RAFAEL MONTORI, alcalde REPUBLICANO de Loporzano, ASESINADO y DECAPITADO por los fascistas en 1936
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Rafael Montori quería ser abogado, su padre le pidió que dirigiera la hacienda familiar como hijo mayor que era, finalmente Rafael se instaló en Huesca, donde abrió una pensión y un bar en el número 31 de la calle San Orencio, mientras su hermano se ocupaba de las tierras de la familia. Su esposa Luisa Bravo Abad tomó las riendas del negocio de la hospedería, mientras nacían las hijas del matrimonio: Orosia, Antonia, Presentación y Ángeles, un personaje muy reconocido en el mundo de la jota aragonesa.
Rafael era un convencido republicano de ideas socializantes, ganó las elecciones municipales en Loporzano y amplió la ley de reforma agraria, estableciendo lotes de tierras en dominios comunales para que los jornaleros más pobres tuvieran alguna oportunidad de salir adelante dignamente; pero contemporizaba con tradiciones religiosas conviviendo en paz con las tendencias laicas. El 19 de julio de 1936 Rafael fue detenido por elementos fascistas en Huesca, depuesto en la alcaldía e ingresado en prisión. También iba a ser detenida su hija Orosia, al enfrentarse a uno de los militares que dirigían la operación contra Rafael, siendo encarcelada el 23 de julio.
Cada día su otra hija Presentación les llevaba la comida a la cárcel en una cesta y los militares le devolvían vacía la cesta del día anterior. Un día la cesta que le devolvieron pesaba más de lo habitual. Al mirar dentro la hija encontró la cabeza cortada de su padre. A Presentación Montori le dió un ataque de nervios allí mismo y su salud mental quedó afectada para el resto de su vida. Murió con 22 años. La cabeza del alcalde republicano fue exhibida en la centrica Plaza de Zaragoza como trofeo y como amenaza para que los vecinos vieran de lo que eran capaces.
El daño ocasionado fue de tal naturaleza que ni la familia del hacendado Montori ni la memoria colectiva han podido revelar este hecho ignominioso, desterrado al más oscuro rincón de la conciencia. El testimonio de la niña Josefina Olivar, hija del tipógrafo fusilado Andrés Ramón Olivar, corrobora la veracidad de tamaña vileza. Josefina nunca pudo olvidar semejante escena. Tampoco la familia de Baltasar Villacampa, vecinos en la calle San Orencio y conocedores del inhumano capítulo de la represión fascista en Huesca.