22 noviembre, 2024

Segunda Guerra Mundial: El misterio del tesoro que los Aliados robaron a los nazis en el Desembarco de Normandía

Vídeo: «Lo que nunca te contaron del Día D»
Vídeo: «Lo que nunca te contaron del Día D»

En las jornadas posteriores al Día D, los Rangers liberaron la batería de Maisy. Allí, algunos de ellos confirmaron haber hallado varios millones de francos que desaparecieron tras la Segunda Guerra Mundial

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La escena parece sacada de una superproducción de cine al estilo «Los violentos de Kelly». Imaginen a una patrulla de rangers (las tropas de choque de élite estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial) agotada y sudorosa tras haber tomado una de las baterías mejor defendidas por los nazis en los días posteriores al Desembarco de Normandía. Sus miembros, exhaustos y con la adrenalina desbordada por haber sobrevivido a aquella locura, deciden adentrarse en las tripas de los búnkers germanos para asegurarse de que ningún enemigo se ha atrincherado en su interior. No quieren sorpresas.

Bajan los escalones de hormigón. La tensión aumenta. En cualquier lugar puede estar escondido un enemigo. Pero lo que hallan no son más blancos a los que segar la vida, sino un gran tesoro de 4,2 millones de dólares en moneda francesa

Rangers, en Pointe du Hoc
Rangers, en Pointe du Hoc

Ahora dejen de imaginar, no lo necesitan. La situación fue tan real como el mismo Día D. Al menos, según explicaron tras la Segunda Guerra Mundial varios miembros de esta unidad. Pero tan cierto como sus declaraciones es que el mundo prefirió obviar sus palabras. Entre otras cosas, porque la posición a la que se referían, la batería de Maisy, desapareció después del conflicto, enterrada por la arena y el olvido. De esta forma, y tal y como se desvela en «Lo que nunca te han contado del Día D» (Principal, 2019), los años hicieron que el asalto en sí, el paradero del tesoro y la batalla que los rangers vivieron aquel día de junio se fueran al limbo.

Así hasta que, durante el verano de 2004, el investigador e historiador Gary Sterne (entrevistado para el mismo libro) halló por casualidad un mapa que señalaba el punto exacto en el que se encontraban los restos del emplazamiento y la verdad vio, literalmente, la luz.

Hoy, cuando nos dirigimos hacia 2021, el experto acaba de informar al mundo de que, tras más de una década de excavaciones y de haber reconstruido y musealizado gran parte de la batería de Maisy, ha hallado nuevos restos del lugar bajo la tierra normanda. Cada uno de ellos, un vestigio más que demuestra que, a pesar de que parezca imposible, siempre es posible hacer flamantes descubrimientos sobre el Desembarco de Normandía y la Segunda Guerra Mundial.

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La élite de los EE.UU.

Pero vayamos por partes, pues entender esta situación requiere retroceder un poco en el tiempo. Meses antes de que las tropas arribaran al norte de Francia para arremeter como un ariete contra el Muro Atlántico de Adolf Hitler, el SHAEF («Supreme Headquarters Allied Expeditionary Force» o «Cuartel General de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas») recibió informes de que los alemanes habían trasladado hasta el promontorio costero de Pointe du Hoc, entre las playas de Omaha Utah, media docena de cañones de 155 milímetros que podían causar verdaderos estragos a los soldados encargados de desembarcar.

Debían neutralizarlos pero, para ello, necesitaban a unos hombres capaces de ascender por un acantilado vertical de 30 metros de altura con la única ayuda de cuerdas y mientras los germanos les arrojaban, desde lo alto, una infinidad de balas y granadas.

rANGERS, PREPARADOS PARA DESEMBARCAR
rANGERS, PREPARADOS PARA DESEMBARCAR

La misión fue asignada a los rangers, una unidad estadounidense entrenada a la imágen y semejanza de los comandos británicos pero que, en la práctica, era utilizada por el ejército de los Estados Unidos para acometer las tareas más peligrosas en el campo de batalla. El responsable de seleccionarles para este trabajo fue el general Omar Bradley después de ver actuar a sus miembros en África. «Estos cabrones pueden hacer lo que sea», afirmó.

Llevaba razón. El 6 de junio de 1944, media hora antes de que comenzara el grueso de la operación, 225 de estos soldados, aquellos que pertenecían a tres compañías del 2º Batallón, desembarcaron en la base del acantilado de Pointe du Hoc y, a costa de medio centenar de bajas, ascendieron por la pared. Su victoria fue agridulce ya que, cuando llegaron a la cúspide, vieron que el enemigo se había llevado los cañones de allí.

Batería y tesoro

Hasta aquí, la historia más conocida sobre los rangers. Sin embargo, lo que se suele olvidar es que estos soldados de élite contaban con un objetivo secundario tras hacerse con Pointe du Hoc. Así lo afirma a ABC Pere Cardona, investigador, divulgador histórico y fundador de la página web «Historias Segunda Guerra Mundial»: «Recibieron las órdenes de limpiar Grandcamp, y, desde allí, dirigirse hacia Maisy, ambas posiciones defendidas por la 716.ª División de Infantería alemana».

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En el segundo pueblo se hallaba un gran complejo dotado con dos baterías con capacidad para hacer fuego sobre las playas de Utah y Omaha. A su vez, era uno de los centros administrativos de la región, lo que hacía que pudiese atesorar una gran cantidad de dinero en su interior. La seguridad, en consecuencia, era acorde a su importancia.

Después de limpiar Grandcamp, los rangers dirigieron sus vehículos hasta el gran complejo de Maisy (formado por dos posiciones, la WN 83 y la WN 84). Llegaron a su destino, ubicado unos cinco kilómetros al oeste de Pointe du Hoc, el 9 de junio, después de hacer frente a varios francotiradores germanos. Según explica Cardona, el empuje inicial de las tropas de asalto fue tal que destrozaron las primeras defensas nazis en pocos minutos. «Sin embargo, algunos defensores lograron escapar al búnker de mando de Les Perruques y hacerse fuertes en su interior», explica. Los teutones se negaron a rendirse y la única forma de acceder a su escondrijo fue hacer saltar la puerta con un explosivo.

Batería de Maisy, en la actualidad
Batería de Maisy, en la actualidad

Después de hacerse con la batería de Maisy, los rangers hicieron acopio de todo aquello de valor que hallaron en los búnkers del complejo. Desde ciento ochenta toneladas de explosivos dispuestos a ser lanzados contra las playas, hasta armamento de menor calibre. Sin embargo, lo que más sorprendió a unas de las tropas de élite mejor entrenadas de la Segunda Guerra Mundial fue hallar un gigantesco tesoro formado por… ¡4,2 millones de dólares en moneda francesa! Un capital que, según desvelaron poco después los supervivientes, estaba destinado a pagar a los soldados alemanes.

¿Qué sucedió con el tesoro? Varios rangers, entrevistados a la postre por Sterne, confirmaron que decidieron repartírselo entre los miembros de la unidad al más puro estilo de Hollywood. Por descontado, no informaron a sus superiores para evitar verse obligados a devolver aquellas riquezas. Con todo, en la actualidad es imposible saber su verdadero paradero. El caso, similar al sucedido con el dinero y las joyas robadas por el general Yamashita (todavía perdido), se ha convertido en uno de los enigmas sin resolver de la Segunda Guerra Mundial. Por si fuera poco, la destrucción de la batería de Maisy y su olvido paulatino a lo largo de los años colaboró a la hora de hacer más gigantesca esta historia.

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Hallazgo y misterio

Maisy y el gran tesoro de su interior permaneció olvidada hasta que, en 2004, Sterne tuvo un golpe de suerte. Coleccionista y amante de la Segunda Guerra Mundial, ese fue el año en el que adquirió el uniforme de un veterano del Ejército de los Estados Unidos y, en uno de sus bolsillos, se topó con un mapa en el que se señalaba el punto exacto en el que estaba enterrada la batería.

Según afirma el investigador en declaraciones para «Lo que nunca te han contado del Día D», tras dar una infinidad de vueltas por la zona en la que debían estar los búnkers, tropezó con un pequeño objeto que sobresalía de la tierra: ¡la chimenea de uno de los edificios!

A partir de entonces, y durante casi dos décadas, este investigador ha dedicado sus esfuerzos y su patrimonio personal a desenterrar los restos de la batería de Maisy y hacer con ellos un museo. Pero no solo eso, sino que también ha buceado en la escasa documentación que no se había perdido sobre el complejo y ha entrevistado a los veteranos que la tomaron. En la actualidad, sus logros han sido recogidos en dos obras. Aunque lo más aconsejable es acudir al oeste de la playa de Omaha, donde, ya sí, los búnkers de este emplazamiento olvidado se alzan desafiantes, y reconstruidos, para demostrar que, en efecto, los milagros existen.

Origen: Segunda Guerra Mundial: El misterio del tesoro que los Aliados robaron a los nazis en el Desembarco de Normandía

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