Segunda Guerra Mundial: El acto más vil de Stalin: permitir que los nazis asesinasen a su hijo odiado
Yákov Dzhugashvili se suicidó en un campo de concentración después de que su padre se negara a canjear su vida por un oficial alemán
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«De hoy en adelante, la férrea ley disciplinaria de todo oficial, soldado y comisario será: ni un solo paso atrás sin orden del alto mando». En 1942, poco después de que las divisiones acorazadas alemanas atravesaran la frontera con la URSS y avanzaran a todo máquina hacia el corazón del país, Iósif Stalin instaba así a sus hombres a no retirarse jamás. Estas líneas se incluían en la famosa Orden 227, una directiva en la que también explicaba las tristes consecuencias de abandonar el puesto para salvar la vida: «Todo comandante de compañía, batallón regimiento o división, así como todo comisario político que se retire sin órdenes será considerado como un traidor a la patria, y como tal será tratado».
La Orden 270, hecha pública tras el comienzo de la Operación Barbarroja, también incidía en que los oficiales que se rindieran serían considerados traidores. Lo mismo que aquellos que lograran sobrevivir a las torturas nazis tras una interminable estancia en prisión. La teoría del desquiciado Stalin se sustentaba en que, si no habían sido asesinados, sería porque habían revelado secretos al enemigo. El título de esta directiva, escrita en agosto de 1941, no dejaba lugar a equívocos: «Con respecto a la cobardía y la rendición al cautiverio, y medidas para restringir tales acciones».
Estas dos órdenes fueron las que sirvieron al Camarada supremo para justificar uno de las decisiones más extravagantes que tomó durante su vida: negarse a cambiar la vida de Yákov Dzhugashvili, su primogénito capturado, por la de un oficial alemán. Existen varias teorías sobre lo que dijo cuando recibió la propuesta, aunque la más extendida es la que afirma que no quiso entregar a un mariscal para recibir a un simple teniente a cambio. Otra, más realista y menos impactante, asegura que no hizo distinciones entre el joven y el resto de los prisioneros soviéticos. «Todos son mis hijos», habría señalado. En cualquier caso, la realidad es que Stalin dejó que uno de sus familiares más cercanos se pudriera en un campo de concentración.
Meses después, Yákov falleció en extrañas circunstancias mientras intentaba escapar del campo de concentración en el que estaba preso. Los investigadores creen que se suicidó para no tener que dar explicaciones a su padre después de haberse rendido. A Stalin no le importó demasiado. De hecho, consideró su muerte una liberación. Al fin y al cabo, jamás había tenido una buena relación con él y siempre le había considerado un peligroso estorbo que los alemanes podían utilizar en su contra.
Mala relación
La historia de este personaje comenzó poco después de que Stalin contrajera matrimonio con la que fue su primera esposa, Yekaterina Svanidze, en 1905. En la actualidad se sabe que Yákov fue el primogénito del dictador, aunque se desconoce la fecha exacta en la que vino al mundo. Oficialmente se registró su nacimiento en 1908, pero la realidad es que fue alumbrado en 1907, pocos meses antes de que su madre muriera aquejada de tuberculosis y tifus. La relación de Iósif con su esposa fue igual de turbia que la que mantuvo, a la postre, con su hijo. Y es que, a pesar de que solía afirmar que la quería con locura, la dejó morir sola mientras se dedicaba a las tareas del partido.
Después de que Yekaterina abandonara este mundo Stalin dejó escrito que, con ella, se habían esfumado sus últimas esperanzas. «Esa mujer ablandaba mi corazón de piedra. Está muerta y con ella murieron mis últimos sentimientos cálidos hacia los seres humanos». El amor por la joven dictaba que debía hacerse cargo de Yákov, pero el pequeño se convirtió desde el principio en una carga para el futuro dictador. Absorbido por las tareas políticas, Iósif dejó el cuidado del pequeño en unos familiares que residían en Tiflis (Georgia), dónde el chico residió durante una buena parte de su infancia.
Yákov fue criado por su tío materno, quien le concienció de que debía estudiar ruso y viajar hasta Moscú para labrarse un buen futuro. Solo conoció en persona a Stalin cuando este le convocó a Moscú allá por 1922. Así se afirma, al menos, en « Joseph Stalin: a biographical companion». Después de aquel encuentro quedó claro que padre e hijo no se parecían en nada. Mientras que el primero era frío y calculador, la hermana de Dzhugashvili definió al primogénito como «pacífico», «tranquilo» y «modesto». Quizá estas diferencias marcaron la inexistente relación entre ambos.
Si estas discrepancias ya distanciaban a Stalin de su hijo, lo que terminó de destrozar su relación fue el amorío de Yákov con Zoya Gunina. A Iósif le repugnaba que su primogénito hubiera elegido como novia a la hija de un sacerdote ortodoxo. Por si fuera poco, ambos contrajeron matrimonio en 1935, lo que terminó de enfurecer al dictador. Este no perdonó jamás y se negó a aceptar a la chica. En la obra « Stalin: An Unknown Portrait» (elaborada mediante documentos desclasificados del líder soviético en los años 90) se incide en que el odio que sentía hacia el pequeño se exacerbó a partir de ese momento.
En el mismo libro se explica que la tensión entre ambos llegó a tal punto que Yákov intentó suicidarse disparándose al corazón. Pero falló y la bala apenas rozó el pulmón. Este error dio lugar a uno de los comentarios más hirientes del líder político hacia su primogénito: «Ni siquiera pudiste hacer eso correctamente». Pasó varios meses en un hospital de Moscú hasta que se recuperó. Por desgracia para él, el odio de Stalin siguió intacto. No en vano Iósif siempre consideró que era un joven falto de valor y de carácter. Ni siquiera le aplacó ver que cursaba estudios en ingeniería y que comenzaba a trabajar en una planta de fabricación de coches de Moscú.
Capturado y humillado
Stalin solo pareció empezar a respetar a su hijo cuando este se unió a la Academia de Artillería, aunque la decepción volvió a conquistar rápidamente su corazón cuando supo que sus notas habían sido algo mediocres. Fuera como fuese, Yákov se graduó y fue asignado a una unidad de obuses como teniente con el objetivo de que se fogueara antes de recibir un mando mayor y fuese ascendido a capitán. Pero el destino le reservaba otro futuro…
Todo cambió para Yákov tras el comienzo de la Operación Barbarroja, llamada así en honor de Federico I. Esta comenzó el 22 de junio de 1941 cuando un contingente de 152 divisiones alemanas divididas en tres Grupos de Ejército se lanzó sobre la URSS a toda máquina. Después de que la «Luftwaffe» (la fuerza aérea nazi) consiguiera la superioridad aérea en los dos primeros días del enfrentamiento, las unidades mecanizadas germanas hicieron válida su doctrina de combate y aplastaron una vez tras otra al Ejército Rojo.
Cuando comenzó el asedio de Hitler a la fortaleza soviética, Stalin llamó a Yákov y le ordenó acudir al frente. «Ve y pelea», le espetó por teléfono. Así pues, el primogénito del Camarada supremo se vio forzado a entrar en batalla a pesar de que, como se explica en «Stalin: An Unknown Portrait», odiaba la guerra y la violencia en todas sus manifestaciones. La decisión del dictador contrasta con la tomada con otro de sus hijos, Vasily, a quien le prohibió pilotar a pesar de que era un destacado oficial de la fuerza aérea.
El 27 de junio de 1941 Yákov entró en combate y mostró su valor. Sin embargo, su unidad quedó aislada por las divisiones Panzer y, pocos días después, fue capturado. Él mismo explicó posteriormente a sus captores cómo sucedió todo: «El 12 de julio, nuestra unidad fue rodeada y fuimos sometidos a un intenso bombardeo aéreo. Me abrí paso hasta nuestra líneas, pero estaba herido y desconcertado. De haber podido, me habría pegado un tiro». Tras saber que había sido hecho prisionero, Stalin, presuntamente, llegó a decir lo mismo: «Ni siquiera pudo dispararse». También corría el rumor de que el líder soviético afirmó que se había rendido como un cobarde.
Las leyes soviéticas hicieron que su esposa fuera encarcelada y pasara más de dos años en una prisión soviética. Así lo dictaban las normas que el mismo Stalin había ideado para evitar que los prisioneros hablaran.
Este hecho lo corrobora Andrew Roberts en « La tormenta de la guerra»: «Se emplearon las más despiadadas amenazas para impedir que los soldados del Ejército Rojo se rindieran a los alemanes. El 28 de julio de 1941, la orden nº 227 de Stalin, “Ni un paso atrás”, disponía que todo aquel que se retirara sin órdenes concretas o se rindiera al enemigo sería tratado como un “traidor a la madre patria”, y su familia podía acabar encarcelada. Ni siquiera quedaba excluido el propio hijo de Stalin, el teniente primero Yakov Dzhugashvili, comandante de batería del 14º Regimiento de Artillería de la 14ª División Acorazada, que fue capturado cerca de Vitebsk a mediados de julio: su mujer pasó dos años en un campo de trabajo».
El líder soviético tuvo que aguantar cómo los nazis usaban en su favor la captura de Yákov. El ministro Joseph Goebbels apenas tardó unas horas en imprimir miles de panfletos con una copia de una supuesta misiva que el chico había escrito a su progenitor: «Querido padre. He sido hecho prisionero. Tengo buena salud. Seré enviado a un campo de oficiales en Alemania. Me están tratando bien. Espero que tengas buena salud. Mis mejores deseos».
El mismo Stalin afirmó en un informe que había leído un folleto propagandístico arrojado desde «un avión fascista» que «mostraba a un grupo de oficiales hablando con Yákov». El dictador dejó escrito el texto que contenía: «El hijo de Stalin, Yákov Dzhugashvili, teniente, comandante de batería, se ha rendido. Que un oficial soviético tan importante se haya rendido pone de manifiesto que cualquier resistencia a los alemanes es completamente inútil. Dejad de combatir y rendiros. 7 de agosto de 1941». Poco después fue fotografiado también con el uniforme de las SS, para mayor vergüenza de Iósif.
Poco después fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen. Al parecer (y atendiendo a las fuentes) fue allí donde, poco antes de morir, los alemanes propusieron a Stalin cambiar a su primogénito por el mariscal Von Paulus, quien se había rendido en las afueras de Stalingrado. El dictador se negó. Según narraRoman Brackman en « The Secret File of Joseph Stalin: A Hidden Life», respondió que no daría a un oficial de aquel rango a los nazis a cambio de un simple teniente. Otras versiones de la misma historia afirman, por el contrario, que afirmó que todos los presos eran sus hijos y que no daría un trato de preferencia a Yákov.
Horrible muerte
Yákov pasó sus últimos días en este campo de prisioneros. Considerado como un rehén valioso, recibió un trato sensiblemente mejor que el resto de reos. Sin embargo, eso no le hizo sentirse mejor. En principio trató de escapar de prisión, pero su intento de fuga fue desvelado a los alemanes por uno de sus compañeros. Aquello acabó con su ánimo. En un interrogatorio posterior, afirmó que no quería regresar a la URSS: «No sé cómo podré volver a ver a mi padre. Siento vergüenza de estar vivo».
En abril de 1943 murió en el campo de concentración. Hasta hace poco existía debate sobre la causa del fallecimiento. ¿Asesinato o suicidio? Los informes alemanes desvelados en « Stalin: An Unknown Portrait» apuntan a lo segundo. Tal y como se puede leer en esta obra, uno de los alemanes del centro desveló la verdad en un informe posterior:
«A finales de abril de 1943 los prisioneros estaban haciendo ejercicio. Pero Dzhugashvili no fue con ellos y dijo que quería ver al comandante del campo. Un oficial de las SS fue a llamarle, Mientras ellos estaban hablando, Dzhugashvili caminó a su alrededor y, de forma distraída, cruzó el área «prohibida» y se acercó a la verja electrificada».
«El centinela le gritó «Halt!», pero Dzhugashvili continuó recto. El centinela le advirtió que iba a disparar y, al final, hizo fuego contra su cabeza y le mató. Mientras disparaba, Dzhugashvili agarró el cabre de la verja».