Teruel, el ‘pequeño Stalingrado’ español
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A finales de 1937, una vez conquistada la zona norte de la península, Francisco Franco pensó que había llegado el momento de la ofensiva final sobre Madrid, a través de Guadalajara. Sin embargo, miembros de la CNT que vivían clandestinamente en la zona sublevada de Aragón observaron una gran concentración de tropas desde Zaragoza hasta Calatayud. La información llegó al general Miaja. Para contrarrestar esos planes, el gobierno republicano acordó llevar a cabo un ataque «ofensivo-defensivo» -según el historiador Anthony Beevor– contra la ciudad de Teruel, defendida por soldados y voluntarios a las órdenes del coronel Domingo Rey d’Harcourt. El plan de ataque del general Vicente Rojo -jefe del Estado Mayor Central republicano- consistía en cercar la ciudad con una maniobra envolvente a través de diferentes pueblos y colinas de la provincia. Si salía bien, Teruel quedaría aislada y desconectada del territorio ocupado por los sublevados. Una parte de las tropas establecería una línea de defensa para repeler el contraataque, y otra parte entraría a la ciudad.
Durante la primera quincena del mes de diciembre, el ejército republicano acumula hombres y material en torno a Teruel. En la mañana del 15 de diciembre, la 11ª División de Líster -en la que combate el poeta Miguel Hernández, inicia la operación militar. Las tropas republicanas, seguras de una victoria fácil por la gran desproporción de material y hombres, inician la ofensiva en plena nevada y sin apoyo artillero o aéreo. Los franquistas son pillados por sorpresa. No esperan una ofensiva en una jornada tan gélida. Sin embargo, a pesar de su inferioridad, deciden defender la ciudad.
Adolf Hitler estaba convencido de que Franco iba a ganar la guerra a finales de ese año. La ofensiva republicana obliga a los estrategas nazis a cambiar sus planes y deciden aumentar su ayuda a Franco, que sigue con atención las noticias que llegan desde Aragón y ha de afrontar una inesperada encrucijada militar: proseguir con su plan de atacar Madrid o reconquistar Teruel a toda costa, por razones de vanidad militar y prestigio internacional.
Mapa del entorno donde se desarrolló la batalla de Teruel. Se indican las situaciones inicial y final, así como la correspondiente al día 20 de diciembre de 1937, cuando la ciudad queda cercada por las tropas republicanas y comienza la batalla por la toma de la capital (Fuente: Wikipedia)
El día 19 las tropas republicanas llegan a los arrabales y se producen los primeros combates en la ciudad. Indalecio Prieto, Vicente Rojo y el Estado Mayor, acompañados de un grupo de periodistas y corresponsales extranjeros -entre los que se cuentan Ernest Hemingway, Herbert Matthews y Robert Capa– aguardan el momento de comunicar al mundo que la República ha reconquistado la primera capital de provincia. Pero ese momento tardará más de lo previsto. Ese mismo día empiezan a llegar tropas facciosas comandadas por el general Aranda, pero su número es aún muy reducido para entrar en acción.
El día 22 las unidades republicanas entran en la ciudad con apoyo artillero, aunque sufren un gran número de bajas por el sistema de defensa -combate casa por casa- planteado por Rey D’Harcourt, cuyos efectivos se hacen fuertes en varios edificios del centro. La toma de la ciudad constituye uno de los episodios más terribles de la guerra. Se combate en las calles, entre escombros, se pelea con bayoneta calada, se usan ametralladoras y granadas de mano. Las instantáneas de la entrada de los tanques republicanos dan la vuelta al mundo.
Aunque Teruel aún no está totalmente ocupado, las autoridades republicanas lanzan las campanas al vuelo. Varios oficiales son condecorados y ascendidos por lo que se presume inminente victoria, aunque los defensores franquistas siguen resistiendo en los reductos del Seminario y la Comandancia. Las bajas del Ejército Popular son numerosas y los combates y el frío polar hacen mella en la tropa.
El día 23 Franco ya ha decidido suspender su plan sobre Madrid y organiza la contraofensiva, que se retrasará al día 29. El alto mando pide a Rey d’Harcourt que resista, mientras los Cuerpos de Ejército de Castilla y Galicia -bajo el mando de los generales Varela y Aranda– avanzan. Los bombardeos aéreos de la Legión Cóndor sobre las posiciones republicanas son los más duros de toda la guerra, con el complemento de la artillería.
Portada de ‘La hora’. Diario de la juventud’, editado en Valencia
Un temporal de frío extremo con ventisca paraliza las operaciones. Se hielan las carreteras y los motores. El día 31 las dos divisiones navarras que mandan los coroneles García Valiño y Muñoz Grandes conquistan La Muela. Empieza a cundir el temor y la preocupación en el bando leal. En la noche de San Silvestre se alcanzan temperaturas cercanas a los veinte grados bajo cero. Sobre el terreno, un metro de nieve, que aísla a ambos ejércitos de sus centros de aprovisionamiento, e impide el movimiento de las tropas y la comunicación de las unidades.
La conquista de la ciudad se demorará finalmente dos semanas, por la resistencia ofrecida por la guarnición y las duras condiciones meteorológicas de aquel invierno, que convierten el campo de batalla en un infierno, y Teruel en un ‘pequeño Stalingrado’ en el que murieron miles de combatientes.
Un tanque T-26 republicano en la batalla de Teruel
El día 3 cae la Comandancia militar. Los resistentes aguantan en el Seminario -sin apenas agua, viveres, municiones y medicamentos- hasta el 8 de enero, cuando Rey D’Harcourt se rinde, con el obispo Anselmo Polanco como testigo. El gobierno de Juan Negrín muestra al mundo su primera victoria militar relevante de la guerra. Sin embargo, a partir de ese momento las tropas republicanas pasan a la defensiva.Tres cuerpos de ejército con unos 100.000 hombres, con el general Dávila al mando, se lanzan sobre Teruel.
A lo largo del mes de enero, la artillería italiana aumenta su protagonismo. Los republicanos van retirándose paulatinamente. Los fusilamientos de Mora de Rubielos y la fallida ofensiva de Singra dan una idea exacta del desgaste sufrido por las tropas republicanas y de la fortaleza de las tropas de Franco, en ventaja por el apoyo de la artillería fascista y la aviación nazi.
En febrero, los republicanos sufren una dura derrota en Alfambra, que abre el camino hacia la codiciada capital. En dos días pierden unos 800 kilómetros cuadrados de terreno y una decena de poblaciones, mientras que 7.000 hombres son hechos prisioneros. Gran cantidad de material bélico cae en manos del enemigo o es destruido. El desastre de Alfambra prepara el camino para la caída de Teruel.
La ofensiva final se inicia el día 17, un movimiento envolvente similar al republicano dirigido por los generales Yagüe y Varela. El mayor de milicias Pedro Mateo -comandante de la 101ª Brigada Mixta- es el último jefe militar republicano de Teruel. En los últimos días logra evacuar de la ciudad a parte de la guarnición. Para entonces, ni Líster ni ‘Modesto‘ ni ‘El campesino’ están ya en la ciudad.
La mañana del 22 de febrero, los franquistas entran sin encontrar resistencia republicana en una ciudad totalmente devastada, con numeroso material bélico republicano abandonado o destruido. En contraste con otras victorias, en Teruel no hubo entrada triunfal alegría por parte de los vencedores.
En la toma de Teruel -la última y efímera gran victoria del Ejército Popular- estuvieron presentes la práctica totalidad de los grandes fotógrafos y reporteros gráficos de la guerra civil. La magnitud de este episodio bélico puso en valor la figura del enviado especial a zonas de conflicto. Diarios como The New York Times, The Times, The Daily Telegraph, Paris-Soir, Ce soir y otros muchos enviaron al frente de Teruel a los mejores reporteros de la época: Herbert L. Matthews, Henry Buckley, Ernest Hemingway, Sefton Delmer, Ilya Ehrenburg, Mathieu Corman, Kim Philby, Richard Sheepshanks, Edward J. Neil y Bradish Johnson.
Fotografiaron la figura triunfal de Líster, los tanques soviéticos delante de la plaza de toros, los combates en la nieve, la entrada de las columnas leales y la evacuación de civiles. En el libro Crónicas de fuego y nieve, Vicente Aupí reúne las crónicas periodísticas, testimonios y fotografías de aquel grupo estelar de corresponsales.
Entre los reporteros gráficos españoles que siguieron la batalla de Teruel destacaron Alfonso Sánchez Portela y Agustí Centelles en el lado republicano, y José Demaría «Campúa» y Francisco Martínez Gascón ‘Kautela» en el franquista. Su trabajo estuvo al mismo nivel de calidad que el de los reporteros extranjeros Robert Capa, Kati Horna o Walter Reuter.