Un republicano al servicio de Euskadi
Las cartas que escribió antes de su ejecución son un auténtico legado para las generaciones que le siguieron
S cumplen hoy 85 años del fusilamiento en Vitoria de Alfredo Espinosa Orive, consejero de Sanidad del primer Gobierno vasco, el único miembro de aquel ejecutivo que sufrió en primera persona la represión franquista.
Espinosa nació en Bilbao en 1903, hijo y nieto de republicanos, su formación como médico la realizó en Madrid, donde tomó contacto con núcleos políticos demócratas y se oposición a la dictadura de Primo de Rivera. Allí colaboró en la fundación del Partido Republicano Radical Socialista, una fuerza de izquierdas, que defendía una República democrática articulada sobre la base federal, el reconocimiento de las autonomías municipales y regionales, el laicismo del Estado y de la enseñanza y una política económica y social de marcada tendencia socialista. A su vuelta a Bilbao, Espinosa participó en la fundación del PRRS a nivel local, del que sería su presidente entre 1931 y 1933.
Alfredo Espinosa fue elegido concejal del Ayuntamiento de Bilbao tras las elecciones del 12 de abril de 1931, que se convirtieron en un auténtico referéndum sobre Monarquía o República en España. En el consistorio bilbaíno su actividad fue consecuente con su ideología de izquierda laica y su condición de galeno: solicitó la secularización de los cementerios y el derribo de la estatua del Sagrado Corazón, buscó soluciones al problema escolar en Bilbao y propuso medidas para el fomento de la higiene entre el vecindario de la capital vizcaína.
En septiembre de 1933 abandonó la concejalía tras su nombramiento como Gobernador Civil de la provincia de Burgos y, seguidamente, de Logroño, donde afrontó la insurrección anarquista de diciembre de aquel año. En 1934, tras la reorganización del sistema de partidos del republicanismo, Espinosa pasó a formar parte de Unión Republicana, partido que se integró en el Frente Popular de cara a las elecciones generales de 1936.
Tras el golpe de Estado del 18 de julio, Espinosa se puso manos a la obra en defensa de la legalidad republicana, ocupando cargos de responsabilidad tanto en la Comisaría General de la Defensa de la República en Bizkaia como en la Junta de Defensa de Bizkaia, organismos previos a la aprobación del Estatuto de autonomía vasco. Una vez formado el Gobierno vasco, Espinosa fue nombrado por el lehendakari Aguirre consejero de Sanidad. Su Departamento se dedicó en exclusiva a la atención sanitaria de la población civil, con especial atención a niños, evacuados y refugiados, para lo cual creó y habilitó nuevos hospitales y cuartos de socorro e introdujo mejoras en la gestión de los establecimientos ya existentes.
En la gestión de Alfredo Espinosa al frente de Sanidad predominó un espíritu humanitario. Fundó la Cruz Roja del País Vasco, supervisó las evacuaciones de niños al extranjero… pero sin duda, uno de los aspectos por los que destacó su labor fue la mejora de las condiciones de vida de los presos, corrigiendo injusticias y evitando persecuciones. Así, el 4 de enero de 1937, tras el asalto a las cárceles de Bilbao en respuesta a los bombardeos alemanes sobre la capital vizcaina, Espinosa se presentó en las prisiones con médicos y ambulancias para auxiliar a los heridos.
El 11 de junio de 1937, el consejero de Sanidad partió a Francia en barco con 160 niños de la colonia del Sanatorio de Gorliz. En Francia se enteró de la caída de Bilbao el 19 de junio, siendo su intención inmediata reunirse con sus compañeros del Gobierno vasco, que se habían trasladado a Santander. Logró contactar con un piloto, supuestamente de confianza, del Gobierno vasco, José María Yanguas, para que le llevara hasta Laredo. El avión despegó desde Toulouse la tarde del 21 de junio, con 5 personas además de Espinosa, entre ellas el comandante de artillería José Aguirre Urrestarazu. A las 21:30 horas el aparato aterrizó en la playa de Zarautz, donde las autoridades franquistas estaban al tanto del vuelo y se había improvisado una pista de aterrizaje.
Espinosa fue detenido y llevado al palacio de Narros, donde se inició el procedimiento judicial. El día 22 fue trasladado a Vitoria, al Convento del Carmen, donde se interrogó al Consejero sobre sus vinculaciones políticas, cargos desempeñados, entre otras cuestiones, poniendo el énfasis en los asaltos a las prisiones del 4 de enero. El Consejo de Guerra sentenció a Espinosa y Aguirre Urrestarazu a la pena de muerte. A pesar de que el Gobierno vasco trató de realizar un canje de presos para salvar a Espinosa, la intransigencia del propio Franco hizo que el primer Consejero de Sanidad del Gobierno vasco fuera fusilado el 26 de junio de 1937 en las tapias del cementerio de Santa Isabel de Vitoria, donde fue inhumado.
Las cartas que escribió antes de su ejecución son un auténtico legado para las generaciones que le siguieron. La defensa de las causas de la libertad, las conquistas ciudadanas y los derechos humanos que Espinosa hizo en la carta dirigida al lehendakari están hoy más vigentes que nunca:
«Quiero dirigirte un ruego antes de que vuelva al seno de la tierra (…) cuando condenen los tribunales a alguno a muerte (…) hacerlo por el indulto pues piensa en que pueda tener madre o esposa e hijos y la terrible condena siempre la sufrirán personas inocentes; (…) os suplico no ejerzáis represalias con los presos que ahí tenéis (…) Dile a nuestro Pueblo que un consejero del Gobierno muero como un valiente y que gustoso ofrenda su vida por la libertad del mismo. Diles, asimismo (…), que muero (…) por defender unas libertades y sus conquistas legítimamente ganadas en tantos años de lucha; que mi muerte sirva de ejemplo y de algo útil en esta lucha cruel y horrible».
Su ejemplo, 85 años después de su fusilamiento, debe recordarnos que las conquistas democráticas, políticas y sociales, hay que protegerlas y cultivarlas, no darlas por perennes, porque nos pueden ser arrebatadas. l
* Investigador Cátedra Unesco de Derechos Humanos y Poderes Públicos UPV/EHU