sorprendentes

De la India zarpó hacia Sumatra y de ahí a Java, dando cuenta en su narración del extraordinario palacio de su rey y de unas llamativas gallinas que, según dice, tienen lana en lugar de plumas.

Continúa por Borneo y Champa (sur de Vietnam) hasta llegar a Cantón, o Guangzhou, que en ese tiempo se llamaba Chin-Kalan. En esta ciudad fundó dos casas de los franciscanos y enterró los huesos de los mártires que acarreaba desde Sopara.

Más tarde describe Cansay, Khanzai o Quinsai (Residencia Real) como la ciudad más grande del mundo, y recoge muchos detalles sobre ella, en particular sobre su ordenado urbanismo.

Navegó el río Yangtsé, y a través del Gran Canal de China llegó a la ciudad de Kambalik (Pekín), capital del Imperio mongol y lugar de residencia del Gran Kan. Permaneció allí tres años, entre 1324 y 1327, probablemente sirviendo en una de las iglesias fundadas por Giovanni da Montecorvino.

El sitio mongol a la actual Beijing se produjo en el siglo XIII.

El sitio mongol a la actual Pekín se produjo en el siglo XIII.

Dominio público

Este religioso, también franciscano, autor de interesantes cartas enviadas a sus superiores desde Asia, llegó a ser arzobispo y patriarca del Extremo Oriente desde la sede arzobispal de Kambalik.

Es aquí, en la corte del Gran Kan, donde Odorico vive una de las experiencias más sorprendentes de su periplo. Al igual que Marco Polo, presenció el espectáculo de ver volar vasos de oro llenos de vino y leche, prodigio que solo puede atribuir a la nigromancia.

El franciscano de Pordenone emprendió su regreso a Europa atravesando el Tíbet, donde se convirtió en el primer europeo en llegar a la ciudad de Lhasa.

Odorico ofrece una de las primeras descripciones de la práctica ritual tibetana del entierro celeste. Cuando muere el padre de alguien, su hijo, para honrarle, convoca a los monjes de la zona. En medio de la ceremonia, los oficiantes decapitan el cadáver y le entregan la cabeza al hijo del difunto, quien la cocina y se la come. El cráneo se utilizará como copa en la que beber rindiendo culto al fallecido. Sin dejar de entonar plegarias, cortan en pedazos todo el cuerpo para que águilas y buitres lo lleven volando al paraíso.

El valle tibetano de Lhasa.

El valle tibetano de Lhasa.

onwardtibet.org / CC BY-SA 2.0

Nuestro protagonista continuó su viaje de vuelta desde las altas montañas tibetanas por una ruta desconocida. Cruzó en los montes Elburz la tierra de los asesinos, la famosa secta dedicada al terrorismo político, y finalmente llegó a Persia.

La siguiente indicación de su libro es que ya se encontraba en Venecia y solo se sabe que pasó por Tabriz. La imprecisión en la parte final de su relato contrasta con los detalles y la claridad anteriores.

Breve regreso a casa

En 1330, ya en Padua, se instala en una casa de los franciscanos, donde dicta a Guillermo de Solagna, un hermano de la orden, la historia de sus viajes para que quede constancia por escrito.

Tumba de Odorico en Udine.

Tumba de Odorico en Udine.

Dominio público

Ansioso por reunirse con el papa, que residía en Aviñón, para informarle sobre la situación de las misiones en Oriente, Odorico partió para esta ciudad, pero cayó enfermo en el camino, cerca de Pisa. No tardaría en morir. Beatificado por el papa Benedicto XIV en 1755, sus restos reposan en el monasterio de Udine.

Plagio misterioso

La obra del franciscano sería traducida a varios idiomas, entre ellos el francés y el italiano, pero se vio oscurecida por la existencia de un volumen posterior, el Libro de las maravillas del mundo, o Los viajes de Sir John Mandeville, que se apropió de gran parte del relato del misionero aderezándolo con todo tipo de invenciones, apoyadas en buenos conocimientos astronómicos que le proporcionaron cierta credibilidad.

Mandeville era el autor ficticio de una obra cuyo título replicaba el de Marco Polo. Pese a todo, en el momento de su publicación (la copia más antigua conservada es de 1371), muchos creyeron en la existencia del supuesto caballero inglés. Hoy algunos estudiosos apuntan al benedictino flamenco Jan de Langhe tras la identidad de Mandeville.

Origen: Odorico de Pordenone, el Marco Polo franciscano

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