28 marzo, 2024

Scapa Flow: el suicidio naval más espectacular de la historia, ¿el acto más heroico de la I Guerra Mundial?

Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!

Una semana antes de que se firmara el Tratado de Versalles, el contraalmirante Ludwig von Reuter hundió 57 barcos entre acorazados, cruceros y destructores de su propia flota para que no cayeran en manos de los ingleses

A finales de junio de 1919, en los últimos suspiros de la Primera Guerra Mundial y pocos días antes de que se firmara el Tratado de Versalles, se repitió muchos días en ABC el siguiente titular: « El hundimiento de la escuadra alemana». Los artículos hacían referencia a la orden dada por el contraalmirante Ludwig von Reuter de mandar al fondo del mar, en la bahía de Scapa Flow (Escocia), a su propia flota antes de que cayera en manos del enemigo: Gran Bretaña. En total, 57 barcos entre acorazados, cruceros y destructores, 400.000 toneladas de alta tecnología bélica, en la que aún hoy es considerada la mayor pérdida naval de la historia fraguada en un solo día.

Cinco horas tardó realmente Von Reuter en cimplir su objetivo, en un acto deliberado de sabotaje para que sus barcos no se convirtieran en botín de guerra. Como explicaba este periódico el 24 de junio de 1936, tres días después del incidente: «El contraalmirante Ludwig von Reuter declaró que ha terminado la destrucción total de su flota. Y añadió que acepta la responsabilidad de haber hundido los buques en virtud de la orden dada al principio de la guerra de que ningún barco germano debía rendirse».

Fue la mayor pérdida de buques de guerra en la historia. Pero lo realmente excepcional es que no fue consecuencia de una batalla ni de un accidente, sino de las órdenes dadas por el hombre que se encontraba al mando de la armada germana ubicaba en Scapa Flow. El mismo que se supone que era responsable de combatir con ella y mantenerla a flote. Por aquella orden murieron nueve de sus marinos, las últimas víctimas mortales de su país en la Primera Guerra Mundial, ya que la paz fue firmada una semana después. Lo que aún se discute hoy es si aquella decisión fue una especie de suicidio naval sin el más mínimo sentido o un acto heroico de guerra y amor a la patria.

Carrera armamentística

Este enfrentamiento nació unos años antes del inicio de la Gran Guerra. En concreto, a finales del siglo XIX, cuando el Gobierno británico observó que la Armada alemana estaba aumentando considerablemente su número de buques de guerra y que dicha flota estaba experimentando un importante proceso de modernización. El káiser Guillermo II, efectivamente, había iniciado un ambicioso programa naval y la superioridad de la Royal Navy se vio amenazada. Esto desató una carrera armamentística entre el Reino Unido y Alemania. Los primeros desarrollaron una nueva generación de barcos gigantescos y fuertemente armados, mientras que los segundos fabricaron modelos más ágiles, veloces y con una artillería devastadora.

LEER  Vidal i Barraquer, ¿un cardenal en el exilio olvidado por el Vaticano?

La bahía se Scap Flow tenía más de 20 kilómetros de largo y 14 de ancho. Se encontraba situada en las Islas Orcadas, al norte de Escocia. Era un zona costera muy especial que estaba protegida por islotes, escollos naturales y obstáculos artificiales que la convirtieron en el fondeadero perfecto para la flota británica durante los dos conflictos mundiales. En 1914, la Royal Navy ya había decidido delegar en sus socios franceses el patrullaje del Mediterráneo para concentrarse ella en el mar del Norte, ya que allí esperaba que se produjera el gran choque naval con Alemania.

Fue al comienzo de la Primera Guerra Mundial cuando la Royal Navy eligió Scapa Flow como su base principal. Era lo suficientemente amplia y tenía la profundidad óptima como para fondear a un gran número de buques y acorazados. Desde esta bahía Gran Bretaña controlaba el mar del Norte y el tráfico por los océanos Atlántico y Ártico. Era el mejor punto estratégico para afrontar la guerra en aquella región y estaba muy bien protegido debido a sus accidentes naturales y a sus condiciones climatológicas.

El crucero de combate Nuremberg, hundiéndose en Scapa Flow (1919)
El crucero de combate Nuremberg, hundiéndose en Scapa Flow (1919) – Charles Trampus

Durante la guerra, ambas naciones se habían enfrentado en batallas navales tan importantes como Jutlandia, en 1916. La Royal Navy resultó derrotada en esa ocasión, pero a mediados de noviembre de 1918, con el Kaiser ya abdicado, estaba claro que Alemania había perdido ya el conflicto y que su Armada estaba gravemente dañada. No era ni una sombra de lo que había sido a principios del siglo XX ni en 1914.

Con el armisticio en proceso de negociación y el alto el fuego decretado hasta que se produjera la firma de la paz, los británicos permitieron que 1.800 marineros alemanes se quedaran en Scapa Flow al cuidado de sus 74 barcos. No les importó que, poco antes, estos hubieran llevado a cabo dos ataques con submarino contra los ingleses en la bahía. Ambos habían sido un fracaso y la costa adquirió fama de ser un sitio inexpugnable. Por eso permitieron que se quedaran allí retenidos hasta que todo se acabara.

Para la tripulación alemana aquello fue humillante. Su situación legal era bastante ambigua. No se habían rendido, pero habían acordado un alto el fuego mientras se negociaban las condiciones de capitulación en el Tratado de Versalles. Por lo tanto, todavía estaban en guerra. Y mientras esta terminaba, permanecieron allí retenidos durante siete meses, durmiendo hacinados en las embarcaciones. Se aburrían soberanamente y tenían la moral por los suelos, hasta el punto de que se produjeron conatos de amotinamiento. Ludwig von Reuter manejaba la situación de sus hombres como podía, como responsable que era de los once acorazados, cinco cruceros de batalla, ocho cruceros ligeros y 50 destructores. Un total de 74 embarcaciones que representaban una gran parte de Marina de guerra germana.

Un «The Times» retrasado

La razón por la que Von Reuter decidió hundir toda su flota fue, en realidad, la información desactualizada y errónea que le llegó a través de un ejemplar atrasado del diario «The Times» donde se contaba el estado de las negociaciones. El artículo en cuestión, fechado el 16 de junio, decía que los Aliados le habían dado a Alemania el ultimátum de que el 21 de junio debían estar cerrados los acuerdos. Y el contraalmirante estaba decidido a no entregar sus barcos al enemigo pasase lo que pasase.

LEER  Así pervirtió Japón el código samurái para que miles de sus soldados se inmolaran en la IIGM

Lo que no sabía nuestro protagonista, debido a que los británicos le suministraban la prensa con cuatro días de retraso, es que el ultimátum fue postergado dos días, hasta el 23. Ludwig von Reuter asumió que el 21 de junio se reanudarían las hostilidades y que el enemigo no debería hacerse con sus 74 buques de guerra, lo que habría sido desastroso para su Ejército.

A Von Reuter se le presentó una oportunidad que no podía desperdiciar, según su percepción de la situación. El 21 de junio de 1919, la Royal Navy salió de maniobras por primera vez desde noviembre del año anterior. A cargo de la vigilancia se quedaron tan solo dos destructores, momento que él aprovechó para mandar a pique todos sus barcos.

Un El 21 de junio, a las 10.30

No fue ni mucho menos una decisión improvisada. Von Reuter llevaba meses pensando que un acuerdo en Versalles no iba a ser posible. O por lo menos, en unas condiciones decentes para su patria. No sabía que a Gran Bretaña realmente no le interesaba ni lo más mínimo reforzar su Armada con los barcos de nadie. Sólo Francia e Italia eran de esa opinión, y así lo habían manifestado en reuniones secretas: lo mejor era repartirse la flota germana como botín de guerra entre todos.

Ante el temor de que esto ocurriera, Ludwig von Reuter salió de su camerino perfectamente uniformado la mañana del 21 de junio de 1919. Lucía su Gran Cruz de Hierro al cuello. A las 10.30 reunió a sus hombres y dio la orden de que se hundieran inmediatamente todos y cada uno de los barcos aprovechando que los británicos habían salido a maniobrar. Estos se dirigieron corriendo hasta sus acorazados, cruceros y destructores correspondientes, izaron las banderas alemanas (que tenían prohibido hacer) y empezaron a abrir las válvulas, las escotillas y las compuertas. Incluso extrajeron estas últimas para que no se cerraran mientras las embarcaciones se iban al fondo del mar. Y en el último momento subieron a los botes salvavidas para alejarse del barco.

LEER  Desentierran un colgante con el símbolo medieval de la Corona inglesa cerca del Kremlin de Moscú - RT

Los 74 barcos comenzaron hundirse: diez acorazados, seis cruceros pesados, ocho cruceros ligeros y 50 destructores, algunos de los cuales podían transportar hasta 26.000 toneladas. Cuando el oficial al mando de la flota británica, el vicealmirante Sydney Fremantle, fue avisado de lo que ocurría en Scape Flow, volvió de inmediato y consiguió salvar 20 de las embarcaciones que todavía no se habían sumergido del todo. Llegaron a tiempo para remolcarlas hasta la costa y mataron a nueve marinos alemanes que cumplían órdenes de Von Reuter.

A 45 metros de profundidad

Las 52 naves restantes acabaron en el fondo del mar a una profundidad de entre 30 y 45 metros. Algunas aún continúan allí. Nunca antes se había visto nada igual en la historia naval. Berlín hizo pública su tristeza de inmediato, aunque íntimamente el Gobierno alemán se sentía orgulloso de aquella gesta heroica de Von Reuter. Este fue llamado a la nave capitana de Fremantle y acusado de deslealtad, de traición y de faltar al código sacrosanto de la Marina. «Estoy convencido de que cualquier oficial naval inglés, en la misma circunstancia, habría hecho lo mismo que yo», respondió el alemán.

«En la espaciosa bahía británica de Scap Flow, se confirma que fueron hundidos por sus propias dotaciones los mejores buques de guerra alemanes, internados allí desde el 22 de noviembre de 1918, un día después de la fecha histórica en que el núcleo más importante de la flota germana se rindió en el Firth of Forth a las poderosas fuerzas navales mandadas por el audaz almirante Beatty», contaba ABC el 30 de junio de 1919.

Algunos de estos barcos fueron recuperados en las años siguientes, aunque en la Segunda Guerra Mundial otros tantos acabaron en el fondo de la bahía, que seguía siendo un lugar estratégico desde el punto de vista militar. A día de hoy, Scapa Flow es el cementerio marino de barcos más importante del mundo. Un paraíso de los buceadores intrépidos que buscan sumergirse en la historia del siglo XX.

Origen: Scapa Flow: el suicidio naval más espectacular de la historia, ¿el acto más heroico de la I Guerra Mundial?

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Este sitio web utiliza cookies. Al continuar utilizando este sitio, acepta nuestro uso de cookies.