¿Y si Jack el Destripador fue una mujer? | XLSemanal
Cuando se cumplen 135 años de la serie de crímenes más famosa de la historia, diseccionamos a la mujer que, según uno de los mayores expertos en el tema, habría podido sembrar el terror en Londres entre agosto y noviembre de 1888, degollando y destripando a cinco prostitutas. ¿Era el famoso asesino en serie en realidad una mujer, Lizzie Williams, la esposa del hasta ahora principal sospechoso? ¿Qué la unía a las prostitutas que mató? ¿Y por qué les extirpaba el útero?
No era oro todo lo que relucía en el Londres de la era victoriana. A tiro de piedra del palacio de Buckingham, en el miserable barrio de Whitechapel, casi un millón de personas –muchas de ellas, inmigrantes de origen irlandés o judío– vivían hacinadas en infraviviendas compartidas por variasfamilias. Unos cien mil de los habitantes vivían bajo el umbral de la pobreza extrema y todos los días tenían que luchar para conseguir algo de comida. Las tensiones sociales, los robos, la violencia y el alcoholismo eran el pan de todos los días, mientras que la pobreza endémica empujaba a muchas mujeres a la prostitución. En 1888, la Policía consideraba que en las callejuelas sembradas de basura de Whitechapel había 1200 prostitutas y 62 burdeles.
Tras rebanarles el cuello a sus víctimas les extirparba los órganos, lo que alimentó los rumores de que el criminal era médico o carnicero
Fue el escenario donde tuvo lugar la serie de crímenes más famosa de la historia. A lo largo de unas pocas semanas de 1888, un asesino contumaz que pronto fue apodado Jack the Ripper –o Jack el Destripador– dio muerte de forma espeluznante a cinco prostitutas en Whitechapel. Tras rebanarles el cuello a sus víctimas el asesino procedió a extirparles órganos internos, lo que alimentó los rumores de que el criminal tenía conocimientos quirúrgicos o anatómicos, que quizá se trataba de un médico o de un carnicero profesional.
Jack el destripador nunca llegó a ser detenido ni identificado por la Policía y, desde entonces, más de 100 hombres han sido señalados como sospechosos: desde Lewis Carroll –el escritor de Alicia en el País de las Maravillas– hasta un nieto de la reina Victoria; desde el eminente pintor Walter Sickert hasta un anónimo trabajador itinerante de origen polaco. Las especulaciones incesantes sobre los asesinatos de Whitechapel han llevado a la aparición de un verdadero campo de estudios, conocido como ‘ripperología’.
Hoy mismo, incluso, 135 años después, ha aparecido un nuevo libro, el enésimo, Jack el Destripador. El policía, un nuevo sospechoso, de Rod Beattie, en el que se señala a un policía misógino y resentido —Bowden Endacott— que por entonces patrullaba en la zona de los crímenes. Los entendidos, no obstante, han comentado ya la falta de fuentes significativas de la nueva teoría. El misterio se mantiene.
Más de 100 hombres han sido señalados como sospechosos: incluso Lewis Carroll y un nieto de la reina Victoria
Dentro de este vasto universo de la ripperología, sigue destacando con fuerza un libro publicado en 2012 —Jack the Ripper: The hand of a woman, de John Morris—, en el que su autor sostiene que el destripador habría sigo una ‘destripadora’: Lizzie Williams, la esposa del médico Sir John Williams, quien en un libro aparecido en 2005 había sido ya a su vez señalado como «el auténtico» Jack el Destripador. Morris —un abogado británico jubilado— afirma que Lizzie, nacida en 1850, asesinó a las prostitutas enloquecida por ser estéril. El desespero por su incapacidad para tener hijos fue lo que la llevó a buscar venganza de manera sangrienta y a extirparles el útero a tres de sus víctimas.
En defensa de su teoría, Morris cita el hecho de que ninguna de las cinco meretrices asesinadas fue violada y que los efectos personales de una de ellas, Annie Chapman, habían sido dejados a sus pies «de una forma muy femenina». No solo eso, sino que junto al cadáver de otra de las víctimas fueron encontrados tres botones empapados en sangre y pertenecientes a una bota de mujer. Hay más: en la chimenea de la vivienda de la tercera víctima, Mary Kelly, fueron hallados restos de ropas femeninas, entre ellos de una capa, de una falda y de un sombrero. Ninguna de estas prendas pertenecía a las infortunadas masacradas por el Destripador.
Morris destaca que ninguna de las prostitutas fue violada y que junto al cadáver de otra de ellas aparecieron tres botones ensangrentados de una bota de mujer
En su libro, Morris asimismo explica que Mary Kelly era la amante del marido de Lizzie, Sir John Williams, aristócrata y galeno de la alta sociedad, quien llevaba una doble vida y se dedicaba al lucrativo negocio de los abortos clandestinos al por mayor en el miserable barrio de Whitechapel. Morris ha encontrado a su vez pruebas de que Lizzie Williams sufrió una grave crisis de nervios poco después de la horrorosa sucesión de crímenes. Murió de cáncer en 1912, sin haber sido nunca interrogada por la Policía.
Morris considera que la poca aceptación que su tesis ha tenido entre los ortodoxos de la ripperología está relacionada con la concepción generalizada de que las mujeres no son dadas a los asesinatos en serie, sino que casi siempre son las víctimas de los asesinos en serie… Y que las pocas mujeres que efectivamente son asesinas contumaces no cometen sus crímenes con cuchillos, pues las armas blancas vienen a ser de tipo fálico a más no poder. «No hay la menor duda de que el Destripador en realidad fue una Destripadora», insiste Morris. «Pero como siempre se ha dado por sentado que el asesino era un hombre, todos los indicios que apuntaban a una mujer han sido ignorados de forma sistemática».
El escándalo tiene su lógica, pues la tesis de Morris contradice lo sostenido desde el primer momento por los estudiosos del caso: que el asesino del East End era un hombre. Es la teoría que se ha barajado desde siempre y que los especialistas en asesinos en serie del FBI sancionaron en 1981 al trazar un hipotético perfil del Destripador. Según este retrato-robot, Jack fue un varón de raza blanca de entre 28 y 36 años, que vivía o trabajaba en Whitechapel; solitario y tímido; habitual de los pubs del barrio; con un empleo muy modesto u ocasional; probablemente fue interrogado y descartado como sospechoso por su apariencia inofensiva. No se suicidó tras su último crimen, como sospechaba la Policía; era un enfermo mental y tenía el convencimiento de que sus asesinatos estaban justificadísimos.
La del retrato robot del FBI es la teoría que, con matices, también baraja Paul Begg, uno de los principales estudiosos de los asesinatos de Whitechapel y autor de varios libros sobre el tema. Begg asegura que no hay pruebas concluyentes que culpen a Lizzie Williams: «El libro anterior que identificaba a John Williams como el asesino ya era infumable de por sí, pero este es aún peor».
John Morris, por su parte, insiste: «Hay numerosas pistas diseminadas por las escenas de los crímenes, unas pistas que individualmente pueden ser poco significativas, pero que examinadas en conjunto llevan a sospechar con fundamento que ella fue la asesina».
El hecho cierto es que la leyenda de Jack el Destripador sigue envuelta en el misterio. El gran número de agresiones y crímenes contra las mujeres que se daban en el East End durante esta época provoca que ni siquiera se sepa con seguridad cuántas mujeres fueron asesinadas por el Destripador. En su momento, la Policía llegó a vincular a este con las muertes de 11 mujeres entre 1888 y 1891. Pero las llamadas víctímas canónicas –así es como se las califica en el argot de la ‘ripperología’, por ser las mayoritariamente aceptadas– son cinco.
Han pasado 135 años desde los crímenes de Jack el Destripador (¿la Destripadora?), pero los asesinatos de Whitechapel siguen siendo motivo de elucubraciones, demenciales en muchos casos: hay quien achaca lo sucedido a los judíos, los masones o los adoradores de Satán.
Jack el Destripador también sigue siendo materia de una pequeña industria, tan pintoresca como lucrativa. En el Whitechapel de hoy se hacen visitas guiadas por el ‘circuito’ del Destripador, y los vecinos están acostumbrados a presenciar la peregrinación de grupos de ripperólogos por la zona. Hay dos revistas inglesas, Ripperologist y Ripperana, dedicadas casi por entero a la publicación de nuevas investigaciones y teorías sobre los asesinatos de 1888.
En Commercial Street, la calle principal de Whitechapel, está el pub The Ten Bells; según los periódicos de la época, Annie Chapman y Mary Kelly estuvieron bebiendo en el Ten Bells la noche de su muerte. El establecimiento ha cambiado escasamente desde entonces y hoy hace un alarde muy poco elegante de su historial y es punto de venta de recuerdos truculentos.
A la espera de que aparezca el próximo libro revelador de la identidad del ‘verdadero’ Jack el Destripador, tan solo una cosa sigue estando clara, y es que el caso aún hoy constituye un misterio por resolver, como si acabase de ocurrir. No menos misterioso resulta un hecho que quitó el sueño a todos los investigadores y que aún hoy se lo quita a los historiadores que indagan en aquellos crímenes: ¿por qué Jack el Destripador, haya sido quien haya sido, de pronto, un día, dejó de matar?
Otros crímenes sin resolver
La historia demuestra que el crimen perfecto, a veces, existe. Aquí, tres ejemplos.
El fugitivo
El doctor Samuel H. Sheppard, que inspiró la serie y el filme El Fugitivo, fue acusado de asesinar a su esposa, Marylin, embarazada de su segundo hijo, en 1954. Siempre se declaró inocente, pero pasó 10 años en prisión. En 1966, tras un nuevo juicio, fue liberado y murió alcohólico en 1970. En 1998, su hijo Sam Reese (el niño de la foto) probó con muestras de ADN que su padre era inocente. El asesino sigue suelto.
La Dalia Negra
El 15 de enero de 1947, en Los Ángeles, Elizabeth Short, de 22 años, apareció descuartizada, sin el bazo, el corazón y los intestinos, y su cuerpo lavado. Antes de morir había sido obligada a comer excrementos. El asesino envió elementos de ella a los medios reclamando más atención. Después desapareció. Más de 50 personas confesaron el crimen; la Policía se saturó de información falsa. El caso sigue sin resolverse.
El Asesino del Zodíaco
Así firmó las cartas que envió a la prensa hasta 1974 tras matar, entre 1968 y 1969, a 5 personas, que más tarde se supo que fueron, al menos, trece, aunque, en otra carta presuntamente suya, llegaba a confesar que se trataba ya de 37 personas. En 2003, el caso dio un giro: las huellas de las cartas no coincidían con las de Arthur Leigh Allen, el sospechoso número uno. El caso se cerró así en 2004, pero se reabrió una tercera vez en 2007 hasta que, finalmente, en 2021 la Policía logró cerrar el cerco en torno a otro posible sospechoso, Gary Francis Poste, muerto ese mismo año. Los expertos del FBI dan por hecho que Poste es el verdadero culpable de los crímenes de acuerdo con los resultados del ADN parcial obtenido de él y del perfil genético hallado en varias de las escenas de los crímenes. Se trata de una fuerte y sólida hipótesis aún por confirmar.
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