21 noviembre, 2024

«Ríos de sangre en el pueblo fantasma de Jerusalén»: los 70.000 musulmanes asesinados en 1099

'Captura de Jerusalén por los cruzados, el 15 de junio de 1099', de Giraudon
‘Captura de Jerusalén por los cruzados, el 15 de junio de 1099’, de Giraudon

El mayor asedió de la historia de la Ciudad Santa se produjo durante la Primera Cruzada. El exterminio duró solo una semana, pero fue uno de los momentos más críticos de la violenta historia de la urbe

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Habitualmente se dice que todos los enfrentamientos abiertos entre Israel y Palestina desde 1948, no se habrían producido si los romanos no hubieran llegado a la Tierra Prometida en el año 63 a. C., en la época en la que Pompeyo batallaba cerca de los territorios que ahora conocemos como Israel y Palestina. En mitad de esta guerra de conquista de Siria, escuchó que había judíos que simpatizaban con Roma, los fariseos, y otros que no. El cónsul decidió capturar Jerusalén, causando más de 12.000 muertos. Aquella masacre fue la primera de otras muchas perpetradas por sus sucesores.

Si atendemos al número de muertos, sin embargo, hubo otra matanza mucho mayor en Jerusalén que se produjo mil años después, entre el 7 de junio y el 15 de julio de 1099, durante la Primera Cruzada. Se calcula que los cristianos acabaron con la vida de 70.000 musulanes en tan solo una semana. El nivel de devastación fue tan gigantesco que, todavía hoy, pueden encontrarse vestigios de la barbarie. Hace cuatro años, de hecho, un equipo de arqueólogos codirigido por la Universidad de Carolina del Norte y la Universidad de Haifa hizo un importante hallazgo en una excavación en el Monte Sión.

Era la primera vez que un descubrimiento arqueológico confirmaba los relatos históricos de la Primera Cruzada. Estos hacían referencia al asedio, la conquista y el saqueo de la Ciudad Santa, en manos del califato Fatimí de Egipto. Los restos encontrados fueron particularmente importantes, porque esta batalla que acabó exterminando a este califato islámico, el único chií de toda la historia, marcó un momento crítico en la violenta historia de Jerusalén, que fue totalmente destruida y recolonizada por los invasores.

«Durante tres días, tal vez incluso una semana, los cruzados perpetraron todo tipo de atrocidades, violaciones y asesinatos incluidos», aseguró a Europa Press, en 2019, Shimon Gibson, profesor de Historia en la Universidad de Carolina del Norte. «Los cronistas hablan de ‘ríos de sangre’ que corrían por las calles de la ciudad y puede que no sea una exageración. Se cometieron terribles crímenes y murieron muchas personas, incluidos cristianos. Los cristianos locales eran considerados tan heréticos como los musulmanes y los judíos. Convirtieron a Jerusalén en un pueblo fantasma», añadió el especialista.

Durante la excavación se encontró el foso que los defensores del califato cavaron a lo largo de la muralla sur de Jerusalén para protegerse contra el asalto de los cruzados. También los artefactos del asedió, incluidas las puntas de flecha, los colgantes de cruz de bronce de los cruzados y una espectacular pieza de joyería de oro musulmán, que probablemente formó parte del botín de la conquista. Todo este tesoro fue hallado en el interior de una antigua edificación que se encontraba en ruinas justo en el momento del asalto y que fue utilizada por los cruzados, con toda seguridad, para defenderse.

«Parece que existía un barrio fuera de las murallas con varios edificios dispersos. Excavamos uno de ellos en estado ruinoso, posiblemente dañado por el terremoto de 1033», afirmó Gibson, en referencia a este desastre natural acaecido seis décadas antes de la Primera Cruzada. «Puedes imaginar a los cruzados atacando la ciudad desde el sur, que se encuentran la zanja y este edificio en ruinas, y lo usan para cubrirse. Eso explica algunas de las puntas de flecha descubiertas, que habrían estado lloviendo sobre ellos», explicó.

Estos hallazgos parecían confirmar la imagen histórica de los cronistas contemporáneos, que siempre se han considerado cuestionables en su precisión. Para todos ellos, el ataque de los cruzados en la ciudad de Jerusalén fue sangriento y tuvo lugar al norte y al sur. Sin embargo, al ser la parte norte la que tuvo éxito, poco se ha sabido sobre este ataque desde el sur. Un sacerdote francés que participó en esta Primera Cruzada, Peter Tudebode, narró en su ‘Historia de Hierosolymitano itinere‘ que las fuerzas dirigidas por Raimundo IV de Tolosa en el lado sur se posicionaron en algún lugar del Monte Sión, y que desde ahí atacaron la muralla.

El llamamiento

La Primera Cruzada había comenzado tras el llamamiento del Papa Urbano II durante el Concilio de Clermont, que instó a conquistar Tierra Santa de manos de los musulmanes. Hasta ese momento, los cruzados habían tenido mucho éxito y habían logrado conquistar la ciudad de Antioquía en 1098. Tras intentar conquistar la ciudad de Arqa, a principios de 1099 el Ejército cristiano se lanzó a por Jerusalén. Los fatimíes intentaron llegar a un acuerdo de paz con ellos, pero los ignoraron. Pasaron por Trípoli y su gobernante les dio dinero y caballos. Después pasaron por Beirut, Tiro, Ramla y el 7 de junio llegaron a Jerusalén.

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Se cuenta que, al contemplar la Ciudad Santa, el gran objetivo de sus vidas, muchos cruzados se echaron a llorar, e inmediatamente después comenzaron el sitio. En principio, Jerusalén estaba bien preparada para aguantar el asedio. Para asegurarse más víveres, además, el gobernador fatimí había expulsado previamente a la mayoría de los cristianos. De los 7.000 caballeros que habían iniciado la Primera Cruzada, se calcula que solo quedaban 1.500, a los que había que sumar 12.000 soldados que marchaban a pie.

Godofredo, Roberto de Flandes y Roberto de Normandía asediaron el norte hasta la altura de la Torre de David, mientras que Raimundo establecía su campamento en el muro oeste, desde la Torre de David hasta el Monte Sión. El primer ataque el día 13 de junio fracasó. La tarea parecía imposible, pero entonces apareció un cura llamado Pedro Desiderio que comunicó a los cruzados que había tenido una visión divina en la que el fantasma de Ademar le había comunicado que debían ayunar durante tres días y luego marchar descalzos en procesión alrededor de las murallas de la ciudad. Según la leyenda, después de esto, Jerusalén caería en un plazo de nueve días, siguiendo el ejemplo bíblico de Josué en la conquista de Jericó.

Asalto final

A continuación comenzaron los ataques contra las murallas, que en un principio fueron repelidos, a pesar de haber construido torres de asedio con la madera de las naves que había utilizado para llegar a la ciudad. Insistieron y, por fin, en la mañana del 15 de junio, dos caballeros llamados Letaldo y Engelberto fueron los primeros en acceder a la ciudad por las murallas cercanas a la esquina noreste de la ciudad. Fueron seguidos por Godofredo, su hermano Eustaquio, Tancredo y sus hombres. Acto seguido, los cruzados consiguieron entrar por una de las grietas que consiguieron abrir y se rindieron los primeros guardias musulmanes.

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Una vez que los cruzados consiguieron entrar en la ciudad comenzaron la matanza. Se prolongó durante la tarde, la noche y la mañana del día siguiente y en ella murieron casi todos los habitantes de Jerusalén: musulmanes, judíos e, incluso, algunos cristianos. Todo aquel que encontraban a su paso era atravesado con la espada. Muchos musulmanes buscaron refugio en la mezquita de Al-Aqsa, donde, según un famoso relato de ‘Gesta Francorum‘, de autor anónimo, «la carnicería fue tan grande que nuestros hombres andaban con la sangre a la altura de sus tobillos».

Según Raimundo de Aguilers, uno de los hombres que participó en aquella masacre, canónigo de Puy, dejó la siguiente descripción: «Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias».

El historiador Thomas F. Madden, por su parte, defiende que la masacre fue exagerada por los cronistas musulmanes posteriores, con el objetivo de avivar el espíritu de la jihad contra los cruzados. Señala que no todos los musulmanes murieron, ya que algunos lograron huir de la carnicería por las murallas este y oeste que habían sido desguarnecidas por los conquistadores y llegar a Damasco. De todas formas, da por cierta la masacre que se produjo en la sinagoga de la ciudad.

Origen: «Ríos de sangre en el pueblo fantasma de Jerusalén»: los 70.000 musulmanes asesinados en 1099

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