Autopsia a la personalidad de Julio César: «Es uno de los cinco caudillos más inhumanos de la historia»
La trilogía de novelas ‘La sombra de Julio César’, cuya primera entrega ha salido a la venta en España, cuenta la infancia y juventud de este político y militar romano que cambió su tiempo
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Pelo nevado, gestos ceremoniosos, bufanda al cuello laboriosamente atada, Andrea Frediani bien podría pasar por un patricio romano o por un modelo de alta costura. Posa para el fotógrafo de Espasa entre los grandes monumentos de Roma sin que se le vea atosigado, disfruta con el foco. Este novelista e historiador, especializado en historia militar de la Edad Media, es autor de una veintena de obras y un hombre fascinado con la personalidad del político romano por antonomasia, al que le dedica la trilogía ‘La sombra de Julio César’ (Espasa). «Julio César era alguien con mucha confianza en sí mismo, convencido de poder llegar a todas partes y de que era casi un ser semidivino, descendiente de Venus y de Eneas, así como de que solo él podía salvar a Roma de su decadencia, y realmente sí la salvó.
Era un jugador de azar que siempre llegaba al límite sin escrúpulos y sin parar», apunta este escritor italiano.
–Usted le presenta en la novela como un rayo de la guerra.
–Es una de sus primeras características: su rapidez de acción. Dice un cronista que sus enemigos, cuando él llegaba, no sabía si ya se había marchado… Era muy muy rápido. Además, otra característica importante es su corrupción. Era un gran corruptor, que contraía muchísimas deudas para cumplir su destino. Tenía una fórmula particular de pedir dinero a sus oficiales para que así se convirtieran en soldados y, al mismo tiempo, en acreedores. Era una forma de crear un vínculo que no se podía romper.
–¿Era un hombre clemente?
–Sí, la clemencia de César era algo que todo el mundo conocía. Él pensaba que todo el mundo podía servirle en algún momento, aunque para ello tuviera que perdonarle la vida a sus detractores. Y, bueno, eso también se volvió en su contra con Bruto y Casio, que luego le mataron. Una actitud que le atraía el favor de las masas, pero que no tenía escrúpulos en romper si era necesario por motivos militares.
–¿Era una persona cruel o poco empática?
–Como todos los conquistadores, obviamente fue un hombre que tuvo que realizar masacres, por ejemplo, en la Galia, que se puede considerar un genocidio. Es uno de los cinco caudillos generales guerrilleros más inhumanos de la historia. Pero, como ya digo, también era alguien clemente, cuya generosidad le ganó el favor del pueblo y al que se le puede clasificar, digamos, como alguien progresista, de izquierdas, alguien al que al final la clemencia lo traicionó.
–Cuando se dice que era un gobernante populista, ¿significa lo mismo que entendemos hoy?
–Digamos que el concepto de populismo es más moderno. Pero sí, César quería atraer la simpatía del pueblo. Él era un aristócrata, pero su familia era pobre. Además, había nacido en un barrio plebeyo y los nobles estaban en contra de él porque lo consideraban un advenedizo, una persona sin medios. Después de su muerte, Marco Antonio abrió su testamento y se dio cuenta de que había dejado una suma de dinero a cada ciudadano de Roma.
–¿Llegó a tener amistades reales o todo se movía en el plano político?
–Era un calculador que siempre buscaba más el consenso que la amistad. No en vano, realmente no sabemos cómo fueron sus relaciones en la intimidad. En mi opinión, él se sentía semi divino, superior a todos los demás, y eso le impidió contraer una amistad sincera con las personas. Tuvo colaboradores y clientes, pero no sé si amigos.
–Sus enemigos le acusaban de homosexual, ¿era la difamación política algo extendido en la época?
–Muy probablemente no se le dió mucho peso a ese tipo de difamación, pues no se consideraba algo muy grave en la Antigüedad. Ni siquiera era el primer motivo para poder dañar a César, sino el hecho de que era demasiado demagogo, o sea, que estaba demasiado en favor del pueblo cuando la nobleza veía esto como un potencial peligro. Aparte de que hay que recordar que lo que realmente tenía era fama de bisexual, un gran seductor al que sus soldados le tomaban el pelo cuando tenía la libertad y le decían que era el marido de todos los hombres y el amante de todas las mujeres.
–¿Las obras de Shakespeare han legado una imagen irreal de Julio César?
–Puede ser, pero digamos que muchos otros escribieron sobre César y no todos, como Shakespeare, en clave de ficción. La tarea del historiador es ponderar cuánto puede ser verdad de lo que dice César de sí mismo, comparando con lo que dicen otras fuentes, las fuentes de los detractores. Realmente lo que pasó realmente lo sabe solo César.