«Tiger I», el indestructible monstruo nazi que causaba terror a los tanques aliados
ABC HISTORIA te recomienda las obras de Francisco Fernández Navarro, un artista de las maquetas y los pinceles que divulga la historia de los carros de combate de una manera peculiar: mediante dioramas «low cost» que vende a través de la Red
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El «Tiger I» era una auténtica bestia de acero, un monstruo nazi de 57 toneladas que causaba terror entre los soldados del ejército aliado. Durante la Segunda Guerra Mundial apenas tuvo rival. Ni los americanos ni los británicos plantearon a este gigantesco carro de combate un problema serio. Tan solo los soviéticos lograron ponerle en aprietos con algunos modelos como el «IS 2» (en servicio desde la tardía fecha de 1944). Sin embargo, el grueso de las divisiones de tanques del Ejército Rojo (formadas por los versátiles «T-34») apenas podían enfrentarse a su grueso blindaje.
Por si fuera poco, el «Panzerkampfwagen VI Ausf E» o «Panzer VI» (nombre técnico que recibía este imbatible coloso) contaba con un cañón más que letal: el KwK 36 L/56 de 88 mm. Un arma que, tal y como explica el «Tank museum» del Reino Unido en su dossier «Tiger I», podía dañar a cualquiera de sus enemigos contemporáneos a «una distancia de 2.000 metros». Todas estas características convirtieron al mencionado blindado en el terror de los aliados. Así lo dejó claro un tripulante ruso llamado Nikolai Dubrovin: «Se sentían escalofríos cuando veías uno. No solo por lo poderoso que era, sino porque imponía».
De las fábricas nazis apenas salieron 1.354 de estos gigantes durante toda la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, esos pocos carros de combate valieron para generar un mito que todavía perdura hasta nuestros días. Y es esa misma leyenda de imbatibilidad es la que ha llevado a Francisco Fernández Navarro (un artista de las maquetas y de los pinceles) a crear su último diorama en torno al «Tiger I». Según afirma a ABC, ha dedicado muchas horas de pegamento y pintura para dar vida a cada uno de los soldados que aparecen en la escena. Con todo, está más que seguro de que ha merecido la pena, pues sabe que -aquel afortunado que lo compre- se llevará a casa un pedacito de historia.
En palabras del mismo Fernández, la obra está inspirada en la película «Los violentos de Kelly», aunque su imaginación también ha influido de manera determinante a la hora de crear la escena. «Doy vida a siete soldados alemanes enfrentándose a un “carrista” americano. O más bien al revés, porque él es el que está cargando la pistola desafiante. La idea me parece graciosa: un solo hombre contra muchos soldados preparados para matarle. De hecho, hay un “tanquista” alemán al que represento con cara de sorpresa, como diciéndole: “¿Qué haces? ¿Estás loco?”», destaca.
Con todo, la satisfacción del trabajo terminado le durará poco a este maquetista andaluz. Más concretamente unas pocas horas. El tiempo que tardará en comenzar su siguiente trabajo. Y es que, su capacidad de invención y sus precios ajustados le han granjeado ya multitud de ventas y más de un encargo. Y todo, en los escasos meses en los que dio el salto a la venta a través de internet.
El monstruo de Hitler
El proyecto de crear un carro de combate como el «Panzer VI», el coloso en el que Fernández basa su nuevo trabajo, no arribó de la nada. De hecho, Alemania ya había tenido pequeños escarceos con esta idea en 1937. Sin embargo, hubo que esperar cinco años más para que se materializase definitivamente. «Los primeros esfuerzos serios fueron consecuencia de una reunión con Hitler el 26 de mayo de 1941», explican Tom Jentz y Hilary Doyle en su obra «El temible “Tiger I”».
Tras aquella jornada, el «Führer» ordenó a sus dos empresas de cabecera (la austríaca Porsche y la germana Henschel) que diseñaran un tanque pesado capaz de resistir los envites de los cañones británicos. Así lo señalan los expertos en la obra, donde determinan también que el proyecto comenzó antes de tener que hacer frente a los posteriormente multifacéticos «T-34» de la URSS.
El modelo de Porsche pronto se mostró poco fiable en las pruebas llevadas a cabo en 1942. Algo, por cierto, que dolió sobremanera a Hitler, amigo personal del austríaco. Finalmente, al «Führer» no le quedó más remedio que apostar por el prototipo más práctico, seguro y fiable. «El modelo de Henschel recibió luz verde y entró en producción en agosto de 1942 con la designación oficial de “Panzerkampfwagen VI Ausf E”», explica David Porter en «Las armas más secretas de Hitler».
El mismo autor determina que, a partir de entonces, la fábrica empleó un total de 8.000 obreros para producir los vehículos de combate. «Trabajaban en turnos de 12 horas tanto de día como de noche», completan. Este coloso tenía tales dimensiones que eran necesarios dos jornadas y media para ensamblarlo y nada menos que 14 para finalizarlo completamente.
Tal y como afirma el comandante de tanques germano Heinz Guderian en «Recuerdos de un soldado», a «Hitler le consumía tanto el deseo de probar su nueva arma» que, en cuanto tuvo en su poder los primeros «Tiger I», los envió a combatir en «una operación que no tenía relevancia alguna». Aquella primera misión fue un desastre pues, en palabras del experto «carrista», se perdieron varios vehículos y «el elemento sorpresa para operaciones futuras».
Sin embargo, el «Panzerkampfwagen VI Ausf E» pronto demostró que podía desenvolverse solo en el campo de batalla combatiendo contra multitud de enemigos sin ninguna ayuda. Ejemplo de ello es que, entre el 12 de enero y el 31 de marzo de 1943, cada uno de estos gigantes destrozó (en palabras de Porter) unos 26 carros de combate rusos. Gracias a varias actuaciones como estas, el «Panzer VI» se fue forjando poco a poco su leyenda.
Indestructible
El carro de combate diseñado por Henschel se convirtió en una auténtico fortín con orugas. En palabras de los autores de «El temible “Tiger I”», tenía unas dimensiones de 3,70 metros de anchura por 8,45 metros de longitud total (unas cifras incomparables con las del tanque medio «Sherman», de 2,62 metros por 5,84 metros).
Y otro tanto pasaba con su peso (57 toneladas por las 30 del vehículo que formaba la columna vertebral norteamericana). Curiosamente, y a pesar de su tamaño, no era excesivamente lento. O al menos, así lo afirma el «as» de los tanques germano Otto Carius en sus memorias «Tigres en el barro»: «Podíamos conducir a 45 kilómetros por hora en carretera, o a 20 campo a través. En vista del equipamiento que transportábamos, sin embargo, conducíamos a solo 20 o 25 kilómetros por hora en carretera y a una velocidad proporcionalmente inferior en campo abierto». Nada que envidiar a los 50 kilómetros por hora del que, posteriormente, sería uno de sus principales enemigos.
La estructura del «Panzer VI» estaba defendida por planchas de 100 milímetros en el frontal, y de 60 milímetros en los laterales. Grosor que hacía casi imposible que pudiese ser dañado por la mayoría de los tanques medios de los aliados o sus cañones de infantería. «El blindaje de protección de los costados y de la parte trasera era suficiente para eliminar toda amenaza seria de los cañones contra carro de 75 mm. norteamericanos o de 76 mm. soviéticos, a las distancias normales de combate», explican Jentz y Doyle.
Las estadísticas son letales para los estadounidenses. El historiador Bryan Perrett confirma en su libro «Tank Warfare» que los «Tiger I» podían destruir a los «Sherman» a una distancia de hasta 3.000 metros (aunque con algo de suerte, eso sí). A su vez, explica que la mayoría de los carros de combate aliados no podían atravesar el grueso blindaje frontal de los «Panzer VI», por lo que solían acercarse mucho a ellos para tratar de rodearles y dispararles por su retaguardia. Sin embargo, los combates no eran como los vemos a día de hoy en las películas, sino que los vehículos se avistaban a unas distancias de, como mínimo, un kilómetro y medio antes siquiera de poder reaccionar. Y eso daba una ventaja clara a los nazis.
Otto Carius, por su parte, fue mucho más comedido en las cifras que aportó en sus memorias: «Nuestros oponentes más peligrosos en Rusia eran los “T-34” Y “T-43”, que estaban equipados con cañones largos de 7,62 cm. Estos carros eran peligrosos para nosotros a 600 metros por la parte delantera, a 1.500 por los lados y a 1.800 por la parte trasera. Si los alcanzábamos en un lugar adecuado, podíamos destruirlos a 900 metros».
A pesar de todo, Jentz y Doyle establecen también en su obra que los «Sherman» norteamericanos equipados con un cañón de 76 mm y los «T-34/85» soviéticos (estos últimos, una evolución mejor armada de los «T-34») tenían la capacidad de dañar a los «Tiger I», aunque a una distancia corta.
Sin embargo, estas posibilidades se daban solo sobre el papel. Y es que, en el caso americano, todos los blindados que desembarcaron en Normandía contaban con un arma inferior a los 76 mm en su torreta. A los soviéticos les ocurría algo similar, pues en sus filas destacaban principalmente los «T-34», casi inofensivos para el coloso de Hitler. «El “Tiger” era mucho más potente que el “T-34”. Nuestro cañón de 76 mm. solo podía causarle algún daño a menos de 500 metros. Pero si un “Tiger” disparaba a un kilómetro de distancia, no fallaba», explicaba el comandante de blindado Vladimir Antonov en un reportaje del canal «History Channel».
Tal y como afirmaba el que comandante de «Tiger I» Alfred Rubbel en una entrevista ofrecida a «History Channel», por si todas estas ventajas no fueran ya suficientes, los mandos seleccionaban cuidadosamente a aquellos que se subían en un «Panzer VI»: «Las tripulaciones del «Tiger» se reclutaban exclusivamente entre los soldados con más experiencia de otras unidades de tanques. El entrenamiento comenzaba con la teoría que se daba en el aula, seguido de la práctica en el mismo tanque». Carius es de la misma opinión en sus memorias, en las que añade -a su vez- que era posible conducirlo «con dos dedos» a pesar de su gran tamaño.
En todo caso, el terror que causaban hombre y máquina queda patente en las declaraciones de «tanquistas» como Phil Lawrence (comandante de un «Sherman» del Regimiento de Fusileros de Sherbrooke durante el Día D). Este explicó a «History Channel» que se topó con un «Tiger I» frente a frente durante el avance hacia el interior de Francia.
«Se asomó por la esquina de un edificio. […] Fue la aparición más espeluznante de mi vida. […] Tenía munición antiblindaje cargada y disparé, pero rebotó. Así que cargué munición de alto explosivo lo más rápido que pudimos […] El arma retrocedía y disparaba, mi cargador no paraba de meterle munición». Las balas no sirvieron de nada. Asustado, ordenó a su conductor que retrocediera, pero no tuvieron tiempo. Finalmente, el «Panzer VI» le disparó a quemarropa. «No hay palabras que puedan expresar la increíble violencia de aquel impacto. El proyectil impactó en nuestra torreta y la atravesó». Por suerte, logró salvarse.
El hombre que da vida a la IIGM
Francisco habla con franqueza a ABC de su última obra, aquella en la que muestra a un «tanquista» aliado con más valor que sesera enfrentándose a media docena de nazis y a un «Tiger». Este artista demuestra en cada respuesta no tener pelos en la lengua, aunque su pincel está cargado de ellos.
Según afirma, empezó a montar maquetas cuando apenas sumaba nueve años. Desde entonces, por sus manos han pasado todo tipo de vehículos relacionados con la Segunda Guerra Mundial. Tanques, aviones, soldados… Su pequeño taller lo han pisado desde paracaidistas de la 101ª División Aerotransportada, hasta soldados alemanes del «Africa Korps». Y todos ellos han cobrado vida gracias a sus manos.
Hasta hace bien poco, este español se limitaba a crear sus escenas de batallas para sí, de puertas para adentro. Sin embargo, hace algunos meses se animó a dar el salto a la venta a través de la Red. La determinación la tomó, según señala a ABC, cuando vio que había un mercado para ello.
Sin embargo, sus obras tienen una diferencia en comparación con aquellas que pueden adquirirse en internet: tienen un precio muy ajustado. Según afirma Francisco, para que todo el mundo pueda llevarse a su casa un pedacito de historia y disfrutar con ella. Él llama a este concepto «dioramas low cost». Y no le falta razón, ya que es fácil hallar trabajos similares valorados en cientos de euros. «Prefiero hacer un tipo de pintado más sencillo y que cualquiera pueda comprar una por un precio razonable, a subir el nivel de pintura y tener que valorarlos en 200 o 300 euros», explica.
Los amantes de la Segunda Guerra Mundial y de las maquetas han respondido. Desde que comenzó su camino (hace pocos meses) ya ha vendido casi una treintena de trabajos y ha empezado ha recibir encargos. «Sherman» americanos, «Panther» alemanes y hasta un grupo de soldados germanos haciendo una parada en el camino para beber un vaso de leche. Nada se le resiste a Francisco, quien apuesta porque cada uno de las escenas que elabora tenga una historia detrás. Que cuenten algo en cada trazo del pincel.
1-¿Cómo empezó en el mundo de las maquetas?
Tendría entre ocho y nueve años. Empecé montando miniaturas de escala 1/72. Aunque por entonces no sabía ni siquiera lo que era la escala. Seguí y, a los 21 años, me regalaron un carro de combate. Desde entonces he seguido especializándome y he recibido cursos de grandes maestros y profesionales del mundillo. Ahora tengo 46 años y no pienso parar. Me sigue apasionando. La diferencia es que me he especializado en vehículos y figuras difíciles de encontrar en el mercado.
2-¿Y por qué vender dioramas?
A lo largo de estos años he conocido gente que me comentaba que los dioramas eran muy caros. Yo quería cambiar eso. Hacer un producto asequible en comparación a los precios que ponen los grandes profesionales (precios, por cierto, razonables acorde a sus grandes niveles de pintura). La idea es que todos puedan disfrutar del mundo del modelismo. Que puedan tener un diorama en casa, exponerlo, recrearse con él… He empezado este camino, y parece que me va bien. Llevo vendidos unos 25 o 26. Además de otros 10 o 11 que ya tengo elaborados y estoy subiendo a la Red.
3-¿En qué se basa para crear sus dioramas?
Algunos están basados en películas. En el caso de que vea una escena que me guste, me hago con ella y me esfuerzo por recrearla. Pero también me gusta sentarme ante una base que no tenga nada y empezar a colocar encima los carros de combate, las figuras… Que surja la idea poco a poco. La clave, en todo caso, es que sean sencillos, pero que tengan una historia detrás, que cuenten algo. Un ejemplo es el último, en el que un soldado americano se enfrenta alocadamente a los alemanes.
4-¿Películas?
Sí. Uno de mis favoritos podía ser un ejemplo. Lo creé basándome en la escena final de “La vida es bella”. Representa el momento en el que el niño ve el tanque “Sherman” que le salva. La presenté a un concurso y quedó en tercer puesto. Estoy muy orgulloso de ella. También pinté una figura de plomo de “Gladiator” que me gusta mucho. Más que nada porque la hice en la playa. Literamente en la toalla mientras todo el mundo se bañaba.
5-¿Tiene algún diorama favorito?
Todos son preferidos. Cada uno tiene su tiempo, su historia, su vida y es diferente al resto. Pero es cierto que a algunos les tengo especial cariño. Uno de ellos es una representación de la escena de “Fury”. En él intenté ser muy fiel a la película, y me costó porque estaba muy embarrado. Además, me costó lograr que las figuras se parecieran a los actores. También un Opel Blitz que me trabajé mucho porque venía súper detallado con piezas minúsculas. Costó, pero mereció la pena.
6-¿Cuánto puede tardar en crear un diorama?
En montar y pintar una figura de escala 1/35 tardo unas tres horas. Un carro de combate me puede llevar 24 horas de trabajo. Y un diorama completo de siete figuras cinco días desde que empiezo. Los precios son “low cost”. Quiero mantenerme entre los 20 y los 50 euros
7-¿Por qué es tan habitual hallar dioramas en plataformas como Wallapop? ¿Qué lleva a una persona a querer adquirir uno?
Según mi experiencia, a las personas le gusta tener en casa algo diferente. Algo manual, bien hecho, que cuente una historia y que represente algo. Además, a mucha gente le interesa una batalla o un vehículo en concreto gracias a las películas o los libros. Hay personas que en un diorama ven arte. Una escena. Ven cosas que a otro se le puede pasar. Y por eso, muchos coleccionistas disfrutan adquiriéndolos.
8-¿Es el mundo de las maquetas arte?
Sí. Al fin y al cabo, tenemos un pincel en la mano y hacemos auténticas virguerías con él en espacios muy pequeños. Además, solo el cambiar las figuras de posición hace que cuenten una historia u otra.
9-¿De dónde viene su interés por la Segunda Guerra Mundial?
Desde el colegio. Cuando llegábamos a los temas de la Segunda Guerra Mundial yo estudiaba mucho. Empezaron a interesarme los vehículos militares. Me preguntaba cómo funcionaba cada uno. Empecé a indagar, a comprarme libros que fueran muy visuales… Ellos me han dado la base para pintar porque me han mostrado, por ejemplo, cómo se distribuye el barro en una oruga. Pero también me interesan otras épocas como la Guerra Civil española, aunque sea un periodo doloroso.
10-¿Es la fidelidad histórica importante es sus obras?
Sí. Intento ser fiel a los detalles. Un uniforme, por ejemplo, varia atendiendo a la época en la que se combatiera, o incluso a la estación. Cuando represento la batalla de Berlín, por ejemplo, puedo poner uniformes de diferentes épocas porque por entonces se apañaban con lo que tenían.
11-¿Cuál es su blindado favorito?
Me encantan los tanques americanos. Los “Sherman”, los “Super Sherman”… Son espectaculares. Pero también los “Tiger” o los “Jagdpanther”. La temática del “Afrika Korps” también me gusta mucho.
Pero donde se ponga un “Sherman”…
12-¿Cuál será su siguiente proyecto?
Tengo en mente algo relacionado con el Desembarco de Normandía. Sería bonito recrear la retaguardia de las líneas alemanas. De eso no hay mucho. El problema es que sería algo gigantesco. Yo intento reducir, que ocupen el ancho de una estantería para que puedan guardarse de forma sencilla.
Origen: «Tiger I», el indestructible monstruo nazi que causaba terror a los tanques aliados