Un experto desvela a ABC la verdad tras el gran tesoro nazi de la Segunda Guerra Mundial que dicen haber descubierto en Polonia
La Silesian Bridge Foundation dice tener en su poder un diario que desvela el paradero de hasta 28 toneladas en oro y otras tantas obras de arte. ¿Es posible? El historiador Miguel Martorell lo ve difícil
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Por noticias como esta, la Segunda Guerra Mundial atesora un halo de misterio que encandila a expertos y neófitos. Después de que se informara en 2015 de que se habían hallado pruebas de la existencia de un tren nazi cargado de riquezas oculto en Walbrzych, ahora, un lustro después, el diario perdido de un miembro de las SS podría desvelar el paradero de hasta 28 toneladas de oro escondidas por Heinrich Himmler en 1945. La historia parece la trama de una película de Indiana Jones, pero, según informa el periódico polaco TFN en su versión web, es tan real como la invasión de Francia.
Tal y como explica TFN (The first News), el diario pertenece a la Silesian
Bridge Foundation, grupo que lo adquirió en 2019 y que ha confirmado que, según sus pesquisas, las riquezas ocultas se hallarían en los terrenos del palacio de la familia Hochberg, ubicado cerca de la ciudad de Breslavia, al sur de Polonia. Los representantes de este grupo se han atrevido incluso a confirmar en varios medios de comunicación anglosajones que el tesoro incluiría obras de arte expoliadas por el Tercer Reich a las familias judías de la zona y que fue enterrado en un pozo de agua que, poco después, fue volado por las SS.
La clave, para ser más concretos, se encontraría en una suerte de mapa hallado en el diario y que señalaría como presunta cueva de Alí Baba la mencionada región de la Baja Silesia; una zona de la que los nazis evacuaron cientos de obras de arte y riquezas ante el avance del Ejército Rojo hacia el corazón del Tercer Reich. El documento enumera, además, otros diez supuestos escondrijos en el que los hombres de Heinrich Himmler habrían ocultado joyas, pinturas de incalculable valor y objetos religiosos saqueados en toda Polonia. Aunque estos últimos, al menos por el momento, no han sido desvelados.
El debate está servido y, después de cinco años de busca y captura de un tren enterrado que no ha aparecido, la pregunta está clara: ¿son este tipo de noticias una burda fantasía o existe una posibilidad real de que todavía halla tesoros artísticos escondidos? Para el historiador Miguel Martorell, autor de «El expolio nazi» (Galaxia Gutemberg, 2020), deberíamos mostrar cautela.
«Los nazis escondieron en 1942 obras de arte y objetos de valor en castillos y minas de sal para evitar que fuesen destruidos por los bombardeos. Es plausible y encaja que Himmler hiciera lo mismo ante la llegada del Ejército Rojo, pero la realidad es que todavía queda demostrarlo», afirma a ABC.
Martorell no rechaza que, a golpe de pico, alguien se tope con un tesoro perdido de la Segunda Guerra Mundial. «Todavía los hay en carabelas hundidas en el océano, es perfectamente posible», sentencia. Lo que le hace fruncir el ceño es que, año tras año, se hallen mapas del tesoro de los que no se vuelve a hablar jamás. En sus palabras, la clave es diferenciar los hechos fehacientes de las suposiciones, por mucho que estas últimas sean lógicas. Y, aunque se ha repetido hasta la saciedad en las últimas décadas, el que los nazis escondieran de forma masiva los bienes expoliados a partir de 1944 en minas pertenece al segundo campo.
Nuevo tesoro
La historia de este presunto tesoro oculto, el que nos narra el periódico TFN, comenzó hace ya 75 años, durante la retirada del ejército germano de Polonia ante el avance imparable de la Unión Soviética. Fue entonces cuando, según la leyenda, Heinrich Himmler empezó a evacuar las riquezas expoliadas a los judíos de la región. Entre ellas, obras de arte saqueadas de colecciones privadas y de museos; dinero y oro. Sin embargo, la llegada a toda velocidad del Ejército Rojo habría obligado a que muchos objetos de valor fuesen escondidos con el objetivo de poder recuperarlos tras una futura reconquista del territorio.
Este sistema fue explicado, entre otros, por la arqueóloga y periodista Joanna Lamparska. «Hasta 1945, la Baja Silesia era alemana, y los nazis nunca pensaron que podrían perderla. Cuando descubrieron que tenían poco tiempo para marcharse, escondieron lo que no podían llevarse consigo con la esperanza de que regresarían». Según desveló en 2015, la misión de evitar que todos los objetos expoliados cayeran en manos del enemigo fue de Günther Grundmann, director del ‘Instituto para el estudio y la eliminación de la influencia judía en la vida de la iglesia alemana’ y conservador del patrimonio de la región.
Grundmann, encargado de inventariar en 1942 las obras de arte germanas y ocultarlas en castillos para evitar que fuesen destruidas por los bombardeos, se habría percatado de que era imposible evacuar todas las riquezas y habría seleccionado hasta 74 emplazamientos en los que ocultarlas. Uno de ellos: el palacio de Hochberg, en Roztoka. Es en este punto donde entra un supuesto oficial de las SS, un tal Michaelis, que, siempre en palabras de TFN, habría escogido un pozo de agua situado en los terrenos de esta mansión para esconder la friolera de 28 toneladas de oro y otros tantos objetos de valor antes de hacer estallar la entrada y apuntar su ubicación en su diario.
En declaraciones al diario polaco, Roman Furmaniak, director de la Silesian Bridge Foundation, ha afirmado que este diario le fue cedido a su organización junto con una infinidad de documentación de época por un grupo de descendientes de miembros de las Waffen SS afincados en la ciudad de Sajonia-Anhalt. La cabeza visible de la organización ha incidido en que, entre los muchos legajos que le han llegado, existe un mapa con once supuestos escondrijos en los que el tal Michaelis habría ocultado decenas de obras de arte, objetos de culto, arte robado, oro del Reichsbank y hasta un cuadro perdido de Rafael.
A su vez, Furmaniak ha confirmado que hasta tres organizaciones independientes han confirmado que el diario fue escrito en la Segunda Guerra Mundial. Un dato que Magdalena Tomaszewska, del Centro de Información del Ministerio de Cultura y Patrimonio Nacional de Polonia, no ha podido corroborar. Por el momento, la noticia de que bajo el palacio de Hochberg podría haber escondidas dos docenas de toneladas en oro ha cautivado a la comunidad internacional. Hasta tal punto, que ya se han otorgado los permisos para llevar a cabo excavaciones en sus jardines y se ha contratado vigilancia privada para evitar que el lugar sea asaltado por los cazadores de tesoros.
Viejas y malas costumbres
El del palacio de Hochberg es el enésimo tesoro oculto que los expertos dicen haber hallado desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. En siete décadas y media, exploradores de todos los países han buscado supuestas fortunas ocultas como la que el general Yamashita robó a los Aliados en el Pacífico o el ya recurrente tren del oro nazi que habría sido escondido bajo las montañas de Polonia. La cuestión es si existen posibilidades reales de que, a pesar del tiempo que ha transcurrido, sigan existiendo riquezas escondidas por el Eje durante la contienda.
Miguel Martorell no las niega, pero, en el caso que nos ocupa, se muestra escéptico. Tal y como explica a ABC, es necesario separar la verdad histórica de las suposiciones para analizar la realidad. «Es cierto que, en 1942, los nazis hicieron un inventario de las piezas artísticas que tenían en las regiones que empezaban a ser bombardeadas por los Aliados. Y también lo es que escondieron muchos cuadros y obras de arte en castillos y minas de sal para evitar que se dañaran. Pero eso lo hicieron también los franceses, que los ocultaron en los castillos del Loira, o los ingleses, que vaciaron el Museo Británico cuando fueron atacados por la Luftwaffe», afirma.
Lo que no es seguro, aunque sí muy posible, es que Himmler ordenase que las obras fuesen escondidas ante la llegada del Ejército Rojo. «Es una suposición que, aunque encaja porque los soviéticos avanzaron en un año hasta las puertas del territorio alemán, no se puede demostrar», desvela. También señala que es igual de plausible, aunque no seguro, que los ciudadanos germanos que vivían en Polonia ocultaran su patrimonio en sus casas o que las SS usaran las minas construidas por el Tercer Reich para depositar las piezas expoliadas. «¿Tienes sentido? En efecto. Pero eso es diferente a que sea cierto. La distancia entre una cosa y otra es demostrarlo», completa.
En sus palabras, existen varios factores que hacen que esta posibilidad sea considerada una realidad indiscutible. Y una de ellas es que se desconoce la cantidad de piezas artísticas que los nazis robaron de la URSS y de sus países satélite. «En el avance hacia Europa del Este saquearon y destruyeron sin control, a diferencia de lo que ocurrió en Europa Occidental. Los alemanes consideraban a los luxemburgueses o los franceses como iguales que habían sido derrotados. Gente a la que se podía explotar, pero con cierto control. Por eso respetaron las colecciones privadas o las iglesias y solo saquearon los bienes de los judíos. En Rusia cogieron lo que quisieron porque entendía que los eslavos eran una raza inferior que no tenía derecho al arte», sentencia.
Al carecer todavía hoy de un listado en el que se especifiquen las piezas robadas, la imaginación puede volar. «No existen inventarios. Además, hubo muchos problemas para que la URSS restituyera las piezas que recuperaba. Los rusos se quedaron con muchas y otras tantas fueron destruidas», completa. Así pues… ¿qué nos impide pensar que un cuadro que fue quemado en el patio trasero de un convento fuese escondido en una mina? Por ello, llama a la calma y a ver más allá de los primeros datos. «Algunas veces hay otros intereses detrás. Desde conseguir financiación, hasta vender un libro a través de la noticia», completa.
Sin embargo, no rechaza la posibilidad de que existan tesoros escondidos desde la Segunda Guerra Mundial que puedan reaparecer. «El caso más curioso fue el de Hildebrand Gurlitt. De repente, de la noche a la mañana, fueron hallados más de mil cuadros en la vivienda particular de su hijo Cornelius. Fue sorprendente. Su padre se había hecho con ellos gracias a las buenas condiciones que tenía el marco con respecto al franco por culpa del nazismo», finaliza.