El caso del sádico descuartizador: el único misterio que no logró resolver el «intocable» Eliot Ness
Hace 80 años que un cadáver decapitado fue hallado en el lago Erie. Aquel fue uno de los crímenes del carnicero de Kingsbury Run, un criminal que jamás fue capturado a pesar de que intentó atraparle el detective más famoso de todos los tiempos
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Un policía decidido, heroico y dispuesto a casi todo para hacer cumplir la ley. Un detective infalible y al que no se le escapaba un malhechor. El prototipo del perfecto héroe americano, para ir de una endiablada vez al grano. Así es como ha pasado a la historia el popular agente del tesoro Eliot Ness gracias a la película «Los intocables» (bastante exagerada en lo que se refiere a sus logros, todo hay que decirlo).
La realidad, no obstante, fue muy diferente. Sí, es totalmente cierto que logró atrapar al pérfido Al Capone por evasión de impuestos. Y sí, también lo es que combatió a brazo partido para evitar que se incumpliera la Ley Seca de los Estados Unidos (la cual impedía meterse entre pecho y espalda un buen lingotazo allá por los años 30). Pero este supuesto súper inspector también cayó en una profunda depresión y en el alcoholismo por culpa de un misterio que no pudo descubrir y cuya resolución le martirizó hasta la hora de su muerte: el del descuartizador de Kingsbury Run.
Informe de Ness sobre Capone
El joven agente (apenas superaba la treintena cuando tuvo que enfrentarse a este caso) trató por todos los medios de hallar al sádico asesino que, entre los años 1935 y 1938, decapitó, arrancó los miembros y drenó la sangre de hasta un mínimo de 12 víctimas. Ness siguió en primer lugar el método policial tradicional, pero esto resultó en un brutal fracaso (al fin y al cabo, aquel criminal sería el primer asesino en serie de la época moderna). También trató de hacerle salir por las bravas quemando el poblado de chabolas en el que creía que vivía. Pero todo fue en balde y jamás logró desvelar la identidad de aquel sujeto.
Esa derrota le marcó de por vida y cambió radicalmente su forma de vivir. Para empezar, el no poder resolver el misterio hizo que dimitiera de su cargo en 1942 (apenas 3 años después de los sucesos), se volviese alcohólico (a pesar de que había luchado contra la ley seca poco antes), su carácter se tornase obsesivo, y sufriese un accidente de automóvil por conducir en estado de embriaguez.
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Por si todo eso fuese poco, el único sospechoso serio de los que barajaba el detective se dedicó a enviarle cartas burlonas desde varios centros psiquiátricos en los que él mismo se recluyó. En las mismas, se reía abiertamente del policía por no haber demostrado su supuesta culpabilidad.
Aquello terminó de volver loco a Ness, que murió en 1957 con el borrón en su historial de no haber podido resolver el caso del asesino de «El Torso», como empezó a ser conocido después. Fue el único que no pudo desvelar y el que le llevó a sufrir cierto descrédito público, pues la sociedad norteamericana empezó a valorar sus métodos como brutales y poco ortodoxos. Dejó este mundo por culpa de un infarto, poco antes de que el libro que había alumbrado narrando su gran éxito («Los intocables», que contaba la lucha contra la Mafia y Al Capone) fuese editado.
«Fue su tumba como detective. Un caso que no pudo resolver a pesar de todos los esfuerzos y cuyo asesino, a día de hoy, es totalmente desconocido», explica en declaraciones a ABC el periodista especializado en sucesos Christian Campos. Este experto (que también colabora en el programa de la misma temática «Elena en el país de los horrores») es uno de los tres fundadores de «Criminalia», la enciclopedia en línea sobre casos criminales más completa en habla hispana de toda la Red.
Junto a él, llevan trabajando mano a mano más de un año Juan Ignacio Blanco (exdirector del mítico diario «El Caso» y autor también de «Murderpedia») y Francisco Murcia. El pasado octubre, de hecho, su página cumplió un año de vida con un aumento de visitas de un 300% con respecto a sus primeras cifras. Todo un éxito, en palabras de Blanco.
Los crímenes antes de Ness (entrevista)
1-¿Cuándo atacó por primera vez «El Torso»?
En el año 1934 la policía de Cleveland descubrió un cuerpo de mujer dividido en dos partes que fue hallado en la costa del lago Erie. Para algunos estudiosos de este caso, esta fue la primera víctima de “El Torso”. De hecho, tanto Eliot Ness como el forense Arthur Pearse eran partidarios de esta teoría.
2-¿Cómo se encontró a la víctima?
No hay datos concretos de cómo fue encontrada. Se sabe que fue encontrada en dos partes que estaban separadas unos 50 kilómetros entre sí. Aunque tanto la cabeza como los brazos nunca pudieron ser hallados. Lo que sí que resulta curioso es que el asesino cubriera el cuerpo de la mujer con cloruro de calcio, que es un preservador. De esta forma se podía justificar el estado en el que se encontraba el cadáver, a pesar de que llevaba de tres a cuatro meses. El crimen quedó sin resolver porque fue imposible encontrar sus huellas dactilares (no había manos) o reconocer su identidad.
«El asesino cortó los órganos sexuales de las primeras víctimas»
3-¿Volvió a matar el asesino en un breve período de tiempo?
No, tuvieron que pasar varios meses hasta que –en septiembre de 1935- se encontraron dos cadáveres que fueron reconocidos en este caso como las primeras víctimas oficiales del asesino de “El Torso”. Los cuerpos fueron encontrados en el área de Jackass Hill, en el barrio marginal de Kinsbury Run.
Lo primero que llamó la atención a los investigadores fue que estas dos víctimas fueron asesinadas en otro lugar, puesto que no aparecía sangre en los alrededores que hiciera sospechar que les habían matado allí. Un patrón que se repetiría en la mayoría de los asesinatos. Así mismo, el asesino había cortado –además de las cabezas- los órganos sexuales. Estos cadáveres aparecieron antes de que Eliot Ness acudiera a Cleveland como director de seguridad.
4-¿Estos últimos cadáveres fueron identificados?
Uno de ellos sí. El más joven pudo ser identificado por sus huellas dactilares como Edward Andrassy, un muchacho que pertenecía a una respetable familia de Cleeveland y que fue catalogado de tener tendencias sexuales “dudosas”. De hecho, se descubrió que la víctima se encargaba de relacionar a jóvenes de baja condición social con hombres mayores.
Hallazgod e un cadáver
La llegada de Ness
Mientras aquellos terribles asesinatos se perpetraban, a Cleveland (Ohio) arribó a finales de 1935 un agente de la ley con fama de insobornable: Eliot Ness. Este joven norteamericano llegó a la ciudad como Director de Seguridad Pública nombrado por el alcalde Burton. Un título rimbombante que, en la práctica, implicaba que debía hacerse cargo de todo aquello que pudiera poner en peligro a las autoridades de la zona o a la misma población. Le convertía, en definitiva, en el mandamás de las autoridades.
Por entonces, este personaje era todo un héroe en Estados Unidos debido a que, junto a su grupo de élite (llamados «Los Intocables» debido a que no se dejaban vender) había logrado acabar con el imperio mafioso de «Cara Cortada» en Chicago. Más conocido como Al Capone, a este criminal (y a la organización que dirigía) se le atribuían entonces más de 300 asesinatos. Todos ellos, de desgraciados que querían detener (o conseguir) su negocio de tráfico de alcohol en plena Ley Seca.
Ness, a pesar de su juventud (había nacido en 1903), se había hecho un hueco en las portadas de los diarios metiendo entre rejas a este mafioso y limpiando de agentes corruptos la ciudad. No en vano, este policía dijo en una ocasión que, cuando llegó a Chicago, «Capone disponía de al menos veinte fábricas de cervezas, y cada una producía cien barriles de cerveza al día» sin que nadie hiciese nada. Con ese currículum, a nadie le pareció raro que este Agente del Tesoro fuera «fichado» en Cleveland como Director de Seguridad.
Lo que no sabía Eliot Ness es que la tarea que tenía entre manos iba a ser mucho más difícil que decapitar la organización criminal de Al Capone. Se iba a enfrentar a uno de los primeros asesinos en serie de Estados Unidos. Un criminal que atacaba en uno de los barrios más pobres de la ciudad: Kinsbury Run (antigua región industrial ahora poblada por vagabundos sin trabajo).
«El Torso» ataca de nuevo (entrevista)
1-¿La llegada de Ness hizo temblar a «El Torso»? ¿Detuvo sus ataques?
No. Al poco tiempo de llegar Eliot Ness a Cleveland fue hallado el cadáver de una mujer que fue identificada como una prostituta llamada Florence Polillo. El cuerpo fue descubierto en enero de 1936, y había sido troceado. Como era habitual en la mayoría de los crímenes de “El Torso”, no se encontró la cabeza.
2-¿Este cadáver hizo que Ness empezara a investigar?
Desgraciadamente, todavía no sería el hecho determinante. Todo cambiaría en junio de 1936, cuando dos niños hallaron en el lago Erie unos pantalones que estaban enrollados bajo unos arbustos. La curiosidad de los muchachos hizo que desplegaran la prenda, y en ese momento una cabeza cayó al suelo. Tras avisar a la policía, al día siguiente se encontró el resto del cuerpo entre unos arbustos que estaban situados cerca de la comisaría Nickel Plate, en Kinsbury Run.
«»El Torso» mató en la mayoría de ocasiones a sus víctimas en otros lugares y luego las movió»
Esta víctima se conoce como el “Hombre Tatuado” porque el cadáver tenía seis tatuajes como una paloma y un cupido. Se trataba de un hombre joven de alrededor de los veinte años que no pudo ser identificado por la policía. Los investigadores solo pudieron descubrir una etiqueta de lavandería con las iniciales “J. D.”. La ropa de la víctima fue determinante para descubrir que no había pertenecido a un indigente, puesto que estaba limpia y era casi nueva. Esto era algo extraño en los crímenes de “El Torso”, que generalmente solo atacaba vagabundos. Al igual que las víctimas anteriores, se descubrió que había sido dejado en ese lugar después de haber sido asesinado en otro sitio, puesto que no había sangre en los alrededores. Es decir, había sido desangrado en un lugar desconocido.
Fue a partir de este momento cuando el forense Arthur Pearse descubrió que el “Hombre Tatuado” había muerto decapitado igual que la víctima anterior, Florence Polillo. De la misma forma que los hombres encontrados en septiembre de 1935. Para Pearse existía una relación entre los crímenes. Eliot Ness pidió a los investigadores James Hogan y a David Cowles que se ocuparon de estudiar los crímenes anteriores para descubrir si estaban relacionados.
3-¿Ness no se involucró todavía directamente?
Aún tardaría un tiempo. Cuando apareció el siguiente cuerpo, el 22 de julio de 1936, Ness se encontraba ocupado en la Convención Nacional del Partido Republicano y la Exposición del Clan Lago. Él estaba empeñado en garantizar la seguridad de estos acontecimientos y en continuar con su lucha contra la mafia y las casas de juego ilegales de Cleveland. Además, la prensa también estaba más pendiente de estos eventos que de los asesinatos de “El Torso”.
Sin embargo, el hallazgo de este cuerpo fue llamativo porque “El Torso” cambió su forma de actuar. Por vez primera, asesinó a su víctima en el lugar donde posteriormente aparecería el cadáver. Además, este no fue encontrado en Kinsbury Run, sino en la parte noble de Cleveland, la zona oeste. Aunque sí que es verdad que esta parte estaba cerca de un campamento de indigentes.
El cadáver que lo cambio todo
A pesar de las atrocidades de «El Torso», Ness no se involucró en la investigación hasta 1936. Por entonces, más concretamente el 10 de septiembre, fue cuando un vagabundo se topó en Kingsbury Run con dos trozos de un torso humano. El horrible hallazgo lo realizó en la orilla del río Cuyahoga. Jamás fueron encontradas sus extremidades.
A partir de ese crimen, la prensa centró su atención en «El Torso». La presión mediática fue de tal calibre que obligó al nuevo Director de Seguridad Pública a dejar a un lado su obsesión por acabar con la policía corrupta (lo que realmente se le daba bien), y centrarse en el asesino.
La prensa cargó contra Ness por no poder encontrar al asesino
Un ejemplo de la presión que ejercían los medios sobre la policía queda recogido en la obra «Perfiles criminales» de Vicente Garrido. En ella, el español recoge varios artículos publicados en presa. Algunos, tan preocupantes como el siguiente: «De todas las terribles pesadillas que se han convertido en realidad, la más escalofriante es la del demonio que decapita a sus víctimas en los oscuros y húmedos escondrijos de Kinsbury Run». La prensa, además, comenzó a acosar personalmente a Ness y a exigirle avances en la investigación.
Hasta el sombrero de tanto periodista para arriba, y titular para abajo, Ness hizo que 20 agentes se dedicasen a investigar de modo permanente el caso de «El Torso». También creó una unidad especial llamada «Los desconocidos» que estaba formada por policías poco conocidos en las calles (y de total confianza para el Director de Seguridad). Estos iniciaron sus pesquisas con la mayor celeridad posible. Y de forma original, todo hay que decirlo, pues -entre otras cosas- se disfrazaron de vagabundos y pasaron días enteros en Kinsbury Run para hallar cuantos más indicios sobre el culpable, mejor.
La policía, además, comenzó una investigación pormenorizada en la que interrogó a miles de indigentes, acudió a hospitales mentales en busca de cualquier persona desequilibrada que se hubiese escapado, registró las casuchas de Kinsbury Run, y cogió centenares de huellas dactilares.
Los crímenes que rompieron el patrón (entrevista)
1-¿Hubo más cadáveres?
Sí. Hubo tres asesinatos a continuación que rompieron, de nuevo, el patrón de los crímenes de “El Torso”. El primero fue el del cuerpo de una mujer que fue hallado en la orilla del lago Erie precisamente en el mismo lugar donde se encontró el cadáver de la “Dama del Lago” en 1934. En este caso, los investigadores descubrieron un torso sin ninguna extremidad ni cabeza. El patrón se rompió porque el análisis forense determinó que el asesino no había demostrado tanta habilidad con las incisiones hechas en el cadáver como en las del resto de las víctimas.
2-¿Y el siguiente?
El segundo fue un nuevo torso sin cabeza encontrado en un saco. En este caso, sí que pudo ser localizada la cabeza, y esto fue determinante para que los investigadores barajaran la posibilidad de que se trataba de una prostituta de raza negra llamada Rose Wallace. Era la única excepción de una lista de víctimas blancas. En el análisis forense se determinó que había sido asesinada un año antes.
3-¿Qué particularidad de especial el tercero?
El tercero de estos crímenes que rompieron el molde se descubrió en el mes de julio de 1937. Se halló un nuevo torso en el río Cuyahoga, en Kinsbury Run. Los investigadores pudieron encontrar en días sucesivos el resto del cuerpo, a excepción de la cabeza. Lo llamativo de este nuevo crimen fue que se descubrió que “El Torso” había hecho desaparecer todos los órganos abdominales y el corazón. Estas partes nunca serían encontradas. Para el doctor Gerber, el nuevo forense, esta forma de actuar indicaba que el asesino tenía conocimientos relacionados con la medicina, por lo que a partir de ese momento se empezó a buscar a médicos que pudieran encajar con el perfil de este asesino en serie: que hubieran tenido problemas mentales o que hubieran mostrado interés por el alcohol, las drogas o la bisexualidad.
El primer sospechoso
El hartazgo y la presión de la prensa (obsesionada por que Ness y sus hombres hicieran avances rápidamente) estresaron sobremanera al Director de Seguridad Pública. Sin embargo, el agente pareció relajarse (relativamente) cuando el Director del Laboratorio Policial, David Cowles, le informó de que tenía un sospechoso. El posible asesino era Frank E. Sweeney, un cirujano cuya vida estaba ligada a Kinsbury Run, pues había tenido varias clínicas en la zona, y al que su mujer había abandonado exactamente el mismo mes que se encontró el cadáver de «La Dama del Lago».
Su perfil encajaba con el del asesino. Para empezar, porque era lo suficientemente alto y fuerte como para poder asesinar a placer sin que las víctimas le crearan problemas. A su vez, era un alcohólico al que su obsesión por la bebida le había hecho perder a su mujer y a sus hijos (que le habían abandonado) y ser despedido como cirujano del hospital de la zona, el St. Alexis. Por si fuera poco, había rumores de que era bisexual (lo que explicaba el que hubiera asesinado por igual a hombres y mujeres), era conocido por ser extremadamente violento, y -según los médicos- su herencia genética le hacía propenso a padecer psicosis.
Con todo, en principio se había descartado la posibilidad de que él fuera el asesino por dos causas. La primera, que había permanecido ingresado en un hospital mientras se habían cometido algunos crímenes. La segunda, que era primo del congresista Martin L. Sweeney (demócrata y, por tanto, contrario a Barton y a Ness). Sin embargo, Cowles averiguó que él mismo era el que pedía internarse en esas fechas (probablemente para tener coartada) y que el centro era de mínima seguridad (lo que le permitía entrar y salir a placer).
Los últimos cadáveres (entrevista)
1-¿Entonces… «El Torso» siguió matando?
Sí. “El Torso” aún cometería tres crímenes más. El primero de ellos se descubrió el ocho de abril de 1938 cuando el cuerpo de una mujer (al que le faltaban los brazos y la cabeza) fue encontrado en dos bolsas depositadas en el rio Cuyahoga. Los dos últimos cadáveres fueron descubiertos el 16 de agosto de ese mismo año. Los dos fueron hallados en un corto intervalo de tiempo en un vertedero. Eran una mujer y un hombre que habían sido asesinados en fechas diferentes. Ambos habían sido decapitados y, en los dos casos, los investigadores localizaron sus cabezas posteriormente. Algo que resultó sumamente extraño porque volvía a romper el patrón del asesino. Tanto fue así, que Eliot Ness y David Cowles dudaron de que estas víctimas hubieran sido asesinadas por el mismo criminal. Una opinión que, sin embargo, no fue compartida por la prensa y los ciudadanos de Cleveland, que sí que atribuyeron desde el principio estos crímenes a “El Torso”.
Ness, de genio, a loco
Los dos últimos cuerpos llevaron al extremo los nervios de Ness. ¿Quién era aquel loco que se les escapa? ¿Sweeney? De ser él… ¿Por qué no podían atraparle? Extenuado, agobiado por la prensa, y falto de resultados, en 1938 llevó a cabo dos movimientos que no gustaron nada a los medios de comunicación y, a la postre, le generaron una pésima reputación.
El primero consistió en reunir a los principales periódicos de la regió para pedirles que dejasen de publicar a toda página los asesinatos de «El Torso». Su objetivo era que el ego del asesino se rebajase y fuese alimentado cada vez que acababa con sus víctimas. Sin embargo, la prensa entendió que aquella solicitud la hacía para evitar que la sociedad supiese que era un inepto que no podía encontrar al culpable.
La segunda fue todavía peor. El 18 de agosto de 1938, Ness dirigió una partida de agentes a Kinsbury Run y les exigió tomar las huellas dactilares de los indigentes. Posteriormente, quemó el poblado hasta los cimientos. Como era de esperar, las críticas sobre él llegaron en masa.
El acusado se buló e Ness enviándole caras durante años
Además de todo aquello, se propuso saber por las bravas -y de una vez por todas- si Sweeney era culpable. Para ello, alquiló una suite en el hotel Cleveland, raptó a su sospechoso, y le llevó allí. En los siguientes días le sometió a un duro interrogatorio de varios días. Pero no logró absolutamente nada. De hecho, aquel sujeto se burló de él en su propia cara diciéndole que, sino podía demostrar su culpabilidad, le dejase en paz.
Desgraciadamente para él, Ness no tuvo más remedio que liberarle. De forma sorprendente, Sweeney se recluyó voluntariamente en un psiquiátrico después de aquello. Pasó el resto de su vida de institución mental en institución mental y, no contento con ello, envió decenas de cartas y postales a Ness burlándose de él. Le hizo la vida imposible.
El no poder atrapar a «El Torso» (cuya identidad jamás se supo oficialmente), las burlas y la mala reputación ganada, hicieron caer en la bebida a Ness. Este terminó volviéndose obsesivo y, al final, falleció de un ataque al corazón cuando todavía era joven. Aquel caso le había costado la vida.
Origen: El caso del sádico descuartizador: el único misterio que no logró resolver el «intocable» Eliot Ness