Palizas y gulag: el odio secreto del dictador Stalin hacia los dos héroes más grandes de la URSS
Cédric Gras, explorador y escritor con un punto de cinismo, analiza en su nueva obra la vida de los hermanos Abálakov
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El sol soviético, que debía de ser más rojo que el del resto de Europa, acarició aquel 29 de julio de 1934 el rostro de los Abálakov. Vitali, parco en melena a pesar de que no rozaba la treintena, y Yevgueni, más lozano y carismático que su hermano, se disponían a coronar la segunda montaña más alta de la URSS: el pico Lenin. Jóvenes, aunque experimentados, debían guiar a una expedición del Ejército Rojo hacia la cima, a 7.134 metros. Aquello era una aventura; el hombre contra la naturaleza. Aunque el estalinismo, que vendía por entonces pragmatismo para separarse de ideologías más liberales y capitalistas, esgrimió que la razón última del ascenso era instalar una estación meteorológica en la cúspide.
Cosas de la propaganda.
Lo que se sucedió en los días siguientes fue una novela, aunque de esas que rozan el terror. El frío, las pésimas condiciones y el esfuerzo mellaron a los escaladores hasta dejarles casi sin fuerzas. A los pocos días, Yevgueni se vio obligado a bajar la montaña cargando con uno de los miembros de la expedición. Era eso, o dejar que muriera. Vitali llegó a la cima con los restos de la partida para colocar un busto de Lenin, por entonces el Jesucristo rojo para la URSS. A pesar de la separación, aquella aventura sirvió para agrandar, todavía más si cabe, la leyenda de una pareja de hermanos a los que la Unión Soviética veía como sus nuevos héroes.
La historia de los Abálakov remueve algo en el interior de Gras. Él también es un aventurero y ha vivido durante años en la Rusia heredera de la Unión Soviética. Quizá por ello esa atracción hacia una pareja que había quedado olvidada entre los renglones de la historia más canónica. Hasta tal punto que, según explica a este diario, nadie se había preocupado por desempolvar los informes sobre el proceso y el juicio de Vitali. Él lo ha hecho y, de paso, ha recopilado toda la información existente sobre estos personajes en los archivos. Porque, como incide, ya tocaba. De respuesta rápida, y a veces irónica, el autor desliza incluso una opinión sobre la relación entre Stalin y Putin: «¡Sus nombres riman!».
¿Por qué el montañismo se convirtió en una actividad tan importante dentro de la Unión Soviética?
En realidad no lo era tanto. Al menos al principio. Rusia es básicamente plana. Cuando comenzó en la década de 1930, esta actividad se desarrollaba en círculos bastante pequeños. Después de la guerra, la cosa se hizo popular y el senderismo en particular tomó proporciones importantes. El país no carecía de naturaleza…
¿Cómo llegaron Vitali y Yevgueni al montañismo?
Por casualidad… Vivían en la Siberia plana, en Krasnoyarsk. Pero resulta que allí, en la taiga, hay una pequeña zona montañosa donde comenzaron a escalar después de algunos años. Primero descubrieron la escalada y luego el Cáucaso. Pero no eran niños de la montaña.
¿Eran tan diferentes como parece en su libro?
Sí. Eran muy diferentes. El mayor, Vitali, era ingeniero, duro y decidido. Evgueni era artista, sonriente, carismático y un montañero muy fuerte. Esta es una de las cosas que me interesó al escribir el libro: el cordel fraterno que se distendió con el tiempo, la competencia, el destino de cada uno…
¿Qué significó la coronación del Pico Stalin para Yevgeny y el Pico Lenin para Evgueni?
A pesar de la politización que existía alrededor del alpinismo, estoy seguro de que estos dos hermanos amaban profundamente la montaña. Stalin Peak fue, para Yevgueni, una gran ascensión. Era el pico más alto de la URSS en una era de conquistas; una misión más ideológica. Y lo mismo con el Pico Lenin. Ambos se convierten en celebridades a partir de entonces. El nombre Abalakov ganó notoriedad gracias a estas dos gestas históricas.
¿Por qué se ha olvidado su historia?
¡Tendría que haberse conocido! Hasta ahora, los soviéticos solo habían oído hablar de la biografía oficial de los hermanos Abalakov. Es decir, de sus hazañas montañeras. No sabían que, supuestamente, eran de origen burgués, ni que Vitali había sido víctima de las purgas estalinistas. Su fama desapareció con su generación y se esfumó con la caída de la URSS… Los jóvenes rusos de hoy ya no están interesados en esta época de la historia.
¿Diría, entonces, que fueron considerados héroes por la Unión Soviética?
Creo que no recibieron el título, a diferencia del explorador polar Papanin. El Ártico fascinaba a los soviéticos más que las montañas. La apuesta geopolítica era más importante. Pero Vitali estaba condecorado con la Orden de Lenin, que no es poco… De todos modos, la población los veía como héroes.
¿Que hizo que Vitali fuese acusado por el KGB?
La denuncia de uno de sus compañeros de camarada: un hombre llamado Korzunn detenido como parte de un complot inventado desde cero por los comisarios y al que obligaron a dar nombres… Todo era mentira, pero Korzun fue fusilado tras denunciar a Vitali Abalakov. La fiscalía habló de un ataque planeado a la Plaza Roja y otras misiones que deberían haber llevado a cabo juntos como parte de un ‘complot de montañeros contrarrevolucionarios’.
¿Por qué este odio por parte de la URSS hacia las sociedades montañeras?
Es difícil de saber, pero parece que los muchos seguidores de Lenin que las habían fundado y frecuentado en la década de 1930 se irritaron. Stalin quería deshacerse de los primeros bolcheviques, pero había muchos de ellos entre los montañeros.
¿Qué averiguó usted sobre el arresto?
¡Todo! Parece que nadie había buscado entre los archivos antes que yo. Uno de los expedientes contiene todos los detalles de la detención, la acusación, los interrogatorios, los enfrentamientos, el juicio… Una de las preguntas que me hice fue sobre Evgueni, ¿había sido obligado su hermano a acusarlo de algo? Pero la respuesta es negativa. Parece que Evgueni nunca estuvo en la mira de la NKVD.
¿Qué otras teorías, aparte del accidente, existen sobre la muerte de Yevgeny?
La de un magnicidio, defendida en particular por su hijo. Pero este último, fallecido después de que lo pudiera entrevistar, no tenía pruebas. Era una íntima convicción que nacía de esta URSS donde la mano del poder o del extranjero aparecía detrás de todos los dramas. Me dijo que a los ingleses les hubiera gustado liquidar a un pretendiente al Everest. Aunque lo cierto es que no se sustenta.
¿Rusia continúa reprimiendo a los disidentes como lo hizo entonces?
Las cosas nunca han sido ideales, pero ha habido una apertura desde la caída de la URSS que acaba de cerrarse. Eso es lo que más me asusta, que la dinámica se invierte. Llegué a Rusia a principios de los 2000 y había esperanza: el país se modernizaba, se abría al mundo y las libertades aumentaban. Entonces todo dio la vuelta.
¿Ve usted una relación entre Stalin y Putin?
¡Sus nombres riman! Pero las cosas son muy diferentes. La Rusia de Putin hace juicios arreglados a los opositores y se exime de toda democracia. Pero la URSS de Stalin tenía cuotas para arrestar a personas inocentes para suministrar mano de obra.
Origen: Palizas y gulag: el odio secreto del dictador Stalin hacia los dos héroes más grandes de la URSS