The innocents: La atroz historia de las 15 monjas que fueron violadas más de 50 veces por los soldados de Stalin
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«Había 25. 15 fueron violadas y asesinadas por los rusos. El resto fueron violadas desde 35 veces, hasta 50». Estas palabras resumen las barbaridades que el Ejército Rojo (a las órdenes de Iósif Stalin) perpetró contra unas monjas polacas en 1945. Una época en la que las tropas alemanas ya habían abandonado el país y este había sido liberado del yugo nazi. Las líneas salieron de la pluma de la doctora Madeleine Pauliac, quien conoció en primera persona a muchas de las religiosas afectadas e, incluso, tuvo que asistirlas para dar a luz a los hijos que gestaron después de ser forzadas por los militares.
La historia de esta mujer había pasado desapercibida hasta ahora en España.
Sin embargo, en las últimas semanas se ha dado a conocer gracias al futuro estreno de la película «The innocents». Un largometraje de la directora Anne Fontaine que narra el sufrimiento por el que tuvieron que pasar estas monjas y la ayuda que recibieron de Pauliac. En el film (en la que participan Agata Buzek y Lou De Laage) no se usan los nombres reales de aquellas mujeres que fueron violadas por los soldados soviéticos, aunque sí está basado en las vivencias reales de la doctora y ha contado con la colaboración de Philippe Maynial, el sobrino de Pauliac.
Doctora y guerrillera
La historia de Madeleine Pauliac comienza el 17 de septiembre de 1912, cuando vino al mundo en Francia. «Mi madre y Madeleine fueron criadas por su abuela. Su padre murió en 1916 en Verdún», explica (en declaraciones al diario francés «Aleteia»), el propio Maynial. Cuando estalló la guerra esta chica sumaba apenas 27 primaveras a sus espaldas, pero (a pesar de ello) ya era toda una experimentada doctora. «Era una experta en hacer traqueotomías. Para la época era algo muy duro. Esta técnica consiste en abrir la garganta del paciente para intubarle cuando empieza a ahogarse. Solía practicarla a niños. Entonces había que usar un cuchillo y tener mucha sangre fría», añade su descendiente.
A pesar de que tenía un futuro destacado como médico (había escrito un libro sobre la aplicación de algunas sustancias en la meningitis), cuando el ejército alemán avanzó sobre Francia decidió unirse a la lucha armada contra Hitler.
Durante la ocupación se unió a la Resistencia francesa y se dedicó a ayudar y aprovisionar a los paracaidistas aliados que caían sobre la región. En enero de 1945, después del Desembarco de Normandía y ya como doctora de la Cruz Roja, fue enviada a Moscú por orden de De Gaulle para ayudar a repatriar a los prisioneros de guerra galos que había en la zona.
Aquellos días en la URSS no fueron fáciles para la doctora, pues en no pocas ocasiones vio su trabajo boicoteado por los soviéticos. Así lo determina su sobrino, quien señala que Pauliac vivió uno de los peores momentos de su vida cuando, durante una misión de traslado de prisioneros, fue detenida por el Ejército Rojo.
«Cuando estuvo frente al oficial al cargo de la operación tuvo que decirle que era prima de un soldado que había luchado en el escuadrón Normandie-Niemen. Una unidad que había combatido en el frente oriental. Esta pequeña mentira les salvó porque el oficial ruso había formado parte de ella, y les dejó continuar su misión», determina.
La barbarie soviética
En mayo de 1945 (después de que Polonia fuese liberada) esta francesa fue enviada a Varsovia, donde se convirtió en médico jefe de un hospital francés. Su misión principal era repatriar a 300.000 galos con sede en el país tras cinco años de ocupación nazi, una revolución y decenas de miles de muertos. Sin embargo, cuando llegó a su destino se encontró un país dominado por el Ejército Rojo, cuyos soldados campaban a sus anchas por las ciudades haciendo todo aquello que les venía en gana.
Durante estos años llegó a colaborar (en conjunto) en más de 200 misiones relacionadas con la evacuación de heridos. Así lo afirma, al menos, su sobrino (quien ha reconstruido la historia de su tía en los últimos años en base a multitud de documentos) en la comentada entrevista: «Algunos informes de las mujeres jóvenes que acompañaban a mi tía informaron de que habían visitado más de 200 campamentos de prisioneros, muchos campos de concentración, y habían viajado unos 40.000 kilómetros. Hacían un promedio de 700 kilómetros para recuperar a un francés de aquí y otro de allá. Viajando día y noche». Entre los lugares que visitó destacaron Auschwitz y Treblinka. Por citar los más reseñables.
Tras ver con sus propios ojos todo tipo de barbaridades, Pauliac tuvo que pasar por uno de los peores momentos de su vida cuando -mientras se encontraba en Polonia- recibió en su hospital a una monja que solicitó que la acompañara a su convento. Todo ello, eso sí, previo juramento de que no contaría lo que iba a presenciar allí.
La doctora aceptó y, como señala su sobrino, partió hacia la residencia de las religiosas en mitad de la noche para no ser descubierta. Allí descubrió a un grupo de mujeres embarazadas que habían sido violadas en repetidas ocasiones por los soldados soviéticos. Además, sufrían una doble tortura, pues -a pesar de que habían sido forzadas- consideraban que serían mal vistas y repudiadas por la sociedad si narraban lo sucedido.
«Había 25 monjas. 15 fueron violadas y asesinadas por los rusos. Las 10 restantes fueron violadas, algunas 42 veces y otras 35 o 50 veces. Nada de eso sería de una importancia mayor sino hubiese sido porque 5 de ellas estaban embarazadas. Vinieron a pedirme consejo y hablaron de aborto en término velados», escribió por entonces la doctora.
En aquel choque entre creencias, la francesa practicó varios abortos a las religiosas para evitar que dieran a luz y, en los casos más extremos, las ayudó a traer al mundo a sus hijos. Además, asistió psicologicamente a las afectadas para que superaran la muerte de sus compañeras y la aberrante situación que habían vivido.
Muerta en Varsovia
Aquella labor llevó a Pauliac a ganar la Legión de Honor y la Cruz del Valor. Y siempre siguió trabajando por los heridos y los presos. «En los últimos meses de su vida, tuvo un accidente de tráfico mientras viajaba en una ambulancia. Tuvo una gran fractura de cráneo, pero siguió trabajando», añade el familiar.
Para desgracia de Francia, la doctara falleció en 1946. Todo ocurrió el 13 de febrero, en Varsovia. «Meses después, viajaba en un coche de la Embajada francesa a un hospital de Varsovia. Aquí hay dos versiones. Una dice que el vehículo patinó en el hielo y se chocó contra un árbol. La otra, que el auto pisó u8na mina», añade su sobrino. Tras su muerte, todo el cuerpo diplomático francés asistió a su funeral en Polonia. Fue enterrada en el cementerio de Villeneuve-sur-Lot.