27 abril, 2024

Cinco siglos oculto: el rincón de la Alhambra prohibido a los españoles desde 1492 hasta el siglo XX

Granada, 1899. Patio de la acequia del Generalife, cuando esta pertenecía a la familia Granada Venegas SAN MARTÍN
Granada, 1899. Patio de la acequia del Generalife, cuando esta pertenecía a la familia Granada Venegas SAN MARTÍN

Tras casi cuatro siglos en manos privadas tras la cesión de los Reyes Católicos, el jardín nazarí del Generalife vivió cien años más de litigio hasta pasar a formar parte del patrimonio nacional de España en 1921

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Las negociaciones para la capitulación de Granada se cerraron a finales de noviembre de 1491. La caída del último enclave musulmán en Europa occidental, tras diez años de guerra entre la dinastía nazarí y la Corona de Castilla, parecía compensar la conquista de Constantinopla por los turcos otomanos en 1453 y la ocupación de Otranto en 1480. El mismo Papa Inocencio VIII acudió a la iglesia de Santiago de los Españoles, en Roma, para oficiar una misa de celebración de la victoria.

El final de los casi ocho siglos de dominación musulmana en la Península Ibérica fue festejado en todo el continente. Las reuniones para establecer las condiciones de entrega de la ciudad se celebraron en la Alhambra, donde acudieron los negociadores castellanos a escondidas antes de regresar de madrugada al campamento. Al contrario de lo que había sucedido en tiempos de su padre Juan II y de su hermano Enrique IV, la Reina Isabel I de Castilla quiso acabar de una vez por todas con el poder islámico, pero tratando de evitar, en el último momento, un asalto a la ciudad y un derramamiento de sangre innecesario.

El episodio final, por lo tanto, estuvo exento de violencia y buscó preservar la ciudad intacta , que en aquel momento era, sin duda, una de las más fértiles e importantes de la Península, habitada por más de 40.000 vecinos que gozaban de viviendas y comodidades poco comunes en la época. Los Reyes Católicos fueron más allá y decidieron respetar sus costumbres, instituciones y creencias, así como ofrecerles exenciones fiscales y salvoconductos a todos aquellos que quisieran exiliarse, a cambio de que rindieran la capital sin oponer resistencia. La Monarquía, en definitiva, no quiso que los vencidos se postraran ante los conquistadores.

Esa fue la razón de que los Reyes evitaran entrar en Granada con hombres armados y ocuparan, en un primer momento, tan solo sus murallas y torres. Fue la primera piedra de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón de lo que sería la España moderna. La noche del 1 al 2 de enero de 1492, 500 jinetes y 400 infantes, con espingarderos y lanceros de Jaén, Úbeda y Baeza al mando del comendador mayor de León, Gutierre de Cárdenas, tomó posesión de la Alhambra. Tres cañonazos al amanecer advirtieron a las fuerzas de Santa Fe de que el objetivo había sido alcanzado. A las tres de la tarde, un apesadumbrado Boabdil saludó con respetuosa dignidad al Rey Fernando de Aragón y le entregó las llaves del famoso complejo monumental para que tomara posesión de él.

Al contrario de lo que podría esperarse, los Reyes Católicos en ningún momento tuvieron interés en derruir el complejo monumental andalusí. Todo lo contrario, se enamoraron de él y quisieron conservarlo lo mejor posible para que perdurara en el tiempo. Los jardines llenos de fuentes y cascadas del Generalife no tardaron en convertirse en el lugar favorito de Isabel, por los que le gustaba pasear rodeada de aquellos palacios exóticos repletos de mármoles. Fue en esos paseos donde decidió también que no quería ser enterrada en Toledo, sino en la Capilla de los Reyes de la catedral granadina construida sobre una antigua gran mezquita.

Desde entonces, la Alhambra ha generado infinidad de historias peculiares, como la rocambolesca propiedad del Generalife a lo largo de los siglos y, sobre todo, en la centuria pasada, cuando ni siquiera estuvo en manos españolas, sino italianas, en medio un litigio de casi cien años para intentar recuperarla para España. Fue tan importante que estuvieron implicados varios Reyes de España, como Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Amadeo I, Alfonso XII y Alfonso XIII. Monarcas todos ellos que, al igual que los Reyes Católicos, tuvieron que librar una segunda toma de Granada, esta vez sin sangre, para recuperar aquel rincón.

Tras la conquista en 1492, Isabel y Fernando convirtieron el complejo en una finca privada gestionada por una especie de alcaidía que tenía el deber de administrar y explotar tanto las huertas y los jardines del Generalife, como «custodiar su palacio y el terreno de los reyes, destinados al recreo de la Familia Real», en un cargo que pasaría de padres a hijos. Los dos primeros gestionaron el impresionante recinto sin problema, pero el tercero, Gil Vázquez Rengifo, comendador de Montiel, no tuvo descendencia masculina, tan solo su hija.

El Generalife, en el invierno de 1926 MANUEL TORRES MOLINA

El Generalife, en manos italianas

Este fue el primer escollo de una trama familiar que desembocará en el citado litigio, después de que la hija de Gil Vázquez se casara con Pedro de Granada Venegas. Este era nieto y descendiente de Sidi Yahya, infante de Almería, alcaide de Baza y antiguo vasallo de los Reyes Católicos durante la conquista de Granada. Un musulmán que se había convertido al cristianismo junto a su mujer –de ahí los apellidos que heredó Pedro–, gracias a lo cual fue premiado por Isabel y Fernando con los títulos de alguacil mayor, miembro de la orden de Caballería de Santiago y señor de Campotéjar.

En esta acumulación de títulos que heredó Pedro de Granada Venegas, junto a su boda con la hija de Gil Vázquez y su papel en la primera Rebelión de los Moriscos en la Alpujarras, hizo que los sucesores de los Reyes Católicos le otorgaran la tan preciada propiedad del Generalife de manera perpetua. Esta siguió en poder de sus descendientes durante cuatrocientos años más, lo que supuso el nacimiento de uno de los linajes más importantes de la nobleza europea tras apoyar al catolicismo.

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La familia Granada-Venegas se trasladó en el siglo XVII a Génova después de que una de las descendientes, Ana Venegas, contrajera matrimonio con Juan Grimaldi, un noble entroncado con la casa Durazzo-Pallavicini y la familia Landi. Se produjo entonces un laberinto dinástico difícil de explicar. Lo importante de esta unión es, sin embargo, que a partir de 1672 el Generalife pasa a manos de esta familia italiana. A esto se añade que Mariana de Austria, Reina regente durante la minoría de edad de su hijo Carlos II, concedió de nuevo «la perpetuidad y propiedad del Real Sitio con todas las preeminencias que le corresponden».

El olvido

Lo curioso de esta concesión real es que, tras su mudanza definitiva a Italia, la familia Granada Venegas no volvió a pisar nunca más España, Granada ni los impresionantes jardines del Generalife, a los que los musulmanes se referían en el pasado como «los jardines del paraíso». Se quedaron cerrados, olvidados, sufriendo el deterioro del paso de los siglos, sin ser replantados ni cultivados y con la única agua de las lluvias, como si ya no importaran a nadie. Todos los granadinos estaban convencidos de que no volvería a recuperar el esplendor de antaño.

Un siglo después, en 1805, Carlos IV impuso una demanda para reintegrar el Generalife y sus fincas anexas a su patrimonio personal, con el único objetivo de revenderlo después para mejorar las arcas de la Monarquía. El conocido ‘Pleito del Generalife‘, por lo tanto, lo inició realmente su hijo Fernando VII, en 1826, una década después de que las tropas de Napoleón hubieran sido expulsadas de España y tres siglos más tarde de la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos.

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Si las relaciones matrimoniales entre las diversas casas italianas en propiedad del Generalife ya lo habían complicado todo mucho, la traumática historia del siglo XIX en España no ayudó a solucionar el entuerto, con sus numerosas guerras civiles, revoluciones y regímenes de todo tipo. La Monarquía, expulsada del poder en varias ocasiones, se encontraba en una posición de debilidad para exigir nada. A esto hay que sumar el exceso burocrático español, que hacía prácticamente imposible señalar jurídicamente aquel complejo como una propiedad de la corona española y no como una herencia familiar de los Granada Venegas.

Patio de los Leones de la Alhambra, en 1896 HAUSER Y MENET

La lucha

Habría que esperar a los últimos años de la Restauración para que el conflicto comenzara, por fin, a ver la luz. En 1912, una resolución del juez granadino Miguel Ortega Moreno puso el foco en la propiedad, que por primera vez otorgó al Estado en vez de a la familia italiana. Esta no se dio por vencida y alargó el proceso durante una década más, con una serie de recursos difíciles de aclarar tras siglos de supuesta titularidad. Al final, pesaron más otras razones, como la dificultad de los Granada Venegas para mantener las tierras desde el extranjero en un sistema casi feudal en pleno siglo XX, el hecho de que ni siquiera lo hubieran visitado o que el último administrador del Marquesado, José Dáneo Morrione, se suicidara en la Casa de los Tiros en 1918.

El 23 de agosto de 1921, al fin, se publicó el Real Decreto de 23 de agosto de 1921 por el que se produjo la cesión gratuita del Generalife al Estado por acuerdo mutuo, según anunciaba ABC. La entrega efectiva se hizo en un acto público en el Patio de la Acequia, el 2 de octubre de ese año. Esta incluía la citada Casa de los Tiros, con la condición de convertirla en «una institución destinada al fomento de la cultura intelectual o artística». Desde ese momento, y hasta hoy, el complejo dependió legalmente del Patronato de la Alhambra.

Origen: Cinco siglos oculto: el rincón de la Alhambra prohibido a los españoles desde 1492 hasta el siglo XX

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