¿Por qué Felipe II de Francia no quiso tener sexo en su noche de bodas?
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!El rey francés conoció a su segunda esposa, Isambur de Dinamarca, el día del enlace. A la hora de consumar el matrimonio, quedó espantado.
Felipe II de Francia, quien reinó entre el año 1180 y 1223, fue uno de los monarcas más importantes de la época medieval. Gracias a sus campañas militares y su forma de gobernar consiguió imponer su poder real frente a los grandes señores feudales. El rey, que había sido coronado a los 14 años, rompió con las políticas de su padre y expulsó a los judíos de Francia.
Se casó con Isabel de Henao, con quien tuvo tres hijos —dos de ellos gemelos que murieron nada más nacer—. No obstante, la reina consorte murió debido a problemas en el parto a la temprana edad de 19 años. Felipe sabía que para mantener el control del reino debía volver a casarse con una mujer poderosa. Su único hijo vivo solo tenía cuatro años y la sucesión del reino no estaba asegurada. De esta manera, el monarca concertó una segunda boda con Isambur de Dinamarca, hermana del rey Canuto VI.
Se firmó un acuerdo matrimonial al que Isambur aportó una dote de 10.000 marcos de plata y la princesa se dirigió a Francia con tan solo 18 años. Nunca se habían visto antes y se casaron el mismo día que se conocieron. En la noche de bodas, el rey salió espantado del cuarto pálido, tembloroso y con «sudores fríos». Felipe no quería saber nada de ella y quiso anular el matrimonio ipso facto.
Intentó anular el matrimonio por todas las vías posibles e incluso se enfrentó al papado, quien defendió a la esposa de la cual renegaba Felipe. Asimismo, recluyó a Isambur en el monasterio de Saint-Maur-des-Fossés y jamás tuvo ningún tipo de descendencia con ella. Algunos autores hablan de que la joven reina, inexperta y debido a su nerviosismo, se defecó encima, lo cual repugnó al rey francés. Otra de las versiones defiende la idea de que Isambur de Dinamarca era hermafrodita y el rey, al ver sus partes íntimas, lo encontró repulsivo.
Lo que ocurrió en aquella noche de bodas hace ocho siglos es un verdadero misterio que los historiadores no han conseguido confirmar a ciencia cierta. Lo único que está claro es que, aquello que viera aquel 15 de agosto de 1193 en la ciudad de Amiens, atormentó de por vida a Felipe II.
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