El engaño del siglo: la gran estafa soviética que sus propios ciudadanos nunca supieron

El engaño del siglo: la gran estafa soviética que sus propios ciudadanos nunca supieron
Hay historias que estremecen no por el horror de los hechos, sino por la manera en que fueron silenciadas, manipuladas y convertidas en símbolo de gloria nacional. Cuando descubrí el caso del canal del mar Blanco, confieso que sentí esa mezcla de indignación y asombro que solo provocan las mentiras estructuradas desde el poder.
Desde redacción, revisando fuentes históricas y testimonios recogidos en medios como ABC Historia y documentos desclasificados tras la caída del régimen soviético, me encontré con lo que fue vendida como la “mayor obra de ingeniería del siglo XX” en la URSS… y que terminó siendo una de las estafas técnicas, humanas y políticas más graves del siglo pasado.
La promesa del poder comunista: un canal imposible hecho “realidad”
En 1931, el todopoderoso Iósif Stalin daba luz verde a un megaproyecto que, en teoría, revolucionaría la economía soviética: la construcción del canal del mar Blanco, una vía artificial que uniría el Ártico con el mar Báltico. El plazo: apenas 20 meses. La fuerza de trabajo: más de 100.000 prisioneros del Gulag. La recompensa: el reconocimiento mundial.
La narrativa oficial soviética hablaba de hazaña, modernidad, redención por el trabajo y progreso. De hecho, se publicó incluso un libro —redactado bajo supervisión del gobierno— con una selección de autores y poetas que exaltaban la obra como ejemplo del “hombre nuevo” soviético.
Pero la verdad, como casi siempre en los regímenes totalitarios, iba por otro lado. En nuestro blog ya hemos abordado antes otros casos de manipulación histórica, como las mentiras de los regímenes autoritarios.
Trabajo forzado, miles de muertos y una mentira técnica
El canal se construyó a toda prisa, sin maquinaria pesada, con herramientas rudimentarias, bajo condiciones climáticas brutales y con miles de presos políticos y comunes hacinados, mal alimentados y completamente desechables.
Los testimonios más recientes hablan de al menos 25.000 muertos, aunque el número real podría ser mucho mayor. No existían condiciones mínimas de seguridad, ni respeto por la vida humana.
Y lo más grotesco: el canal nunca funcionó como se prometió. Su calado era demasiado bajo para permitir el paso de barcos de gran tonelaje. Era prácticamente inservible para la navegación comercial.
“Una obra propagandística construida sobre cadáveres y vendida como gloria nacional”, coinciden los historiadores consultados en RTVE Documentos.
Propaganda, manipulación y ocultamiento: la especialidad del régimen
La URSS no solo ocultó las condiciones de construcción del canal. Lo convirtió en un símbolo de su supuesta superioridad ideológica. Las imágenes difundidas en el Pravda, los carteles oficiales, los reportajes con obreros “redimidos” por el trabajo, todo formaba parte de un aparato propagandístico diseñado para encubrir el fracaso.
Este tipo de maniobras no eran nuevas: desde el Holodomor en Ucrania hasta los experimentos sociales fallidos, el régimen soviético perfeccionó el arte de mentir.
Y si la población sospechaba algo, simplemente callaba. Porque hablar era desaparecer. O acabar como los miles que murieron con una pala en la mano, sin nombre, sin tumba, sin historia.
Cuando el mito se cae: el canal que no lleva a ninguna parte
Décadas después, los documentos clasificados empezaron a salir a la luz. Ingenieros soviéticos arrepentidos, sobrevivientes del Gulag, historiadores independientes… todos comenzaron a narrar la verdadera historia del canal del mar Blanco.
Hoy, esa colosal obra se mantiene estática. Inoperante para el comercio real. Convertida en símbolo del sinsentido soviético: una gigantesca puesta en escena del poder que no llevaba a ningún lugar, ni literal ni ideológicamente.
Y es que como bien analizamos en nuestro artículo sobre las consecuencias del pensamiento único en la historia moderna, los relatos impuestos desde arriba muchas veces sobreviven más que los hechos.
Reflexión final: cuando el silencio es parte del crimen
Este caso no es solo una anécdota del pasado. Es una advertencia permanente sobre el poder de la propaganda, sobre cómo una mentira bien estructurada puede moldear una nación durante décadas.
Recordar y contar estas historias desde espacios como este blog y en La Voz Radio RD es más que un ejercicio de memoria: es una forma de resistencia cultural. Porque mientras exista alguien dispuesto a destapar el engaño, la verdad no será del todo sepultada.