14 mayo, 2025

Vespasiano: el emperador que venció guerras y murió de diarrea

Entrada de Vespasiano en Roma
Entrada de Vespasiano en Roma

Vespasiano: el emperador que venció guerras y murió de diarrea

Introducción

Recuerdo la primera vez que caminé por el Coliseo de Roma. Me impresionó su majestuosidad, pero sobre todo me sorprendió saber que su construcción fue ordenada por un emperador que no murió en una batalla ni víctima de conspiraciones palaciegas, sino por algo tan humano como una diarrea. Esta paradoja histórica me llevó a investigar más sobre Tito Flavio Vespasiano, el hombre que refundó el Imperio tras una de las etapas más caóticas del siglo I y terminó sus días vencido por una dolencia intestinal.

Hoy quiero compartirte esta historia fascinante, que muestra la grandeza, pero también la fragilidad, de quienes construyeron los cimientos de una civilización que aún influye en nuestro presente. Vamos a descubrir cómo vivió y murió uno de los emperadores más prácticos de Roma, en una narración ilustrativa, clara y sin caer en tecnicismos innecesarios.


El ascenso de un emperador inesperado

Vespasiano no nació en cuna de oro. Proveniente de una familia de clase media de la región de Reate, en el Lacio, comenzó su carrera militar con pasos firmes, destacando en campañas en Germania y Britania. Su carácter austero, pragmático y su buena relación con el ejército le granjearon una reputación de líder confiable. En un momento en que Roma sufría una brutal inestabilidad política tras la muerte de Nerón —con hasta cuatro emperadores en solo un año (69 d.C.)—, Vespasiano emergió como el candidato ideal para restaurar el orden.

Su ascenso al trono fue respaldado por sus legiones en Egipto y Judea, y culminó tras vencer a sus rivales en una breve guerra civil. Así nació la dinastía Flavia, de la que también formaron parte sus hijos Tito y Domiciano.

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Un emperador que trajo orden y obras públicas

Durante sus diez años de gobierno (69-79 d.C.), Vespasiano reorganizó las finanzas imperiales, impuso una política fiscal eficiente (de ahí el famoso impuesto a los urinarios públicos, el vectigal urinae) y, sobre todo, dejó un legado monumental: el Coliseo de Roma.

Esta gigantesca obra no fue solo un acto de propaganda, sino una respuesta política inteligente. Vespasiano lo construyó en el lugar donde se alzaba el suntuoso palacio de Nerón —la Domus Aurea— para devolver al pueblo un espacio de esparcimiento. Un mensaje simbólico: la Roma de los excesos había terminado, y ahora comenzaba la Roma del sentido común y el servicio al ciudadano.

Puedes ampliar detalles sobre este legado arquitectónico en este artículo sobre el Coliseo de Wikipedia.


Una muerte irónica: del poder a la fragilidad humana

A pesar de su solidez como gobernante, el final de Vespasiano nos recuerda que ni siquiera el más poderoso puede escapar a la enfermedad. Según las fuentes históricas —principalmente Suetonio—, Vespasiano murió en 79 d.C. tras sufrir intensas diarreas durante días, probablemente agravadas por una infección intestinal o una inflamación crónica del sistema digestivo.

Su muerte no fue en palacio, sino en su villa campestre en Aquae Cutiliae, buscando alivio en sus aguas termales. Su última frase, citada por Suetonio con ironía mordaz, fue: «Vae, puto deus fio» («Ay, creo que me estoy convirtiendo en dios»), una referencia sarcástica a la costumbre romana de divinizar a los emperadores al morir.

Para contextualizar este tipo de enfermedades en la antigüedad, puedes visitar este enlace sobre enfermedades digestivas en la Roma clásica.

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Impacto histórico y humano

La muerte de Vespasiano puede parecer trivial hoy en día, pero encierra un potente mensaje: incluso los grandes constructores de imperios sucumbían a enfermedades comunes. En un mundo sin antibióticos ni tratamientos adecuados, una diarrea podía ser letal. Esto nos ayuda a comprender también la importancia de los avances en salud pública, medicina y saneamiento, que hoy damos por sentados.

Además, este episodio humaniza al poder. Vespasiano, que estabilizó un imperio fragmentado y dejó obras eternas, fue vencido por un problema fisiológico que cualquiera puede padecer. El contraste es brutal y, a la vez, profundamente revelador.


Conclusión

En la figura de Vespasiano encontramos al emperador austero que recuperó la estabilidad de Roma y dejó una huella imborrable en su arquitectura y política. Pero también al hombre mortal, vencido no por la espada o la traición, sino por una afección intestinal. Una historia tan fascinante como irónica, que nos recuerda que el poder no exime de la vulnerabilidad humana.

Si te gustó este artículo, te invito a leer también nuestra entrada sobre la leyenda negra de los papas españoles, otro episodio revelador de la historia que probablemente no conocías.


 

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