Segunda Guerra Mundial: Skorzeny, las confesiones del héroe de los nazis que residía en España: «Vivo bien aquí»
El 1 de noviembre de 1970 Otto Skorzeny, famoso por haber orquestado la liberación de Mussolini, concedió una entrevista a este diario en la que negó ser un refugiado político. «Estoy aquí porque me gusta»
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Otto Skorzeny fue calificado como «El hombre más peligroso de Europa» por los aliados tras hacerse famoso por orquestar la operación secreta que liberó a Benito Mussolini de su cautiverio en 1943. Aunque su participación en esa misión sigue siendo cuestionable, la realidad es que este militar fue idolatrado por grandes figuras de las unidades especiales en la Segunda Guerra Mundial como David Stirling, uno de los artífices del SAS británico, o Peter Young, líder en su momento de la 1ª Brigada de Comandos Británicos. «Fue un jefe enérgico, inteligente e imaginativo», afirmó este último.
Tras la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, esa estela de genio de las unidades de comandos en la Alemania nazi no solo no le granjeó el respeto internacional, sino que le marcó como uno de los enemigos públicos de los aliados. Tras pasar por varias prisiones y campos de concentración, Skorzeny acabó sus días en nuestro país. «Después de estar dos años en Alemania, encontré en España, país caballeroso, la posibilidad de ejercer mi carrera de ingeniero», escribió el mismo militar en sus memorias. Aquí pasó más de dos décadas protegido por el régimen de Francisco Franco hasta que, el 5 de julio de 1975, falleció por un cáncer de pulmón.
El retiro español de Skorzeny no pasó desapercibido para los ciudadanos de medio mundo. El corpulento personaje (medía, atendiendo a las fuentes, entre 1.90 y 195 metros y pesaba unos cien kilos) se vanaglorió de él en otras tantas declaraciones que concedió a varios medios nacionales como ABC. Este periódico, de hecho, publicó una concienzuda entrevista el 1 de noviembre de 1970 en la que el jerarca explicaba que no era un refugiado político y que, para él, este país era como una segunda patria. «Estoy en España simplemente porque me gusta, no por obligación», explicaba.
El 26 de abril de 1975 el diario ABC intentó contactar con Skorzeny. Un reportero trató de hacer llegar varias preguntas a su habitación (la 338) de la Ciudad Sanitaria Francisco Franco, donde luchaba contra la afección pulmonar que le costaría la vida. Pero no tuvo suerte alguna. «He enviado al coronel, el hombre de la cara marcada, de recuerdos de aquel lance a espada de juventud, una breve nota con unas preguntas. No han llegado hasta ahora sus respuestas […] La última noticia dice que mejora», desvelaba el artículo. El periodista no acertó ya que, apenas tres meses después, el que fue uno de los hombres de confianza de Adolf Hitler expiró su último aliento.
Sueño dorado
El Skorzeny que llegó a Madrid en los años cincuenta era un soldado olvidado y en horas bajas. Tras la caída del Tercer Reich, fue hecho prisionero e inició un periplo entre diferentes centros de reclusión aliados. «Fui enviado de una prisión a otra», afirmó en sus memorias. Así, hasta que dio con sus huesos en un campo de concentración reutilizado por los aliados: Dachau. Allí, el jefe de comandos alemán decidió hacer «una huelga de hambre como protesta por mi detención en una celda solitaria y por el trato a los prisioneros alemanes en general». Al final, y después de que le ayudaran a fugarse, puso rumbo a España.
Aquí, de la mano del gobierno de Franco (que permitió que se asentaran en España multitud de nazis renegados tras la Segunda Guerra Mundial), Skorzeny se asentó en la calle Montera bajo una identidad falsa. Además, hizo válido aquello que había dicho en los juicios de Núremberg («Soy ingeniero y no militar de carrera») y decidió recuperar su antiguo trabajo. Y lo cierto es que su estancia le sentó bien. «El Skorzeny más mayor, aquel hombre de mediana edad que apuró su felicidad en la España de los años cincuenta y sesenta, seguía conservando un aspecto juvenil. Su rizado pelo entrecano y castaño no había retrocedido ni un milímetro en la línea adelantada de su frente», explica Blanco Corredoira en la introducción de «Objetivo Skorzeny».
Sin embargo, tanto su corpachón como sus dos grandes cicatrices en la cara (resultado estas de duelos de esgrima en la juventud) le impidieron esconder su verdadera identidad durante mucho tiempo. Desde tierras hispanas, a su vez, viajó en repetidas ocasiones hasta Argentina y Egipto para hacer las veces de asesor y guardaespaldas de grandes personalidades de la época. En estos trayectos entabló una estrecha amistad con Juan Domingo Perón de quien, según afirma Jorge Camarasa en « Odessa al Sur, La Argentina como refugio de nazis y criminales de guerra», guardaba una fotografía firmada en su escritorio de Madrid.
Aún así, la capital española no dejó jamás de ser su centro neurálgico. Un lugar desde el que ayudó a huir a otros antiguos nazis durante el Tercer Reich. Así lo afirma el autor Michael Aaron Rockland, adjunto cultural de la embajada norteamericana en los años cincuenta, en « Un diplomático americano en la España de Franco»: «Skorzeny vivía en España bajo la protección de Franco desde 1948. Los historiadores han descubierto que también participó en la organización ODESSA, código de un grupo creado por antiguos miembros de las SS que ayudó a otros criminales nazis a escapar de Alemania».
Siguente parada
De esta guisa le entrevistó el periodista de ABC Antonio Alférez para elaborar un artículo que fue publicado el 1 de noviembre de 1970, cuando el antiguo líder de los comandos germanos sumaba ya más de seis primaveras a sus espaldas. En los primeros párrafos de la información quedaba meridiano que la identidad de este controvertido personaje ya era más que popular en España: «Terminada la guerra, el coronel Skorzeny fue acusado, y absuelto el 8 de septiembre de 1947. Meses después, Skorzeny se escapó del campo de concentración, donde aguardaba para comparecer ante un tribunal alemán».
La última frase antes de comenzar a narrar sus respuestas era lapidaria: «España es la siguiente y última etapa del coronel. A partir de 1951, el guerrero descansará y orientará su vida por otros derroteros». Por entonces poco quedaba del Skorzeny original, aquel estratega acusado de perpetrar mil tropelías contra los presos. Aunque, a la postre, se descubrió que bajo esa fachada de militar talludito y desgastado por el tiempo se escondía un veterano que llegó a colaborar durante su exilio con el mítico Mossad de Israel.
Antes siquiera de poder comenzar a hacer preguntas, Alférez recibió del propio Skorzeny una curiosa advertencia: «Tenga en cuenta, y quiero que así lo haga constar, que yo no soy refugiado político; estoy en España simplemente porque me gusta y no por obligación. Con mi pasaporte puedo desplazarme prácticamente a dónde desee». A continuación, el periodista le dio un apretón de manos a uno de los héroes más reconocidos del nazismo. «Una mano que es casi como una maza», según sus propias palabras. «Mi interlocutor mide 1,95 metros y debe pesar el centenar de kilos, aunque posiblemente sea difícil encontrar algo de grasa en el cuerpo de este atleta», añadía el reportero.
A lo largo del encuentro con el reportero de ABC, Skorzeny -que había citado a su interlocutor en un despacho de pocas habitaciones ubicado cerca de la Puerta del Sol lleno hasta arriba de archivadores y papeles de toda clase- dejó claro su obsesión por ejercitarse y mantener su cuerpo esbelto. «Mi primera afición ahora es el deporte; en realidad los practico todos, especialmente la natación, el submarinismo, atletismo y esquí. Por supuesto que me dedico a ello de forma especial durante mis viajes a estaciones veraniegas, pero tampoco en Madrid descuido la práctica del deporte», añadía.
Tampoco tardó en hacer alusión a su gran interés en la escritura. «Edité mis memorias, que fueron traducidas a numerosos idiomas; después me he animado a seguir escribiendo». Entre otras tantas cosas, remarcó que se había especializado en el periodismo internacional.
«Sepa que mis artículos y reportajes son disputados por grandes periódicos de países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, por citarle unos ejemplos. Escribo de temas paramilitares: Vietnam, Oriente Medio, OTAN, etc. Mis artículos ofrecen una información de primera mano, ya que cuento con amigos en todo el mundo y ellos me comunican todas las novedades importantes que acontecen en el escenario donde ellos actúan».
Pero, mientras que la escritura y el deporte le encantaban, no sucedía lo mismo con el mundo de la cultura.
«Prácticamente no voy al cine ni al teatro. Ya le he dicho cual es la gran pasión de mi vida: el deporte. Le añadiré ahora una segunda: la lectura. De todos los rincones del mundo me envían libros, muchas veces los propios autores, y con su lectura estoy informado de las principales corrientes de la vida intelectual».
Alférez describió a Skorzeny como un hombre que entendía y hablaba rápido el español, aunque con algunos problemas de dicción. También resaltó que contaba en su despacho con un «rabo de animal» (desconocemos cual) colgado de la pared. ¿La razón? Al parecer, que era «uno de sus amuletos». A su vez, el periodista de ABC dejó patente que «El hombre más peligroso de Europa» era sumamente temperamental, que pasaba «de la cólera a la sonrisa con celeridad» y que solía interrumpirle y adelantar sus respuestas. Aunque también atendía «a cualquier observación», a pesar de esa aparente falta de interés en el interlocutor.
Israel y España
Pero, de entre todas las respuestas de Skorzeny, la que más asombro provoca hoy en día es aquella en la que negó de forma tajante haber trabajado para el Mossad, el servicio secreto israelí. Información que confirmó el periódico «Haaretz» en 2016.
Gracias a las investigaciones de este diario se pudo corroborar que el oficial, apodado también «Caracortada», colaboró tras la Segunda Guerra Mundial en la captura de antiguos nazis a cambio de obtener la inmunidad y no ser condenado a muerte. Antes, en 1995, la noticia ya había saltado a los informativos, aunque había pasado desapercibida. A día de hoy, sorprende que negara esta máxima cuando vivía en nuestro país exiliado.
«La única verdad existente sobre esto es que mi nombre es fuente de ingresos para los periodistas de corte sensacionalista, o tendencioso. El noventa por ciento de las cosas que se publican sobre mí son completamente falsas. Mire, amigo, la guerra es algo que para mí acabó en 1945; ahora sólo me ocupo de ella para escribir. Le voy a dar una prueba de las fantasías que se publican sobre mi persona: cuando la guerra “de los seis días” un periódico de Moscú afirmó que yo había sido el consejero militar de Israel, y ahondando en este mismo absurdo, un diario polaco señaló que yo había suplantado al al general Dayany me hacía pasar por él acompañando a todo el mundo».
Antes de abandonar el despacho, el periodista de ABC le hizo la pregunta obliga: su opinión sobre España y los españoles.
«Tanto mi mujer como yo nos encontramos estupendamente en España, cuyos rincones ya conocemos de forma extraordinaria. España es mi segunda patria y terminaré mi vida aquí. Conozco españoles de todas las clases y esferas. Me gusta el carácter español».
«Herr Skorzeny, ingeniero, hombre de acción, coronel y turista afincado en España, ¿vive usted bien o muy bien?».
«Digamos que vivo bastante bien».