27 abril, 2024

Cómo orquestó la condesa Tarnowska el plan del asesinato de su marido

La bellísima y magnética Maria Tarnowska maquinó el asesinato de su prometido, el conde Kamarowski, en su palacio de Venecia con la ayuda de sus dos amantes. El caso dio la vuelta al mundo e inspira la nueva novela de Reyes Monforte, 'La condesa maldita'. Ella misma nos cuenta la apasionante historia.
La bellísima y magnética Maria Tarnowska maquinó el asesinato de su prometido, el conde Kamarowski, en su palacio de Venecia con la ayuda de sus dos amantes. El caso dio la vuelta al mundo e inspira la nueva novela de Reyes Monforte, ‘La condesa maldita’. Ella misma nos cuenta la apasionante historia.

Era el rostro más famoso del principio del siglo XX. La mujer de la que toda Europa hablaba durante la belle époque. La condesa Tarnowska copaba por igual las tertulias de los cafés, los bailes de los

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Era el rostro más famoso del principio del siglo XX. La mujer de la que toda Europa hablaba durante la belle époque. La condesa Tarnowska copaba por igual las tertulias de los cafés, los bailes de los salones de la aristocracia europea y los titulares de prensa: «El alma de esta fascinante mujer es demasiado compleja para los simples mortales». En septiembre de 1907, Maria Tarnowska fue acusada de inducir al asesinato de su prometido, el conde Pavel Kamarowski, en su palacio de Venecia con la ayuda de dos de sus amantes: uno era el mejor abogado de Moscú, Donato Prilukov; el otro, el traductor ruso de la obra de Charles Baudelaire, Nikolái Naumov, el mejor amigo de la víctima.

alternative text| Cordon.

Los periódicos no escatimaron en calificativos hacia la mujer que había llegado para sacudir los cimientos de la sociedad, revolucionar la prensa y cambiar para siempre el sistema judicial: mujer exótica con rasgos vampíricos, diabla seductora, sirena malvada, bruja hechicera, femme fatale, serpiente peligrosa por cuyas venas corría la sangre de Lucrecia Borgia… El New York Times la bautizó como la «Circe moderna», esa hechicera que transformaba en cerdos a los hombres que caían rendidos a sus pies. La condesa era la nueva Salomé, Medea, Fedra o Mesalina y no tenía nada que envidiar a lady Macbeth o a Cleopatra. «La fatal protagonista del drama que encierra en sí misma la psicología más oscura de las que se han registrado en los anales judiciales de los últimos tiempos».

Su amante le rogó a Maria que le grabara su nombre en el pecho con un cuchillo. Ella lo hizo, pero quería algo a cambio

Pero ¿quién era en realidad la condesa Tarnowska? ¿Era culpable o inocente? ¿Víctima o verdugo? ¿Había una única verdad o, como defendió Nietzsche, no existen hechos, solo interpretaciones? Su historia es un relato sobre el peso de los secretos y el precio de la seducción, un teatro de mentiras, pasión y muerte en la sociedad brillante de la Rusia zarista y el cosmopolitismo de la Costa Azul.

Descendiente de la Reina de Escocia

Mientras un clima revolucionario se cernía sobre el Imperio ruso y anhelaba la muerte del zar Alejandro II, la pequeña Maria venía al mundo el 9 de junio de 1877 en el seno de una familia de la aristocracia rusa, los O’Rourke, descendientes de la reina de Escocia, María Estuardo, e integrantes de un selecto árbol genealógico. Sus primeros años de vida no resultaron fáciles: a los 8 años se quedó ciega a causa del sarampión y tardó cuatro en recuperar la visión. Cuando lo hizo, juró vengarse del destino. Su tío paterno se lo advirtió en forma de predicción: «Bastará que esos ojos que han intentado velar se posen sobre alguien, sea rey, dios o mendigo, para que caiga rendido a tus pies. Entonces, ellos serán los ciegos, porque hay algo que ciega a todos los hombres por igual: el amor».

alternative textEl crimen. Naumov –uno de los amantes de la condesa Tarnowska– asesinó a su amigo el conde Kamarowski, que también mantenía una relación con ella. En el juicio, Naumov explicó que ella había sido la instigadora del crimen.

En plena adolescencia, y viendo el impacto que su hija provocaba en los hombres de distinto origen, edad y condición social, su padre –un oficial del Imperio ruso y héroe de guerra– decidió que había llegado el momento de casar a su benjamina con un hombre digno de su posición. A pesar de las múltiples propuestas, Maria eligió al pretendiente que más disgustaba a su progenitor: el conde Vasili Tarnowski, un aristócrata rico con fama de mujeriego y vividor. La joven se fugó de casa para casarse con él cuando apenas había cumplido los 16 años, sin el beneplácito del paterfamilias, que mascullaba su mantra: «Las mujeres hermosas atraen las desgracias».

El conde Tarnowski introdujo a su joven e inexperta mujer en el mundo de las fiestas descontroladas, las drogas, las orgías y el masoquismo, sin importarle que su esposa tuviera que dar a luz a su primer hijo en el baño de una habitación de hotel mientras él se divertía con sus amantes. El matrimonio entró en un bucle de desconfianza, traiciones y mentiras, instalándose en un permanente invierno siberiano que ni siquiera el nacimiento de su segundo hijo consiguió derretir. Tampoco lo hizo su intensa vida social, que los llevó a recorrer los principales escenarios de la época: la coronación del zar Nicolás II en 1896, la Exposición Universal de París en 1900 con la electricidad como atracción, el baile de disfraces celebrado en 1903 en el Palacio de Invierno con motivo de la celebración del 290.º aniversario de los Románov en el trono de Rusia

Adicta a la morfina y la heroína

La semilla del mal llevaba tiempo germinando en el matrimonio. Mientras ella le reprochaba la colección de amantes con la que se paseaba por el imperio de los zares, él la acusaba de provocar a otros hombres, todos dispuestos a batirse en duelo por ella, a sacrificar familia, jerarquía y riqueza e incluso a suicidarse, como hizo su propio cuñado, un adolescente de 16 años que entendió que jamás podría poseerla. El caso que lo dinamitó todo fue la aparición de un miembro de la Guardia Imperial, Alekséi Bozevski, que se enamoró de la condesa, un sentimiento plenamente correspondido. El joven llegó a dispararse en la mano durante una competición de tiro para demostrarle su amor incondicional.

El conde Tarnowski decidió acabar con ello durante una fiesta en Kiev, donde la condesa se había citado con su amante. Al final de la velada, el conde se acercó a Bozevski y disparó contra él. No lo mató al instante, pero lo dejó herido de muerte. Durante un año, la condesa y su enamorado visitaron a los mejores especialistas de Europa en busca de una solución inexistente. Cuando él murió, Tarnowska decidió recuperar su vida, aunque no lo tenía fácil: se había hecho adicta a la morfina y la heroína, había perdido la custodia de su hija y su marido había sido absuelto por un tribunal ruso al considerar que se vio forzado a defender su honor ante la infidelidad pública de su mujer. Al igual que la sociedad, que empezaba a juzgarla en una época sedienta de revolución, la condesa necesitaba protagonizar una gran catarsis; debía volver brillante y poderosa como la Rusia imperial que regían los Románov desde 1613. Pero no podía hacerlo sola.

alternative textEl cómplice y amante. Naumov, acusado del asesinato del conde Kamarowsk, llega esposado a la corte de Venecia. La condesa (a la par que había empujado a Naumov a matar a su marido) había encargado a otro amante suyo, el abogado Donato Prilukov, que siguiera a Naumov con el fin de poder delatarlo después.| Getty Images.

Tarnowska había conocido al abogado Donato Prilukov en la fiesta donde su marido disparó a su amante. Era el mejor abogado de Moscú y lo contrató para que se encargara de su divorcio. La pareja empezó una relación pasional que, en el caso de él, desbordó todos los límites éticos, incluyendo el robo, el desfalco y la malversación. Encerrada de nuevo en una relación tormentosa, la condesa puso su mira en otro aristócrata, el conde Kamarowski, que acababa de enviudar. Tejió los hilos del destino para encontrarse con él, prestándose incluso a acompañarlo a elegir la lápida de su esposa, logrando que el conde, diez años mayor y con una saneada economía, se enamorara perdidamente de ella.

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Tres meses después de haber enviudado, el conde preparaba su boda con Tarnowska; sería en Venecia, donde la pareja se asentaría como parte de la comunidad rusa instalada en la ciudad. Pero la aparición del abogado Prilukov amenazó los planes de la condesa, a quien culpaba de su infortunio: ya que tenía que renunciar a ella, esperaba al menos recibir una cantidad de dinero que compensara su caída en desgracia en la profesión y el abandono de su familia. Para ello, acordaron instar al conde Kamarowski a contratar un seguro de vida de medio millón de liras a favor de la condesa. Pero aún quedaba alguien por aparecer para enmarañar el contubernio.

alternative textEl prometido y víctima. El conde Kamarowski había firmado un cuantioso seguro a favor de la condesa poco antes del crimen. La pareja había decidido casarse y él estaba preparando la boda en Venecia.

El conde quiso que su prometida conociera a su mejor amigo. Nikolái Naumov era poeta, nieto del escritor Iván Turguénev y traductor ruso de la obra de Charles Baudelaire, de quien se declaraba acérrimo seguidor: «El amor es un crimen que no puede realizarse sin cómplice». Embriagado de amor y del alcohol al que era adicto, se obsesionó con la condesa, una fascinación alimentada por el masoquismo. Le gustaba ser castigado, humillado, suplicaba ser azotado y quemado con los cigarrillos perfumados que fumaba la aristócrata, a quien incluso rogó que le grabara su nombre en el pecho con un cuchillo. Y lo hizo. La condesa hacía todo lo que le pedían los hombres para que ellos hicieran todo lo que ella les solicitaba. Y tenía una petición para el poeta que debería obedecer si realmente la amaba: asesinar al conde Kamarowski.

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Cuatro tiros y una huida por la ventana

La mañana del 4 de septiembre de 1907, Naumov entró en el Palazzo Maurogonato de Venecia para atentar contra el conde. Disparó cuatro veces contra él y escapó del lugar saltando por una ventana. Fue arrestado unas horas más tarde en la estación de tren de Verona, donde confesó la trama ideada por la condesa y sus dos amantes. Todos fueron detenidos y puestos a disposición de la justicia.

alternative textEl juicio y la condena. La sentencia condenó a Maria a ocho años de prisión, a Naumov a tres y a Prilukov a diez. Ella consiguió rebajar su condena porque se presentó como una víctima de los oscuros deseos masculinos.

Dos años y medio más tarde, en marzo de 1910, comenzaba en Venecia el denominado ‘juicio de los rusos’. La prensa y la ciudadanía se frotaban las manos: «El gran acontecimiento judicial será el epílogo de la oscura tragedia rusa que tuvo por escenario Venecia. Nunca ha habido un juicio más emocionante». Se trataba de dirimir el grado de responsabilidad de los acusados, ya que cada uno insistía en haber sido influenciado por el otro, debido a su debilidad mental y a la capacidad de seducción del contrario. Fue el primer gran juicio mediático de la historia, el primero en aceptar los principios del psicoanálisis freudiano, el eximente de la salud mental, y el consumo de alcohol y drogas como atenuantes.

alternative textUna celda de pago. Durante el encierro provisional de Maria antes del juicio, en la cárcel de la Giudecca, su padre le mandaba dinero, que ella gastaba en ropa, libros, revistas y todo tipo de caprichos.

Durante el proceso, por el que pasaron más de 250 testigos, la condesa fue examinada por 25 expertos, psiquiatras y ginecólogos en su mayoría, que subrayaron el proceso de envenenamiento de su sangre durante el alumbramiento de su primer hijo, que pudo afectar a su actividad mental. Su equipo legal la presentó como una víctima, un producto de la imaginación perversa de los hombres y de los prejuicios de una sociedad que no perdonaba que fuera una mujer bella y seductora, frente a la acusación que la mostraba como una mujer fatal, una crápula ávida de sexo y dinero, experta en conseguir que todos los hombres que se enamoraban de ella terminaran bajo tierra.

La sentencia sembró la polémica: la condesa Tarnowska fue condenada a ocho años de prisión, el autor material a tres años y el abogado Prilukov a diez años. Mientras esperaban a ser trasladados a prisión, Naumov se acercó a la condesa implorando su perdón por haber testificado contra ella. Ella le ofreció besar su mano y le pidió que la esperase; él accedió. La condesa seguía siendo la mujer capaz de poner en duda todas las certezas.

Origen: Cómo orquestó la condesa Tarnowska el plan del asesinato de su marido

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