Tuvieron que pasar 30 años para averiguar qué ocurrió en una de las expediciones más alucinantes de la historia
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
En 1897 comenzaba una de las aventuras más épicas de la historia. Tres hombres tenían la misión de ser los primeros en llegar al Polo Norte en globo, de fotografiar desde las alturas la cima del planeta para regresar poco después a la civilización. Pasaron 30 años para averiguar qué ocurrió a partir de entonces.
Fue en este clima cuando apareció un optimista, un hombre que lo daría todo por su país y por la ciencia. El ingeniero, físico, político y aeronauta sueco Salomon August Andrée sería el hombre encargado de dar forma a esta epopeya en el Ártico.
El aeronauta autodidacta
Andrée se crió en una época en la que a los hombres se les medía por la amplitud de su atrevimiento y por su osadía, y él quería demostrar que era un espécimen impresionante. El hombre trabajaba como empleado en la oficina de patentes sueca, además se había establecido como físico e inventor a tiempo parcial, aunque sin duda cimentó su reputación de tipo tremendamente audaz como aeronauta autodidacta: era piloto de globos de hidrógeno tripulados.
De hecho y por aquel entonces, los globos eran el único modo tripulado que existía, aunque tenían el problema de las bolsas de gas, siempre expuestas a los caprichos de los vientos, lo que al final hacía de estos vuelos algo ineficaces para todo aquel que quisiera o tuviera en mente un destino en particular.
Andrée buscó remediar esta deficiencia experimentando con su globo en busca de soluciones. En 1893 había comprado su propio aerostato (el Svea) llegando a realizar hasta 9 viajes con él saliendo desde Estocolmo o desde Gotemburgo. No podemos decir que fueran un éxito rotundo, en algunos vuelos Andrée acabó estrellándose con las rocas del Archipiélago de Estocolmo, en otros fue arrastrado por los vientos del oeste sobre el Báltico hasta Finlandia y en otras el hombre estaba ciertamente desorientado sobre el lugar en el que creía estar o haber llegado.
Si estaba en lo cierto, el hombre tenía un plan desde hacía tiempo, creía que podía iniciar un viaje desde el archipiélago noruego de Svalbard, sobrevolar por primera vez el océano Ártico (y el Polo Norte) hasta el estrecho de Bering y finalmente aterrizar en algún punto de Rusia o Canadá.
Así comenzó a promover su idea para la expedición al Polo Norte. Lo hizo a través de un discurso enérgico en las diferentes asambleas científicas de la época. El 13 de febrero de 1895 su mensaje acabó calando en la élite política y científica del país. Ese día se presentó en la Real Academia de las Ciencias de Suecia y despertó un gran entusiasmo entre el público. La gente adoptó la propuesta con fervor patriótico bajo una premisa irrechazable: un sueco podría llegar el primero al polo.
En muy poco tiempo Andrée se había convertido en una celebridad, una oleada de atención de la prensa en todo el mundo ante una expedición de lo más peliculera, más propia de una novela de Julio Verne, una epopeya que nunca antes se había intentado. El hombre tuvo muy pocos problemas para financiar el proyecto y encontrar donantes para los gastos, mecenas entre los que se encontraban grandes sumas del Rey Oscar II de Suecia o de Alfred Nobel.
La Academia de las Ciencias aprobó el proyecto con un presupuesto de 130 mil coronas (alrededor de 1 millón de dólares de hoy). El globo en cuestión se fabricaría en la compañía de Henri Lachambre en París. Francia llevaba varios años fabricando globos cada vez más grandes y herméticos que habían permanecido llenos más de un año sin perder la capacidad de flotar.
Con todo atado y preparado, en 1896 Andrée tenía la intención de partir con un equipo formado por él, el meteorólogo Nils Ekholm y el fotógrafo y estudiante Nils Strindberg. La misión: cartografiar el área por medio de la fotografía aérea de la que era experto aficionado Strindberg.
Desgraciadamente, la misión original tuvo que abortarse. En el verano de ese año y con todo listo los tres hombres se rindieron ante el viento que soplaba sostenidamente desde el norte en la isla de Danskoya. Andrée y su pequeño equipo expedicionario dejaron escapar el gas y guardaron el globo en un hangar para luego regresar a casa.
La misión fue pospuesta y Andrée fue criticado por los periodistas, quienes lo acusaron de fracaso absoluto. La comunidad científica también le daba la espalda sospechando que su técnica de dirección jamás funcionaría. A pesar de que el hombre se mantuvo optimista su meteorólogo Ekholm también decidió apartarse del proyecto, lugar que ocupó el ingeniero Knut Fraenkel.
Ahora sí, el año siguiente sería el momento de partir.
Comienza la aventura
Verano de 1897. El barco sueco Svensksund llevó a Andrée y su pequeña comitiva de regreso a la isla de Danskoya. Allí comenzaron el proceso de producción de hidrógeno mezclando decenas de toneladas de limaduras de hierro con agua dulce y ácido sulfúrico. Tardaron varios días en conseguir levantar las toneladas de tela y convertirla en un esfera semi-rígida más ligera que el aire. Para el equipo todo estaba listo.
El 11 de julio de 1897 los vientos soplaban a favor hacia el sur. La cesta del globo estaba repleta de provisiones, el interior estaba prácticamente cubierto con todas las necesidades para semejante odisea. Andrée mira a Strindberg y a Fraenkel y les pregunta que si están listos. Ambos responden afirmativamente. Ante sí, más de mil kilómetros de océano y hielo, en gran parte inexplorados por el hombre, para llegar al Polo Norte. Luego les quedarían otros dos mil kilómetros para encontrar tierra firme.
Los periodistas del mundo entero aguardaban ansiosos la noticia de si estarían ahora sí ante el viaje o volverían a cancelarlo. El peso de las expectativas era considerable y Andrée contemplaba en su fuera interno la duda, ¿debía arriesgarse a morir o erigirse como un héroe? Tras la respuesta afirmativa de su equipo el hombre se dirige a la tripulación de tierra y les dice:
Bueno, hemos estado considerando si era o no el momento. Mis compañeros insisten en comenzar, y como no tengo motivos válidos contra ello, lo acepto, aunque con ciertas reticencias.
Los trabajadores ayudaron a revelar la burbuja de hidrógeno con su pequeño carro de mimbre colgando por debajo. El mundo aguardaba sin aliento a la salida de estos tres aventureros suecos que estaban a punto de embarcarse en una empresa de proporciones históricos. A la sombra del Águila, uno de los globos de hidrógenos más grandes de la historia, la gente congregada aplaudía y coreaban el nombre de esos héroes que partían a lo desconocido.
Ocurre que Andrée, Strindberg y Frankel jamás llegarían al otro lado del planeta tal y como tenían previsto.
Pero su viaje estaba lejos de terminar.
Un globo en el Ártico
Los primeros minutos de vuelo resultaron agitados. Las cuerdas de Andrée se habían enredado en la orilla y se separaron del carruaje. El globo entonces comenzó a perder altitud y chapoteó brevemente contra el agua mientras que el equipo comenzó a soltar lastre de la cesta. Tras unos minutos de agobio consiguen equilibrar el peso del globo, bajaron las cuerdas de arrastre de respaldo para reemplazar las que habían perdido en la orilla y el Águila tomó rumbo.
Hoy sabemos que únicamente se encontraron dos mensajes en boya. El primero fue lanzado el 11 de julio, pocas horas después del despegue. En el mismo comunicaban lo siguiente:
Nuestro viaje va bien hasta ahora. Navegamos a una altitud de 250 metros, primero a N 10º al este pero luego a N 45º al este. Clima placentero. Espíritus en alto.
El segundo mensaje encontrado fue lanzado una hora más tarde y se trataba simplemente de una actualización de su ubicación y la información de altitud (ahora a 600 metros). En cuanto al sistema con las palomas, de las cuatro que se cree que Andrée lanzó, tan sólo una fue cazada por un barco noruego cuando la paloma se había posado. El mensaje databa del 13 de julio y decía:
Este a 10º Sur, cerrando. Todo bien a bordo. Este es el tercer mensaje enviado por una paloma. Andrés.
Tras estas primeras actualizaciones bastantes optimistas y diríamos que incluso alegres, pasaron largas semanas sin que el mundo supiera de los aventureros. Cuando pasaron varios meses y el globo no había aparecido por los cielos de Siberia o de Alaska la gente se temió lo peor. Los medios comenzaron a escribir conjeturas sobre el destino de los hombres.
¿Se habría estrellado sobre el mar o estarían en tierra esperando ayuda? O quizá más perturbador, ¿estarían perdidos en las profundidades del desierto de Siberia en busca de civilización?
La búsqueda y el hallazgo
Se activó lo más parecido que había en aquella época a una búsqueda o rescate de grandes proporciones. Los barcos balleneros peinaron las zonas costeras para intentar detectar signos de la expedición. Los aeronautas se unieron tomando sus globos y haciendo uso desde el aire de sus telescopios con la firme intención de buscar a través de los bordes del ártico desde una perspectiva aérea. Fueron pasando los días, luego las semanas, los meses, los años… cada fragmento de cuerda o tela que se encontraba en cualquier parte de las latitudes septentrionales era escudriñado en busca de alguna evidencia sobre la expedición desaparecida.
Una desaparición que, dada la epopeya que trataban de realizar, despertó la imaginación popular. Noticias falsas sobre su paradero, gente que aseguraba haber visto un globo en el horizonte para más tarde desaparecer, otros que aseguraban haber visto los fantasmas de los científicos. En 1899 se encontraron tres cuerpos en Siberia y se creyó que era de Andrée y su equipo, finalmente no pertenecían a los exploradores suecos. En 1902 un explorador afirmó haber visto en Alaska restos humanos mutilados y congelados. Jamás pudieron comprobar de quién se trataba.
Posteriormente a la expedición de Andrée, durante el primer cuarto del siglo XX se dieron un gran número de casos de exploradores que hicieron sus propios intentos por alcanzar el Polo Norte. Algunos incluso reclamaron haberlo conseguido, pero lo cierto es que ninguno pudo demostrarlo. No fue hasta el 12 de mayo de 1926 cuando el ser humano por fin podía verificar tal proeza. El explorador noruego Ronald Amundsen y su compañero estadounidense Ellsworth lograron volar sobre el punto más septentrional de la Tierra.
Todo cambiaría unos años después de la exitosa expedición de Amundsen, el 6 de agosto de 1930. Ese día se encontraba el buque noruego Bratvaag cazando morsas en el Mar Ártico cuando en un momento dado deciden visitar las costas de la Kvitøya, un pequeño pedazo de tierra al norte de Noruega. Normalmente la isla es inaccesible por la niebla densa de la zona y el peligroso hielo que la rodea, pero en 1930 se dio uno de los veranos más calurosos que se recuerden.
Mientras la tripulación desembarcaba dos tripulantes se fijan en un extraño a lo lejos. Sin duda, aquello era un pequeño bote de remos medio enterrado en la nieve cerca de la orilla. La tripulación sabía que Kvitøya no es el tipo de sitio donde uno se encuentra algo artificial, así que deciden indagar el interior de la barca.
Allí encontraron una gran cantidad de suministros abandonados, incluyendo rifles, municiones y cámaras de fotos. En medio de todo el equipo encontraron un gancho de bronce que se había caído del barco. Una especie de placa donde se podía leer claramente: “Andrée Polar Expedition. 1896”.
- Un cuaderno de observación del mundo marino.
- Secciones rotas de un trineo de nieve.
- Unas gafas.
- Unos fósforos.
- Cuchillos
- Instrumentos de navegación
Continuaron con las labores de búsqueda y la tripulación se dirigió hacia el interior de la isla. Allí a lo lejos alguien divisó los restos esqueléticos de un humano adulto que yacía sobre una roca parcialmente cubierta de nieve. Su cráneo había desaparecido y su torso había sido roído completamente, posiblemente por los osos polares. Un pequeño monograma en el interior de la ropa arrojaba la noticia largamente esperada: se trataba de Salomón Andrée y a su lado se apreciaba la culata de un rifle enterrado bajo el hielo.
Fue un momento extraño y solemne para la tripulación. Un día soleado y caluroso donde nunca hace buen tiempo les acababa de descubrir al héroe nacional, a la leyenda y el mito que se había buscado durante más de tres décadas.
Las labores de búsqueda continuaron. Unos metros más al norte de donde se encontraba el cuerpo de Andrée descubrieron otro esqueleto humano, en este caso se apreciaba que había sido colocado en un pequeño hoyo y cubierto de piedras por manos humanas. Al igual que con Andrée, el interior de su ropa y un anillo lo identificaron como el joven Nils Strindberg. Los marineros trabajaron en silencio, registraron las ubicaciones donde fueron encontrados los restos y las pertenencias y las llevaron al barco para transportarlas de vuelta.
Cuando el buque finalizó su misión unas semanas después y se dirigió de vuelta a casa, jamás imaginó el recibimiento. En el pequeño puerto de Tromsöles estaba esperando una masa de gente, una mezcla de espectadores y medios de comunicación ávidos por conocer el enigma que había durado tanto tiempo. El 2 de septiembre de 1930 se verificaron los cuerpos. Nadie sabía aún qué había pasado y cómo habían terminado en Kvitøya, pero sus identidades eran ciertas.
Una comisión sueca tomó posesión de las reliquias y los restos y los transportaron en un buque de vuelta a Suecia en medio de un estado de exaltación nacional. Los cuerpos llegaron el 5 de octubre a Estocolmo bajo la mirada de miles de personas. Poco después se iniciaron las labores de investigación. Por fin se iba a saber qué ocurrió con los tres hombres.
Casi al mismo tiempo surgieron nuevas noticias del exterior. Un barco había anunciado que se proponía a darle seguimiento a los hallazgos del Bratvaag. Y es que la nieve derretida sobre Kvitøya había descubierto otros objetos junto a:
- Los restos de Fraenkel
- El cráneo desaparecido de Andrée
- Una serie de monedas de oro y plata
- Una caja de metal repleta de película fotográfica
Los negativos encontrados se habían pasado unos 32 años de la fecha de uso recomendada pero una vez llegaron a manos de los investigadores estos trataron por todos los medios de sacar las imágenes. Los especialistas aplicaron un cóctel de productos químicos fotográficos y las imágenes comenzaron a surgir.
La lucha contra el frío
No sabemos con exactitud cuánto tiempo pasó desde la salida, pero la situación debió tornarse cada vez más desesperada tal y como detallaba Andrée en el diario:
El globo no tenía equilibrio, navegando demasiado alto y por lo tanto perdiendo hidrógeno más rápido de lo que Nils Ekholm había temido, luego hubo repetidas amenazas de estrellarnos contra el hielo.
Se calcula que el globo se mantuvo en el aire no más de 2 días, período en el que tuvo un viaje accidentado, con una serie de roces y pequeños contactos con el suelo helado hasta que finalmente chocó sobre el terreno sin heridos ni desperfectos reseñables. A partir de entonces la cámara de Strindberg se convirtió en el mejor documento de lo que estaba ocurriendo, de hecho, el tipo tomó cerca de 200 fotos antes de morir.
El Águila había partido provisto de todo tipo de provisiones, desde comida en lata hasta rifles, trineos, esquís, tienda de campaña o un pequeño bote. Una de las críticas posteriores hacia la figura de Andrée radica en lo poco previsor que fue con el terreno que se iba a encontrar. El hombre no estudió de qué forma se adaptan los nativos a un ambiente extremo como el que se iban a encontrar. Por ejemplo con los trineos pesados y rígidos que transportó, los cuales posiblemente mermaron las fueras del equipo (a diferencia de los utilizados por los inuit). Tampoco llevaban ropas de piel, sino abrigos de paño y pantalones con hule. Y es que a pesar de llevar el hule, los exploradores parecían estar siempre mojados por el clima húmedo.
Antes de iniciar su viaje a pie los tres permanecieron una semana en la tienda junto al globo. Fueron 7 días en los que decidieron qué hacer y hacia dónde dirigirse. Obviamente, el Polo Norte quedaba demasiado lejos. Los hombres contaban con dos depósitos de comida y municiones que habían dejado para su seguridad. Se encontraban en dos zonas: Cabo Flora, al este, y Siete Islas, al oeste.
Se decidieron por Cabo Flora porque el depósito era mayor. En el globo llevaban una gran cantidad de alimentos, aunque con un hándicap: eran demasiado pesados y parte de los mismos había sido arrojado como lastre. Lo que hicieron con el resto fue cargarlo en los trineos (cada uno con unos 200 kg).
Como resultado los trineos acabaron cediendo y los hombres terminaron con un esfuerzo extra innecesario: los trineos fueron reparados como pudieron y aligeraron carga tirando parte de la comida y bajo una nueva idea en mente: debían cazar si no querían morir en el camino. La idea era cazar focas o morsas, aunque la caza mayor serían osos polares con el uso de los rifles.
Caminaron durante semanas y llegaron a cazar osos como recogieron las imágenes, pero el 12 de septiembre se dieron cuenta de que Siete Islas era una utopía. Apesadumbrados y sin apenas fuerzas, los tres deciden acampar en un gran témpano y dejar que el hielo los llevara a su destino. Desde allí se dirigieron al sur mientras construyeron un refugio de invierno con paredes de nieve endurecidas con agua para resguardarse del cada vez más intenso frío.
El 2 de octubre el témpano se estrelló contra la isla de Kvitøya, lugar donde pasaron a transportar sus pertenencias. Según informaba en una de sus últimas anotaciones Andrée:
Nadie ha perdido la moral. Con compañeros como estos uno podría desenvolverse en prácticamente cualquier situación.
La escritura, incoherente y bajo un trazo muy irregular, denotaba el mal estado de los hombres, quienes presumiblemente murieron a los pocos días de llegar a la isla.
Hasta 1952 no existía una conclusión más o menos consensuada sobre el motivo de las muerte, aunque cualquiera se puede hacer una idea bajo estas condiciones. Sí se presumía en cambio que Stindberg fue el primero (estaba enterrado).
De no ser así parece claro que podría deberse a la falta de alimentos y líquidos junto a la exposición a las temperaturas, lo que podría derivar en múltiples afecciones y deshidratación. O quizá un oso polar.
Los cuerpos de Andrée y sus dos compañeros fueron recibidos con orgullo en Suecia, fue una de las manifestaciones más solemnes y grandiosas de duelo nacional que hayan ocurrido en el país, aunque con el paso de los años y los estudios posteriores se ha cuestionado los motivos heroicos de Andrée y la ineficacia de su sistema de agarre a modo de timón manual.
De lo que no queda ninguna duda es del extraordinario papel y valor que tuvo en la expedición Nils Strindberg. No sabemos el nivel de sufrimiento que llegaron a pasar, pero el tipo fue capaz de documentar con gran nitidez y calidad fotográfica gran parte de una aventura histórica, única y legendaria. Sus fotografías narraron los hechos que vivieron aquellos días.