BRUNO RUIZ DE APODACA, ASESINO FRANQUISTA ALAVES. – Crónicas a pie de fosa.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!“Se jactaba de haber matado el sólo a 108 personas”. Jesús Pablo Domínguez Varona & Aiyoa Arroita Lafuente. Recientemente hemos publicado en éste blog un reportaje sobre la desapari…
“Se jactaba de haber matado el sólo a 108 personas”.
Recientemente hemos publicado en éste blog un reportaje sobre la desaparición y posterior asesinato de Modesto Manuel Azcona Garaicoechea, miembro electo de U.R (Unión Republicana) en la Junta Gestora que en 1936 sustituyó a la Diputación Foral de Alava.
Su familia al igual que nosotros nos preguntamos quiénes fueron los inductores, los asesinos y cuál fue la participación de cada uno en su desaparición y asesinato, de él y de tantas otras víctimas en Alava.
Fue sacado “legalmente” mediante una orden de “libertad” que el delegado de Orden Público del Gobierno Civil de Alava, Alfonso Sanz firmó el 17 de septiembre de 1936 para que ser trasladado a Pamplona.
El documento dice así; “El Jefe de la Cárcel de esta Capital pondrá en libertad a los detenidos que al margen se expresan, siendo entregados a los portadores de la presente orden para ser trasladados a Pamplona”.
No es el único documento que existe de esa “supuesta” puesta en libertad. En la página web de laCNT de Vitoria-Gasteiz publican un documento similar, el del miembro de la CNT y anarquista Antonio Barrón Martínez, natural de Labastida, Alava. El documento procede de los archivos de la cárcel de Vitoria, depositados en el Archivo provincial de Alava. Su destino, igual que el de las demás “sacas” con orden de libertad, fue “paseado” por sus asesinos, siendo ejecutado y enterrado en alguna cuneta.
Ordenes de libertad firmadas por el Delegado de Orden Público del Gobierno Civil de Alava Alfonso Sanz Gómez. El primero propiedad de la familia Azcona y el segundo sacado la la página web de la CNT de Vitoria.
El modus operandi de las sacas siempre iba a ser el mismo. A medianoche, con macabra regularidad, desde la Delegación de Gobierno se daban falsas órdenes de libertad a los encarcelados que tocaba “pasear” aquel día. Decidir quién moría o quién no dependía de la importancia de los flujos de información y la de procedencia de la buena o mala voluntad de las diferentes autoridades e informantes locales.
Esta orden significaba la muerte del preso, ya que en las mismas puertas de la prisión de la que era liberado, le esperaban las milicias de requetés y falangistas que actuaban “al margen”, pero con el beneplácito y consentimiento de las “autoridades oficiales” golpistas de Vitoria. Esa era su forma habitual de actuar y lavarse las manos, dejando en manos de grupos de criminales“portadores” del documento de libertad, hacer el trabajo sucio a sus órdenes.
¿Quienes eran esos “portadores” a los que se les entregan los presos “liberados”?
El historiador Germán Ruiz Llano, en su tesis doctoral “El voluntariado alavés durante la guerra civil” (UCM Madrid 2016) nos dice al respecto:
“Para encontrarnos con una primera estructura de terror organizada en la provincia tenemos que esperar al 9 de agosto, día en que por parte del general García Benítez se nombró al teniente coronel Pedro Alonso Galdós Jefe Superior de Policía adscrito al Gobierno Civil, con las funciones de delegado de orden público de la provincia, teniendo entre sus responsabilidades el orden público, detenciones,liberaciones, etc.
Sin embargo, el nombramiento de Galdós no supuso un recrudecimiento de la represión, sino todo lo contrario. Con él al frente de la Delegación cesaron los asesinatos en la provincia a pesar de obrar en su poder una lista de individuos “peligrosos” y “muy peligrosos” provenientes de las organizaciones izquierdistas de la provincia. Esta situación de moderación iba a acabar con la visita del general Millán Astray. Este, al ver el ambiente de “frialdad” de la ciudad, exigió que la represión aumentara, lo que conllevó el cese de Alonso y su sustitución por el capitán de artillería Alfonso Sanz Gómez. Con él al frente de la Delegación la situación dio un vuelco endureciéndose la represión, encarcelándose por primera vez a peneuvistas y organizando el asesinato de presos de la Prisión Provincial mediante sacas nocturnas que acababan en las cunetas de la provincia. Para realizarlas, el papel de las milicias como ejecutoras era fundamental. Bajo las órdenes de Sanz, se llevaron a cabo la mayoría de las muertes de la represión en la provincia, en un proceso represor en el que el papel del Ejército en la provincia en cuanto a ejecutor es escaso, un 18 % mediante sentencia de consejo de guerra, pero fundamental, puesto que fueron los militares quienes supervisaron a las milicias y las pusieron bajo su autoridad en la Delegación de Orden Público y la Jefatura Provincial de Milicias.
Durante la gestión de Alfonso Sanz, del 23 agosto al 9 de diciembre de 1936, se efectuaron poco más de un centenar de paseos y asesinatos, el grueso de la represión en la provincia. Para ello, contó con la inestimable colaboración de falangistas y requetés auxiliares, formando temido tándem con un tal Bruno Ruiz de Apodaca.
Por un lado, Sanz ordenaba las sacas y por otro, normalmente, Apodaca y sus ayudantes, y, en menor medida, los falangistas, asesinaban a los presos o hacían razzias por la provincia para eliminar a los desafectos con la aquiescencia de Sanz y la complicidad de las autoridades locales y parte de la población”.
Desfile por las calles de Vitoria. Archivo municipal V.G.
¿QUIEN ERA EL EJECUTOR APODACA?
A las ordenes de Alfonso Sanz Gómez, delegado de “orden público”, estaba el jefe de las patrullas de ejecutores Bruno Ruiz de Apodaca, un joven trabajador del calzado vitoriano, propagandista de la Casa Social Católica, presidente de la Juventud Obrera Católica, teniente del Requeté Auxiliar y jefe de su patrulla policial. Simplificando… un ultracatólico requeté carlista con aspiraciones de poder y reconocimiento en el nuevo “orden franquista”
Ruiz de Apodaca, capitaneaba las partidas nocturnas de la represión en Alava. Su siniestra historia es la de un simple empleado más en la vida laboral de Vitoria. Durante los últimos años de la República se había destacado como propagandista en la Casa Social Católica y había participado en disturbios varios. Durante los incidentes sociales del fallido golpe de estado militar contra la recién instaurada república, conocido como “sanjurjada” el 10 de agosto de 1932, es herido por disparos de la Policía. Este suceso y la herida le libró de marchar al frente tras el nuevo golpe de estado del 19 de julio de 1936. Sin embargo las ganas de ayudar a los sublevados le hicieron no tardar en alistarse en la milicia carlista de retaguardia, el Requeté Auxiliar.
Nuevamente la tesis de Germán Ruiz Llano dice así sobre esta milicia carlista alavesa:
“Requeté Auxiliar, controlado por HA (Hermandad Alavesa), movilizó a los carlistas de la provincia que, por edad, desde adolescentes a ancianos, no podían ir al frente y a los requetés de 1ª línea que fueron paulatinamente desmovilizados por heridas, conseguir una exención, etc. Se constituyó el 1 de septiembre de 1936 bajo el mando del teniente de la Guardia Civil retirado Cesáreo Casi y el destacado carlista Moisés Armentia. Distribuido por toda la provincia, sus misiones eran más amplias que las de las milicias ciudadanas. En la retaguardia se encargaban de la censura postal, recogida de colectas, servicios de policía y vigilancia y captura de huidos y sospechosos; pero también se les movilizó para tareas del frente como escoltas de convoyes, vigilancia de posiciones, policía militar, escolta de jefes y oficiales, camilleros, enterradores y enlaces. Sus labores represivas estaban al cargo del teniente del Requeté Bruno Ruiz de Apodaca, que mandaba una “patrulla de policía” bajo las órdenes del delegado de orden público de la provincia”.
Fila de voluntarios aspirantes a requetés, muchos de ellos aún sin uniforme, paseando por Vitoria. Imagen diario “Pensamiento Alavés” (Salinas y Sánchez)
LAS SACAS, DESAPARICIONES Y ASESINATOS.
El historiador Javier Gómez Calvo en su ponencia “ Frente Popular y represión en Alava”, dentro del Congreso Internacional “ La España del frente Popular” (Madrid 2011), aporta una información muy valiosa al respecto:
“En Vitoria también fueron asesinados o ajusticiados los principales líderes políticos de formaciones republicanas o de izquierdas. Hasta siete de los once componentes de la Gestora de la Diputación alavesa fueron sacados de la cárcel (cinco) o condenados a muerte (dos), huyendo otros dos al extranjero. La «limpieza» practicada en los primeros meses requería, en una provincia de escasísima conflictividad política antes de iniciarse la guerra, de individuos capaces de llevarla a cabo sin mayores escrúpulos. A partir del 10 de agosto las funciones de orden público, dependientes hasta entonces del Gobierno Militar, pasaron a ser competencia del Gobierno Civil, a cuyo frente se encontraba Cándido Fernández Ichaso. A través de la recién creada Jefatura de Orden Público, a cuyo frente situó en un primer momento al militar Pedro Alonso y a finales de agosto a Alfonso Sanz, se centralizó y coordinó la estructura del terror. Inmediatamente por debajo de Sanz, sobresalieron dos personajes siniestros: Bruno Ruiz de Apodaca, un joven zapatero procedente del catolicismo obrero, y Eduardo Vallejo, vinculado a una empresa de carbón, al frente ambos de las secciones parapoliciales de Requeté y Falange respectivamente y apoyados por miembros del Requeté auxiliar. En la base de la pirámide se encontraban políticos con cierto peso en la provincia (Claudio Lengarán), el director de la prisión provincial (Luis Gándara) o el oficial de prisiones Galo Zabalza, clave el primero a partir de la judicialización militar de la represión y los dos últimos en la formación de sacas”.
Fotografías de las más altas autoridades militares en Vitoria y responsables por debajo de Franco y Millán Astray respectivamente de las atrocidades y crimenes cometidos por Bruno Ruiz de Apodaca y su patrulla. Imágenes del diario “Pensamiento Alavés”.
Bruno Ruíz de Apodaca, cabecilla de la más activa de las partidas, no solo hacía sacas de la prisión de Vitoria, sino que iba por los pueblos a la caza de republicanos con listas establecidas de antemano y a veces improvisaba si merecía la pena. Este mal nacido se jactaba de haber matado él solo a 108 personas, en las que intervenía la mayoría de las veces otro asesino del régimen, el guarda vitoriano Anuncibay.
El reportaje de el diario digital El Correo.com del 7 de julio de 2015 titulado “ El alavés de los 108 asesinatos” firmado por Francisco Góngora, nos pone en al tanto de sus crímenes:
“Sus correrías nocturnas datan de, al menos, el 28 de agosto de 1936, cuando desapareció en Vitoria Esteban Íñiguez de Heredia. El pelotón de Ruiz de Apodaca se dirigió esa noche hacia el sur de la provincia para dar muerte a cuatro vecinos de Cárcamo, dos de Miranda de Ebro y tres de Elciego en Armiñón. La noche siguiente serían asesinados seis vecinos de Treviño, uno de Hereña y el día 30, dos de Orenin (Elburgo) sumando un total de 19 personas en apenas tres días”.
Mas abajo continua.
“En septiembre, se organizó la primera saca con el asesinato de dos anarquistas, Julián Alarcia y el médico de Maestu, Isaac Puente. Luego otro anarquista y dos socialistas, entre ellos el concejal de Vitoria Primitivo Herrero. El 7 de septiembre, otro libertario. Días después, otros quince. Eran sacados de sus celdas y ejecutados en distintos puntos de la provincia. El 17 de septiembre, tras un bombardeo de la aviación republicana sobre Vitoria, la respuesta fue el fusilamiento de otros seis, entre ello Teodoro Olarte, empresario de Izquierda Republicana, presidente de la comisión gestora que gobernaba la Diputación”.
Fotografías de tres de los asesinados por la partida de Bruno Ruiz de Apodaca, Modesto Manuel Azcona (diputado), Teodoro Olarte (diputado general) e isaac Puente (médico). Imágenes propiedad, la primera de la familia Azcona, la segundahttp://www.euskomedia.org/aunamendi/116470 y la tercerahttps://es.wikipedia.org/wiki/Isaac_Puente.
Sus primeras acciones documentadas, relatadas por uno de los asesinos que estaban bajo el mando de Apodaca, apodado o llamado “Del Pujo”, las realizan en Elciego el 28 de agosto 1936, cuando convocaron en el ayuntamiento a una serie de vecinos de todas las tendencias políticas de izquierdas, desde IR a la CNT pasando por el PSOE, para meterles en una camioneta y asesinarlos. Se llevó a 7 vecinos, de los cuales torturó a cuatro de forma salvaje e inhumana en un paraje próximo denominado La Paloma, entre Elciego y Navaridas. Una vez arrojados a una cuneta llevaron al resto hasta Salinillas de Buradon donde los asesinaron; uno de ellos Daniel Palacios,fue alcanzado cuando intentaba huir cruzando el Ebro.
17 de septiembre de 1936 se dicta otra orden de libertad que acaba en “traslado” supuestamente a Pamplona. En la misma aparecen los nombres de Modesto Manuel Azcona, Casto Guzman de Castro, Ricardo Ibañez Hidalgo y Benedicto Luna López. Ese mismo día se suman a estos cuatro hombres otros dos nombres más, entre ellos el del diputado de la Gestora alavesa, que sustituye a la Diputación Foral, Teodoro Olarte Aizpuru y el de la anarquista Columba Fernández Doyague. Son entregados a la partida de asesinos de Apodaca y trasladados a las cercanías del pueblo de Bayas, cerca de Miranda de Ebro y asesinados junto al camino a Logroño. Sus cuerpos aparecieron a la mañana siguiente y fueron enterrados en el cercano cementerio de Bayas, donde aún están los restos de cinco de ellos, ya que Teodoro Olarte fue exhumado en 1940 para enterrarlo en el cementerio de Santa Isabel en Vitoria.
A pesar de que el enterrador de Bayas no se dice nada sobre si había alguna mujer en la partida cuando les encontraron muertos junto al camino, es de suponer que si salieron 6 personas ese día entre las que iba con toda seguridad Columba Fernández y fueron trasladadas juntas, es muy posible que también el cuerpo de la luchadora anarquista esté en el cementerio de Bayas como los demás.
La carrera “asesina” de Apodaca y su partida le hace regresar a Elciego, el 16 de octubre de 1936, para llevarse hasta el terreno conocido como La Pilastra, en Zambrana, a los paisanos del Elciego Guillermo Bauza, Fidel y Adrían Uribe, Pablo Cañas, Germán Cornes y Miguel Sáez, a los que asesinó allí mismo. Lo más horrible de este caso es que las víctimas habían sido detenidas tras ser convocadas en el ayuntamiento con motivo de la vendimia. Una vez allí se encontraron que el tal Ruiz de Apodaca y sus secuaces los aguardaban en el vestíbulo, acompañados de un clérigo. A medida que entraban las víctimas eran maniatadas y conducidas a un local para subirlos más tarde a una furgoneta en dirección a Zambrana. Uno de los vecinos de Elciego, Pedro Osés, consiguió huir y cruzar el Ebro, pero al intentar tomar un tren en marcha se hirió y tuvo que ser ingresado en el hospital de Cenicero, La Rioja, adonde fueron a buscarlo para matarlo un día antes de que le fueran a dar el alta. Con todo, sólo se trata de uno de los cientos de carniceros que abundaron en ambos lados durante la guerra.
El 31 de marzo de 1937 fueron sacados de la prisión de La Paz de Vitoria un total de 16 presos para ser ejecutados, Sus nombres: Jesus Estrada Abalos , José Luis Abaitua, Teodoro González de Zarate, Victor Alejandre Angulo, Eduardo Cobo González, Jaime Conca Amoros, José Collel, Francisco Diaz de Arcaya, Constantino González Santamaria, Daniel García de Albeniz, Antonio García Bengoechea, Francisco Garrido Sáez de Ugarte, Manuel Hernández Ibáñez, José Domingo San Vicente, Casimiro Cerrajería Izurrain y Prisco Hernández Arejola.El destino de los dieciséis fue el Puerto de Azazeta, a las afueras de Vitoria en la carretera que va a Estella, donde los fusilaron y los enterraron en el bosque.
Requetés formados y uniformados en algún lugar de Vitoria. Imagen “Pensamiento Alavés”.
Jesús estrada Arrondo, sobrino de uno de los asesinados, describe el suceso en “Carta Abierta de una víctima del franquismo” publicada en Ahaztuak 1936-1977 en febrero de 2007.
“Un piquete de falangistas, requetés y guardias civiles los asesinó, enterró sus cuerpos en una fosa común a unos 100 metros de distancia de la carretera que sube al puerto de Azazeta, a la altura del Km 16. A los cinco años aproximádamente, rescataron tres cuerpos (González de Zarate, Abaitua y Collel) y fueron trasladados al cementerio Santa Isabel de Vitoria, formalizando así su defunción. Algunos familiares de los otros asesinados se negaron a participar en esa exhumación mientras las autoridades franquistas no reconocieran el crimen. Así que los 13 restantes permanecieron allí hasta agosto de 1978, entonces en un solo féretro se trasladaron desde la fosa común al cementerio de El Salvador”.
La carrera de este asesino franquista es premiada en el año 1938 por el régimen antes de acabar la guerra civil.
En el “Boletín Oficial del Estado” del día 16 de septiembre de 1938 se le nombra “Agente Auxiliar Interino del Cuerpo de Investigación y Vigilancia” con el número 154, dependiente del Ministerio de Orden Público, empleo, fundamental para elaboración de informes políticos. Para dicha tarea estaba suficientemente capacitado, a juzgar por la exhaustiva vigilancia que realizó la noche del 18 de julio frente al Gobierno Civil, anotando todas las idas y venidas de posibles opositores al golpe de Estado. El ascenso se publica el mismo día también en el periódico católico “Pensamiento Alavés”. Su sueldo por investigar, denunciar y asesinar a sus vecinos se establece en 3.750 pesetas, poco más de 312 pesetas al mes, menos que el sueldo de un gudari, un miliciano o un soldado leal a la república.
Arriba, portada del B.O.E donde se publica el nombramiento de ” Agente Auxiliar…” y debajo su publicación en el diario “Pensamiento Alavés”, ambos el 16 de septiembre de 1938.
Agente Auxiliar Interino es un puesto policial de nueva creación, en el que se le dan nuevos poderes y se le encuadra “legálmente” en los aparatos opresores del régimen franquista. con la categoría de agente de orden público. La gran mayoría de estos “Agentes Auxiliares” con el tiempo pasan al departamento de Policía, como un cuerpo “civil” dentro del militarizado sistema de la seguridad pública.
Entre los cuerpos de seguridad de la república, la Guardia Civil ya había sido transformada por el gobierno republicano en Guardia Nacional Republicana. A su vez, ésta fue fusionada, por decreto, el 27 de diciembre de 1936 con el Cuerpo de Seguridad y Asalto para formar el Cuerpo de Seguridad Interior pero no llegó a ser efectivo realmente. Sin embargo, el nuevo Cuerpo creado siguió manteniendo unas unidades de Asalto o vanguardia (fundamentalmente los miembros del ya extinto Cuerpo de Seguridad y Asalto), que sirvieron en el frente o con misiones pseudomilitares en la retaguardia. Con el final de la guerra, el Cuerpo de Seguridad Interior sería disuelto por Franco tras la guerra civil. Tras la contienda hace desaparecer también el El Cuerpo de Carabineros integrándolo en la Guardia Civil que había logrado su anterior estatus. Los pocos miembros de la Guardia de Asalto que superaron los expedientes de depuración, se integraron en la recién creada Policía Armada (cuyos miembros eran popularmente conocidos como “grises”, por el color de sus uniformes).
¿QUE FUE DE LOS ASESINOS EJECUTORES?
Bruno Ruiz de Apocada como policía se mantuvo más de dos décadas, ya que fue Jefe de la Policía de Vitoria-Gasteiz. Su empeño y “buen hacer” es conocido por los que alguna vez han pasado “por sus manos”. Como buen agente franquista, las detenciones arbitrarias, acosos, torturas e incluso alguna muerte, bien tapada por el régimen, son su “curriculum”. Hay detenidos que han sido arrestados incluso más de una docena de veces por él y su chulería alcanzó grado máximo.
Es nuevamente Jesús Estrada Arrondo el que nos relata en su mencionada “carta abierta…” lo que sintió al encontrase cara a cara con el asesino de su tío:
“Yo también conocí a uno de los mayores represores y asesinos que hubo en Alava y en Vitoria, uno de aquellos que, “impasible el ademán” impuso a punta de pistola “la Nueva España” y sus valores. Se llamaba Bruno Ruiz de Apodaca y se jactaba de haber matado el sólo a 108 personas. El 1 de mayo de 1967, bajando de Estibaliz, este asesino en compañía del policia Anuncibay, me pidieron que me identificaray al ver mi nombre, se acordó de mi tio, Apocaca se puso a gritar como un energúmeno: “¡No puede ser! ¡Jesús Estrada! ¡No puede ser!, como aquel que grita “¡¡No puede ser porque yo lo mate!!
Apodaca y Anuncibay, ambos policías aún en 1967, ambos compañeros asesinos de las patrullas represivas.
Le insultaban y amenazaban cuando ponía escesivo “celo” en informes de personas que el mismo realizaba y llevaba hasta las últimas consecuencias. En una ocasión había elaborado un informe contrario a su regreso a España de un exiliado, médico de la CNT y un mes después de una discursión acalorada con la familia del médico, sufrió un infarto al corazón que le dejó secuelas. Se contaba que tenía un tic y que no podía dormir y que vivía con miedo.
Y por último el destacado represor Claudio Lengarán, antiguo dirigente de los sindicatos católicos. jefe falangista y persona muy implicada, junto con el temido Bruno Ruiz de Apodaca, en la represión contra los republicanos. Fue concejal en el ayuntamiento en 1931 y su carrera política la hizo al lado de Apodaca, como Jefe de las partidas falangistas que hacía labores de investigación, delación de vecinos y también sacas con final de desaparición y asesinato. En 1937 ya consiguió un puesto relevante en la Diputación Foral de Alava como diputado de la facción más dura y pura del carlismo. Luchas internas entre bandos enfrentados del carlismo y la falange le alejan del poder momentáneamente antes de acabar la guerra. Sin embargo, ya con Franco como Caudillo, regresa como diputado a la Diputación de Foral de Alava desde el año 1943 hasta 1952.
Requetés posando en formación en una plaza de Vitoria en julio de 1938. Imagen todocolección.net.
No sabemos y poco nos interesa saber más de ellos, vivieron bien hasta morir de viejos mientras sus victimas asesinadas se pudrían en lo profundo de una fosa. Hoy a estos asesinos les recordamos con auténtico desprecio, mientras a los que asesinaron les recordamos con admiración y cariño, ya que dieron su vida por unos principios, la lealtad a la República.
Origen: BRUNO RUIZ DE APODACA, ASESINO FRANQUISTA ALAVES. – Crónicas a pie de fosa.