Orden del Toisón de Oro: el periblo de Borgoña a Madrid
La Insigne Orden del Toisón de Oro, fue creada en el siglo XV por el duque de Borgoña y todavía en activo, tiene una historia larga y complicada
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La Insigne Orden del Toisón de Oro nació en 1430 por iniciativa de Felipe III el Bueno, duque de Borgoña y soberano, entre otros territorios, de Flandes y Artois, para conmemorar su matrimonio con Isabel de Portugal. Pero tras esta justificación se escondía un cierto trasfondo político: Felipe el Bueno estaba decidido a demostrar a sus congéneres europeos el poder de su ducado y asegurarse la lealtad de parte de los aristócratas borgoñones, transmutados en miembros de la nueva orden.
Tres años después, el 7 de septiembre de 1433, una bula dictada por el papa Eugenio IV confirmó la fundación. La institución se comprometía en la defensa de los ideales cristianos y el proceder propio de las órdenes de caballería, siempre bajo la autoridad del duque de Borgoña.
Felipe el Bueno recurrió al mito de Jasón y los argonautas como metáfora de las arriesgadas empresas borgoñonas
Se concedía enorme importancia tanto al ceremonial como al formalismo estético de los caballeros, y su principal órgano de gobierno era el Capítulo General. Este fue convocado en varias ocasiones por los duques de Borgoña y por Carlos V, aunque dejaría de realizarse a partir de 1559, cuando Felipe II tomó personalmente las riendas de la orden.
Una piel de oro
La leyenda pagana
Con la creación de la institución, Felipe el Bueno quiso poner de manifiesto el poder económico y político de Flandes. De ahí que recurriese al mito de Jasón y los argonautas y su empeño por conseguir el vellocino de oro, como metáfora de las arriesgadas empresas de los ejércitos borgoñones. Por otra parte, el vellocino (la piel, toison en francés) de un carnero podía expresar el poderío de la industria lanar del ducado.
El obispo Jean Germain de Châlons, primer canciller del duque, estaba descontento con la alusión a un mito clásico –y, por tanto, pagano–, así que remitió al episodio bíblico de Gedeón, en el que este juez israelita interpretó la voluntad divina a través del vellón de un cordero. Con ello no solo se cristianizaba la orden, sino que, al aunar la tradición clásica con la Antigüedad bíblica, se ponía de relevancia el pensamiento de una Europa que despedía la Edad Media y caminaba decidida hacia el Renacimiento.
La insignia se compone de veintiséis eslabones, decorados con los pedernales que el duque portaba en sus armas en alternancia con la “B” de Borgoña, y de ellos pende un carnero que también puede lucirse separadamente. La orden se consagró a san Andrés, patrón de la casa ducal de Borgoña, cuya cruz aparecía en su escudo de armas .
Hacia Madrid
Cambio de sede
Flandes fue en el siglo XV uno de los puntales de la economía europea. Su proyección política iba en aumento cuando se vio interrumpida por la muerte de su soberano Carlos el Temerario, hijo de Felipe el Bueno, en 1477. El potencial comercial y la estratégica situación del ducado de Borgoña lo convirtieron en pieza codiciada por sus vecinos, aunque la nueva duquesa María resistió los embates de Francia y mantuvo la soberanía en Flandes.
Tras su boda con el futuro emperador Maximiliano de Austria, Flandes se vinculó a los Habsburgo. La dinastía se implantaría en la península ibérica a través del matrimonio del hijo de aquellos, Felipe el Hermoso, con Juana de Castilla. Apenas alcanzar el trono castellano, Felipe quiso vincular la orden a su nuevo reino, pero su prematura muerte frustró la iniciativa. Pese a los intentos de su hijo, Carlos I, que llegó a celebrar el único capítulo de la orden en España, el Toisón no se españolizó hasta el reinado de Felipe II (1556-98), cuando la sede se instaló en Madrid, y Bruselas pasó a un segundo plano.
La única asamblea del Toisón en tierras peninsulares tuvo lugar el 5 de marzo de 1519. Se celebró en Barcelona por iniciativa de Carlos I, y contó con la asistencia de la totalidad de los caballeros de la orden. Los nombres y escudos de los asistentes pueden verse en la sillería alta del coro de la catedral barcelonesa, en cuyo interior se celebró el capítulo.
Felipe II contra Lutero
Un arma religiosa
Durante el capítulo que la orden del Toisón celebró en Gante en 1559, Felipe II tomó la palabra. Antes de proceder a la solemne ceremonia de recepción de nuevos caballeros, el soberano aludió a la pujanza del luteranismo en Europa central y los Países Bajos y propuso la modificación del artículo 46 de los estatutos.
La propuesta consistía en exigir a los caballeros miembros el juramento de no permitir el ingreso a todo candidato que fuese sospechoso de herejía o simpatizante de alguna de ellas. Así, la orden involucraba a sus integrantes en el combate contra la expansión de las doctrinas luteranas.
Dinastías
Partición en dos
El Toisón estaba vinculado a los Habsburgo. De ahí que la muerte sin sucesión de Carlos II provocara indirectamente la escisión de la orden, ya que tanto Felipe V de España, de la casa Borbón, como el emperador Carlos VI se adjudicaban la condición de jefes de la misma.
El conflicto se solucionó en 1725 con un tratado que reconocía la autoridad del austríaco de forma vitalicia. Pero a su muerte en 1740, tanto los Habsburgo como los monarcas españoles se arrogaron la autoridad sobre la orden.
En 1918, además, tras la caída del Imperio austrohúngaro, el rey Alberto I de Bélgica reclamó la jefatura por su condición de descendiente del duque de Borgoña. Aunque fue considerada en las negociaciones del Tratado de Versalles, su reclamación fue denegada por la firme oposición de Alfonso XIII. No obstante, en 1957, la República de Austria reconoció jurídicamente la orden y asignó la dignidad de gran maestre al archiduque Otto, cabeza de la dinastía.
El usurpador
La etapa Bonaparte
Tras ser entronizado como rey de España, José Bonaparte abolió en 1809 las órdenes nacionales de Carlos III y de María Luisa y las sustituyó por la Orden Real de España. Creada por él, esta institución debía simbolizar el inicio de una nueva etapa para la Corona, vinculada a su dinastía. Sin embargo, dado su prestigio internacional, mantuvo la orden del Toisón, y en su condición de rey de España se adjudicó la jefatura.
Una de las primeras medidas tomadas como soberano de la orden fue la concesión del Toisón a su hermano Napoleón, lo que provocó que el exiliado Luis XVIII devolviera su distinción. No obstante, este y otros toisones concedidos por el monarca Bonaparte nunca fueron reconocidos por la orden, ni tampoco ratificados por Fernando VII tras su regreso al trono.
La apertura
Otros credos bienvenidos
La guerra de la Independencia (1808-14) no significó la desaparición del Toisón. En paralelo a las concedidas por José Bonaparte, la Junta Central, actuando en nombre de Fernando VII, otorgó la insignia a sir Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington, por su contribución en la lucha contra las tropas napoleónicas. Solo había un problema: el británico era anglicano, y la orden estaba comprometida en la defensa del catolicismo.
En 1813, tras consultarlo con el papa Pío VII, Fernando VII refrendó la concesión. Consideró que, aun sin ser de fe romana, la había defendido al enfrentarse al poder napoleónico. Con ello, la orden se abría a figuras no católicas. Desde entonces la han recibido personalidades de otras creencias, como el emperador de Japón, los soberanos de Noruega o Suecia, de fe luterana, o miembros de la Iglesia ortodoxa, como el zar Nicolás II de Rusia.
Supresión
La Segunda República
Fiel a su propósito de romper con la tradición monárquica, la Segunda República española suprimió la orden del Toisón mediante decreto (otro tanto había hecho la Primera República en 1873, aunque permitió el uso de la insignia del Toisón a sus poseedores). En contrapartida, se creó la Orden Honorífica de la República.
La dictadura
El doble rechazo de Franco
Franco rechazó en dos ocasiones el Toisón de Oro. La primera fue en 1961, cuando don Juan de Borbón quiso suavizar las diferencias que le separaban del dictador y le ofreció el galardón. Evidentemente, de haberlo aceptado, Franco habría reconocido la soberanía del conde de Barcelona.
Franco se limitó a aceptar el estuche de Jaime de Borbón e indicó al jefe de su casa que lo devolviera
La segunda oportunidad surgió en 1972, con motivo del compromiso de su nieta Carmen con Alfonso, hijo del infante Jaime de Borbón. En uno de los actos previos al enlace, el padre del contrayente le entregó el galardón. Con ello, don Jaime se reafirmaba en la teoría de que, si bien había renunciado a sus derechos al trono, ello no afectaba a su condición de jefe de la casa de Borbón ni a sus descendientes.
La aceptación del Toisón por Franco abriría una puerta a la sucesión a Alfonso de Borbón Dampierre. Pero el dictador no estaba dispuesto a nombrar otro sucesor que no fuera don Juan Carlos. De ahí que se limitara a aceptar el estuche de la preciada condecoración y, sin abrirlo, indicara al jefe de su casa que lo devolviera.
Tímida presencia
Las mujeres de la orden
Felipe VI, vigésimo segundo jefe de la institución, otorgó en 2018 el Toisón de Oro a su hija Leonor. La princesa de Asturias se convertía en la quinta mujer en poseer el grado de caballero de la orden, tras Isabel II de España, Beatriz de Holanda (1985), Margarita de Dinamarca (1985) e Isabel II de Inglaterra (1988).
El Toisón es un título personal e intransferible. Los collares, una vez fallecidos sus titulares, deben ser devueltos a la orden. Todos están debidamente numerados. Mientras no tienen titular se conservan en el palacio de La Zarzuela y, ocasionalmente, en el Palacio Real, aunque algunos, dado su valor artístico, se muestran en diversos museos.
Origen: Orden del Toisón de Oro: el periblo de Borgoña a Madrid