Violencia machista en el antiguo Egipto
Casos de violencia contra las mujeres quedaron documentados en actas de juicios y la ratifican hoy estudios de varias momias
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Es una imagen que muchos tienen en la cabeza cuando piensan en el antiguo Egipto, la de una próspera civilización que, aislada del resto del mundo por los desiertos que rodean el valle del Nilo, vivía sin preocupaciones a orillas del generoso río. Por desgracia, se trata de una imagen por completo falsa: los egipcios distaban mucho de ser un pueblo pacífico que habitaba en una tierra paradisíaca.
Para empezar, el Nilo era un río peligroso, porque, si bien la inundación se producía anualmente, solo la mitad de los años tenía el volumen adecuado. En la otra mitad era demasiado elevado o demasiado escaso, lo que causaba destrucción y hambrunas.
El propio entorno era violento contra los egipcios, con un sol de justicia que unía sus fuerzas al polvo y el viento en su intento por dejarlos ciegos, mientras que una alimentación escasa y con pocas proteínas animales, el ataque de montones de parásitos y unas labores pesadas y nada seguras acortaban su vida hasta apenas cuatro decenios.
La misma estructura social producía tensiones entre sus miembros y no pocos abusos de poder, abusos que degeneraban en violencias de todo tipo. En el medio familiar encontramos un ambiente menos pacífico de lo esperado, en el que algunas mujeres parecen haber sufrido violencia a manos de sus esposos.
La violencia en casa
Es cierto que en el antiguo Egipto las mujeres eran legalmente iguales a los hombres: podían casarse, divorciarse, poseer bienes, venderlos, transmitirlos por herencia y acudir a los tribunales para ser juzgadas o presentar denuncias, donde su testimonio tenía exactamente el mismo valor que el de un hombre.
Sin embargo, eso no impedía que muchas de ellas quedaran supeditadas a sus esposos, quienes solían realizar un trabajo mejor remunerado, al tender ellas a quedar relegadas al cuidado de la casa y la crianza de los hijos.
Es algo que se menciona incluso en los textos sapienciales faraónicos, donde se recomienda a los lectores tratar a sus esposas con respeto y dotarlas de cuanto necesiten. Eso sí, procurando siempre que estén donde se pensaba que les correspondía, es decir, en el hogar.
Resulta difícil saber la incidencia real de esta violencia doméstica, porque solo poseemos algunos casos documentados. El primero lo conocemos gracias a la denuncia que la afectada puso contra su esposo y en la que podemos leer: “Entonces me pegó, me pegó […]”.
Antes de recurrir a la justicia del faraón, se intentaba arreglar el problema dentro de la familia
Insatisfecha con la situación, llegó incluso a llamar a su suegra para que intentara meter en vereda al bruto de su marido. No parece que la presencia de su madre política acabara con la violencia, con lo cual la agredida no tuvo más remedio que denunciar a su esposo ante el tribunal del pueblo. Desafortunadamente, ignoramos la resolución del conflicto.
En cualquier caso, resulta interesante comprobar cómo, antes de recurrir a la justicia del faraón, se intentaba arreglar el problema dentro de la familia. Y si no, que se lo digan a una adúltera de Deir el-Medina que mantuvo una relación de ocho meses con un hombre casado llamado Nesy-Imenemiptet. Al descubrirse el asunto, se vio buscada por la familia de la esposa legítima, con claras intenciones de darle una paliza para que pusiera fin al amorío.
El segundo caso es mucho más sangriento, porque procede del estudio de una momia. Se trata de una mujer del Reino Medio de unos 30 o 35 años, encontrada en el cementerio de Abydos, cuyo esqueleto presenta un curioso conjunto de politraumatismos: fractura en los huesos del canto de la mano izquierda, de ambas muñecas y de varias costillas en ambos lados de la caja torácica.
Como se trata de roturas soldadas, está claro que se produjeron en momentos diferentes, pero, en todo caso, resultan de lo más sospechosas: la primera se suele producir cuando uno interpone la mano para evitar ser golpeado, la segunda es habitual cuando se extienden las manos para evitar darse de bruces contra el suelo, mientras que la tercera puede ser resultado de un ataque a puñetazos.
Por separado, cada fractura quizá no fuera consecuencia sino de la pura mala suerte. Es un último traumatismo el que permite sumarlas todas y obtener un veredicto muy distinto, porque en la parte interna de la quinta y la sexta costillas izquierdas encontramos una fractura producida por una hoja metálica que casi atraviesa el cuerpo de parte a parte.
De modo que no se trató de una mujer especialmente propensa a los accidentes, sino de alguien que sufrió una serie continuada de abusos violentos que solo terminaron cuando un cuchillo la convirtió en víctima mortal de la violencia doméstica en el antiguo Egipto.
La violencia sexual
Otro tipo de violencia presente en el valle del Nilo es la sexual. Los egipcios no eran especialmente pacatos respecto al sexo, al contrario: como para ellos la virginidad no tenía ninguna importancia, las relaciones prematrimoniales no estaban mal vistas. Una libertad sexual que también se extendía a las mujeres, que en la literatura aparecen en muchas ocasiones como incitadoras del encuentro.
Estas liberadas costumbres no parecen haber evitado que algunos hombres se aprovecharan de su mayor fuerza física para violentar mujeres. A finales del Reino Nuevo parece, incluso, haber sido algo relativamente frecuente. Por eso, Ramsés III afirma orgulloso que ha conseguido devolver el orden al país: entre otras cosas, ahora las mujeres ya pueden recorrer los caminos sin temor a ser asaltadas.
Asesinato con saña
Lo que mostró el TAC a una momia en Belfast
La momia de Takabuti fue adquirida por Thomas Greg en Egipto en 1834, una época en la que el desvendado de restos egipcios momificados estaba en boga en Europa y su compra era legal. El cuerpo fue desvendado en enero de 1835 en el Museo de la Sociedad de Historia Natural de Belfast por un egiptólogo, que fue quien leyó su nombre por primera vez.
El cuerpo se conserva en el Museo de Belfast, y recientemente ha sido objeto de una autopsia virtual mediante tomografía axial computerizada. Los resultados han sido sorprendentes, porque han demostrado que esta “señora de la casa”, hija de un sacerdote de Amón, murió asesinada. La herida que produjo el fallecimiento de esta veinteañera fue una puñalada a traición por la espalda que penetró cerca de su hombro izquierdo. Un ataque muy violento, que no solo causó una herida de 5,6 cm de anchura, sino que además le partió varias costillas. Sin duda, el asesino actuó movido por el deseo de acabar con su vida.
Estamos en plena XXV dinastía, una época en la que Egipto fue conquistado por los reyes kushitas (nubios), que serían expulsados del país por los asirios y destruyeron Tebas en 663 a. C. Quizá fuera entonces cuando Takabuti se encontró con su destino.