Un café y pocos minutos: el desprecio de Mussolini a Primo de Rivera antes de fundar la Falange
El hijo del dictador español viajó a Roma para entrevistarse con el ‘Duce’ en octubre de 1933, con el objetivo de recibir alguna ayuda de cara a la organización antiparlamentaria y antisistema que iba a crear, pero la impresión no fue lo que cabría esperarse. «No quisiera que mis ideas pudieran confundirse con las que encarna Mussolini»
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La literatura en torno al fundador de Falange durante la Segunda República y su prematura muerte a comienzos de la Guerra Civil es abundante. De Ian Gibson a Stanley Payne, son muchos los hispanistas que han escrito libros sobre su vida. En 1975, Cecilio de Miguel Medina hasta publicó un ensayo sobre su «personalidad religiosa» y, un año después, Salvador Brocá desgranó los ‘Antecedentes filosóficos de José Antonio Primo de Rivera’, a lo que habría que sumar, entre otras, las biografías de algunos de sus descendientes.
Desde sus primeras apariciones en público tras la proclamación del régimen republicano ya mostró su rechazo al capitalismo, al socialismo y a lo que él calificaba como «palabrería liberal», aquella que permitía ejercer el derecho al voto en las urnas.
«Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo y, en lo alto, las estrellas», declaró Primo de Rivera en el acto de fundación de Falange, en el Teatro de las Comedias de Madrid, el 29 de octubre de 1933, dejando claro que su partido, antiparlamentario y antisistema, no iba a renunciar a la violencia para alcanzar sus fines políticos.
En aquel momento, tanto las organizaciones juveniles de izquierdas como las de derechas se radicalizaban al extremo. Había constantes enfrentamientos en las calles con heridos y los primeros muertos no tardaron en llegar. Todo eso le emparentaba sin duda con Benito Mussonili, al que ya su padre había elogiado durante un entrevista en 1926, cuatro años después de la Marcha sobre Roma que instauró el fascismo en Italia:
«El gesto de Mussolini iluminó el camino que debía seguir para salvar a mi país. Mussolini es una antorcha que alumbra a los pueblos, sin que estos hayan de seguirle deslumbrados. Creo, como él, que la influencia de la llamada opinión pública sobre los actos del Gobierno debe ser limitada; es decir, que no son las masas las que deben conducir al Gobierno, sino que este debe convencer y conducir a las masas. También creo, como Mussolini, que el principio de la libertad ya no es bastante eficaz como regla de conducta de los pueblos, y que ha de ser reemplazado por el principio de autoridad».
El café con el ‘Duce’
Prueba de la influencia que Mussolini ejerció sobre José Antonio Primo de Rivera es que, poco antes de la fundación de Falange, este viajó a Roma para entrevistarse con el dictador italiano con la intención de recibir algún consejo. No cabe duda de que le admiraba como líder político porque, en su percepción, había evolucionado del socialismo revolucionario de su juventud a otro socialismo que propugnaba ideales de justicia, abandonando la lucha de clases y el materialismo dialéctico.
El ‘Duce’ se encontraba en la cumbre de su popularidad en Europa. Se había hecho con el poder, la economía de su país se encontraba saneada y en la prensa conservadora de todo el continente se consideraba que el fascismo representaba la modernidad. Algunos periódicos de izquierdas españoles también se dejaron seducir por la idea de una dictadura temporal que solucionara la crisis política del país. «No olviden los españoles que Italia es actualmente un semillero de posibilidades, así que contemplémosla desde esta España precaótica», podía leerse en ‘La Libertad’. Y ‘El Sol’ añadía: «Mussolini está dando un ejemplo del arte de gobernar a todos los estadistas»..
Sin embargo, a principios de 1933, el ‘Duce’ no le concedió al hijo del dictador español más que el tiempo necesario como para tomar un café. El encuentro se produjo en su despacho oficial, ubicado en el palacio de la plaza de Venecia, en Roma, y apenas duró media hora. Un intercambio de frases sin la menor trascendencia y un retrato firmado de regalo por parte del italiano y no volvieron a ver nunca más.
El «discípulo»
Momentos antes de la entrevista, Primo de Rivera le había reconocido a un periodista que se sentía como «el discípulo que va a ver al maestro», pero la impresión de ambos no debió ser como cabría esperarse. La idea que el ‘Duce’ se hizo del joven político madrileño que aspiraba a imitar su ejemplo no debió ser extraordinaria. Creía que para encabezar un movimiento como el fascismo y derribar un régimen para crear otro se necesitaba una personalidad más fuerte, y este distaba mucho de tener las dotes necesarias para unir a los grupúsculos que luchaban por derrocar a la República.
Su compañero de batallas, Dionisio Ridruejo, reconoció años después que, en aquella época, Primo de Rivera daba la impresión de inseguridad, pero el español tampoco debió salir muy contento, a pesar de que, dos años después, comenzó a llegar una jugosa subvención mensual de 50.000 liras del Gobierno fascista para Falange. Se lo confirmó al redactor de ABC Julián Cortés-Cabanillas en la Cárcel Modelo de Madrid, siendo una de las últimas personas que estuvo con él antes de su ejecución en la prisión de Alicante.
Lo reveló en una un amplio reportaje de cuatro páginas que publicó en 1977:
«A través de los barrotes de su celda vi un gran número de libros y le pregunté a qué se referían. Su respuesta fue que se los habían mandado desde Italia y abordaban temas sobre el fascismo, su doctrina y su obra. Por añadidura me dijo que los había leído con bastante interés, pero que había llegado a la conclusión, una vez más, de su incapacidad para ser fascista. ‘Mis ideas son otras y mis caminos también, y no quisiera que pudieran confundirse con las que encarna Benito Mussolini’, señaló».
Fascismo contra falangismo
El redactor de ABC contó también que dos meses antes de aquella última charla con Primo de Rivera, se había reunido con el conde Ciano, yerno del ‘Duce’, en Roma. Este, reproduciendo probablemente las palabras de Mussolini, le dijo: «Mire usted, el falangismo no tiene nada que ver con el fascismo, porque este no es exportable, y su jefe tiene una ascendencia proletaria. En cambio, Primo de Rivera es un aristócrata, un Grande de España’».
En 2003, Luis Suárez de Andrés, de la Real Academia de la Historia, defendía en ABC que en el momento en que se produjo aquel encuentro, una de las cosas que más le preocupaban a Primo de Rivera era «defender la memoria de su padre, aunque no ocultara el fracaso de la dictadura». En ese sentido, el fundador de Falange sabía muy bien que los perfiles de Mussolini y su progenitor diferían bastante, efectivamente, por su extracción social: el primero era hijo de una maestra y un herrero, mientras que el segundo perteneció a una saga de militares de fuste aristocrático con grandes propiedades en Andalucía.
Eso quizá influyó en que marcara distancias con el fascismo. Las personalidades de su padre y Mussolini eran también contrapuestas. Este último fue objeto de un culto desmedido a su personalidad, mientras que el general español no. Tampoco accedieron al poder de la misma forma: el dictador italiano llegó apoyado en las masas a través de la marcha sobre Roma y el español lo hizo aupado por el Ejército, con el respaldo de las élites tradicionales y en contra, justamente, de «los profesionales de la política».
Pero nada de eso tuvo importancia poco después. El 14 de marzo de 1936, José Antonio Primo de Rivera fue detenido junto a otros seguidores de Falange por haber obviado la prohibición de hacer uso de un centro en el que, según explicó la prensa, había sido cerrado dos semanas antes después de que la Policía descubriera en su interior «algún olvidado pistolón, algún cargador y alguna porra». Es decir, por posesión ilícita de armas. Ingresó en la cárcel Modelo de Madrid, desde donde fue trasladado a la prisión de Alicante por miedo a que se fugara. En su nuevo destino se produjo el golpe de Estado y volvió a ser juzgado, esta vez por conspiración y rebelión militar. Fue fusilado en la madrugada del 20 de noviembre de 1936.
Origen: Un café y pocos minutos: el desprecio de Mussolini a Primo de Rivera antes de fundar la Falange