El enigma de Lemuria, el continente hundido del que todo el mundo creyó que descendían los humanos
La teoría fue creada por un respetado zoólogo en la segunda mitad del siglo XIX, apoyada después por científicos respetado y difundida más tarde por sociedades ocultistas hasta echar raíces en un amplio sector de la sociedad
Aunque no es la única, la Atlántida es, sin duda, la más célebre de todas las tierras imaginarias cuya existencia ha sido defendida por un sector de la población hasta épocas muy recientes. Fue inventada por Platón en el siglo V a. C. con un propósito alegórico en sus diálogos ‘Timeos’ y ‘Critias’, pero la historia acabó interpretándolos de manera literal en los siglos siguientes. A pesar del acuerdo universal que existe hoy en día sobre este evidente error de interpretación, ambas obras son lo suficientemente ambiguas como para haber sido capaces de alimentar más de dos mil años de especulaciones y teorías pseudocientíficas.
La pervivencia de estas hipótesis inverosímiles sobre la existencia de la Atlántida puede explicarse parcialmente por el paso de los siglos. Por eso resulta tan sorprendente que otro continente fantasma arraigara de forma tan sólida en el imaginario popular a pesar de haberse inventado en la segunda mitad del siglo XIX. Su nombre, Lemuria, que llegó a ser abordado en sus libros por escritores tan respetados como H. P. Lovecraft. El responsable de su existencia fue el zoólogo británico Philip Sclater, un científico respetado que llegaría a ser secretario de la Sociedad Zoológica de Londres y fundador de ‘Ibis’, la revista de la British Ornithologists’ Union.
Nacido en 1829 y educado en el Winchester College and Christ Church College, en Oxford, durante años estudió la distribución de las aves y otros animales por todo el mundo. De hecho, fue el primero en dividir el planeta en las regiones biológicas que hoy llamamos «ecozonas». Aunque escribió principalmente sobre las aves de América del Sur y Central, sus intereses eran más amplios, razón por la cual decidió analizar la fauna de Madagascar, la que describió como «una de las más anómalas que existen sobre la superficie de la Tierra».
De entre todos los animales que encontró en la gigantesca isla, le interesó particularmente el lémur, un primate endémico que tenía parientes en la India y en el resto del continente africano. Las preguntas que se hizo a raíz de este detalle fueron las que le llevaron a plantearse la existencia de un continente perdido, ya que su presencia en África podía explicarse fácilmente, ya que la isla está separada de la costa por solo 400 kilómetros. Pero, ¿en la India? ¿Cómo podía haber llegado el primate a este país si un océano entero lo separaba de Madagascar. Aquello sí que era un misterio.
La explicación
En 1864, Sclater publicó un ensayo en la revista ‘The Quarterly Journal of Science’ con la siguiente hipótesis: «Con anterioridad a la existencia de África en su forma actual, existió un gran continente que cubría parte de los océanos Atlántico e Índico, llegando hasta la actual América por el oeste y a la India y sus islas por el este. Este continente se dividió después en varias islas, algunas de las cuales se unieron al actual continente africano, y otras, posiblemente, con lo que hoy en día es Asia. En Madagascar y en las islas Mascareñas se conservan reliquias vivientes de aquel gran continente, para el cual propongo el nombre de Lemuria».
Si tenemos en cuenta que la existencia de la Atlántida estaba mucho más arraigada que ahora en el siglo XIX, la posibilidad de un continente hundido no era algo especialmente controvertido. «Era la respuesta lógica a una pregunta difícil y Sclater no era el primero en sugerirlo. Ni tampoco el último. Aunque a algunos de sus contemporáneos, como Charles Darwin, no les convenciera la idea, otros la aceptaron y fueron, incluso, más allá», explica Malachy Tallack en ‘Islas desconocidas’ (Geoplaneta, 2017).
Esta idea influyó en otros muchos científicos respetados de la época, que hicieron suya la teoría de que Lemuria podía ser la cuna de la humanidad y la desarrollaron sin ningún tipo de pudor. El primero en sugerirlo fue el biólogo alemán Ernst Haeckel, que gozaba de gran respeto en Europa, al defender en su libro ‘The History of Creation’, publicado en 1876, que el paso evolutivo entre simios y humanos pudo haber ocurrido en una tierra actualmente sumergida. Según él, esto explicaría también la escasez de «eslabones perdidos» entre los fósiles recogidos en otros lugares.
El mapa
En su obra, incluía un mapa en el que mostraba los distintos pueblos del mundo emergiendo de Lemuria, y no tuvo ningún remilgo en etiquetar a este continente perdido como «Paraíso». Las teorías de Sclater y Haeckel se difundieron por todo el mundo rápidamente, a pesar de que ambos, como científicos, reconocían que sus hipótesis carecían de evidencias sólidas y nunca las consideraron probadas. En un artículo por la ‘Revista España’, publicado en marzo de 1884, se decía: «Entre el periodo mioceno y el plioceno apareció en el mundo, acaso al sur de las costas de Asia, quizá en un continente sumergido al que los geólogos han denominado Lemuria, una variedad de monos sin cola que tendían a mantenerse en pie sobre el suelo».
Y continuaba: «Su cuerpo estaba cubierto de espeso vello y presentaba la mandíbula inferior saliente y las rodillas algo dobladas hacia delante. Moviendo la lengua, pretendían articular sonidos, y su pobre cerebro comenzaba a retener rudimentarias ideas. De esto hace 300.000 años. Tal era el hombre primitivo supuesto por Haeckel, pero susceptible de confirmarse con pruebas palpables en el futuro. Sumido de este modo en el más lamentable estado de salvajismo, fue poco a poco mejorando en su posición bípeda, en el movimiento de su lengua y en las percepciones y concepciones de su cerebro, ventajas todas ellas que se iban transmitiendo a sus descendientes».
La teoría echó raíces. Haeckel no influyó solamente sobre algunos autores europeos, sino también entre aquellos que consumían libros sobre la Atlántida. Muchas de esas obras empezaron a establecer un vínculo entre ambos lugares, llegando a identificar a los supuestos habitantes de Lemuria como los antepasados de los atlantes, hasta el punto de que varias de las afirmaciones que se hacían sobre Lemuria eran todavía más extravagantes que las del famoso continente inventado por Platón y las hipótesis se fue de madre hasta extenderse por el punto del ocultismo y lo paranormal.
‘La doctrina secreta’
Helena Blavatsky, cofundadora de la Sociedad Teosófica, afirmaba en su libro ‘La doctrina secreta’ que los lemurianos habían sido hermafroditas de cuatro brazos y que ponían huevos en lugar de dar a luz. Según apostilló esta famosa ocultista, eran una de las siete «razas primigenias» del mundo. Otros autores dieron descripciones mucho más sorprendentes una vez que se subieron al carro de esta teoría, como los habitantes de este continente hundido midieron entre tres y cuatro metros y medio, que estuvieron recubiertos por gruesas escamas y que tuvieron grandes reptiles como mascotas. Otra explicación que ha perdurado hasta nuestros días aseguraba que los descendientes de estos vivían en el monte Shasta, en el norte de California.
«No fueron solo europeos soñadores los que se interesaron por la hipótesis de Haeckel –apunta Tallack en su obra–. En la India, entre las tradiciones y la literatura del pueblo tamil ya figuraban historias sobre una tierra que desapareció bajo el océano, destruida posiblemente por maremotos. Nunca se había concedido demasiada importancia a estas historias, desde un punto de vista cultural, ni tampoco existían indicaciones claras sobre la extensión de esa tierra. Pero, a finales del siglo XIX, cuando la idea de Lemuria llegó a los libros de texto indios, se concedió a esas fábulas tradicionales una credibilidad inesperada».
A principios del siglo XX tuvo lugar un resurgimiento de la cultura tamil, impulsado por un interés más político y social que científico, de escapar de la dominación de otras lenguas de la India. La noción de una patria perdida, fuera esta la que fuera o se encontrara donde se encontrara, fue propagada por los autores de esta corriente. Gracias a ellos, que rebautizaron a Lemuria como «Kumari Kandam», la teoría se convirtió en un elemento central de la mitología tamil contemporánea.
A mediados del siglo pasado, sin embargo, la ciencia avanzó y las teorías de la deriva continental y la tectónica de placas dieron una respuesta más convincente a las preguntas que habían atormentado a Sclater, Haecker y otros biólogos y geólogos cien años antes. Según los nuevos descubrimientos, la India y Madagascar sí estuvieron conectadas, pero no por un puente de tierra y no en fechas tan recientes. La separación se produjo hace más de 80 millones de años, mucho antes de que algo parecido a un ser humano hubiera evolucionado. La idea se perdió, aunque en la India perduró hasta 1980 en algunas escuelas tamiles.
Origen: El enigma de Lemuria, el continente hundido del que todo el mundo creyó que descendían los humanos