El bombardeo de Durango envenenó la sangre a Concha
El bombardeo de Durango envenenó la sangre a Concha
El 4 de abril, pero de 1937, tres potencias antidemocráticas de Europa bombardearon el pueblo de Durango por cuarta vez. Atacaron a la población civil el histórico 31 de marzo con un raid matinal y otro vespertino. Y regresaron para convertir la villa en un pueblo fantasma del que huyó su ciudadanía el 2 de abril y el día 4. Así lo ha confirmado el investigador iurretarra Jon Irazabal visitando, incluso, archivos militares de Roma.
Irazabal diferencia este episodio histórico como «primer bombardeo planificado sobre población blanca» del mundo ya que los mismos asesinos bombardearon ciudadanía etíope en África un año antes. Sus estudios concluyen que fueron los generales españoles antidemócratas Mola, Franco y Vigón quienes encargaron a la Alemania nazi de Hitler que la Italia fascista de Mussolini arrojaran miles de toneladas de bombas sobre la villa de Durango de 8.000 habitantes leales a ambos bandos. Es decir, matarían también a sus propios seguidores.
Y la ofensiva anunciada por Mola se cumplió al no rendirse Bizkaia. Al menos 336 personas fueron asesinadas desde los aviones bombarderos y desde los aviones cazas. Supervivientes, a día de hoy, aún recuerdan que los pilotos italianos se reían mientras les acribillaban. Sádicos. Maquiavélicos. Mola, Franco y Vigón ya habían anunciado: «Sin contemplación con la población civil». De este modo murieron personas de todas las edades como por ejemplo Carmen Ereño Canales, natural de Turtzioz, a quien las bombas fascista asesinaron «en la zona del Cine Zugaza» donde residía, detallan sus biznietas Natalia y Carmen a este diario. «En el listado que hay aparece como Viuda de Guerra, de Fernando Guerra, y estoy luchando ahora por reivindicar que aparezca el nombre y apellido de birramona, así como tratar de dar con sus restos porque es una desaparecida del bombardeo», asevera.
Durango, curiosamente, fue el municipio en el que meses antes, el fatídico 18 de julio de 1936, EAJ-PNV decidió situarse al lado de los garantes de la democrática Segunda República ante la inminente guerra. El último superviviente del Bizkai Buru Batzar de 1936 fue Luis Arregi Garaigordobil (Irun, 1906), quien residió en Durango, villa en la que él evocaba que se fraguó la histórica decisión. «El PNV decidió apoyar a la República en nuestra casa», trasmitió Arregi al periodista Iñigo Camino en la publicación Alderdi.
Ocho meses después, la masacre totalitarista sobre aquellas mismas calles llegó del cielo en forma de bombas. Muerte. Y al menos acabaron con la vida de 336 personas registradas. La cifra, sin duda, fue superior. Un caso que no aparece en el listado es el reivindicado este año por el durangarra Gontzal Uriarte. Hace referencia a un familiar suyo. El caso pone la piel de gallina. «El 31 de marzo murió Arturo Gómez Fernández en el bombardeo de los fascistas contra los durangueses. Aquel descalabro dejó sin vida a mucha gente, y dejó a otros tantos en peores condiciones de vida», valora Uriarte a este medio.
Aquel hombre era el marido de Inmaculada Concepción Pereira Concha, quien quedó viuda y con cinco criaturas que alimentar. ¡El golpe fue tremendo aquel miércoles, día de mercado en Durango! «El futuro de una vida feliz quedó sepultado entre las piedras del pórtico de Santa María donde quedó atrapado el cuerpo de su marido mientras vendía quincalla en la plaza», lamenta.
Embarazada
Sin embargo, a su juicio, la peor parte de la pérdida paterna se la llevó alguien que todavía no había nacido. Concha estaba embarazada cuando su marido murió. Antonio nació unos cinco meses después del bombardeo y, por si fuera poco, solamente pudo aguantar dos meses de vida. Antonio se gestó en una madre estresada por el duro golpe y nació entre la desesperación de aquellos momentos. «La abuela Concha decía que ella tenía la sangre envenenada del disgusto y la criatura no pudo pasar de la lactancia», asiente.
Concha luchó contra viento y marea para sacar a sus otros cinco hijos adelante: Mari Carmen, Ángeles, Edita, Arturo y José. Lo logró vendiendo en las plazas y caseríos sábanas que ella misma cosía. «Vendía de día, cosía de noche. Cosía con sueño», apostilla su nieto.
Gontzal emociona a quien escucha su testimonio. Este ya vivido por él y relativo a los últimos días con vida de su amama. «Cuando reposaba en la cama del hospital, tomaba con los ojos cerrados la sábana de la cama, la doblaba con habilidad, enhebraba y con una aguja imaginaria cosía el dobladillo. Imparable la abuela Concha».
Tras el bombardeo y las pérdidas de su esposo Arturo y el hijo de ambos Antonio, volvió a creer en el amor. «Contrajo matrimonio con Benito Rodríguez, un hombre que llegó de Galicia haciendo reparaciones de todo tipo por las casas. Los dos se procuraron un gran amor que llegó hasta los últimos días de sus vidas. Juntos hicieron la familia que somos», detalla.
Pobreza y lágrimas trajeron la guerra a decenas de familias en Durango. «Antonio no aparece en ninguna lista de víctimas mortales de la guerra. Pero yo no tengo ninguna duda, Antonio también fue víctima mortal de aquel bombardeo, murió a causa del ataque aéreo. Para mí, fueron 336 más uno», concluye.
Además del 31 de marzo, los aviones volvieron a la villa el 2 y el 4 de abril, según ha confirmado el investigador iurretarra Jon Irazabal
Al menos 336 personas fueron asesinadas desde los aviones bombarderos y los cazas, aunque a buen seguro la cifra se queda corta
Fuente → deia.eus