El cruel castigo medieval del Tercer Reich a la familia que quiso asesinar a Hitler en la IIGM
Catherine Bailey publica ‘Hasta que nos volvamos a ver’, una obra que se zambulle en la historia de la familia de Ulrich von Hassell
Catherine Bailey nos permite entrar en su casa a través de una aplicación que se ha transformado en el día a día de autores y periodistas: Zoom. Su sonrisa marcada, y que no pierde durante la extensa conversación, es lo primero que atisba la webcam. De fondo, una biblioteca en la que destacan decenas de libros. Muchos de ellos, pilares de la obra que presenta estos días: ‘Hasta que nos volvamos a ver‘ (Crítica). La historia es de película: un embajador alemán en Italia, Ulrich von Hassell, es represaliado por intentar acabar con el régimen nazi desde dentro. Himmler decide encarcelar a su hija –Fey– y arrebatarle a sus nietos, a los que cambia el apellido e intenta entregar a otra familia. Un castigo medieval basado en el que llevaban a cabo las tribus germanas. «Está basado en hechos reales, la historia es verídica. Tras escapar, la chica empezó una búsqueda de locura para hallar a los chiquillos», explica la autora a ABC. Su ritmo rápido hace que se lea como una novela y su final sorprende tanto que es mejor no contarlo…
¿Qué hay de ficción y qué de ensayo en su obra?
Es cien por cien basado en hechos reales, un ensayo. He investigado mucho para dar forma a este libro. La misma Fey escribió un diario que guardó en un cajón de su mesa y que fue completando a lo largo de su vida. Hay un archivo impresionante que estaba en el castillo y del que me he valido. Además, para poder contar su viaje en busca de los niños he hecho acopio de relatos de personas que habían estado en los campos de concentración con ella, en la fortaleza italiana, en la resistencia… También de las fuerzas especiales estadounidenses e inglesas que se lanzaron sobre el castillo y con las que convivió. Es difícil de describir, pero es como si tuviera la imagen de los hechos y solo tuviera que colorearla con los testimonios de la época.
¿Cómo conoció esta historia?
Yo había escrito ya varios libros sobre la vida de dos familias inglesas entre 1943 y 1945. Ahora quería hacer lo propio con la Italia que vivió bajo la ocupación nazi. Lo que sucedió allí fue extraordinario porque el país estaba dividido en dos, con una parte fascista y otra en la resistencia. Buscaba representar toda la lucha que se dio en estos pueblos. Algo difícil de imaginar porque son icónicamente bellos hoy en día. Tenía claro además que el hecho debía versar alrededor de un castillo por la imagen que albergan estas construcciones y por su capacidad para guardar una suerte de microcosmos en su interior. Mientras investigaba me topé con las memorias de Fey y sus experiencias. A medida que leía el corazón se me iba encogiendo porque era una historia impresionante: la de una madre cuyo motor es el amor por sus hijos.
¿Qué le motivó para escribirla?
Según leía me di cuenta de que su historia no era solo la búsqueda de los niños. El testimonio de Fey nos permite entrar en una prisión italiana a finales de la guerra y nos muestra, por ejemplo, las dolorosas experiencias de ciudadanos cuyas viviendas habían sido destruidas por los bombardeos aliados. Todo esto es lo que me convenció de escribir este libro.
¿Cómo fue la Resistencia italiana?, ¿ha sido igual de exagerada que la francesa?
Era muy parecida a nivel de estructura. En la práctica eran bandas que intentaban sabotear a los ocupadores destruyendo vías férreas o carreteras. Sin embargo, debido a la división todo estaba concentrado en el norte del país. Solo había un pequeño grupo de opositores en Roma. Los más importantes, porque eran los que estaban cerca del gobierno fascista. Para ellos luchar fue muy difícil porque las comunicaciones eran casi imposibles. Como había problemas en este sentido, contaban con grupos de personas muy valientes que se encargaban de atravesar las líneas fascistas para enviar mensajes a sus compañeros.
¿Cómo nació la aversión de Ulrich von Hassell hacia el nazismo?
Él era el embajador de Hitler en Roma desde 1933. Era uno de los últimos cargos de la República de Weimar. Tras él, ningún miembro de aquella generación de diplomáticos trabajó para el Reich. Mantuvo además un diario durante aquella época en el que dejó patente un conflicto interno. No era capaz de decidir si era correcto servir a un régimen tan inmoral, pero pensaba que, si se quedaba fuera, no sería capaz de influir en la política extranjera. Lo que intentó, al final, fue traer la paz a Europa a través de diálogos con varios países. Para este personaje, la ‘ Noche de los cristales rotos’ fue el punto de inflexión. Ahí llegó a la conclusión de que debía destruir el régimen.
¿Cuál fue su participación, si la hubo, en la Operación Valkiria?
No participó directamente en ella. En los meses que llevaron a ese día la Gestapo sabía que Claus von Stauffenberg estaba tramando algo y le estaba investigando. La cúpula de Valkiria se cuidó mucho de dejar a Von Hassel fuera para que no le persiguieran. Con todo, cuando se puso en marcha la trama no tardó en saberse que había sido parte del grupo. Con respecto a la segunda pregunta, creo que no ha sido mitificada. Hay mucha polémica alrededor, eso sí. Algunos historiadores afirman que hicieron demasiado poco y demasiado tarde; que solo se movieron cuando Alemania estaba perdiendo la guerra. Eso, con todo, no borra la valentía que demostraron desde el corazón del Régimen al arriesgar sus vidas.
¿Por qué se castigó también a sus hijos y nietos?
Himmler revivió una ley medieval después de la trama que se basaba en la culpabilidad de sangre. Esta norma teutónica implicaba que la familia de los perpetradores de la trama era igualmente criminal. Nunca se había castigado a los primos, nietos…
¿Por qué se cambió de identidad a los hijos de los nobles implicados?
Por el odio que sentía Hitler hacia la aristocracia prusiana. Él quería destruir sus casas y asegurarse de que estas familias fuesen eliminadas para siempre. Anhelaba que sus apellidos se extinguiesen y quedasen borrados de la faz de la Tierra. El ‘Führer’ demostró un odio claro hacia sus privilegios.
¿Colaboró Fey con la resistencia?
Su marido, Detalmo, fue una de las grandes figuras de la resistencia local. La prioridad de Fey siempre fueron los niños. Él quería que se llevase a los pequeños a Roma, pero, en el año 1942, ella decidió quedarse en el castillo porque no les faltaba de nada. La ironía es que, si hubiera hecho caso a su esposo, no habría perdido a los pequeños. La gran tragedia se dio cuando los alemanes ocuparon su casa. Fey los odiaba, pero tuvo que aprender a convivir con los soldados. Durante esa época intentó ayudar a las familias que habían sido perseguidas, aunque era difícil porque creían que era una colaboracionista.
¿Cómo pudo resistir aquello?
Esperando que la situación cambiara con la llegada de los aliados. Ella, por ejemplo, escribió que nunca hablaba de política con los alemanes que estaban en el castillo. Sabía que, si lo hacía, no podría callarse lo que pensaba y se metería en un lío.
¿Cómo fue la vida de Fey tras la guerra?
Tras la guerra tuvo que reconstruir su matrimonio. Se había enamorado del hijo de Claus, Alex, pero sabía que no podía casarse con él porque le quitarían a los niños, si les encontraba. Se vio obligada a vivir con un hombre del que se había apartado y al que llevaba sin ver tres años. Por otro lado, tuvo una lucha terrible con sus recuerdos. En parte se sentía culpable porque, en comparación con la de otros prisioneros, su experiencia en los campos de concentración había sido leve. Era una mujer extraordinariamente fuerte, leía muchas memorias de supervivientes del Holocausto y ponía citas de esos libros por toda la casa porque le suponían cierto consuelo. Siempre decía que no quería que sus memorias la destruyesen. Para ello se basó en el perdón, y describía el perdón como el sentimiento más importante de la vida. Su visión de ello es que hay que aceptar el destino, te lleve a donde te lleve, sin resentimientos y sin reservas. Eso le permitió vivir una vida plena.
¿Llegó a perdonar a los alemanes por llevarse a sus hijos?
Hay muchos villanos en esta historia, pero uno de los más destacados fue el oficial político que estaba en el castillo. Él jugaba con los niños, les subía a los camiones… Fue quien dijo a la Gestapo que Fey y los pequeños estaban allí, y no tenía que haberlo hecho. Su testimonio hizo que les arrestaran. A pesar de ello, Fey le escribió una carta tras la guerra y se vieron. Ella temblaba de miedo, pero no le recriminaba nada. Entendía que era muy joven y que había crecido con los nazis. No podía saber lo que iba a suceder.
Origen: El cruel castigo medieval del Tercer Reich a la familia que quiso asesinar a Hitler en la IIGM